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LATIN-AMKRICAN HISTORY AND
ECONOMICS
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MIBMBRO DEL INSTITUTO HISTÓRICO GEOGRÁFICO DEL RIO I»E LA PLATA;
DB LA ASOCIACIÓN AUXILIADORA DB LA INDUSTRIA NACIONAL
DE RIO JANEIRO; /
DE LA SOCIEDAD DE AMIGOS DE LA ILlíiTRACION, ^
DE VALPARAÍSO; ETC., ETC. . v
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MONTEVIDEO
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HARVARD COLLEQE LIBRARY
■)EC 24 1915
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Esta o&ra es propiedad de su autor, quien se
reserva sus derechos como tal; persiguiendo ante
la ley á los que la reproduzcan en todo ó en parte,
sin su expresa autorización.
9 m
ESTUDIO PRELIfflMR
SOBBE Zh
lilillfc llfliái
Y SU ÉPOCA.
El general Artigas ant^ la historia oriental.
ja eminente personalidad del General Artigas concentra en
/ representa en la vida de su pueblo, tres distintas épocas,
a una de ellas á cual mas anormal pero á la vez más glorio-
en cada nna de las cuales elévase á la más honorable y
umbrada altura.
jS en la primera época, el caudillo popular, el jefe presti-
30 bajo cuyas órdenes ó incitaciones se congregan entusias-
lente las poblaciones armadas y los mas pudientes vecinos
.a entonces provincia Oriental, y á su frente toma desde Fe-
ro de 1811, uua parte tan activa como gloriosa en las ope-
rónos de aquella triunfal campaña, solo interrumpida por la
arde é inicua entrega del tratado de Octubre de 1811, en la
las batallas de las Piedras y del Cerrito, probaron el tem-
de alma de los revolucionarios y hermanaron en una glo-
comun las anuas argentinas y orientales hasta hacer su-
ibir el inerte poder español en esta vasta región del Rio de
•lata.
— 4 —
En la segimda ¿poca Artigas inicia y dirige un pronuncia-
miento popular clecidido y legítimo, reaccionando este pueblo
viril contra el despotismo centralizador y esclusivista de los
Directores Supremos de las Provincias Unidas don G-ervasio
Antonio Posadas y General Alvear.
Sus gobiernos violando los mandatos de la igualdad y de la '
libertad,y faltando á todos los compromisos solemnemente con-
traidos desdo 1810, por la primera Junta Gubernativa de Bue-
nos Aires en su célebre circular á las Provincias, trataron &
Montevideo y á toda la Provincia Oriental como á país conquis-
tado, sin conceder i sus hijos durante tres años de sacrificios y
combates una parte en la dirección de los asuntos militares,
negándoles hasta el derecho de organizar una administración
municipal propia; enviándoles sus gobernadores absolutamen-
te desconocidos en el país; imp'oniendo odiosas contribuciones
de guerra; exigiendo la aprobación del jefe de la guarnición
hasta para la elección de tenientes alcaldes; despojando por
último á Montevideo, capital fortificada de la Provincia, del
ÍTiinonDn material de guerra que el poder español había acumu-
ella, una gran parte del cual, cuando menos, le correa-
in justicia; persiguiendo y hostilizando con feroz encar-
ito á las miliciaíi orientales tan probadas en su ahnega-
^rificíos patrióticos: practicando á. la vez otros actos
!a violencia, negando á los hijos del país hasta el
de quejarse, castigado entonces como un delito de in-
la militar bajo la ley marcial mas rigorosa é inapelable,
i año y medio de ardiente lucha civil, en que se dieron
sangrientas batallas entre los hermanos en armas. Ar-
ela y dirijo la resistencia, y después de la victoria del
>, obtenida por el general Rivera, consigue al fin ven-
itivamente las fuerzas de Alvear, y hacerlas desalojar
video.
9mo tiempo que sn nombre y su causa simbolizan los
-, 5 —
randes principios políticos de igualdad y autonomía para las
rovincias argentinas, Devando en influencia y bu acción pr©-
otente á Entre-Ríos, é. Corrientes, á Santa Fé, y su prestigio
■ ejemplo hasta Córdoba y Tucumán, Artigas contribuye efi-
azmente, en la otra orilla del Plata por medio de su iniciativa
sostén, á la caída de sus poderosos é implacables enemigos
errocados del poder por la revolución militar de Fontezuelas,
Balizada con los mismos elementos conque el Director Supre-
10 General Alvear se aprestaba á invadir y asolar la», provin-
ias de Santa Fé, Entre- Eios y Banda Oriental, inflíjiéndoles
n cruel escarmiento por sus pretensiones de administración
ropia .
En la última y tercera época, Artigas inicia, organiza y ro-
ustece con sus reducidos elementos propios, la temeraria de-
ansa del territorio patrio, ocupado entonces por una población
otal apenas de cuarenta á. cincuenta mil almas, contra el po-
.eroso ejército portugués compuesto de mas de quince mU
úmbres entre portugueses peninsulares y brasileros, con sii-
lerabundantes elementos de guerra: al mismo tiempo que en
1 Entre- Ríos sostiene una encarnizada guerra contra el Di-
ectorio de Pueyrredon hasta vencerlo en dos batallas, y en
lanta Fe inicia y contribuye á, la* derrotas del mismo Direc-
orio hasta dar en tierra definitivamente con él .
Adonde vá Artigas, vá. el pueblo Oriental, y con ellos
'á la gloria ó el sacrificio.
TrM años mantiene la provincia Oriental y las Misiones en
onatante militarización, convertidas en un vasto campo de ba-
alla, haciendo al fin ¿1 y sus leales tenientes la única resisten-
ia posible, la de la guerra de recursos, ardiente é infatiga-
lemente sostenida después de los irreparables desastres de la
ndía Muerta, Corumbé, Ibiracoahy y Catalán.
Unos tras de otros van cayendo aquellos leones en la homé-
ica lucha, asombrando cada vez más á sos mismos vencedo-
— 6 —
res, en tanto que el desleal y fanatizado círculo político que
imperaba en 1816 y 17 en Buenos Aires veía impasible avan-
zar la obra de su inicua complicidad: y se cruzaba de brazos,
dejando sola y abandonada ala provincia Oriental, á pesar de
la amarga censura que la opinión Tiacia pesar sobre él; conclu-
yendo al fin por hacerle también la guerra fi*atricida de Caín
invadiendo las provincias de Santa Fó y Entre-Eios.
En su zana feroz contra Artigas, esa oligarquía autocrática
parecía no poder prever no solo la imborrable ignominia que
siempre pesaría sobre ella por aquella vergonzosa defección á
la causa americana, sino hasta el peligro vital para las mismas
provincias del litoral, de dejar al codicioso y secular usurpador
portugués enseñorearse de esta Banda del Rio de la Plata, el
más anhelado blanco de sus ávidas aspiraciones de conquista
territorial, desde la época en que su general el Gobernador de
Rio Janeiro don Manuel Lobo llegó el 1 . ** de Enero de 1680 á
fundar la Colonia del Sacramento en esta tierra de la «Nova
Conquista» .
"»-»->»JS}?j^gsgt-€C C *
Las tres épocas de Artígas.
Esas tres épocas tan sobresalientes en la historia de la Re-
pública Oriental, el sublime triángulo de su primera grandeza
moral, constituyen ante el criterio imparcial del observador
justiciero la glorificación de Artigas;
Como libertador de bu pueblo :
Como sostenedor de los derechos politicoa de su Provincia^
Y como inflexible defensor de su Independencia contra la
conquista extranjera.
Diez años de lucha bravia ó incesante; afrontando todos los
peügroa, ajigantándose cada vez más eu el prestigio y popu-
laridad de sus compatriotas de una y otra banda del gran
rio; sin más aspiraciones ni más interés que salvar el al-
tivo honor y la autonomía de eu provincia, considerada
y» como un Estado; sin más compensación ni satisfacción per-
sonal que la conciencia del deber cumplido: el primero en
arrostrar los peligros, el último en quejarse de insoporta-
bles privaciones; teniendo en sus manos centenares de prisio-
neros, qiie devolvía sin hacerles sufrir el menor vejamen, sin
hacer uso délas represalias á que lo autorizaban las atrocida-
des practicadas por sus contrarios; atendiendo en medio de
esa lucha, siempre desigual y azarosa, al bien pro-comunal, á
la mejora de todos los ramos del servicio público; á la severisi-
ma y ejemplar administración de los dineros fiscales; recur-
riendo siempre, como un leal demócrata, en todos sus actos
mas caracterizados, ala gran fuente purificadora del sufragio
popular para elejir las autoridades municipales y políticas, y
lo que es más asombroso aún en aquella época, /tosía las auto-
ridades militares, que frecuentemente eran elejidas por los ve-
_ 8 —
.contrastable en sus conTÍccjones republí-
1 medio de tentadores sedaccioties, y de
zosas claudicaciones y defecciones de otros
distas eminentes; luchando á un mismo
o enemigos á cual mas irreconciliables y
spañoles; los gobiernos de las Provincias
, y los descontentos, los cobardes 6 los
ior,qne le zapaban su obra, y que por anu-
n ante el invasor extranjero, y traiciona-
iños, decimos, de esa vida excepcional, dan
)s títulos para ser considerado como uno
lolo de su país, sino de la revolacion Ame-
ita obra lo demostrar&n acabadamente.
"—aa^em'
Deficiencias de la Historia Oriental.
Es evidente que la historia primitiva del pueblo Oriental
desde 1810 no se ha escrito hasta ahora sino de un modo im-
perfecto ó incompleto .
Apenas si se han diseñado sus principales rasgos por los
ilustrados y laboriosos escritores que desde 1860, en medio de
ingratas contrariedades, se dedicaron á consignarlos en sus
obras más ó menos elementales .
Una gran parte de las glorias y sacrificios de los Orientales
en la lucha de las tres Independencias, permítasenos esta frase,
porque ella es correcta, queda aún oculta en la penumbra de
un ingrato olvido, ó cuando menos de una imnerecida indife-
rencia.
Diriase que hay en la Eepública Oriental tanto acopio de
aquellas glorias, que no hay empeño en atesorarlas todas en un
sagrario nacional .
Seáse como fuese, es un hecho que se advierte á primer vis-
ta un lamentable vacío en la historia inicial de la Eepública,
como provincia argentina, hasta la invasión portuguesa, y du-
rante toda ésta .
Observaremos así mismo, que esa oscuridad y] deficiencias
tienen hasta cierto punto, su justificada esplicacion.
Las tremendas guerras civiles que han despedazado la Re-
pública Oriental han monopolizado en su absorvente y fe-
bril atracción las inteligencias mas preclaras del país, desde
1830 hasta 1860, obligándolas á ejercitarse y concentrarse en
la ardiente lucha diaria de los partidos políticos, en sus predo-
minantes exijencias, en sus sangrientos episodios y alterna-
tivas. 2
•_ 10 _
Es asi, fatalmente, como se explica la auomalia de que una
nación dotada de tantos y tan claros ingenios, con un campo
histórico tan vasto en que ocuparse y sobresalir, y aún á pesar
de munificentes larguezas hechas á uno de sus más ilustrados
publicistas, para obtener en él xtn historiógrafo nacional: se
ha visto privada hasta 1860 del galardón honroso que repre-
senta para un pueblo culto la posesión de un historiador na-
cional consagrado á la laboriosa redacción de sus anales. Es
justamente en los primeros tiempos de la emancipación defini-
tiva de este país, desde 1830 al 50, cuando hubiera podido ser
facilísima la realización de tan importante trabajo. *
En ese período sobrevivían aún muchos de los eminentes
ciudadanos y jefes que habían tomado una parte activísima y
notable en aquellos sucesos. Habría podido entonces oírse de
sus labios respetables la verídica narración y esplícacíon de
aquellos, y completar ese conjunto de inestimables informes con
el precioso contingente de los documentos públicos y aiin pri-
vados, que entonces podrian haberse á las manos fácilmente.
Los distinguidos escritores que desde 1860 acá se han dedi-
cado á coordinar y redactar la historia del país han carecido,
pues, muy á su pesar sin duda, de aquella base preliminar in-
dispensable para la ampliación y perfección do sus excelentes
obras .
Cuando dieron princíj)io á su noble tarea, yá la tumba ocul-
taba la mayor parte «le los proceres de 1812 á 1820, y los que
sobrevivían en el ocaso de sus últimos días, apenas si po-
dían conservar vagos recuerdos del glorioso pasado para evo-
carlo en sus más atrayentes detalles.
Del mismo modo, les ha faltado á esos modernos escritores
para llevar á cabo una obra completa, el indispensable conoci-
miento de la multitud de documentos oficíales que no se han
encontrado hasta ahora en los archivos; que han sido disemi-
nados ó perdidos en las revoluciones; y que han permanecido^
— 11 —
ignorados, sea en Montevideo ó en los departamentos, sea en
los archivos de los Cabildos; deteriorados ó abandonados en
los de las Juntas Económicas, ó conservados en poder de parti-
culares más ó menos relacionados con los ciudadanos y con los
jefes que desde 1811 tomaron una parte activa en la vida pú-
blica del país.
En ese cúmulo de documentos extraviados, despedazados,
ó perdidos, se hallaría hoy una clave para explicar muchos he-
chos de la primitiva historia nacional tan escasa y vaga hasta
ahora en sus más importantes informes .
Réstanos aiin agregar un lamentable detalle. Muchos de
esos documentos, y la correspondencia más interesante de al-
gunos prohombres orientales, ha caido en poder de escritores
adversos á Artigas, que han cuidado, probablemente por la
misma razón, de no dar publicidad á pruebas que en otras ma-
nos serían una arma contra su apasionada y hostil propagan-
da, y un título más de honor para algunos patriotas, y princi-
palmente para Artigas.
b
Documentación de la Historia Oriental.
Es debido á la falta de aquellos documentos y manuscritos
que los más notables ó importantes incidentes de la primera
vida de este pueblo, en su varonil resistencia á toda opresión
estraña,se hallan aún envueltos en una indescifrable confusión,
conservándose apenas algunas tradiciones que mal pueden dar
la más mínima explicación, ni ninguno de los íntimos y exactos
detalles de esos incidentes; por más que estos sean conocidos
superficialmente en su. conjimto, como hechos generales y no-
torios.
Para dar cuenta exacta de acontecimientos importantísimos
en la historia Oriental, sus causas y consecuencias desde los
primeros pasos de la emancipación colonial, habría sido preci-
so buscar y descubrir en la República, a!sí como en Buenos
Aires, Entre-Ríos, Santa Fe, Corrientes y Paraguay, documen-
tos que nadie conoce hasta ahora, que han permanecido en la
más completa oscuridad; siendo la carencia de ellos la que ha
dado lugar á errores y estravíos de aj)reciacÍQn histórica, que
necesariamente han influido en menoscabo del prestigio y re-
nombre de algunos eminentes patriotas orientales.
No es posible escribir la historia de un pueblo recien en la
infancia, pero que así mismo surje de su turbulenta niñez ar-
mado y batallador como un viejo guerrero, sin conocer y estu-
diar minuciosamente los documentos que expliquen y revelen
muchos hechos de su nueva vida, así como los buenos ó malos
actos de sus hou^bres notables; justificándose de ese modo los
juicios que se emitan, y autorizando la palabra del historiador
con su irrecusable evidencia y testimonio.
En cuanto ala Provincia Oriental, desde 1810 á 1820, puede
— 14 —
asegnrarse que hay á aquel respecto, el mas lamentable vacío,
el cqbI Bolo después de maclios añOB, y mediante sucesivos es-
fuerzos, podrá irse llenando.
No se atribuya á petulancia nuestra, porque tenemos casi la
seguridad de evidenciarlo: hay que rehacer la historia Orien-
tal, descubriéndose así nuevas y desconocidas causas de los
efectos y consecuencias que,por ignorarse aquellas, han debido
ser mal apreciadas.
La investigación histórica en este caso, y muy particular-
mente en el nuestro con el procedimiento que hemos tenido
que observar, se asemeja no poco á la del paleontólogo que es-
cudriña y desentierra fatigosamente unas tras otras las capaa
geológicas de uua creación desaparecida, para ir descubriendo
aquí y allá, entre los escombros de las edades pre-histórícas,
los vestigios y los fragmentos inconexos ó perdidos, que agre-
gados entre si, y coordinados metódicamente, deben hacer Bur-
jir en su magestuoso conjunto, el mundo nuevo del pasado, que
viene á ostentarse en su grandiosidad ante la admiración y el
asombro del presente.
Es á esa labor de investigación y reconstrucción, diremos
asi, á la que hemos dedicado nuestros esfuerzos; siendo el fruto
de estos el libro que presentamos hoy al pueblo Oriental, como
una ofrenda de nuestro leal cariño y de nuestras profundas
conviecioues desde la edad juvenil.
En cuanto á esta afirmación última muy luego la compro-
baremo".
Hechos notables ignorados.
En la patria d^ Artigas, nadie conoce hasta hoy los detallse
de los primeros pasos de éste en el glorioso año 11, algunos
meses antes de su primera proclama al iniciar su campaña con •
tra los españoles; ni los detalles del asalto y defensa de Santo
Domingo Soriano; ni el combate reñido, y primera toma de
San Jofcé por el valiente Bartolomé Quinteros y su segundo el
bravo y desgraciado Manuel Francisco Artigas, mal herido en
esa audaz empresa; ni la segunda toma de San José por Bena-
vides; ni la rendición de Minas, San Carlos y Maldonado, por
don Manuel Artigas, hermano del general, ni la organización
de las fuerzas de éste antes de la gloriosa victoria de las
Piedras.
Con estos documentos á la vista, habria podido el historia-
dor conocer y apreciar la iniciativa, la importancia y la multi-
plicidad de los esfuerzos hechos directamente por los orientales
en defensa de su independencia, así como el hecho interesante
de quienes fueron sus primeros y más enérgicos patriotas, y el
grado de espontaneidad con que tomaban parte en esas em-
presas; no como subordinados acatando una intimación ii orden
militar, sino como ciudadanos que obedecian resueltamente á
sus propias inspiraciones, á sn deseo injénito de emaf^parse
del poder español que los subyugaba y envilecía .
Esa hermosa página está aún por escribirse.
Nadie conoce aún detallada y auténticamente las primeras
elocuentes y persua^sivas intimaciones de rendición á la fuerte
plaza de guerra de Montevideo, dirigidas desde el Cerrito por
Artigas bajo su prestigioso nombre, al general español Elio, y
al Cabildo, tres dias después de la victoria de las Piedras.
— 16 -
Estamos seguros que nuestros lectores nos agradecerán que
les anticipemos el placer de conocer alguna parte de esos inte-
resantes documentos, trascribiendo á continuación algunos pár-
rafos de la nota fecha 21 de Marzo de 1811, dirijida por Arti-
gas desde su campamento al Cabildo de Montevideo, exhortán-
dolo para que contribuyese á la rendición de la plaza, abrien-
do aquel por su cuenta esa comunicación nueve dias antes de
llegar el general en jefe Rondeau, que reprodujo á su turno
las mismas infructuosas intimaciones algunos dias después .
Sin duda, el general Artigas en la exaltación de su hermosa
triunfo de las Piedras, ambicionaba la noble gloria de ser el
primero en someter la fuerte plaza.
Hé aquí dichos párrafos:
«Exmo señor: Entre cuantas autoridades ha creado la poli-
tica, no hay alguna ni más honrosa, ni más sagrada que la de
los cabildos: no hay otra que permita el dulcísimo atributo de
padres de la patria, título casi divino bastante á llenar los de-
seos de la ambición más gloriosa; pero tampoco hay alguna
que denigre más los nombres de los que abusan de ella ó aban-
donan los deberes que les impone; su memoria es llevada con
horror hasta las futiiras generaciones, y el ódi^ y la execración
marcan todos sus pasos. V. E. se halla en el caso de adoptar
necesariamente uno de ambos extremos; gloria eterna, ó eterno
oprobio: constituido representante de un pueblo numeroso que
le ha confiando sus votos, V. E. puede salvarle del precipicio
á que corre; y yo le hago el honor de creer, que oirá con madu-
rez las proposiciones que como jefe de las tropas prontas á^ asal-
tar esos muros, quiero dirijirle, no solo para dar la más clara
y última prueba de los sentimientos de humanidad que me
mueven, sino también para que caiga sobre V . E . el peso
todo, de las desgracias que ocasione su indisculpable apatía so-
bre la suei-te de ese pueblo infortunado, que siente ya los ma-
les á que le ha espuesto el ciego capricho de un jefe precipita-
~ 17 —
do. Dicliosos desaciertos los que dejan tiempo y esperiencia,
aunque tristo para evitar otros mayores!»
« Los habitantes todos de esta vasta campaña han desperta-
do del letargo en que yacían, y sacudido el yugo pesado de
una esclavitud vergonzosa; todos se han puesto en movimien-
to, y unidos á las aguerridas y numerosas tropas, con que les
ha auxiliado la Excma Junta, marchan guiados por la victo-
ria á libertar á sus hermanos que gimen dentro de esos débiles
muros. Ya han ocupado todos los pueblos y fortalezas déla
Banda Oriental; ya han visto desaparecer ese ejército délas
Piedras, en que V. E. tenia depositada su confianza; cayendo
en su poder todas las armas y artillería; ya están á la vista de
esa plaza, único obstáculo que les resta, y en pocos dias,
enpocas horas harán sentir dentro de ella todos los horrores de
una guerra .
«La Excma. Junta de estas i:>rovincias confoime siempre
en los principios que ha adoptado no puede mirar con indife-
rencia la efusión de sangre particularmente entre hermanos;
y yo uniforme en mis sentimientos, doy este paso con el objeto
de evitarla: V. B .ecomb 'representante de ese pueblo puede
mejorar su suerte, haciendo valer su autoridad para que sea
reconocido aquel superior gobierno, y se entregue la plaza á
las tropas de mi mando, para que vivan sus habitantes libres
de la opresipn en que gimen; en cuyo concepto ofrezco á V.
E . en nombre de aquella superioridad conceder á ese pueblo
todas las j)roposiciones justas y acostumbradas en iguales
casos.»
«Estos son los momentos preciosos para enmendar los pasa-
dos yerros, y esta la única senda gloriosa que ofrece á V. E. la
suerte para que se haga digno de nuestra consideración.»
Hasta aquí el extracto de la intimación del general Artigas,
que tanto lo honra como audaz guerrero y como oriental.
— 18 ^
Continuando ahora en nuestras investigaciones sobre pre-
ciosos documentos históricos no conocidos, séanos licito inqui-
rir ¿quién ha oído nombrar en la República Oriental al coman-
dante don Ramón Fernandez, como primer promotor del
pronunciamiento de la campaña oriental contra los españoles,
el primero en reunir fuerzas en la Capilla Nueva de Merce-
des; en donde se hallaba destacado por el general Elio con
alguna tropa, y el cual en su parte oficial del 1*^ de Mayo de
1811, comunica á la Junta de Buenos Aires hallarse á la ca-
beza de una división de 300 hombres, con los que abrió su
campaña el 24 de Febrero anterior, apoderándose del pueblo
de Mercedes, defendido por ciento y tantos veteranos con cin-
co cañones: « rindiéndolos á discreción^ «oficiando á don José
« Artigas que se hallaba ya reuniendo gente en «Nogoyá», jii-
<K risdiccion de Santa-Fé », y anunciando que ha nombrado por
su segundo á doii Pedro Viera^ que es á quien injustamente se
ha atribuido la exclusiva gloría de esa iniciativa, aun por los
biógrafos de Artigas que pretenden estar mejor informados;
revelándose así por otra parte que Artigas participó en la
preparación de ese primer pronunciamiento oriental, inician-
dolo desde Entre-Rios, mucho antes de su regreso á esta pro-
vincia . Ningún historiador recuerda en esa campaña al intré-
pido Fernandez, para quien la mas ingrata prescindencia no
ha permitido que se le adjudique el mas leve recuerdo á su
memoria, no obstante que mas tarde se le vé servir como un
jefe leal y valiente á las órdenes de Artigas.
Documentos importantes desconocidos.
¿Quién conoce el oficio del ilustre general Belgrano de 23
de Abril de 1811, comunicando la toma del Colla por Benavi-
des, y anunciando que el «Teniente General don José Artigas,
«segundo gefe interio del ejército marcha á estrechar á sus
«enemigos»;ni la nota de Benavides en que informa á Belgrano
que ha enviado «Zos presos europeos y soldados prísiorc&i'os al
segundo general Artigas» con una lista de todos ellos, mya lista
«{Aice) 7nantengo en mi poder para cuando la Excma. Junta 6
V. E. ordene se la manifieste;» dándose á conocer así la ten-
dencia de aquellos subalternos á reconocer ya á Artigas co-
mo al gefe de los orientales?
Nadie conoce en la Repúblita todavía los documentos ofi-
ciales de los primeros heroicos combates antes de las Piedras;
y solo existe publicado uno de los dos partes oficiales de ese
glorioso hecho de armas, el dirigido á la Junta Gubernativa de
Buenos Aires; ni las admirables declaraciones é informes á la
Junta Gubernativa del Paraguay en 1812, campendiados por
el General Artigas en el documento más explicativo y admira-
por sus conceptos y por sus revelaciones que podrian ostentar
los anales aun no escritos de aquellos grrandes dias.
No son tampoco conocidos los primeros ensayos electorales
políticos en la Provincia, iniciados por Artigas, ni la elección y
organización del primer gobierno Económico, fundado por ini-
ciativa de aquel; ni los primeros Congresos de 5 y 21 de Abril
de 1813, instalados en el alojamiento del General elijiendo
aquel Gobierno y reconociendo á este como el Gefe Goberna-
dor de la Provincia; ni las comunicaciones cambiadas sobre el
doble rechazo de los Diputados de Buenos Aires; ni las pro-
— 20 —
puestas reservadas del Director Posadas ú los españoles en
1814, hechas por los doctores Gómez y Echevarría para ayu-
darlos á someter á Artigas, cuatro meses antes de la rendición
de Montevideo, y quince días después de la separación de aquel
de las líneas sitiadoras; ni las quejas y exortacioncs del Gefe do
los Orientales para que se diese un carácter fraternal y conci-
liador á la política hostil y tiránica observada por los primeros
gobiernos de Buenos Aires; ni sus doscientas catorce notas di-
rigidas solamente al Cabildo Gobernador de Montevideo, sobre
toda clase de materias políticas, militares, administrativas,
financieras, judiciales, económicas, religiosas, municipales, etc.,
ni su Convenio de Comercio celebrado con un agente Inglés, el
primero de su clase pactado en Sud- América; ni tantos otros
documentos de inapreciable mérito que hemos logrado recopi-
lar ó copiar, y con los cuales puede iluminarse suficientemente
la oscuridad de los primeros días de la independencia de la
Provincia Oriental, y hacer cesar el ingrato olvido ó la igno-
rancia inescusable sobre los primeros hechos mas notables de
aquel hombre eminente, que enaltece con ellos toda la primiti-
va historia de su patria.
y
Cómo se ha ignorado hasta ahora donde nació
Artigas.
Para colmo de admiración de nuestros lectores, terminare-
mos esta serie de nuevos informes'con el siguiente:
En la patria de Artigas, nadie sabia hasta ahora ni el sitio
verdadero de su nacimiento, cuál era la ciudad que debía hon-
rarse con el hecho de haber recibido en ella el primer soplo de
vida aquel grande hombre ni mucho menos la verdadera fecha
de su nacimiento .
La mayor parte de los historiadores orientales afirmaban
que nació el año de 1756 en el pueblito de las Piedras, juris-
dicción del departamento de Montevideo, de cuyo Curato se
habría podido encontrar la fó de bautismo respectiva, á no
haber sobrevenido, decíase, la desgracia de haberse quemado
hace muchos años el archivo de aquella pequeña iglesia. Esta
circunstancia bastó sin duda para hacer desistir de * nuevas
averiguacione?, quedando aceptados como indubitables aquellos
informes hasta que nos ha sido posible á nosotros, después de
repetidas averiguaciones cerca de algunos antiguos señores
Curag de la iglesia Matriz, descubrir la verdad en ambos casos
y destruir el error en que se ha estado hasta ahora.
Merced, pues, á la bondad de los señores doctores Brid y
Yeregui, hemos podido descubrir que el general Artigas nació
el año de 1764 en la misma capital de Montevideo, indudable-
jüente en la casa paterna sita en la esquina que forman hoy
las calles de Washington y Pérez Castellanos, cuyo terreno re-
cibió en donación el año 1726 el fundador de la familia, don
— 22 —
Juan Antonio Artigas^ natural de Zaragoza, uno de los prime-
ros pobladores que al efecto vinieron de Buenos Aires.
Considerando este hecho de bastanfe importa-ncia, y como
Tin honor mas para esta ciudad, nos complacemos en reprodu-
cir á continuación la partida de bautismo que asi lo acredita,
y ^^^ P^r primera vez se tratcribe en letra de molde.
« Rafael Yeregui, Cura Párroco de la Catedral Basilica de
la Purísima Concepción y de los Santos A^íóstoles Felipe y
Santiago de Montevideo:
« Certifico que en el libro primero de Bautismos al folio
doscientos nueve vuelta, se halla la partida del tenor siguiente:
« En diez y nueve de Junio de mil setecientos sesenta y
cuatro nació Josef Gervasio, hijo lejítimo de don Martin Josof
Artigas y de doña Francisca Antonia Armas, vecinos de la
ciudad do Montevideo; y Yo el doctor Pedro García lo bautizé,
puse oleo y chrisma en la Iglesia Parroquial de dicha ciudad,
el veinte y uno del expresada mes y año: Fué su padrino don
Nicolás Zamora . — Doctor Pedro Garcia.
« Concuerda con el original á que me refiero, y á petición de
parte interesada, expido la presente que firmo y sello en Mon-
tevideo á diez de Octubre de mil ochocientos ochenta y cuatro.
(Firmado) — Rafael Yeregui . »
-tx^^^aí-'
— 25 —
una de las mas tempestuosas épocas de la Revolución Ameri-
cana, en ambas riberas del Plata, asi como los rasgos más rele-
vantes de algunos de los prohombres que en ella descollaron.
En la estructura y elaboración de nuestro libro no nos limi-
taremos mucbas veces á seguir en una estricta sucesión el or-
den cronológico de los hechos .
Los clasificaremos frecuentemente según el carácter de los
acontecimientos, y dividiéndolos en grupos principales, que
sigan su distinto y respectivo rumbo, sin que por esto se
rorapa ^ vínculo que los conexiona, y sin que cesen de formar
un todo armónico .
Aspiramos con esto á sobreponer la sucesión moral de las
causas á la sucesión material de los sucesos ; sustituyendo por
una cronología mas elevada, la cronología del almanaque .
Aunque en este lijoro estudio, que no es sino el prefacio de
nuestra obra, no podemos observar un orden histórico bien sis-
temado, por lo mismo que en él nos limitamos á consideracio-
nes generales, tendentes á revelar los caracteres mas notables
de la época Artiguista, las cualidades más sobresalientes del
general Artigas, y las causas y móviles de su conducta como
jefe de su pueblo ; no podemos así mismo rehusarnos á la sa-
tisfacción de autorizar nuestras opiniones con documentos ofi-
ciales de incuestionable autenticidad .
De este modo, bien justificadas sus tendencias decisivas y
terminantes, nuestros juicios sorprenderán menos á todos los
que se han educado oyendo calumniar y deprimir á Artigan.
Así reconocerán que esos juicios no son el fruto de una sis-
temática parcialidad ó de una pasión irreflexiva, sino que son
en realidad, hijos de una laboriosa investigación, de un estudio
detenido, y de un sentimiento irresistible de justicia, de adhe-
sión á las virtudes que mas ennoblecen al ciudadano .
8
Pruebas de que opinamos y sentimos en 1883
como en 1853.
Debemos hacer- una reserva, ó más bien dar una explicación
que reclama y fortalece la misma sinceridad de los juicios que
emitimos, y la espontaneidad de la misión que nos hemos im-
puesto, después de largos años de residencia en este hospita-
lario pais,en donde hemos formado una numerosa y honorable
familia, en la que siete hijos nacidos en él dan mas autoridad y
sinceridad de afectos á nuestra leal palabra.
Podría pretenderse, y aún acusársenos por algunos, de que
como argentinos, hay de nuestra parte indignas y censurables
adulaciones al sentimiento de provincialismo Oriental de 1814,
elevado desde 1830, al carácter de patriotismo nacional, que
de algún tiempo á esta parte busca en Artigas su más enérgi-
ca y digna representación.
Para rebatir ese cargo tan malevolente como infundado,
afirmamos, y vamos á probar, que, Zioy, eyi 1883 j con espontá-
nea y sincera convicción, sentimos y opinamos como sentíamos
y opinábamos treinta años antes, en 1853, en nuestra primera
juventud, cuando estábamos muy distantes de prever que po-
dríamos algún dia formar parte durante tantos años, del hospi-
talarío hogar de los Oríentales.
En aquella época lejana, en las extensas anotaciones histó-
rícas con que ampliamos nuestra traducción en dos tomos de
la importante obra de Sir Woodbine Parish «Buenos Aires y las
Provincias del Bio de la Plata» (1) sosteníamos con juvenil fogo-
(1) Sobre este libro, entre otros varios juicios de la prensa argentina á
su respecto, se publicó en El Nacional de Buenos Aires en Junio de 1854,
— 28 —
sidad, ^as mismas ideas y opiniones que hoy sostenemos en
nuestra edad madura, refiriéndonos al general Artigas y á los
caudülos provinciales que antes del año 20 pugnaron por de-
fender respectivamente la autonomía provincial contra la ver-
dadera tiranía centralizadora ó irresponsable de algunos go-
bernantes de Buenos Aires, a la oual siempre hemos combatido,
lo mismo en 1853, como en 1856 hasta 1863.
Hay j)ruebas cuya exhibición no debe aplazarse, á fin de no
dejar ni por un momento sin refutación un cargo injusto ó
depximente.
Por esta razón y defiriendo á esa prueba do la lealtad de
nuestras opiniones, llamamos la atención del lector á las apre-
ciaciones siguientes que tomamos de dos de aquellas anotacio-
un extenso cditoria.1, del cual juzgamos muy oportuno trascribir los i)¿ir-
rafos siguientes. La circunstancia de ser redactado ese diario en esa
época por el entonces coronel don Bartolomé Mitre, á quien agradeci-
mos su benevolencia, dá á esta trascripción un marcado interés tra-
tándose de las opiniones que emitíamos en aquel libro sobre el origen de
nuestras guerras civiles. Dice así:
,,A1 grado á que ba llegado esta publicación es nuestro deber como
escritores iDÚblicos, y como argentinos, llamar sobre ella la atención
general, recomendando al señor Maeso al aprecio do sus compatriotas.
„E1 libro del señor Parisli como libro noticioso es en su íí-énero lo
más completo que se ba escrito sobre las Provincias del Eio de la Pla-
ta, aunque se reciente del modo de compilar los hechos á la inglesa. La
historia política y civil, la geografía, la botánica, la mineralógia, la es-
tadística en especial, y otros muchos puntos casi totalmente desconoci-
dos aún por la generalidad de los hijos del país, tienen su lugar en
ese precioso libro, rico de hechos, y escrito en un estilo fácil, sencillo y
elegante que nada ha perdido en la traducción del señor Maeso. Las
noticias comerciales contenidas en el libro del señor Parish, son todas de
mayor importancia, y por lo general inéditas, debiéndose su publicación
al celo infatigable del escritor extranjero que compulsó para formarla
una gran copia de documentos en que las apoya.
„Antes de la obra del señor Parish no teníamos más libros que los
Viages de Azara para estudiar la historia natural de estos países, su
comercio y sus producciones en general, pero esta obra (que del
punto de vista de que el autor tomó su asunto, es indudablemente
— 29 —
nes escritas por nosotros, como hemos dicho en nuestra prime-
ra iuventud.
Esas opiniones y juicios, con el trascurso de los años, y con
más concienzudo examen de los sucesos ocurridos, no han he-
cho lo repetimos, sino arraigarse en nuestro ánimo, fortale-
ciendo cada dia más nuestra convicción de que una de las cau-
sas más eficientes de las desgracias y guerras civiles entre las
provincias que formaron el Vireinato del Rio de la Plata,
principalmente la llamada entonces Banda Oriental, tuvo su
origen en las tendencias tiránicas y avasalladoras de que abu-
saron en la mayor parte de sus actos, algunos gobiernos y
oligarquías revolucionarias imperantes en Buenos Aires, in-
tentando sustituirse al poder español, que todas las provincias
la fuente mas pura que podemos consultar) fué escrita antes de nuestra
emancipación política, bajo un plan semejante al de los célebres Via-
ges de Humbold, de manera que dejaba mucho que desear por esa par-
te, y por otra carecía de actualidad y de aplicación.
„ El libro de Parish llenaba los principios que habia dejado los es-
critos de Azara pero desgraciadamente ese libro escrito para Buenos
Aires era poco menos que desconocido en Buenos Aires, tanto por ©1
corto número de ejemplares que se encontraban en las bibliotecas,
cuanto por lo poco generalizada que se halla entre nosotrss la lengua
inglesa. Hoy mismo no se encuentra en las librerías de Buenos Aires
un ejemplar de Parish en inglés, y para obtener uno (especialmente de
la última edición) es preciso encargarlo á Londres.
„ El señor Maeso se propuso generalizar y popularizar esta obra en
castellano, y lo ha conseguido, apesar de las dificultades con que ha lu-
chado y de la indiferencia con que al principio fué recibido el anuncio
de su publicación.
„ Pero el trabajo del señor Maeso no se ha limitado á esto.
„ Además del trabajo material de la traducción en que se revela la
pluma diestra del escritor capaz de escribir bajo el dictado de su ins-
piración, el señor Maeso la ha enriquecido con una multitud de notas
históricas, geográficas y estadísticas, que valen mas que las que "VVal-
kecnaer puso á la obra de Azara. Ellas por sí solas, metodizadas y
ligadas entre si por otras noticias, bastarían para formar una obra por
separado digna de ser consultada por el estadista y el comerciante. No
solo ilustran y complementan el texto, sino que dan actualidad á la
— 30 —
combatían con el mismo ardor; y suprimir en ellas toda aspi-
ración de igualdad y de autonomía .
Véase como nos expresábamos en dicha obra hace treinta
años, censurando ya esa política disolvente y suicida (página
111 tomo 1^).
« Hay un episodio muy notable en la historia de este país
entre los años 10 y 11, que es oportuno recordar. La Junta
gubernativa de Buenos Aires dirijió en 27 de Mayo de 1810
una circular á las provincias, en que se les pedia enviasen sus
diputados para que tomasen parte en la composición de la
misma Junta, que debía regir la nación . En Diciembre de ese
año se incorporaron á dicha Jimta compuesta entonces de
siete vocales de Buenos Aires, los que enviaban las Provin-
obra, pues abrazan el período que media entre la época en que se escri-
bió la obra original y la traducción del señor Maeso. Principalmente
respecto de las provincias Argentinas, de sus producciones, su comer-
cio y población, el señor Maeso ha sabido reunir infinidad de datos
curiosos é inéditos en su mayor parte, que revelan la perseverancia
infatigable del hombre laborioso y la ci-itica ilustrada del que sabe me-
ditar sobre las cifras, haciéndoles hablar el lenguaje elocuente de los
hechos.
„ La obra del señor Maeso toca ya á su término, y aunque durante el
período de su publicación por entregas no le ha faltado la protección del
público, creemos que tendrá un gran espendio asi que se hayan comple-
tado los dos tomos, y aún podemos asegurarle salida en el Brasil, en el
Estado Oriental, en Chile y especialmente en el interior de la República.
„ Con este trabajo el señor Maeso ha conquistado un puesto entre los
escritores de nuestra patria, y entre los apóstoles de los intereses mate-
riales á cuya cabeza figura siempre el señor Arenales con sus estudios
sobre el Gran Chaco , que posteriormente han explotado hábilmente
Sarmiento, Fragueiro y otros, y recientemente el señor Maeso en la obra
que con tanto placer hemos elogiado, para que sus afanes encuentren al
menos la noble recompensa que busca siempre el que ama de veras á su
y^ patria : el progreso del suelo que lo vio nacer y la estimación de sus
conciudadanos . "
( De ÍJZ Nacional ) .
— 31 —
cías: no sin haberse opuesto bastante los mismos que los ba-
bian llamado á integrarla; lo que bace decir al Dean Funes,
diputado por Córdoba, en su Ensayo: « Estábamos 4 mediados
de Diciembre, y no se babia dado cumplimiento ¿ esta pro-
mesa. »
«
«Es indudable que un Poder Ejecutivo compuesto de 16 per-
sonas era una máquina que solo podia servir para destrozarse
é inutilizarse á si misma, llevando un germen de confusión en
tpdas sus disposiciones, sin unidad alguna de acción ni vigor
gubernativo. Pero desgraciadamente, peor sin comparación fué
el remedio que se le dio . Don Feliciano Obiclana, Intendente
que babia sido de Potosí, y que por sus manejos clandestinos
é intrigas con los españoles babia sido conducido de aquella
ciudad á la cárcel de Buen(^ Aires, en la que se bailaba por
entonces siguiéndosele proceso por aquella conducta, consiguió
por medio de un motin militar, hacer que la Junta renunciase
y se disolviese, y erigir un Triunvirato del que se hizo Presi-
dente ó Director, escojiendo por colegas á los distinguidos
patriotas Sarratea y Passo. Después de esta usurpación, que,
como acaece con todas, se vistió con colores brillantes que la
cohonestasen, y que á pesar de todo no era sino un ataque
injusto é inolvidable á los fueros solemnemente reconocidos
de las Intendencias ó provincias, en cada una de las cuales
funcionaba ya una Junta Lejislativa y otra Gubernativa; en-
vióles Chiclana orden á estas para que prestasen en cabildo
abierto el juramento de obediencia á su Gobierno. La Banda
Oriental en la que don José Artigas jugaba ya un rol impo-
nente por algunos triunfos que babia obtenido sobre los espa-
ñoles, rechazó semejante exijencia; y en Salta y Córdoba hubo
su asomo de resistencia, que solo pudo sofocarse por hallarse
ya en ellas parte de los 500 hombres, que á las órdenes primero
de Ocampo y después de Balcarce y Castelli, babia destacado
de Buenos Aires la Junta Gubernativa, para ayudar á
— sa-
las provincias en su pronunciamiento contra los espa-
ñoles .
« Dígase lo que se quiera: pero fijando la atención en ese
hecho, puede asegurarse que toda esa larga serie de guerras y
odios provinciales que han ensangrentado y destruido la Re-
pública, tiene su oríjen en esa y otras revoluciones parecidas.
« Si a esto se agregan las rivalidades de los jefes militares
que salian á la cabeza de fuerzas de Buenos Aires con los que
mandaban ya tropas levantadas en las provincias, no se ostra-
ñará que tan profundos hayan sido esos odios.— Atacábase en
éstos su poca cultura, su impericia militar, ó su carácter des-
pótico: llamabáseles caudillos, caciques: etc.; y cada dia se hacia
mas difícil la reconciliación, y mas envenenado el rencor.
« Viose de este modo á Güemes, el heroico guerrillero Sal-
teño, luchar á la vez contra las tropas españolas y resistir con
ventaja á las del general porteño Rondeau : a Artigas lidiando
con tropas ^enviadas de Buenos Aires al mando de Olemberg y
de Dorrego, mientras combatía primero con los esj)añoles y
luego con los portugueses; á los paraguayos derrotando al
ilustre general porteño Belgrano en Tacuarí ; al mismo tiempo
que minaban y destruían la dominación española del general
Velasco , etc .
« Esos eri'ores y rencillas fatales que muchas veces tenían su
origen en mezquinas asj^iraciones , en criminales antagonis-
mos , ó en una indomable y torpe altanería por parte de unos
y otros , han contribuido también poderosamente á hacer en-
démica esa enfermedad que diezma la República — la guerra
civil . »
En la página 124 del mismo tomo 1.** nos expresábamos
también de este modo sobre el origen de las disidencias entre
los gobernantes de Buenos Aires y algunas provincias, concre-
tando en esas opiniones el juicio que hoy venimos á ratificar y
ampliar con extensas pruebas sobre las verdaderas causas ge-
— 33 —
neradoras de la anarquía y guerra civil que por tantos años
desolaron las provincias Argentinas y contribuyeran á des-
membrar el Estado Oriental. Deciamos así:
« Ya habían tenido lugar algunos desgraciados aconteci-
mientos "que habían preparado los ánimos y exaltádolos á tér-
minos de no ver otra solución que la de las armas. Absurdo
sería querer justificar semejante modo de discutir y arreglar
cuestiones políticas, pero por desgracia, los pueblos se habían
habituado á no echar mano de otro, y esto acaso puede excu-
sarlos. Haremos una breve reseña de ellos.
« El 15 de Abril de 1815, como á los tres meses de estar en el
poder, una revolución derribó de él al Director Supremo del
Estado, general Alvear, y al Congreso General de las provin-
cias que lo había elegido; siendo electo en su lugar el 21 del
mismo el general Rondeau, que se hallaba entonces en Potosí
á la cabeza del eiército Argentino. Este delegó el mando su-
premo en el coronel maj^-or don Ignacio Alvarez, primer mo-
tor de la revolución, quien en consecuencia asumió al Direc-
torio.
« El general Alvear y su predecesor don Gervasio Posadas,
habían adoptado una política de exterminio para con Artigas,
y los que como él proclamaban la Federación en Córdoba,
Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. Hombres de ilustración y
de valor, se alucinaban con la esperanza de cimentar á todo
trance un sistema político que creían haría feliz al país, y
para alcanzar ese sueño de su orgullo y de su patriotismo, no
titubeaban en adoptar medidas las mas reprobadas y funestas»
« Ante la imposibilidad de sujetar á los que llamaba rébéldeSj
al Director Posadas, fundándose en que Artigas se había se-
parado del ejército porteño para pelear por su cuenta contra
los españoles, tiró un decreto, en que lo declaró infame, lo pri-
vó de sus empleos, y lo puso fuera de la ley y de la patria; po-
r
— 34 —
niendo su cabeza á precio por seis mil pesos. Con justicia dice
Funes:
« Qué otro efecto podia producir un rigor impotente, sino
el desprecio de la autoridad y la obstinación del delincuente?
Aún esto no era todo:. Los orientales tenian levantado tronos
en sus pechos al general Artigas: como nunca tiene razón el
que es aborrecido, las mismas pruebas en que el Director fun-
daba su decreto, eran otros tantos convencimientos de la ino-
cencia del general: su proscripción venia á ser la de aquellos
vastos distritos, y su reconciliación casi imposible: ¡Ojalá que
esta triste verdad no la viésemos perpetuada bajo el sello del
tiempo!»
« Alvear sucesor de Posadas, lo sobrepujó, por decirlo asi en
imprudente y estéril crueldad sin contar con menos i'ecursos
que él, (pues el ejército de Buenos Aires que operaba en el Al-
to Perú se habia sublevado contra su autoridad) y forzó al Ca-
bildo de Buenos Aires á suscribir una execrable proclama.
« Entre tanto, las fuerzas de los Directores habían sufrido du-
ros reveses. El Comandante D. Fructuoso B,ivera, á la cabeza
de tropas de Artigas, habia derrotado completamente en Ene-
ro de ese año al coronel Dorrego; que mandaba el ejército de
Buenos Aires, en la acción del Gtiayaho. Gorria que mandaba
fuerzas á las órdenes del Gobierno de Buenos Aires, lo fué en
Corrientes sobre el Rio Vatel. El general porteño D. Eusta-
quio Diaz Velez es den^otado y tomado piisionero en Santa
Fé por fuerzas de aquella provincia y de orientales. Otros de-
sastres parciales hacían cada vez más débil el partido denomi-
nado de los Lautaros que encabezaba el general Alvear. Este,
como iiltimo esfuerzo, preparó una expedición « i)ara sujetar &
los yueVlos á un yugo aborrecido, » Pero el coronel Alvarez, jefe
de su vanguardia se sublevó, disolviéndose á poco el ejército
de Alvear que acampaba en los Olivos.
« Con motivo de esta revolución el^Congreso del año 16 en su
— 86 —
manifiesto á los pueblos, del 1® de Agosto de ese año decía lo
siguiente:
« Aun está reciente la memoria del movimiento del IB de
Abril antepasado, en que la capital sacudió el yugo de la fac-
ción atrevida que la tiranizaba; la dulce satisfacción de
haber arrojado á sus opresores, la inspiró el deseo ge-
neroso de asociar los pueblos á su nueva fortuna, atrayéndolos
á la imitación del modelo con que se constituia, y de las fran-
quezas que dispensaba á sus derechos el Estatuto provisorio
con que los invitaba. ¿Podria creerse que esta insinuación
complaciente fuese un toque de alarma que excitase la suspi-
cacia y desconóanzas con reacción tan enérgica que trozando
en piezas el Estado obrase su disolución? »
« Depuesto y proscrito Alvear, fusilado su teniente coronel
Paillardell, y corriendo riesgo igual sus demás adictos, tomó-
se el extremo opuesto de la política de aquél. Mandóse que-
mar por mano del verdugo la proclama que el mismo Cabildo
había firmado días antes contra Artigas. En un manifiesto del
30 de Abril, prodigaba el Cabildo á éste los encomios de « d
üiistre^ él benemérito^ el héroe, el invicto, él Menheclior generoso que
ha acreditado de un modo plausible la rectitud de sus inten-
ciones, y sufrido con injusticia las atroces imposturas con que
os lo ha presentado odioso la tiranía. » Para colmo de estúpi-
da bajeza, porque no pedía tanto la justicia que se debía á
aquel distinguido jefe, se le remitieron engrillados (habiéndo-
les embargado sus bienes) á seis de los militares (dos de ellos
orientales) que más se habían hecho notar como opositores á
él y adictos á Alvear para que los fusílase ó hiciese de ellos lo
que se le antojase. Artigas, con un desinterés sublime, los devol-
vió al Gobierno de Buenos Aires no queriendo ser su verdugo .
« Por otra parte, el Director Alvarez en su proclama de 23 de
Julio de ese año decía á los habitaoites de la « comarca de Santa
Fé.)> -Habéis querido encargaros de vuestra propia dirección,
— 36 —
nombrar vuestros magistrados, y romper los vínculos que Off
unían al pueblo de Buenos Aires, como á capital del Estado y
particular de vuestra provincia. No temáis que un ejército en-
viado por mis órdenes vaya á hacer el cambio de vuestros
consejos . No se dirá en los días de mi gobierno que he subyu-
gado a los pueblos hermanos: libres sois . . . ciudadanos santa-
fesinos, creedme: amo vuestra tranquilidad; protegeré y res-
petaré vuestros derechos * »
« Por entonces se había promulgado el Estatuto provisional
para el Estado, de 5 de Mayo de 1815, y enviádose de Bue-
nos Aires á los señores coronel don Blas José Pico y don
Francisco B/i varóla para celebrar con Artigas un tratado de
Concordia, que resultó de discox'dia.
« A pesar de todo lo antedicho no habían pasado muclios'clías
cuando fuerzas de Buenos Aires á las órdenes del coronel Via-
mont marcharon sobre Santa Eé. Murió Candiotí que g-ober-
naba allí, y en la elección del teniente gobernador Tarragona^
influyeron de tal modo las tropas porteñas, que á pocos días
don Mariano Vera encabezó una revolución contra ellas, lo-
grando derrotarlas y rendirlas .
« Esto era ya un desengaño para las provincias, que esperaban
del nuevo Directorio el respeto á sus derechos . Bechazaron
el Estatuto provisional, y ocurrieron nuevos disturbios. Cór-
doba se proclamó independiente, y el coronel Lamadrid en-
viado por Belgrano ó Pueirredon, fusiló en Santiago del Este-
ro á Borges y Farias, que pretendían lo mismo para su Pro-
vincia. Verdad es que el Congreso había dictado una ley al
efecto.
« El 20 de Julio de 1816 el Congreso reunido en Tucuman,
nombró de Director Supremo del Estado ¿ don Juan Martin
Pueirredon, que tanto se había distinguido en la reconquista ie
Buenos Aires. Dejando á un lado su conducta administrativa
respecto del Estado , juzgada ya por sus contemporáneos, na
— 37 -
cabe duda que se valió de cuantos medios estuvieron á su al-
cance, malos y buenos ( hasta contribuir á que el general por-
tugués Lecor invadiese la Banda Oriental para destruir á Ar-
tigas), para hacer sentir á las provincias confederadas un sis-
tema para ellas de inaguantable opresión . Entre tanto el odio
á Buenos Aire.s iba Uegando en eUas á un extremo brutal y fu-
nesto .
« Depues de la invasión á Santiago del Estero, Córdoba» lo fué
tres veces, la Rioja lo fué también. Salta fué abandonada á sus
propios recursos, teniendo al frente un ejército de 6 á 7.000
españoles, parto del cual llegó basta el Bañado, á 10 leguas de
Salta para acá, para ser destrozados por las milicias del bravo
Güemez; se envió al coronel Montesdeoca con fuerzas escogi-
das de Buenos Aires para invadir al Entre-Rios, aunque fué
derrotado sobre la margen del Uruguay; envíósele luego al
coronel Marcos Balcárce, que lo es sobre la del Paraná . »
Hasta aquí nuestras anotaciones.
Ante la lectura de las trascripciones anteriores, se hallará
justificada nuestra afirmación de que hoy, en 1883 sostenemos
los mismos principios políticos que en 1853; y que al defender
hoy á Artigas no hacemos sino repetir lo que hicimos hace
treinta años al frente del partido vencedor entonces, que siem-
pre fué su implacable enemigo.
-:»í3^®e^-€***
J
i
La inflexible ley moral que domina en nuestro libro.
Hemos quizá abusado de la indulgencia del lector con las
dos extensas trascripciones que anteceden, pero hemos creído
que ese era el medio mas eficaz para atestiguar en absoluto la
sinceridad de nuestras opiniones, y la firmeza de convicciones
que al través de treinta años se robustecen cada dia mas en
nuestro ánimo con el examen desapasionado de los hechos.
Esas citas son una explicación, aún mas, una decorosa y
digna justificación de los móbiles que nos han impulsado á
este trabajo desde 1881, reuniendo materiales y adelantando
nuestra obra tres años antes que se produjera el entusiasmo
que hoy se ha generalizado con tanta razón en favor de la
memoria de Artigas. El fragmento que hemos publicado en
Octubre de este año 83 en El Siglo^ sobre la batalla de las
Piedras con referencia á informes que obtuvimos mucho antes,
así lo acreditan también. Esperábamos que nuestro libro con-
tribuiría eficazmente á enaltecer el renombre de Artigas; y dos
años después, cuando nos es posible darlo á la imprenta, en-
contramos que la opinión pública ya le rinde los mas mereci-
dos y calorosos homenajes .
Réstanos ahora agregar algunas observaciones que espera-
mos serán consideradas como muy fundadas y justas.
Nosotros, como argentinos creemos no deber subordinar
nuestras opiniones á ese apasionamiento exaltado que juzga
como una traición la censura de los actos de los gobiernos ó
de los partidos políticos de nuestro pais, tratándose de hechos
relativos á países y gobiernos estraños. Creemos que no es la
ciega, la intransigente pasión de nacionalidad, la que debe
— 40 —
predominar en nuestros juicios, y estraviarlos más ó menos
según sus vehementes impulsos.
Seria una violación de todo principio de justicia, querer im-
poner al historiador la obligación de sancionar y justificar los
delitos, ó los errores que se hubiesen cometido por sus compa-
triotas, ó por los poderes públicos de su pais contra naciones
ó partidos estraños, tan solo porque son obra de aquellos, y
por haberse llevado á cabo en la región en que vio la luz del
dia el autor.
Nosotros creemos que ante todo y sobre todo, el verdadero
historiador sólo debe someterse á los dictados de la moral y de
la justicia, que son universales, que no reconocen mas fronte-
ras que las que les marcan los mandatos del bien y del dere-
cho; y ser tanto mas recto y justiciero cuanto mas estrechos
son los vínculos que pueden ligarlo á los hombres públicos cu-
yos actos examina y juzga, y cuya residencia y res2)onsabili-
dad hace efectivas ante la severa imparcialidad de la historia.
El general Mitre en sus « Comprobaciones Históricas » ha
expresado con su claro y i)ersuasivo estilo este mismo senti-
miento de rectitud inquebrantable al que nosotros adaj)tamos
nuestro proceder como una austera regla de conducta :
« Si del patriotismo en la historia se trata, dice aquel (pági-
« na 206) lo entendemos como todos los que escribiéndola de
« buena fe, y con espíritu libre buscan en olla la verdad, sin
« halagar preocupaciones propias ni extrañas, ni fomentar
« odios internacionales, y la dicen con franqueza y sin temor,
« sea que favorezca ó no al pais de su nacimiento, porque el
« sentimiento conservador de la nacionalidad que se inspira en
« el pasado, busca en la verdad lecciones y reglas de conducta
« para el presente y el futuro, y no la estéril satisfacción de la
« vanagloria. »
Por otra parte, la austera verdad histórica vá abriéndose paso
cada dia y haciendo la rigurosa disección que revela al fin las
Mimos vínculos entre la historia Oriental y la
Argentina.
Ko 69 posible escribir con lá amplitud necesaria la historia
primitiva del Estado Oriental, sin escribir al mismo tiempo la
de la República Argentina; asi como no es posible escribir la de
ambas nacionalidades sin hallar á Artigas intimamente Ugado
á ambas.
Mas bien puede decirse, que ambos países tienen una mis-
mísima his'toria: aumentándose la comunidad é identi^cacion
de ésta, cuanto mas se aproxima el historiador á la época
coloniaL
Por otra parte, si se quiere conocer bien á fondo la dirección
de los sucesos políticos desde la guerra de lo que llamaremos
prúnera Independencia^ porque, como lo hemos dicho, la Repú-
blica ha sostenido tres guerras contra distintos gobiernos cada
una en defensa de su emancipación; si se quiere conocer deci-
mos, con exactitud y profundidad la mayor ó menor impor-
tancia de los acontecimientos que se desarrollaban en esta
Banda del Rio de la Plata, la grandeza moral de sus prohom-
bres, la lealtad ó la enerjía de sus gobernantes; hay indeclina-
blemente que estudiar al mismo tiempo la historia Argentina,
no solo como clave ó esplicacion de la mayor parte de los su-
cesos, sino como informe capital ó indispensable sobre la direc-
ción inicial y desenlace de aquellos acontecimientoH.
No deberá extrañarse, pues, que dediquemos una parte im-
portante en esto libro á narraciones esencialmente argentinas .
Solamente mediante ellas podrá comprenderse de una mane-
ra satisfactoria el giro de los sucesos, y la influencia que en
ellos tuvieron respectivamente los eatadiatas, loa políticos, ó
los grandes ciudadanos y militares de una y otra banda.
Por otra parte, es necesario inculcar bien en el hecho de que
la eminente figura histórica de Artigas se empequeñecerla has-
ta cierto panto sise le redujese álos estrictos límites de lo que
es hoy Ja Eepiiblica Oriental.
Hombre de grandes aspiraciones, é impulsado por móviles y
principios que debían sucesivamente extenderse por todo el
continente americano, extremeciéndolo en una lucha suprema
para su definitiva organización política desdo Méjico al Rio de
la Plata, oscilando entre el régimen de gobierno unitario y el
federal; el rol de Artigas en la historia americana no lia sido
todavía debidamente apreciado, como ha de ir riéndolo desde
que se proyecten á la luz del claro día los hechos y pruebas
que hasta ahora han permanecido en una vergonzante é indis-
culpable oscuridad.
En las influencias é intereses antagónicos que violentameute
se entrechocaban en toda la extensión de! antiguo vireiuato del
Rio de la Plata, reconocíanse tres distintas corrientes de opi-
nión y de aspiracioiies, que preponderando sobre todas las
demás, trataban de someterse y aún extirparse reciprocamente
en una lucha suprema.
Las aspiraciones de la capital de Buenos Aires dominada
por su oligarquía soberbia y poderosa, con sus ejércitos y sus
grandes recursos bélicos, con su intelijencia superior, con el
brillo de sus conquistas, pugnaban en este vasto escenario por
asegiu-arse una exclusiva y absoluta preponderancia, sin dete-
nerse en medios, casi siempre por las armas, y muy rara vez
por la persuasión ola conciliación.
A su tumo. Artigas representando la Banda Oriental, y
arrastrando tras de si por el entusiasmo bélico, y por la propa-
ganda, la población viril y bravia de los vastos territorios en
los cuales surgieron poco después, por su obra, tres belicosas
- 46 —
¡ncias, — y la antigua provincia de Misiones, tomóse á
) partido con aquella oligarquía prepotente de Buenoa Ai-
in qne lo arredrasen la pujanza de sus gobiernos ni loa
[simos elementos contra los cuales tenia que luchar, hasta
legó á vencerlos y anularlos en los hechos y en las doctri-
lel modo mas absoluto, llevando á las demás provincias au
itu emancipador.
, otra entidad opositora, aunque de mucha menor impor-
a moral y material, levantábase al otra extremo del terri-
en las provincias arribeñas, y en las del Alto Perú, cou-
D con el fuerte apoyo de muchos miembros distinguidos
longreso de Tucuman, diputados por aquellas y estas; con
luntad complaciente y decidida del enérgico pero candido
ral Belgrano al frente del ejército vencedor en las glorio-
atallaa de Salta y Tucuman, y con la decisión y adhesión
ran caudillo de Salta, el general Güemez que hacia elegir
iputados al grito de «Mueran los Porteños».
Tan diversos pero fuertes elementos aunábanse en una mis-
ma vehemente aspiración contra el predominio de Buenos
Aires, tratando á todo trance de trasladar la sede y centro del
poder de aquella hetereogenea y naciente nación á la remota
ciudad del Cuaco, la secidar residencia de los Emperadores
Incas del Perú estableciendo en ella, ó mejor si era posible, en
alguna ciudad de las cuatro Intendencias en que se dividia el
vasto territorio que forma hoy Bolivia; y en último caso en el
mismo Tucuman, la capital del nuevo artiñcial y farsaico Im-
perio de algún cholo ó cuíco descendiente de los Incas.
La legitimidad nacional con todo sn prestigio naciente for-
cejeaba asi al mismo tiempo en la mayoría del Congreso de
Tucuman compuesto de hombrea eminentes en las letras y en
Derecho, por destituir i Buenos Aires de eu alto rango de me-
trópoli delUio de la Plata, fortaleciendo de este modo con an
invaloable contingente la causa de los reaccionarios que al
— éC —
Kortd de esa vasta región desde Salta diiigidoB por Oüunez,
hostilizaban la odiada oligarquía porteQa,^ mismo tiempo que
las del Sud en el Plata y Uruguay la combatían dirigidos por
Artigas.
Véase como se expresa el mismo Dr. López en bu obra des-
cribiendo majistralmente este grande elemento reaccionario
Inca robustecido por fuertes prestigios militares:
«En estos momentos, cae derrepente en Buenos Aires, con
mido general y con un escándalo profundo, nada menos que
la proclamación de la Monarquía Constitucional y el restable-
cimiento de la Casa de los Incas, hecba & los pueblos por el
general Belgranb, gi>neral en jefe del ejército Auxiliar del
Perú, y por don Martin Güemez, Gobernador de Salta y caudi-
llo omnipotente, diremos asi, de las provincias del Norte; en
cuyas manos estaba concentrado todo el entusiasmo militar de
las masas, que, bajo sii mando, guerreaban con heroicidad ycon
éxito contra el Ejército Realista que procuraba invadimos.
El hecho no tenia duda: venia consignado en dos proclamas
solemnes y pretenciosas, firmadas por ambos jefes. A este
acto público, habia precedido en el Congreso de Tucuman^ /^
una discusión sobre la misma materia, cuyos rumores vagos y i
Casi burlezcos habiau sido mirados con menosprecio en Buenos
Aires, porque los mas creian que eran delirios absurdos de
cabezas enfermas, que soñaban en grandezas y gerarqula, y !
que no obtendrían jamás el apoyo de la fuerza. Pero la cosa
variaba repentinamente de aspecto: Belgrano, aunque algo
desacreditado en la opinión popular, y mal mirado también
por los jefes del partido democrático á cuya cabeza figuraban
Dorrego como hombre de mando militar, y don Manuel More-
no como hombre político, era siempre para la parte propietaria
sensata y pelucoua de toda la República, nna gran figura cu-
yas virtudes y sublime probidad hacía que faese también
una gran fuerza moral, que pesaba mucho del lado & que se
:1
— 47 —
inclinaba. Ayudado por Güemez, era natural suponer que al
proclamar la monarquía, habrían r^uelto apoyarla con las ba-
yonetas del Ejército, y con la adhesión de las masas populares
del Korte. Era natural también suponer que e! general San
Híartin estuviera comprometido en la misma negociación; por
que todos conocían la cordial estimación y la comunidad de
miras que ligaban al general San Martín con el general Bel-
grono y con el Congreso; y aunque aquel general nunca hasta
entonces, se hubiera pronunciado por semejante resolución WS
monárquica, sino que por el contrario, habia hablado siempra ' . í;
(con cierta moderación, es verdad) de sus principios república- - v Jj^
nos: todos conocían también las destrezas y artificios de su ^ ^
carácter; y no era de suponer que fuese ajeno 4 un acto tan "^'^
avanzado y tan capital para el Estado, como la solemne pro-
clamación de la monarquía hecha por Belgrano y GüemeZ á la '-
cabeza de las tropas. /
« Natural era, pues, que el general San Martín estuviese en
conocimiento previo de este paso; y que habiéndolo autoriza-
do, estuviese también comprometido y resuelto á apoyarlo con
el Ejército de su mando, y con las tres provincias en que im-
peraba absolutamente. Todos estos antecedentes compKcaban
también al Director Supremo del Estado, cuyas conexiones
personales y estrechas con los otros actores de esta escena,
eran de una notoriedad pública. De modo que resultaba una
gjfande conjuración, tramada en las provincias por los más ele-
vados personajes, para apoderarse del Poder absoluto, para
eliminar la República, crearse una monarquía con pingües po-
siciones oficiales, y humillar en definitiva los instintos más
pronunciados del pueblo en favor de la democracia.»
Hasta aquí el doctor López.
Existía, pues, una lucha suprema entre esos tres elementos
liostiles y divergentes entre si, exclusivistas y batalladores por
la misma robustez de su vitalidad, ¿ insaciables en las aspira-
— 4S —
triunfo absoluto; por mas efímero y deleznable-
lartido que públicamente podría llamarse dinástico,
ie concluir por buscar sus reyes en Europa,
í contienda con sus múltiples faces y ■alternativas
;e interna. Las demás eran muy subalternas y de
su mayor parte, banderías de entidades ambicio-
I de triunfos personales.
Lba la magna lucha con la poderosa é intratable-
ic sucesivamente ara.'.gaba por todas p'artes, con
de Tristan, de Pezuela, de Lasema por el Alto
de Osorío ó Marcó por Chile, con los de Abascal
on los de Murillo y Abisbal por la peninsula, desde
31?.
I y mortales como eran esta lucha externa y estas
•manentes, ellas no bastaban así mismo para ha-
los combatientes déla giieiTa intestina que los
lilitaba; hasta que la facción del Rey Inca quedó
itre la burla y el desprecio popular que enterró
ausa, pero no sin quedar profundos rencores que
u mas tarde á facilitar la desmembración de Ta-
iccion de otras provincias hoy bolivianas, y las
is ditiideucias y lucha armada con Güemez; que-
jólos frente á frente Artigas con su bandera fede-
igarqnia de Buenos Aires con su unidad de réjimen
hasta que esta quedó vencida y postrada en la torri-
le Cepeda, y anulada en los Tratados del Pilar, á
ion y redacción asistía moralmente el gran caudillo
tas leguas de distancia en los campos brasileros
vadido, se batia en esos momentos en territorio-
defensa de la independencia de su patria,
adera, pues, cuanto precitia el historiador dar am-
nche ásus investigaciones si quiere abarcar debi-
d, extensión de esa grandiosa arena política,
-?''J.i^?^J^^^i
_ 49 —
jdelos Andes al Uruguay, y desde laLagiiua Meriu Kaata el
isaguadero sobre el Perú; en la que bregaban entre sí los tres
indes gladiadores de la guerra de la Independencia sud ame-
ana y juntos ó separados, á su vez, con el colosal atleta, español.
Contemplando en su conjunto ese gran cuadro es como apa-
le el general Artigas tal como es en realidad, el defensor de
indes principios políticos, el iniciador de trascendentales re-
mas en la revolución americana . .
Asi lo vemos nosotros A la luz de la fllosoíía de nuestra inci-
snte historia, y no como han querido verlo y empequeñecer-
sus calumniadores enemigos, degradando su gran rol en la
¡toria de las luchas por la organización política del Eio de
Plata, y reduciéndolo á las mezquinas proporciones de un
idillejo vulgar.
Los orientales que sepan enaltecer la memoria de ese grande
mbro y medir la importancia de sus hechos, reconocerán la
ictitud y justicia de nuestras vistas, aprobando el criterio
itórico que nos guia á esto respecto, y justificando asi la ne-
iidad de ligar el desarrollo de la democracia oriental al de
argentina, como dos raudales que se bifurcan y apartan na-
indo de una misma poderosa con-iente .
#^
Artigas ha sido más calumniado que ningún otro
procer americano.
Entre los fiíndadores de la independencia americana, muy
xaros son los que en la amplitud de su esfera de acción relati-
va, y dados los reducidos elementos y recursos de que podian
disponer en la suprema lucha contra la España, hayan desem-
peñado un rol más influyente que el general Artigas en su
doble faz política y militar, no solo en su país, sino á su rede-
dor sobre todos sus limítrofes; ni que á la vez hayan sido víc-
timas expiatorias de mas implacables odios, de más violentas
invectivas, de mas persistentes y denigrantes calumnias.
Otro tanto podría decirse respecto de las épocas en que unos
y otros han predominado ó funcionado, y cuyo desarrollo haya
sido tan mal conocido y adulterado como la del General Arti-
gas, la cual nos proponemos hacer resplandecer con la luz de
la verdad histórica.
Todos los libertadores de la América latina, y aun Sajona,
han sido el blanco de atroces calumnias; pero en ninguno como
en el general Artigas se patentiza aquella tristísima verdad,
que evidencia hasta que punto pueden falsificarse los hechos
públicos mas notorios, desde que se trate de imponer á la pos-
teridad una tradición de odios implacables.
Reconociendo esa verdad, es como el observador imparcial
no puede hoy menos de asombrarse ante el frió examen de los
hechos, desde que ellos revelan de qué modo el mas genuino y
fiel representante de las aspiraciones legítimas de su pueblo, el
mas infatigable y heroico campeón de sü libertad política, ha
podido tener á su frente tantos implacables enemigos, y ha
visto entregado su nombre y bus hechod á la indiferencia, al
menos precio, ó á la injusta censura de sucesivas generaciones .
El general Artigas dirigiéndose á sus compatriotas, liabria-
podido repetir muchas ocasiones las mismas amargas pala-
bras con que el gran Bolívar se dirigía á los suyos en Bogotá
« el 20 de Enero de 1830; Colombianos: He sido víctima de
« sospechas ignominiosas, sin que haya podiilo defenderme la
« pureza de mis principios. Los mismos que aspiran al mando
« supremo, se han empeñado en arrancarme de vuestros cora-
« zones, atribuyéndome sus propios sentimientos; haciéudora©
« parecer autor de proyectos que han concebido,
« Desengañaos, colombianos; mi único anhelo ha sido el de
« contribuir á vuestra libertad, y á la conservación de vuestro
!< reposo: si por esto he sido culpable, merezco mas que otro
!< vuestra indignación. No escuchéis, os ruego, la vil calumnia
« y torpe codicia, que por todas partes agitan la discordia. ¿Os
« dejareis deslumhrar perlas imposturas de mis detractores?
« ¡Vosotros no sois insensatos! »
Loa grandes ciudadanos, antes de llegar al panteón de la in-
mortalidad tienen que andar por el doloroso Via Crucis de to-
da clase de torturas morales aguzadas por la calumnia, en tan-
to que las mediocridades vejetan en el tranquilo sueño del ol-
vido.
Estudiando imparcial y serenamente los valiosos y descono-
cidos documentos que con improba labor hemos reunido, y
vamos á publicar, se reconocerá que hay una augusta justicia
postuma, por mas tardía que ella sea, en presentar á aquel ver-
dadero libertador de su pueblo bajo muy distinto aspecto del
que se le ha considerado con el extranjero, y aún en su misma
patria, hasta hace pocos años; ya sea olvidando 6 amenguan-
do sus inestimables servitáos á la causa de la libertad; ya se&
denigrando sus altas prendas morales, ya sea adulterando y
íalsí£caudo sus hechos .
— 53 ~
A ese mismo fin tienden nuestras aspiraciones y propósitos
en esta obra .
Algunos ilustrados publicistas uruguayos, como el doctor
don Carlos María Ramírez y señores Bauza, De María, Díaz
Frejeiro y Pereíra nos han precedido en esta labor de tardía
pero condigna reparación, combatiendo con mucho mayores
luces sin duda, y con palabra más autorizada que la nuestra, la
herencia de odios y de desprestigio que pesaba sobre el nom-
bre del vencedor do las Piedras.
Pero si bien encontramos facilitada y autorizada esta tarea
por las valiosas publicaciones á que nos referimos, croemos po-
der asegurar sin pretenciosas reservas, que ninguna de aque-
llas ha podido tener las condiciones de incontestable docu-
mentación histórica y extensión á ampliación de pruebas, que
revestirá la nuestra, debido á la solicita pereeverancia con que
desde muchos años á esta parte venimos dedicándonos al estu-
dio de aquella época, á la consecución de importantísimos do-
cumentos aqiií y en la República Argentina, y á la persistente
investigación de las verdaderas causa^ que produjeron sus
principales acontecimieiítos ■
Nuestro libro no podrá, pues, sobresalir por los actractivos ó
méritos de un trabajo rigtirosamente histórico, elaborado y
realzado con altos dotes literarios de que carecemos, como los
que hermosean algunas de las publicaciones que se han dedica-
do tanto á combatir y á denigrar, como á defender los hechos
del general Artigas.
Será solo el fiel reflejo de la época que fotografía.
-«*»~=ÉSie-í*»"
El historiador debe afirmar con pruebas
complacencia al contribuir á una gra
de Justicia.
Croemos que una de la» mas excelentes é indispeí
lidades del historiador es observar con escnipolos
la linea divisoria entre las conjecturas que puede
las pntebas que puede presentar, sobre todo, tra
combatir las opiniones mas generalmente admitida
zandolas con la suya propia.
Pero nosotros creemos tener derecho ala confían
del lector, porque siendo parcos en todo género de
de afirmaciones extremas, nunca intentaremos prt
inferencia nuestra como un hecho; y porque des(
apartemos de aqueUas opinionee admitidas por ofr
haremos presentando pruebas y fundamentos qi
completa razón en el ánimo de los hombres imparc
Pero a! mismo tiempo que pedimos al público un
indulgencia para nuestro modesto ensayo, no creem'
reos de una censurable petulancia al pretender, con
dicho antes que nuestra publicación es la primera i
tara mas amplios justificativos oficiales, auténticos
bles de nuostrfis afirmaciones; abundando ou pnieb
ta hoy eran desconocidas para los mismos oriuntíib
que seria poco menos que un delito dejar por mas
la oscuridad ó en el olvido . No todos puedeu estar
de conocer la historia de su paia; pero es justo y ne
se sepa cuiíuto hay en ella de digno, de lionoral
patria.
— 56 —
La historia del general Artigas ea la historia de sn pueblo»
con todas sus glorias, con sus cruelessacrificios, con sus inmen-
sas desgracias; con su fatal inexperencia, con su indomable
soberbia, con su triste y sombrío eclipse.
Al publcar pues, aquellos documentos, con tribuimos también
á complementar la historia hasta hoy en mucha parte descono-
cida de este pueblo tan pequeño por su población, tan grande
por sus hechos.
Por otra parte, queremos también contribuir con nuestro
leal contingente á justificar y robustecer con testimonios in-
contestables la simpatía que de algunos años d esta parte ha
principiado á dispensársele á Artigas en la tierra de su naci-
miento, como deuda de legitima gratitud nacional, acaso como
ofrenda de apasionado patriotismo; sin darse cuenta en muchos
casos sus mismos defensores y apolojistas, de que liahia hechos
y pruebas superabundantes, que ellos mismos no conocían, con
las que se podía justificar y enaltecer el prestigio de que se ha
comenzado á rodear su nombre.
Hechas estas francas declaraciones, nos quedará la legitima
satisfacción de haber contribuido con nuestros humildes tra-
bajos preliminares de observación y recopilación, á un gran-
de acto de justicia nacional respecto de Artigas, rindiendo un
reclamado homenaje á la memoria del heroico guerrero de la
Independencia, del defensor abnegado de su pueblo, del inicia-
dor consciente del sistema de Gobierno federativo que tardo ó
temprano ha de imperar en todas las repúblicas americanas, y
■ aún en el Imperio vecino, contribuyendo á la fraternidad poli-
tica, y mutua defensa de todas aquellas, como naciones inde-
pendientes unas de otras
En pos de nosotros,lo esperamos, vendrán otros historiadores
asi como algunos de los que nos han precedido, que utilizarán
nuestros trabajos, y á los que nos será muy grato haber facili-
tado su ardua labor, cooperando á ella con la tarea modesta
— 57 —
que nos hemos asignado al dedcorrer una parte del velo que
durante tantos años ha ocultado la historia primitiva de los
orientales, y envuelto en espesas y oscuras nieblas la borrascosa
aurora de su independencia.
Una luz, como dice Littré, sean cuales fuesen las manos que
la lleven, proyecta á su alrededor los rayos de su claridad.
Nuestro ensayo hará esa luz.
^HinraH^
í
El general Mitre y nosotros contra el doctor López.
Loa detractores del general Artigas, tanto argentinos como
orientales, no solo no han querido procurar algunos documen-
tos auténticos é impareialea para fundar ó paliar de aigun mo-
do su aborrecimiento y sus calumnias contra aquel, sino que
hasta han prescindido arbitrariamente de los mismos que se
les presentaban á la vista, cuyo testimonio podria reveíar la
inexactitud de sus asertos, ó la incorregible parcialidad de sus
juicios.
La calumnia histórica tiene también su dictadura irrespon-
sable, y esa la han ejercido sin medida ni escrúpulos.
En general, es asi como aquellos historiadores han escrito
sobre Artigas y la Provincia Oriental, dejando correr la pluma
envenenada en reprensibles y ciegas antipatías, sin tomarse el
mas leve empeño en fundar sus afirmaciones con la autoridad
de algunos comprobantes auténticos ó respetables.
El mismo general Mitre, tan eminente por su ilustración y
competencia corrió historiador, ha censui'ado acerbamente ese
método tan falaz de escribir la historia, (que el mismo, senti-
mos tener que decirlo, ha adoptado á su tumo no pocas veces)
enrostra al doctor López tan grande defecto en sus Njuítaa
Comprobaciones históricas, capítulos 1°, 13 y 17 en los t<írminos
siguientes:
« Ta se vé por estas muestras cuan diferente es la lüstoria
« real de las historias pseudo-filosóücas que se emancipan lias-
« ta de los documentos impresos . »
Y en otra parte:
« Negar la cooperación recíproca en la obra constanto de la
« labor histórica, en que todos somos obreros en la medida de
— 60 -
« nuestras fuerzas, con la cooperación del -tiempo, es incnrrir
« en la aberración del Tostado, que pidió al Rey que mandase
« quemar todos los libros que no fuesen los suyos, porque todo
<c estaba encerrado en sus volúmenes .
o En tal estado, y por tal criterio, la discusión no tiene cam-
<c po y la polémica no dá nada de si; la historia no adelanta un
« paso, y los caracteres se rebajan, comprometiendo la digni-
r. dad y el buen gusto de las letras y hasta la noble cultura del
«: espíritu.»
<c Y si se piensa (dice en otra parte el general Mitre) que
«con esta liviana documentación, y sin consultar un solo docu-
« mento^ se ha pretendido historiar y esplicar los hechos más
« trascendentales de la revolución que decidieron de sus desti-
« nos; que sobre esa tradición mal interpretada se ha pretendió
« do hasar unaffiísrra con d Portugal^ en la mal nunca sepeyísb (*)
« que se ha supuesto un abandono de la expedición al Perú y
<c una ruptura de la alianza argentino-chilena, un ultraje al
c general San Martin por su gobierno, y una disidencia de
« ideas políticas y militares entre este y el Director Pueyrre-
<; don, en puntos que afectaban la suerte de la América; la que
« por fortuna nunca existió; entonces se verá que la máxima de
<< Pero Grullo, que hemos recordado en otra ocasión, tiene aquí
« nuevamente su aplicación oportuna: <da historia no puede es-
: rrihirse sin documentos j y menos aún por informaciones orales
< ó intuiciones contrarias ádlos.»
Perdónesenos si somos algo extensos en nuestras trascrip-
ciones, yendo á buscarlas, tal confianza abrigamos en la justi-
cia <le la causa que defendemos, en el arsenal mismo do nues-
tros adversarios.
(*) La guerra que Pueyrredon aparentaba querer iniciar contra el Por-
tugal por su conquista del Estado Oriental, engañando así al pueblo ar-
gentino, indignado contra el por su inicua tolerancia y complicidad.
Neta dd autor*
^ 61 —
A la vez que damos asi mayor interés á este estudio que re-
sume la sustancia de las comprobaciones que hemos acumulado
en el texto de la obra, creemos que tratándose de una grande ó
indisputable autoridad intelectual y moral como lo es el gene-
ral Mitre, conviene robustecer nuestras impugnaciones al doc-
tor López y á sus discipulos más fieles é imitativos como el
doctor Borra, haciendo valer los juicios y opiniones de aquel
eminente historiador, coincidentes en todo con las nuestras
respecto de unos mismos sucesos .
El general Mitre, aunque también muy adverso á Artigas,
sometiéndose á esa crónica pasión del localismo de raza, que
no pocas veces en nuestras guerras civiles del 53 al 70 lo cegó
como procer y como jefe del mismo tradicional partido políti-
co á que pertenecieron todos los enemigos de Artigas, trata
cuando menos de procurar para sus afirmaciones alguna sem-
blanza de pruebas, no emitiendo juicios decisivos y absolutos,
sin dejar de procurar algunos justificativos en que fundarlos.
Evidenciando de este modo un espíritu y tendencia reflexiva
y justiciera, conatos de leatad y equidad, que esperamos lo
harán modificar con el tiempo y ante las pruebas que presen-
taremos muchos de sus involuntarios errores de apreciación, la
opinión del general Mitre debe tenerse en mucha cuenta en
los grandes debates históricos, desde que él no pretende por lo
general, imponerse como el doctor López en el juicio del lector,
sino convencerlo con las pruebas que exibe.
No se estrañe, pues que hagamos valer con tanto empeño
las opiniones de aquel al respecto, desde que eUas son coinci-
dentes con las nuestras en cuanto al arbitrario y fantástico sis-
tema de escribir historia patria observado por el doctor López,
y desde que ellas cooperan en este caso á evidenciar á todas
luces entre tantos otros ejemplos, la sin raaon y falacia de los
cargos que se le hacen al general Artigas por su mas violento
¿implacable calumniador, abrogándose en "fello espontánea-
— 62 —
mente la odiosa misión de erijirse en el heredero forzoso y re-
vindicador de los feroces rencores de 1814 al 20.
Véase, pues, como se expresa el general Mitre en sus «Nue-
ras Comprobaciones», juzgando la obra del Dr. López:
« Por eso la historia se modela sobre la vida, como el bronce
« en fusión en el molde en que se vacia; y así como sin docu-
« mentos no j^uede escribirse historia, y sin metal no pueden
« fundirse estatuas, sin historia de hechos documentados y
<c bien comprobados, no es posible escribir su filosofía, (pági-
<c na 20'.
« No es la brevedad lo que le hemos tachado, cuando dos
veces en siete renglones, le hemos señalado catorce errores ca-
pitales— como desj)ues le señalaremos cincuenta errores en so-
lo cinco páginas, — sino el de no haberse ajustado á la verdad
histórica, haciendo caber tan grandes errores en tan corto
espacio: de tal manera que el contenido es mayor que el conti-
nente, (ptig. 26)
«La historia de la Revolución Argentina » es una obra que
ha brotado de la fuente nativa de una cabeza pensador «,, aun-
que no muy bien equilibrada en sus facultades, con tendencias
á buscar en los hechos su causa, su significado y su correlación
necesaria.
Como producto intelectual, es espontáneo, y revela aptitud y
meditación para encarar de hito en hito la múltiple vida na-
cional y sus pavorosos problemas de un punto de vista nuevo,
y á veces profundo, supliendo con la adivinación lo qice le falta
en información. De aquí resurge un sentimiento de patriotis-
mo indígena, opuesto á un amplio espíritu filosófico, que ins-
pirándole a veces bien, lo extravía otras por sendas estrechas
y oscuras, encerrándolos en espaxiios limitadísimos, sin hori-
zontes y sin luz. Su tendencia es, en realidad, mas bien poKtica
que filosófica, — participa de las pasiones del pasado, que
y
— 63 —
«destiñe en sus páginas su no apagado colorido: — tiene las
preocupaciones, los enconos, la parcialidad, las repugnancias
instintivas y el exclusivo criterio retrospectivo de las memo-
rias contemporáneas, imprimiéndole este sello peculiar, sus es-
cursiones anecdóticas y los recuerdos orales que evoca y repro-
duce casi á la letra. Su hilo conductor al través, de los sucesos,
es la tradición, interpretada por la intuición, que, según el sis-
tema psicológico de Kant, se forma'en su mente por sensación
despertada co'n la lectura de les documentos impresos «sparoi-
dos en periódicos principalmente, según puede deducirse de lo
q^ue él mismo dice . Sus juicios reflejan la intolerancia política
de la época de la luáia de los partidos históricos^ que pretenden
imponerse sin contradicción, lo que oscurece su fina y natural
penetración; y participan del carácter retrospectivo que le he-
mos señalado: á veces son irritantes para la serena imparciali-
dad de los presentes, y á menudo pecan por falta de medida ó
equilibrio moral. Exagera por demás las mediocridades de
uno de los bandos, que los documentos originales van reducien-
do á sus verdaderas proporcionas, no obstante que algunas ga-
nen en ser vistas de cerca . Incurre en el mismo defecto cuan-
do se ocupa de los hombres superiores del otro bando en bien
ó en mal, ya se abandone al lirismo filosófico, ya pronuncie un
fallo sin apelación», (pág . 42)
-*••••■•••■*•■••#•••« ••••••••••••• >••.•■.••.•.*»••.•••
« Por eso dijimos y escribimos más de una vez al doctor don
Juan Maria Gutiérrez, — el debe conocer las cartas, puesto que
ha tenido ó tiene su archivo. — « ¡ Lástima que con tan bellas
dotes de historiador, escriba sin documentos, y asegure con
tanta frecuencia lo contrario de lo que los documentos dicen y
prué}an, » (pág. 44) . ,
■«•••••. •.•••..•••■..•.••.•...•%••••■•••••.......••••«
« Los hombres que nos presenta el señor López en su histo-
ria, son recortados en un papel blanco, sin ningún rasgo que
— 64 -
compruebe la autenticidad del perfil. El los hewe hablar y ges-
ticular según una tradición inconsistente con sus propios tes-
timonios escritos, desprovista de lógica y licusta de todo sentido
(pág. 360).
« Tal es el cuadro que el señor López nos ojfrece alumbrado
por el candil de Tagle, que es una de sus autoridades históri-
cas, á quien presenta como á un Richelieu ó á un Talleyrand
aforrado en un Maquiavelo digno de figurar en el retablo de
Maese Pedro . »
« La historia no puede escribirse por tanteos, alumbrándola
con candilejas, como las representaciones de títeres donde figu-
ran muñecos de fantasía: — la lámpara del estudioso, á cuya
luz se leen sus documentos y se destacan en sus páginas sus
hombres tales como fueron, in animo é factis, es la única que
disipa las sombras del pasado y de la mente, proyectando sus
resplandores en el tiempo . » (pág . 352) .
Con las trascripciones que anteceden reconocerá el lector im-
parcial que son mas que suficientemente autorizadas nuestras
afirmaciones y censuras al plan observado por el doctor López
en la confección lírica de su Revolución Argentina^ verdadero
miraje histórico, tan admirable por sus bellos tintes y precio-
sos contomos, como efímero ante la firme refracción de la ver-
dad, en cuanto se relaciona con Artigas y la historia Oriental .
Filiación genealógica de la obra del Dr. López
Permítasenos ahora presentar algunas explicaciones pre-
ventivas muy oportunas sobre el origen remoto y muy poco
conocido para la mayoría de los lectores, de la exaltación y
violencia de opiniones de ese ilustradísimo escritor.
Entre los detractores mas violentos y sistemáticos de Arti-
gas, el doctor López, ocupa sin duda el primer lugar con su
importantisima obra sobre la Sevoliicion Argentina, cuya es-
tructura y espíritu iia delineado tan gráficamente el general
Mitre, que solo viene en segundo lugar como difamador y ad-
versario del jefe oriental.
En su edad madura sin ningún previo examen ni nueva
comprobación el doctor López no ha hecho sino reproducir y
remodemar como infalibles en su resurrección momificada, las
versiones calumniosas, las imputaciones y malos juicios sobre
Artigas que oyó acentuar en su niñez y en su primera juven-
tud, en el hogar paterno, como un articulo de ciega fé.
El padre del doctor López, el venerable doctor López y Pla-
nes, fué en 1811 y 12 uno de los Secretarios de Estado del pri-
mer Triunvirato de que formaba parte don Manuel Sarratea,
comerciante y hombre hábil é instruido, diplomado déla noch»
á la mañana como Capitán General, y general en jefe del ejér-
cito patriota de la Banda Oriental, el mismo Sarratea que tan-
to hostilizó á Artigas hasta que éste consiguió expulsarlo del
ejército sitiador de Montevideo junto con algunos jefes y ofi-
ciales de su adhesión personal.
Conviene de paso no olvidar que es el mismo Sarratea, quien.
mas tarde en 1819, vengó algunos de los agravios de Artigas,
inferidos por él mismo en parte, abriendo el ignominioso pro-
V:
— 66 —
ceso del Congreso y de todos los miembros del Directorio de
PueyíTedon, que tanto hostilizó á aquel; presentándolos coa
pruebas incontestables, incluso al mismo doctor López y Pla-
nes, miembro del Congreso de 1818, como traidores á la patria,
por mas que este hubiese salvado su voto en algunos puntos
de la sanción dada al inicuo tratado con los portugueses, se-
gún nosotros mismos lo hicimos constar en cuanto al doctor
López en una de nuestras anotaciones á la obra de Parish en
1853. (1)
En 181B el doctor López y Planes estuvo siempre al lado
del encarnizado enemigo de Artigas, el Director Supremo ge-
neral Alvear, de quien se mostró tan decidido partidario que á
la caida de éste, fue cruelmente perseguido, metido en la cár-
cel, y aun sino estamos mal informados se le intentó engrillar
junto con tantos otros adictos de Alvear, deiTOcado del poder
por el gran pronunciamiento iniciado con la sublevación del
general Alvarez Thomás en Portezuelas.
(1) Kos es muy grato poder evidenciar después de treinta años de tras-
curso, la identidad de nuestras opiniones respecto de estos grandes inci-
dentes liistóricos. Por otra parte, la lectura de la siguiente anotación
escrita por nosotros hace tantos años, en la obra indicada de Parisb
tiene un interés directo, y se relaciona intimamente, con el desenvolvi-
miento de los sucesos de que nos vamos k ocupar, demostrando, de parte
de Al tigas firmeza y lealtad & los principios republicanos, y de parte de
sus enemigos y calumniadores la vacilación, la duplicidad, las complici-
daíles monarquistas, ó la defección á la Independencia Americana.
Decíamos asi:
"A consecuencia del articulo 7. ® de la anterior Convención se levantó
por orden del gobernador de Buenos Aires, Sarratea, un proceso, que
como se dice en él: "comprende lo relativo al delito de alta traición de
que es acusado el Congreso y Directorio. Por cuerdas separadas sedarán
los que deben formarse particularmente sobre la última rebelión, robos
públicos, y quejas privadas que ocurran."
"De ese proceso se aclararon algunas iniquidades. Una de ellas un
tratado secreto con Portugal por el que se entregaba á Artigas, que mal
- 67 —
El mismo doctor López y Planes fué también desde 1816 al
17 influyentísimo Ministro de Gobierno del Director Supremo,
general Pueyrredon, el enemigo mas acérrimo é implacable de
Artigas y de la misma Provincia Oriental, como lo evidenciare-
mos mas adelante; tomando el doctor López y Planes, como era
consiguiente, una parte activísima, á pesar de su moderación
enpoliticay elevación de ideas, en todos los trabajos y tenta-
tivas, que se llevaron á cabo para someter á los orientales, pa-
ra hostilizar á Artigas, y en último caso, para facilitar la in-
vasión y la conquista portuguesa. Firmó así mismo los decre-
tos de proscripción que tanto desprestigiaron el gobierno de
Pueyrredon .
Y como si esto no bastase para convertir en una apasionada
ó bien defendía la Banda Oriental, á los portugueses, obligándose per el
artículo 3. ^ el gobierno de las Provincias Unidas "á retirar inmediata-
mente todas las tropas que con sus respectivas municiones de guerra
hubiese mandado en socorro de Artigas; y á no prestarle en lo ñituro
auxilios algunos de cualquier aprecio y denominación que sean;" y por
último á pedir la cooperación de fuerzas portuguesas en el caso que Ar^
ligas se asilase al territorio Argentino, del que se le débia expulsar.
"Once de los artículos de este tratado debianser conservados secretos,
bajo pena de muerte, hasta para el misino Director del Estado, si los des-
cubriese, obligándose el gobierno^e las "Provincias Unidas "á contradecir
de un modo solemne y comprometiendo su dignidad, si fuera preciso, la exis-
tencia de tales arñcuJos"
Felizmente para la dignidad del Congreso, que el 10 de Diciembre de
1817 discutió y sancionó este tratado, hubieron algunos diputados que
salvaron su voto en todo ó en parte: los doctores Maza, Zudañes, Vi-
cente López, Teodoro Bustamante, Matias Patrón, Dean Zavaleta y Pe-
dro Araoz.
„ Resultaron también del proceso dos ó tres traiciones ó entregas de
Buenos Aires, á poderes estraños»
„ Una sobre la coronación de un príncipe de la casa de Braganza en
„ calidad de monarca de las Provincias Unidas, con Sujeción á la Cons-
„ titucion que el Soberano Congreso le presentcure . "
(Nota reservada del director Pueyrredon á éste, fecha 19 de Noviembre
de 1816), y otras sobre coronación del duque de Luca, protejido por la
Francia.
— 68 —
y rencorosa tradición de familia el odio inveterado á Artigas,
la señora madre del doctor Lope:á y Planes era hermana, si no^
estamos mal informados, ó parienta muy próxima, del tenien-
te gobernador de Misiones, don Bernardo Pérez y Planes, que
tanto hostilizó al coronel artiguísta Blas Basualdo, hasta que
este consiguió derrotarlo, tomarlo prisionero, y conducirlo al
campamento de Artigas .
Desde 1811, Planes habia revelado contra Artigas grande
rencor, difamándolo de todos modos, sublevándole algunos par-
tidas oficiales y ulteriormente en 1813 tomó parte en varias
agresiones contra los subalternos de ésto, llegando hasta fusir
lar bárbaramente algunos, como se acredita por el párrafo si-
guiente de una nota del general Artigas al Gobierno de Bue-
nos Aires fecha 19 de Junio de 1813, en que se expresa así:
„ Agregúese ¿ esto lo siguiente:
„ El doctor don Antonio Saenz, diputado por Buenos Aires al Con-
greso de Tucuraan, en su informe á la Junta Electoral de Buenos Aires
fecha 1.*^ de Febrero de 1817 decia:
„ A los diputados por Buenos Aires no les " fm difícil reunir la gtr
tieralidad de dictámenes á favor de la monarquía constitiicionaL Los diputa-
dos de Córdoba, de Salta y casi todos los del Perú hicieron formal em-
peño para que al mismo tiempo se declarase por capital al Cuzco, y se
pusiese la dinastía en la familia de los Incas.^
„ Todo esto pudiera llamarse criminal en extremo, si no rayara en
irracional absurdo. ¡Incomprensible anomalía!
„ Los pueblos todos de la República, porque en eso fraternizaban, no
tenian otro Dios que la patria, la libertad, el republicanismo, el odio k
los Reyes, porque rey era el de España, inoculados con el entusiasma
santo de las batallas mas encarnizadas de la guerra de la independencia,
se entregaban & la embriaguez de su emancipación casi salvaje. Los
triunfos de Alvear, Belgrano, San Martin, las proezas personales casi
increíbles de Artigas, Rivera, Diaz Veles, Lavalle, Güemez, Arias, Bal-
caree, Pacheco, La Madrid, Brandzen, Brown, Moldes, Aldao, tenian en-
candecida de orgullo la imaginación de los pueblos que veian derrotados
de este modo á los españoles vencedores de Napoleón; y pretender en-
tonces que los cabalgase un Duque de Luca, ó un Príncipe Portugnesf
yy ¡Pobres hombres de talento! "
— 69 —
« Bendecía mi providencia por este homenaje rendido al
amor de la paz, cuando el sub-delegado Planes reuniendo la
fuerza del departamento de Yapeyú, y convocando la de Con-
cepción, marcha y se acampa en el Miriñay, llevando su alarma
hasta Mandisovi: imparte sus órdenes y publica la discordia^
metiendo en el rol de reos á cuantos sirviesen bajo mis órde-
nes . En consecuencia son arrestados en su pasage á Yapeyú
Tin capitán y un sirviente, y sin otro proceso, pasados al mo-
mento por las armas . »
Se comprenderá así, con lo que dejamos expuesto, como el
doctor don Vicente Fidel López conserva inalterable la tradi-
•cion de odios que heredó de sus respetables mayores .
El eminente doctor don Vicente López y Planes, de carác-
ter sobremanera apacible pero demasiado dócil á las imposi-
ciones de la tiránica política directorial, prestó importantísi-
mos servicios á la patria como ciudadano abnegado y leal re-
público, pero arrebatado como tantos otros por la impetuosa
corriente del fanatismo político de la Comuna porteña, de que
aveces habla su mismo hijo co^^ reprobación, fué también par-
ticipe y sostenedor acérrimo de la política opresora que se im-
ponía á todo trance á las provincias por algunas facciones im-
perantes en Buenos Aires, no tanto por derecho de conquista,
sino á título únicamente de disponer de mayor fuerza, de ma-
yores recursos, y de mayor ilustración .
Con estos títulos tan sospechosos y cuestionables ante la
igualdad republicana que se proclamaba, como el sagrado dog-
ma de la revolución de Mayo, y ante la justicia y la moral po-
lítica de cualquier época^ muchos ríjidos pero candidos patrio-
tas como el doctor Lapez, se escandaUzabcyi é indignaban ante
las resistencias provinciales.
De este modo, y con la mas anjelLcal borihomie^ sin escrúpu-
los de conciencia, no vacilaban en decretar la persecución, mas
aúu; el exterminio de los provincianos anarquistas, representan-
— To-
tes de la barbarie, segun López y Sarmiento, que por usar tm
poncho y aparecer como gancbos, no podian gobernarse á sí
mismos teniendo la audacia de pretender para si la dirección
local, la que por derecho exclusivo creían pertenecerles los
políticos sedentarios de Buenos Aires, quienes desde su bufete
6 desde su tertulia de juego en el Café de Marcó y en el de
Catalanes, ó desde el antro sigiloso de la omnipotente Logia
Lautaro, querían excluaivamente organizar y combinar la go-
bernación del antiguo Vireínato, desde Potosí hasta Maldo-
nado.
Es así como el doctor don Vicente Fidel López en su respe-
tabla hogar se saturó desde su niñez en cuanto á preocupacio-
nes políticas, en las emanaciones malsanas del porteñismo de
mala ley, intransigente en su olimpica soberbia, vengativo é
incorregible en su tradicional infatuación, que después de se-
senta años emerje provocativo y dictatorial en las pajinas de
su obra.
A pesar de todo, es difícil hallar entre nosotros un libro his-
tórico escrito con más indisputable talento, con mas viva ima-
jinacion, con mas profundidad y generalización de vista^ que
el del doctor López; pero que al mismo tiempo, sea más con-
tradictorio en sus afirmaciones, más fácil de refutarse por si
propio, y por consiguiente, menos fidedigno en sus informes y
conclusiones en cuanto al Estado Oriental, su historia y sus
prohombres.
No se nos crea exagerados y audaces . Con solo dar vuelta
algunas páginas y escudriñar inquisitivamente en ellas, puede
tenerse la seguridad de hallar fácilmente la impugnación de
lo que aquel mismo dijo ó dedujo antes, aún sobre hechos ca-
pitales . Otro tanto, aunque con menos recrudecencia de odios
podría decirse de la historia de Belgrano por el general Mitre,
al cual pueden aplicarse también en mucha parte nuestras
observaciones sobre el doctor López.
„ 71 —
En el autor se encierran dos entidades morales que se repe*
len radicalmente: el partidario, ciego, absoluto, intransijente; y
el historiador, que tiene que narrar los hechos con más ó menos
exactitud, de acuerdo con un recto criterio moral.
Obedeciendo á un plan preconcebido como partidario, en la
dualidad censurable de su misión y de su carácter, el historia-
dor liOpez, al descubrir tales 6 cuales acontecimientos, se olvi-
da por necesidad de esta su primera condición; pero asi mismo
no puede menos, siguiendo la ley inflexible de los hechos, de
narrarlos, pero atribuyéndoles causas opuestas á las que más
tarde tiene que confesar ó describir. Crucifica asi, mutila la
historia, y se lava las manos ante la mutilación que el mismo
ha hecho con fria ferocidad.
De ahí la mas deplorable confusión de principios, la contra-
dicción mas flagrante de conclusiones en cuanto á la historia
Oriental . El crimen resulta en sus hábiles manos de prestidi-
jitador un arrebato de la fogosa juventud, así como la virtud
y el civismo son frecuentemente según él, la explosión de la
barbarie . Con un pasmoso espíritu de generalización, con una
inagotable facundia, con una flexibilidad poco escrupulosa, re-
salta sobre todo ese conjunto una inescusable dictadura de jui-
cios que pisotea á capricho todo otro criterio, que no se ajuste
al criterio artificial del autor como partidario .
La historia en sus manos nos recuerda esas habilísimas crea-
ciones de Julio Veme, en sus novelas científicas, ora haciéndo-
nos remontar á la luna con el proyectil de su Gtin Cluh^ ora
surcando el interior tenebroso de los mares con Ñero, ora ha-
ciéndonos danzar en el aire en una ciudad oxijenada. No nos
movemos de nuestro asiento leyendo, pero sudamos y nos es-
peluznamos ante sus arrebatadores cuadros .
Pero Vonie pide estudiosamente á las ciencias su laborioso
continjente, hermoseado por una vivificante imaginación; en
tanto que el doctor López prescinde de todo, y pide solo á su
— 72 —
fogoso corazón y á sus inexorables pasiones de antiguo parti-
dario de nuestra edad de piedra revolucionaria, la agria leva-
dura de su ampulosa masa histórica.
La austera verdad parece ser secundaria para él. La liistoria
en sus manos es un pilori ó un cadalso para sus contrarios, y
un apoteosis para sus amigos. Justicia sumaria, que trasciende
al antiguo preboste de la Hermandad, inapelable, feroz . Hay
algo del aiito de fe del implacable Torquemada político . ^
En este caso especial podría también aplicarse con perfecta
y justísima razón á la obra del doctor López, la severa opi-
nión que el mismo emite en el tomo 2 . ^ pagina 462 de su iíe-
volucion Argentina condenando algunos detractores de Pueyx-
redon, por hacer lo mismísimo que él hace calumniando á Ar-
tigas.
Kefiriéndose al cargo que se ha hecho al Director Pue3nTe-
don de haber tomado una parte activa en las intrigas diplomá-
ticas y solicitudes palaciegas que se hicieron en Europa por
sus agentes oficialtjs para traer al Príncipe de Luca como rey
de los argentinos, bajo el protectorado de la Francia, se expre-
sa así el doctor López:
« El (ese complot monárquico) hizo además un ruido tan
grande cuando se descubríó en 1820, que sirvió para acusar y
perseguir á la mayoría del Congreso por elcrímen de alta trai-
ción & la patria. Y despties de ese rumor desfavorable se ha con-
tinuado dando pdvtdo con eso á la mala fé de las facciones polí-
ticas para denigrar á hombres ilustres bajo otros muchos sentidos,
para hacer dudosa su reputación d los ojos de la historia, y para
proporcionar medios indignos de ataque á los que por otro géne-
ro de intereses quisieran todavía q^e los juicios desleales de los
partidos de aquel tiempo perdurasen como veredictos inapdables
de la posteridííd . »
Es así como el doctor López forcejea por hacer perdurar los
— 41 —
Dcias de nuestro primitivo organismo
con la historia general Argentina,
ibe y se presenta una nueva historia
loontece con las de Santa Fe, la de
tes, la de Salta, la de Jujuy, etc.
nó confirmar nuestro, aserto, y atesli-
cia de juicios y opiniones no es sino
xibleley moral, á cuyo fallo debe
oberbia ó nuestra obcecación en ma-
[¡as, de preocupaciones provinciales, y
;al sobre los organismos fragmenta-
s de nuestra nacionalidad.
■4
dispensable ser Oriental, ni lisonjear • '"/í
ocaHsmo y de nacionalismo para en- ^
' mismo al general Artigas, como á /-J
[patriotas, quienes luchando per la ^
merecieron bien de la humanidad, y -
stra misma patria. .'
que sostenemos que la calidad de ar-
ir ni hacer vacilarla mano que en pá-
:ne la reprobación de hechos injustos
icta de algunos gobernantes extra-
otra misma nacionahdad; gobernan-
ien la censura de nuestros mismos
3re3 en multitud de casos, en los cua-
linaban una condigna conlenacion.
isotros los argentinos la histoiia del
en una gloria nuestra, esencialmente
1 de nuestra sangre, y alma de nues-
a con él sus empresas, la que lo auxi-
igrandecia, dándole por vasto campo
r!os de Entre-Eios, Misiones, Corrien-
— 42 —
tes y Santa Fé, cuatro vastas provincias argentinas que le
prodigaban todos sus recursos, y su mis intrépida juventud,
sin contar con Córdoba, donde su nombre era querido, y que &
no haber sino la sublevación de Fontezuelas contra Alvear,
terminando la nueva guerra que este iniciaba, le habria dado
poderosos contingentes como el que le envió en su división de
500 hombres á las órdenes del coronel Bulnes .
En la provincia de Buenos Aires contaba Artigas con el
prestigio de patriotismo que hacia asociar su nombre & todas
las resistencias y oposiciones & los malos gobernantes, presti-
gio que importaba una gran fuerza moral, y que tanto contri-
buyó al derrocamiento del terrible Alvear, y al derrumbe del
Directorio en 1820.
La historia Oriental está intimamente ligada con la Argen-
tina, y ambas tan estrechamente vinculadas ¿ la poderosa ac-
ción de Artigas durante algunos años, que puede asegurarse
no hay acontecimiento de importancia en esta región, sacudi-
mientos, triunfos, males y desgracias que no hayan compartido
unidos los pueblos de ambas riberas en sus causas y en sus re-
sultados.
En la lucha, en la tregua, en la agresión, en la resistencia,
siempre han palpitado conjuntamente los fuertes corazones de
uno y otro pais, como hermanos de una misma descendencia
como compañeros de una misma causa, como mártires de un
mismo sacrificio .
— 73 —
juicios y odios del partido & que perteneció sa familit
al 20, como un veredicto inapelable .
Ss asi también como podemos juzgar esa obra en
reñere á Artigas, á quien necesariamente tiene que
muy á su pesar el doctor López uña gran parte de si
vas calumnias, porque tropieza con él á cada pasoj y
mismo Artigas, ya por sus aliados y partidarios, ya p
oion prepotente de aquel durante diez años en el i
de los sucesos políticos argentinos.
Ese libro es muy poco conocido aquí . Pero en la ]
Argentina en donde ee tan encomiado, prevalece irrej
la autoridad del indisputable talento de su eminei
que ha recibido del Congreso Nacional veinte mil d
la reimpresión de esta obra; sin haber encontrado hs
mas que en el general Mitre quien lo haya combatii
cuestionable superioridad de principios morales, ai
alguna pasión personal, producida por gratuitas pi
nes de parte del doctor López .
Ss tan solo con una cooperación semejante que noi
alentados á esta impugnación sumaria, buscando, lo i
en aquel eminente historiador, aún siendo enemigo d
un poderoso auxiliar, que á la vez que nos escude ei
debilidad relativa, nos ayude á autorizar y fundar
leales afirmaciones.
Un libro doctrinario y reformador es poderoso ;
según la influencia que ejerce en la opinión pública,
mente la que pudiera tener en la actualidad argentii
del doctor López en cuanto ú cuestiones y conflictos
ca nacional é interprovincial, es de todo punto negai
Opinamos asi desde que él trata en cuanto á nuest:
políticas intestinas, de resucitar, justiflcar, y enaltece:
cupaciones exageradamente porteñas de 1815, que
odiosamente absorventes, combatió tanto el mismo é
— 74-
pez en 18B3 como Ministro de Instmccion Pública y como
político.
Desde la sangrienta catástrofe de Junio de 1881, ellas han
tenido que subordinarse y anularse por fortuna, ante el patrio-
tismo argentino de buena ley, que las ha suprimido como una
fiebre perniciosa del pasado, capitalizando la ciudad de Bue-
nos Aires, y reemplazando desde entonces aquellas preocupa*
cioues intransijentes con levantados sentimientos de republi-
cana igualdad y libertad, de conciliación fratemizadora, como
los únicos principios salvadores de la Union Argentina .
Ese libro del doctor López es, pues, una nota discordante en
las atractivas armonías políticas dol dia . Es hasta un lamen-
table anacronismo que ha de ir provocando violentas y mere-
cidas impugnaciones, ó un grande y lamentable descreimiento
en la sinceridad ó en los sentimientos de justicia de su ilustra-
do autor.
En 1828, en seguida de la sublevaeion de Diciembre, y del
fusilamiento del mártir Dorrego, lá Revolución Argentina del
doctor López, babria podido ser de actualidad y basta podido
servir de programa político para la invasión á las provincias
del Interior, con que hizo asolar á estas el general Lavalle.
Con ella también babrian podido justificarse las matanzas de
prisioneros rendidos que el gobierno del doctor Obligado llevó
¿ cabo, con participación y aprobación del general Mitre en
Tille Mayor y Laguna de Oardoso ,
Pero en 1883; no es sino un libro del pasado con sus tremen-
dos errores; con sus Triunviros y Directores, decididos servi-
dores de la patria, pero fanatizados por la sed insaciable de un
dominio absoluto y tiránico; cuyo ejemplo seria uua nefasta
calamidad para los pueblos argentinos si se adoptase boy como
norma política por los poderes nacionales, por más que el au-
tor quiera enaltecer aquellos con inescusable imparcialidad .
Cuando más podría haber habido en ese libro, á no ser pos-
tenor en su fecha la incubación del sistema de venganzas ho-
micidas que !a Administración Mitre en Córdoba y la Bioja, y
el gobierno Sarmiento en San Juan, Moieron prevíJecar por
medio de los generales Paunero y Arredondo y los coroneles
Sandes, Iseas, Igarzabal, etc . ; asi como de loa ezosos y desma-
nea de la primera, envikiido á. los pontones y al destierro á ilus-
trados escritores públicos y á distinguidos ciudadanos opoñto-
roe, bajo un férreo estado de sitio, tal como Alvear y Pueyr-
redon lo hicieron en 1815 y en 1817; y el otro contribuyendo
¿ hacer lancear é, aus adversarios con jefes militares en su
provincia, como el medío mas benéfico para suprimir reaccio-
narios autónomos, y aspiraciones federativas.
Por fortuna para los pueblos argentinos, hoy la nación y sn
gobierno desde 1880 repudian y execran tan funestas doctri-
nae y tan aborrecibles prácticas.
No terminaremos sin declarar que hemos emitido estas ob-
servaciones exentas ya de pasiones y de todo odio de partido,
Muy lejos de esto, profesamos hoy á los generales Mitre y Sar-
miento, asi como muy especialmente al doctor López, el m&s
afectuoso respeto y aún admiración .
En cuanto á este último, debemos agregar algunas indica-
ciones que se relacionan con su acción en la vida tormentosa
de nuestro país, con su participación en la política militante
durante el gran período de 1852 y ulteriormente.
£1 mismo implacable detractor de los caudillos federales de
1815 al 20, el doctor López, aparecía desde 1852 al 62 someti-
do sin duda é. ineludibles exigencias de la política reorganiza-
dora urquizista, sirviéndola con entusiasmo, ya oficial ya pri-
vadamente, como su espontáneo y ardiente defensor. Cuando
nosotros eramos secretarios de la Legación Argentina en Mon-
tevideo antes de Cepeda, lo hemos visto y oido entonces como
un enconado federalista de la vieja Guardia, tan crudo como
los compañeros de cansa que después de Pavón fueron despe-
— 76 --
or el general Flores en la funesta Cañada de GrO-
eomo el doctor López desde 18B3, contra el partido
el cual el general Mitre era uno de los mas impor-
lustrados Leaders en las Cámaras, en la prensa y en
os, sostuvo principios da justicia y de igualdad poli-
^ndó el grande ideal de reorganizar constitucional-
confederación Argentina. Fué asi también como
) á reaccionar airadamente como político activo, oo-
Lsta intelijentíaimo, como orador, como publicista,
con los brios de su impetuoso carácter, contra ese
itimiento exclusivista del uUra-iwrfeñismo que Mitre
la en laa célebres Sesiones de Junio de 1852, sobre
9 de San Nicolás.
conocido el rol enérgico y tempestuoso que desem-
Uos el imperterito ex-unitario doctor López.
lulenta y enaltada barra de la Cámara de Diputados
i Aires lo combatía y lo ultrajaba porque defendía
istro al Director General Urquiza, y dos horas des-
edreaba al salir de las puertas de la Cámara pronto
zarlo si no se hubiera guarecido saliendo á escape en
el Jefe de Policía Azcuénaga .
Dr López en su fogoso discurso había lanzado al ros-
eblo irritado el procaz apostrofe de « pueblo de came-
} qu&ia aceptar ninguna organización política que no
él, no obstante de haber sido tan pisoteado por la U-
lente con estas declaraciones, y ¿ pesar de persecu-
slacables, el doctor López combatió ese réjimen ar-
io durante diez años, al lado del elemento más reac-
el federalismo, como que brotaba audaz ó intransi-
[a tierra del Oran Supremo, en donde Artigas lo
ilantado sólidamente. Asi ayudó y sostuvo al Gl-o>-
— 77 —
mo del Paraná que nosotros también Bosteniamos en
anos Aires en La Prensa con el ilustre pensador Francisco
bao y con el doctor Monguillot .
3on tales antecedentes, es incomprensible esa propaganda
I tan calorosamente hace el doctor López en sn obra; reac-
lando contra sos mismos hechos, haciendo que resalte en
i en alto relieve la intransigente gloriñcacíon de algunas
ndes y colpables^ediocridades políticas y militares; por el
) hecho de haber sostenido ellas ese mismo centralismo
oritario que hizo tan odioso el nombre de algunos gobier-
de Buenos Aires, como base de un despotismo sucesor del
La iE^paña, no pocas veces mas violento que este mismo, y
que solo queda hoy una aleccionadora recordación.
nosotros también como argentinos, acostumbrábamos oír en
istra infancia execrar el nombre de los anarquistas, entre
cuales se nos presentaba el odiado nombre de Artigas,
10 el del primero de los monstruos, el gran aico cuya pre-
cia debia hacemos entrar en vereda en nuestra buena
líela de don Rufino Sánchez, y obligamos á estudiar nues-
s alfabetos español y francés, si aquel llegaba á salir de su
'ase del Paraguay para aterrar otra vez los pueblos del Plata,
?ero en la edad de la razón pudimos descubrir la injusticia
3rpeza de esas odiosas preocupaciones, reaccionando contra
ts con viril energía, suscitándonos con tal motivo no pocos
08 y recriminaciones ,
3omo acabamos de probarlo desde nuestros primeros ensa-
: en trabajos literarios y políticos, tuvimos ocasión de oom-
ir como hemos combatido después en la mala y en la buena
!;nna, durante treinta años, ese sistema de Oobiemo funes-
[ue produjo la desgracia y la desmembración de nuestro
s, el descrédito de nuestras instituciones políticas y qne tan
fundo abismo abrió entre Buenos Aires y las Provincias
Interior, esterilizando durante muchos años todas las fuer-
vivas de la Nación en guerras fratricidas .
Error capital de los juicios historíeos de los ge-
nerales Mitre y Sarmiento, y doctores López y
Berra.
Por mae dificü qne seft en observancia por algunos eacríto-
res públicos, es sin duda un principio vulgar de jtuticia y de
moralidad, reconocer que los grandes caracteres histórícoe, no
deben examinarse ni juzgarse sino á la luz de los tiempos ó
épocas en qne sobresalieron, y con relación al país y á la escena
pública en que adquirieron renombre y autoridad.
Al abrir juicio sobre las generaciones pasadas y sob prohom-
bres, ningún escritor que se inspire en sentimientos de morali-
dad y de lealtad, dejará de aceptar aquel criterio como el fun-
damento de sos fallos y opiniones .
Falt-ar á esta regla de equidad es falsear la misión del histo-
riador, y llevar al ánimo público juicios é impresiones erróneas
6 malevolentes, que necesariamente terminarán en el folseo-
niiento absoluto délos hechos, ó en la terjiversacíon de la ver-
dad histérica.
No vacilamos en afirmar que ninguno de los escritores que ae
han ocupado de Artigas para combatirlo ó condenarlo, ha
dado pruebas de haberse sometido á esa ley justiciera de la
fílosofia de la historia .
Han apreciado al vecino rural de 1811, educado por el re-
trogrado coloniaje español, aislado de los elementos, exijencias
y condiciones de su ¿poca, excluyéndolo de su genuino centro
de acción, encerrándolo dentro del circulo de hierro de Popilio
de una artificial evolución académica, y bajo el mismo criterio
con que habrian juzgado al general Mitre como Presidente de
— so-
la Bepública Argentina en 1868, y como este metódico y
geométrico revolucionario en 1874
Quizá Be alegará como excusa, que es casi imposible en los
historiadores despojarse totalmente del apasionamiento ó de
la exaltación irreflexiva que infunde una opinión ó una pre-
dilección arraigada desde la niñez, trasmitida ó impuesta por
la cariñosa autoridad paterna.
Aquellos escritores, es verdad, se han educado bajo estas
impresiones; se han imbuido desde su primera juventud en las
predilecciones de partido que debían dominar en sus juicios
futaros; las mismas que á muchos de ellos les han hecho in-
currir en graves errores en la vida pública después de la revo-
lución del 11 de Setiembre de 1853 en Buenos Aires, llevando
la agresión y la guerra á muerte á las provincias disidentes
del Interior, tal como la célebre revolución en coche del general
Paz, que debia regenerarlas por el acero 6 el fuego, 6 la inicua
expedición de Hornos al Entrerioa, atacando de improviso la
Concepción del Uruguay para llevar la guerra á esta provin-
cia, que meses antes habia libertado á Buenos Aires de la ti-
ranía de Bosas.
Es asi como se explica que esos historiadores han querido
bosquejar en el general Artigas un execrable monstruo, allí
donde no habia sino un patriota inflexible; matanzas y, excesos
sanguinarios, allí donde no existían sino resistencias heroicas
é indomables, y castigos severos á los crímenes ordinarios ó á
la indisciplina; anarquía y desórdenes irrefrenables, alli donde
solo se pretendía igualdad de derechos y soberanía provincial;
brutalidad y reacia ignorancia, allí donde solo habia lealtad y
firmeza en los principios del verdadero dogma de Mayo, que
invocaba la igualdad y proclamaba un intransiiente odio á to-
da dominación extranjera; y por ultimo ambición salvaje de
mando, allí donde no habia sino aspiración al triunfo de la
igualdad provincial, y respeto al gobierno propio.
Las fantiufas de la novela no cuadran con la aus-
teridad de la historia.
La verdad es que no hay nada más fácil ni más c¿modo que
escribir y delinear á fantasía la pretendida historia de un pue-
blo, no tomándose el más pequeño trabajo en procurar ni con-
sultar documentos fehacientes, ni autoridades imparciales; si-
guiendo solo las tradiciones orales sobre algunos hechos que
el 6dio ó la impostura hayan podido originariamente inventar
ó adulterar, trasmitidos con máa ó menos ampliaciones ó hipér-
- boles de »mos escritores en otros; y sobre ese cúmulo de hechos
&lsificado3 ó terjiversadoa á capricho, preparar y cimentar el
deleznable armazón de una ficción de historia.
Para esa labor de reconocida Kviandad, y de irreparable in-
justicia, en que se suprime todo estudio y examen, todo juicio
contradictorio, toda audiencia imparcial, todo comprobante fe-
haciente, y lo que es peor, hasta se prescinde de ellos á sabien-
das; para esa labor, decimos, sin duda se precisa una grande
inteligencia, pero ensimismada ó incorregible, emancipada de
los imperativos dictados de la moral, algunos conocimientos
superficiales en las crónicas y rumores de la época, y una ima-
ginación vivaz y colorista.
Con esos elementos á que con tanta razón ha llamado el ga-
neral Mitre, el «ÍJaja?e íiwfflwo áeí docíor Lop(g.>, pueden bos-
quejarse de cualquier modo los incidentes que se suponen
ocurridos, describirse arbitrariamente los caracteres y lo3 he-
chos que se ponen en relieve ó acción, concluyendo por enga-
lanen ese juego de relucientes frases y conceptos más ó menos
"^^^^^^■^x
SLIF*' «<f
k.
— 82 —
sofisticos con las flores de una galante retórica de relumbrón ó
con los brochazos de un soberbio pincel novelista .
i; * Estamos muy distantes de permitimos aplicar este juicio a
la magistral obra del Dr. López, pero si censuramos ese mé-
todo de escribir historia que él ha seguido invariablemente,
tratándose de Artigas, y el que han observado con el mismo
sana fac^on algunos escritores modernos, emancipándose de
toda comprobación ó imparcial investigación histórica . ^
La verdad es, que este método de lirismo inventivo que no
nos atrevemos á comparar al de las chispeantes novelas Listó-
ricas de Sué, de Soulié ó de Israeli, pero que tiene con ellas sus
puntos de contacto por la imaginación disfrazada con el traje
augusto de la historia, nunca será el espejo fiel del pasado,
sino su grotezca caricatura.
Cuando más, podrá parecerse á las hermosas Tradiciones del
espiritual Ricardo Palma.
Podrá también como en el bellisimo Ostracismo de los Car^
rera, que devorábamos fascinados en nuestra primera juven-
tud, ó en el sensacional Faamdo, por ejemplo, presentar un
poema lleno de atractivos, brillante de colorido, recamado de
iridescentes oropeles literarios, de juicios absolutos, majistral-
mente exornados, que logre encantar la susceptible imagina-
ción popular.
Pero esas bellezas puramente literarias nunca podrán impo-
nerse al criterio inquisitivo de los hombres pensadores y aus-
teros, como narración fiel y desapasionada de los anales d© un
pueblo, ó de los hechos de un hombre, por más que éste sea el
feroz Quiroga, ó el intrépido flibustero Carrera, ambos á cual
más bárbaros en la violencia siniestra de sus pasiones y de sus
atroces hechos.
De este modo, en vez de ser la historia verídica y co^nprobada
de una nacionalidad, ó de un personaje más ó menos sobresa-
liente, en épocas determinadas, dejenerará en un romance ei-
'1
orito en prosa correcta y atractiva por algun fecundo y poco
escTupnloao novelista . Podrá ser mi poema pictórico sin la ri-
ma ni las licencias poéticas; pero nunca será un libro de oon-
Bnlta, de estúdio,y lo que es más, de respetable enseñanza.
Podrá juzgársele bajo la misma férula majistral con que ©1
doctor López flajela sin piedad al señor Vicuña Mackena del
modo siguiente por su Ostracismo de los Carrera.
« Lanzado el escritor novelezco en este campo de fosfórica
« fantasía, todo lo modifica con un singular desembarazo, y si
« no fuera proverbial la ligereza de las alas con que sabe atra-
« vesar las cosas do la historia, tendríamos derecho á enros-
« trarle faltas de honradez literaria que en ¿1 no sou tal vez ./3
« sino meras tentaciones de justificar ej colorido falso que dea- ■ k
« de el principio habia resuelto dar á su obra.;' ;S
y en otra parte, refutando afirmaciones realmente fantásti- ^S
cas del mismo fecundo escritor chileno, le dedica estas acerbas '.^
expresiones ( Tomo 3.° páj. 742 ) : ' ' ■
« Que don José Migiiel Carrera haya sido el amigo predi-
lecto de Ramírez, y que éste cubriera con su poder los esfuer-
zos que el otro hacia para fonnar una división, é- ir á apoderarse
de Cuyo, es cosa que nadie ha puesto en duda. Pero deducir de
esto, y asentarlo como hecho histórico; que Carrera haya pre-
dominado, en sil propio nombre, sobre los partidos argentinos:
que haya gobernado per sé, tenido bandera ó jurisdicción suya,
en la política argentina, ni sido otra cosa que un apéndice al
servicio de cosas y de hombres de quienes él dependía, es on
antojo inocente que solo ha podido tener el que haya querido
escribir un panfleto en Ingar de un libro: un romanra sin nin-
gún valor literario, y vulgarmente escrito en la manera del Fa-
cundo: que esa nucstraMstoHa real,lo que una mascarada de
Carnaval á nuestra vida ordinaria. »
El delirio del odio en un historiador es tan censurable y
— 84 -
enfermizo como el delirio de la alabanza y de la admiración. Am-
bas disfrazan la historia cuando obedecen su pasión y su fan-
tasía, emancipándose de probar lo que afirman. El doctor Ló-
pez ñilminando á Artigas, y Vicuña Mackoxia endiosando á
Oarerra, se han hecho reos de la mismísima culpa .
•íá^í®(£3^*
Nuestras afirmaciones tendrán su comprobación
documentada. Cómo debe escribirse la Historia
y cómo se ha escrito este iibro.
En algunos casos, los detractores BÍstemáticos de Artigas y
de algunos caudillos provinciales argentinos, han observado
un proceder análogo al que acabamos de censurar, cuando han
pretendido escñbir la historia de los hechos de aquel, ó las
condiciones de su poder y de la política que lo guiaba .
Nosotros nos proponemos adoptar un método díametral-
mente opuesto.
No nos atreveremos á emitir una afirmación cualquiera sin
apoyarla en pruebas y documentos auténticos.
Nuestra publicación no podrá ser, pues, una historia, sino
mas bien una compilación documentada, cu3ras pruebas servi-
rán al verdadero historiador para autenticar y fundar sus
futuros iuicios y afirmaciones. Nos será así muy grato que
pueda decirse de nuestro libro, lo que se ha dicho de un his-
toriador moderno que ha acumulado muchas comprobaciones
en su obra, «que no circula el aire en ella como entre una
frondosa arboleda, tal es la exuberancia de documentación
con que ahoga casi el texto.»
Mediante nuestra labor y perseverancia esperamos asom-
brar al lector reflexivo con la multiplicidad é importancia de
los documentos que hemos recopilado en cuyo texto mejor que
eu nuestras afirmaciones podrá conocerse con exactitud la es-
tricta verdad de loa principales hechos relatados. (*)
(*) Desde 1881 hemos tenido en Uontevideo alganas veces hasta tres
escribientes b1 mismo tiempo copiando diaríunente en los archivos de
i''
Beconocemos que en multitad de casos, un documento pú-
blico puede fácilmente falsear la verdad, y tacer incurrir en
graves errores al observador que intente guiarse exclnsiva-
mente por él, como norma de sus juicios.
Pero cuando ana serie de hechos concordantes entre si,
coincide virtualmente y se ratifica con los juicios ó declaracio-
nes de ese documento, explicándolos este, y robustecién-
dolos, entonces la historia confirma y legitima esa fuente de
informes fidedignos. Una vez fortalecidos estos de ese modo,
solo la parcialidad mas ciega podría recusar sus comprob^io-
nes ó rechazarlas.
Es asi como la hintoña viene á revestir tales documentos,
de una inapelable autoridad.
Los c¡uo publicaremos merecerán ©levarse á esa respetable
categoría, y esperamos confiadamente que, inducirán á com-
partir nuestras opiniones á los hombres ^e recto ó imparcial
criterio en una y otra orilla del Rio de la Plata, los que Basta
ahora se han dejado impresionar por la corriente de difama-
ción y de impostura que durante tantos años ha predominado
la Jauta Económica multitud de documentos entre la poca conocida
acumulación de libros y manuscritos del extinguido Cabildo depositados
allí; importunan Jo ¿ su obsecuente y solícito depositario el señor don
Nicolig PoKolo, asi como más tarde en el nuevo Archivo Nacional y en
la Biblioteca dirijidas por el progresista é ilustrado doctor Uascaró;
siéndonos grato presentarles en esta ocasión á nno y otro nuestros ti-
tos agradecimientos.
AI mismo tiempo que desenterrábamos asi multitud de preciosos do-
cumentos ignorados, y no contando sino con escasísimos recursos, em-
pleábamos en Buenos Aires dos escribientes destinados & copiar desde
1882 valiosos documentos de laa colecciones de antiguos impresos que alH
se conservan y la mayor parte de los cuales no son conocidos aquf, bus-
cando al mismo tiempo otro^ en Santa Fé, Entre-Rios, Corrientes, Cór-
doba y Paraguay; y en la Tecina Provincia de Rio Grande, merced & la
bondadosa colaboración del distínguido Cónsul Oriental don Teodoro
Barbosa.
-ar-
en absolnio en aquellas, adtilteraiido y matilando la liistoría
de Artigas y la de sa grande ¿poca, con vergonzoso desdoro
de la misma lústoria americana.
No concltiiremos sin emitir algunas opiniones sobre la regla
capital que debe presidir segnn nuestro criterio en toda labor
histérica, despojadEi de reprensibles ó injustas predilecciones.
Entendemos que la historia política debe escribirse como
lo hoce lord Maoaulay, cuando denuncia é. la reprobación de
sus compatriotas á los estadistas ó á. los políticos qne en situa-
ciones especiales, antepusieron sus conveniencias personales, ó
su ambición de mando, á la f¿ de sus juramentos y deberes.
Con mano inflexible revela el grande historiador la desleal-
t-d y la traición alli donde las encuentra, bien sea el delicuen-
te el Almirante de nna escuadra, como Lord Kuaell, ó bien el
gran jefe militar de la Inglaterra como el duque de Malbo-
rougb, para condenarlos ante la opinión pública de su pais
como pérfidos tránsfugas de la causa de la Constitución y del
fiel vasallaje que habian solemnemente jurado al nuevo Bey
de Inglaterra, el Príncipe de Orangé.
Habrá demasiada severidad, acaso excesiva y austera intran-
sigencia en estos fallos, pero es así como creemos que única-
mente puede enaltecerse la causa de la moral y de la justicia,
si se quiere producir en la susceptible conciencia popular una
saludable y aleccionadora impresión. Sin esta condición puri-
ficadera la historia tiene que falsear su noble misión en la edu-
cación y perfeccionamiento de las sociedades humanas y sus
directores y gobiernos,
Del mismo modo, el ilustre Simondi en su «Historia de
los Franceses» combatiendo ó menospreciando preocupaciones
nacionales {de las que él como suizo podía emanciparse fácil-
mente) ha fiajelado sin consideración algunas de las grandes
fijaras históricas á las que los franceses están acostumbrados
& rendir secular admiración y afecto. Para él, idólatra de la
— 88 —
libertad constitucional, la grandeza territorial ó la unidad de
la Francia eran justamente muy secundarias ante la conside-
ración de los progresos en la civilización en sus insti-
tuciones, y sobre todo ante el fortalecimiento de la gran
causa de la libertad. Los grandes héroes franceses son
ante su inexorable tribunal despojados de su gloria, y conde-
nados como Francisco I y Enrique IV, el uno como un déspo-
ta brutal que dá en tierra con el poder de los Estados Genera-
les y todo réjimen parlamentario, y el segundo como un trai-
dor á la libertad religiosa.
Del mismo modo trata á sus estadistas, cuando estos renie-
gan de la justicia y do la moral, como el audaz, astuto y temi-
ble Cardenal Richelieu, esa Eminencia Roja, á quien execra
como á un monstruo de duplicidad y de crueldad.
Guizot en sus célebres Lecciones sobre la Civilización Fran-
cesa ha seguido el mismo plan de severa inflexibilidad luoral,
deprimiendo ante el fanatizado espíritu francés, las glorias mi-
litares que quince años antes y treinta años después, venian á
ser la perdición de la Francia belicosa y conquistadora, ávida
de engrandecimiento territorial y de dominio intemacionaL
No buscaba inescusablemente como Henri Martin en su mo-
numental Historia de Francia la causa y explicación de grandes
hechos y crimenes históricos, en el feroz é implacable antago-
nismo de razas, doctrina sostenida por su gran maestro Thierry,
razas destinadas fatalmente á combatirse á muerte; ni glorifi-
caba el espíritu de conquista de una Francia formidable é in-
vencible, pero al mismo tiempo despótica y avasalladora de
otras nacionalidades; enalteciendo esas corruptoras y culpables
aspiraciones como el sueño dorado de todo leal francés.
Por el contrario enzalzaba los grandes caracteres y las no-
bles virtudes que concillaban el pacifico y legitimo engrande-
cimiento de la Francia, con el perfeccionamiento de sus insti-
— 89 —
tuciones poKticas y con la conquista y firmeza de sus libertades
públicas.
Es de este modo, y tratando de imitar tan ilustres maestros,
como entendemos que debe escribirse nuestra liistoria america-
na emancipándola de esas condescendencias y sumisión ciega á
la consigna de partidos tradicionales que han hecho su época,
que hoy no tienen razón de existir, sino como indiciados ó
acusados de graves culpas y errores ante la barra de una in-
flexible y serena justicia liistórica.
Algunos historiadores argentinos han creído á ciegas en el
aforismo latino : « Historia quoqiio modo scripta ddectat»
Pero hoy no basta con el hecho superficial de que la histo-
ria escrita de cualquier modo pueda deleitar y agradar . Es
indispensable que ella enseñe, corrija, y moralizo como lo hace
la filosofía de la historia; y para esto necesita inspirarse en la
. justicia, y en la verdad. Para hallar esta última, que tanto se
esconde a las miradas ptofanas y superficiales, es indispensa-
ble también revolver archivos, desenterrar legajos, rebuscar
documentos, investigar afanosamente; y obtenido ese rico cau-
dal de hechos, subordinar las flores de la retórica y las belle-
zas del estilo á la exactitud y autenticidad de las pruebas que
aquellos proporcionen .
Lord Macaulay, como todos los hombres de gran genio, ha
formado una escuela histórica; pero al mismo tiempo que poe-
tiza con su vivaz y pictórica imaginación todo cuanto toca, en
lo que el doctor López lo ha tomado como un modelo digno
del discípulo; jamás prescinde de la verdad comprohadUy sien-
do tanto mas investigador y exacto cuanto es mas brillante.
Y así mismo, escritores ingleses de mérito han atribuido á
muchas de sus afirmaciones el orijen de las viejas baladas feu-
dales, como podria haberlo hecho con sus narraciones, algún
historiador español, buscando en el ilomancero español la le-
yenda primitiva.
— 90 —
Prescott con su Conquista de Méjico y del JfeíTi, con su ffiff-
toña de los Beyes Católicos Femando é Isabel, y sobre todo con
BU «Historia de Felipe II»; y Motley con su famosa Historia de
la Bepública Holandesa, han observado el miümo plan.
Han unido á la belleza de la frase, al sobresaliente j variado
colorido local, á los rasgos esculpidos con un cincel maestro,
que hacen de sus preciosos libros poemas inimitables llenos de
irresistible seducción, ante todo han unido, decimos, la rigo-
rosa exactitud histórica, recorriendo al efecto ambos los miles
de legajos de los abundantes Archivos españoles, pasando da
Simancas áParis, á Londres, á Viena á Amberep, á Venecia,
á fin de hallar en sus archivos recien abiertos á la ávida in-
vestigación moderna, la verdad estricta y minuciosa de cuan-
to debían afirmar. Asi han podido hacer vivir al lector en las
épocas que describían, y sea con aquel sombrío verdugo de sos
subditos, sea con los indomables flamencos, asistido á los he-
chos de uno y otros como si iuera contemporáneo con ellos.
La historia necesita ante todo escribirse con entera liber-
tad, sin sujeción á convencionalismos de partido, á compromi-
sos de facción . No nos referimos á esa libertad negativa en que
el historiador puede emitir sus juicios y pareceres individual-
mente, sin que ellos hallen eco en la opinión pública, desde que
BUS conciudadanos no se interesan ni apasionan en ellos, por
que esos juicios por lo exóticos y atrasados son como las flores
que se crian artificialmente en un invernáculo; sino á esa li-
bertad activa, llena de vida y ardor, en que el pueblo participa
de las profundas emociones que el historiador puede producir
con sus grandes cuadros dramáticos, con sus majistrales des-
cripciones, en las que reviven, luchan, y se agitan los grandes
ciudadanos; en las que se vé correr la sangre de los mártires
de una noble causa; en las que se siente palpitar el corazón de
la vieja patria, conmovida ante las catástrofe, ó entusiasmada
ante sus nobles triunfos . Lamartine con su Historia de los Gi-
ff
— 91 -r
rondinoa nos ba dado on ejemplo de esta última, y la tremenda
■revoluoion de 1848 en Francia, iniciada en part« con motivo de
ese Ubro, dá la medida de la influencia qae tal clase de historia
puede ejercer en un pueblo viril .
A ese plan lúatórico que requiere en su movimiento y desar-
rollo el aire libre, y la animación de la vivificante brisa popu-
lar, es al que debemos dar preferencia, porque en él están in-
teresados ardientemente, en cuanto á esta nación, loa ciudada-
nos que hasta ahora han creido deber contemplar en los
primeros antecedentes de esta Hepública solamente épocas de
triste y aun vergonzosa recordación, allí mismo donde ha de-
bido verse una decada de gloriosos anales, de noble y generosa
lucha, de supremo y arrebatador entusiasmo.
El eminente historiador inglés lord Hacaulay estudiando la
guerra de la independencia de la Escocia contra la Inglaterra,
hace una observación muy justa, que es muy aplicable á la di-
rección de la guerra dirigida por Artigas contra los Portugue-
ses, y á sus consecuencias.
El highlander, habitante de las tierras aJtas,ó sea de los dis-
tritos montañosos de Escocia, fuerte, varonil, bravio, hostili-
zando siempre y mirando con menosprecio á los habitantes de
las tierras bajas, más civilizados, pero más dóciles y accesibles
al odiado dominio de la Inglaterra, ha sido siempre considera-
do, y lo es hoy más que nunca, como el verdadero y noble ti-
po de la raza independiente de esa extinguida y gloriosa na-
cionalidad escocesa. Es al Highlander, &l montañés áspero y
selvático como sus sierras, al que han enaltecido los historia-
dores patrios por sua tremendas batallas, mediante las cuales
desde el siglo décimo cuarto conquistó la libertad de su país;
es á él id que han cantado sus grandes poetas como "Walter
Scott y Bums, inmortalizando sus hazañas, recordando su Bru-
ce de Bannockbum, al que le han dedicado sus espléndidas es-
trofas, laa mismas que en Buenos Aires nos hacían declamar
"3
'■4
— 93 —
en nuestra niñez nuestros ilustrados preceptores Bauísay y
Bae, como la poética y varonil expresión del sentimiento na-
cional.
«Hail Caledonia stern and TCÍld!
Meet nurse for a poetic child ! :>
Preguntadle al escocés mas culto, al educado en sus Univer-
sidades, y veréis como el montañés de las tierras altas, el bár-
baro, como barbara llaman hoy López, Mitre y Sarmiento á la
democracia oriental que seguía las banderas de Artigas en de-
fensa del patrio suelo, ha venido á ser la más noble y viril
personificación de todas las glorias, de todas las aspiraciones
de su indomable raza.
Los orientales de 181B ante el espectáculo de sus sufri-
mientos, de sus batallas, do su ruina, podrían repetir la espre-
siva frase usada por el Parlamento Escocés en su célebre nota
al Pontífice Romano:
«No hemos combatido por la gloria: no hemos peleado por
« riquezas ni por honores: hemos luchado solamente por la
« libertad, por esa libertad que ningún hombre de buena
« voluntad debe abandonar sino á precio de su vida . »
Hay injusticias irritantes que á este respecto revelan cuanto
se perpetúan y arraigan las tradiciones de odio de una época
remota, revividas y prohijadas por hombres eminentes en las
letras y en la política.
El general Mitre, por ejemplo, en su monumental Historia
de Bdgrano y de la Independencia Argentina, siempre que se
trata de Artigas, se deja dominar del modo mas reprensible
por aquel sentimiento menguado.
Para él es la barbarie la que prepondera, dirije y actúa en
todas las aspiraciones independientes de la democracia orien-
tal El pueblo, las muchedumbres que aqui como en todas laa
provincias daban su mas enérjioo oontínjente ¿ la causa de la
libertad, se convierten por la acción del odio del autor, transfi-
gurado en el heredero de los ódioa directorlales de 1814, en
una liorda.
Los mismofi Torrente, García Caraba j otros historiadores
españoles que han narrado minncíosameiite los principales
incidentes de la gran guerra de la independencia, deprimiendo
bíu miramiento á los insnrjeutss, calumniándolos, presentán-
dolos bajo los colores mas odiosos, uo han sido en su fanatismo
realista tan extremados ni tan violentos en su vilipendio con-
tra loa americanos patriotas, como lo son Mitre, Sarmiento y
López, en ]a tierra de los misioneros San Martin y Alvear, del
. oriental Artigas, del tucuraano La Madrid, del cordobés Paz,
de loa sáltenos Alvarado y Güemes, en la tierra en que cada
provincia daba su continjente de sangre y su ramo de laurel
& la gloria patria. Así han azuzado rencores casi seculares y
bastardeado la revolución argentina, en cuanto á la provin-
cia oriental, como la obra de un salvajismo charrúa poco
menos que arreado y alineado en fila por las tropas do línea
del ejército de Buenos Aires,
"^ A las primeras páginas de la mención quo el general Mitre
hace del entusiasmo con que los paisanos ricos y pobres de la
Provincia Oriental abandonaban sus hogares para luchar con-
tra los españoles en defensa de su libertad, ya en ellas revela
y deja ver el espíritu parcialísimo, tan parcial como puedo ser-
lo el odio con que ha de tratar todo cuanto se relacione con
Artigas y sus actos en favor de la independencia oriental.
Para reconocer cuan exacta es nuestra afirmación, véase có-
mo ae expresa al respecto en la página 432 del tomo 1°.
« Kesuelto el gobierno patriota á hacer un esfuerzo supremo
para apoderarse de Montevideo, había puesto sobre la costa
occidental del Uruguay un ejército de cerca de seis mil hom-
bres, de los cuales apenas tres mil podían reputarse soldados .
M resto perteneáa á loa bandas indisciplinados y mal armadas
-i
— M —
giie acaudiUaha D . José AHigas, cSlébre ya por algunos hecfios de
amias y por su prestigio entre las masas populares.
Esas bandas, auxiliadas por doscientos veteranos de Buenos
Aires, habían obtenido la gloriosa victoria de las Piedras, uno
de los más completos y espléndidos triunfos de la emancipa-
ción arjentina, desde que la totalidad del ejercito español ha-
bia tenido que rendirse con sus jefes y oficialidad, con sus
armas y bagajes, y desde que con esa victoria so arrancaba de
raiz el poder español en toda una importantísima provincia,
encerrándolo mortalmente heridido y postrado dentro de las
murallas de Montevideo.
Ahora bien, para que se evidencie acabadamente la incalifi»»
cable injusticia con que se juzgan por tales historiadores los
acontecimientos en que ha intervenido Artigas, permítasenos
completar la anterior trascripción presentando el juicio real-
mente monstnioso que el mismo autor hace de esa misma ba-
talla de las Piedras, y su oríjen fantasmagórico.
« Este proceso ( Tom. 1.** páj. 367, el que se le formó á
Belgrano por su campaña del Paraguay), fué la ocasión de un
verdadero triunfo para este, mientras que la resolución que lo
habia sentado en el banco de los acusados, era el blanco de las
inculpaciones severas de la opinión pública, que le atribuía
todos los desastres que habían tenido lugar en el intervalo
transcurrido. La hafalla de las P/cdras^ preparada por las ope-
raciones de Belgrano y ganada quince días desp2(es de entregar
el mando del ejército de la Banda Oriental^ corono con la palma
del triunfo á la administración nacida del movimiento del 5 y
6 de Abiil. El sitio de Montevideo que fué la consecuencia de
esta victoria, y actitud del ejército del Alto Perú sobre el
Desaguadero, último límite del vireinato, hicieron esperar por
un momento, que el nuevo gobierno acabaría por dominar
completamente la situación . »
Comprendiendo la Historia de Belgrano tan múltiple nú-
— 95 -
mero de hechos ea tan distintos territorios, se comprende
que el general Mitre haya omitido presentar sus pruebas;
y nada habría que decir de él en justicda, si ese lijero error
no estuviese destinado á investir al general Belgrano de una
gloria de que jamás tomó parte alguna aunque le bastaban y
le sobraban las que conquistó por si propio.
El general Mitre ha procedido sin embargo en esa omisión,
con la más atroz injusticia,porque al fin su grandiosa obra noea
solo la Historia de Bégrano, sinó la de la Independencia Ar-
gentina como lo dice en su título; y todo cuanto se relaciona
con este grande hecho habría debido merecerle una especial in-
vestigación, un laborioso examen, y sobre todo una ímpareial
y estricta veracidad .
Pera como la batalla de las Piedras fué exclusivamente gana-
da por el general Artigas, el odiado gefe oriental, era necesa-
rio rehacer una historia especial, truncar los hechos, suprimir
la verdad del modo más incalificable, y no dedicar A esa céle-
bre batalla mks importancia que la de un nolo renglón men-
cionándola iricidentalmente como un hecho cualquiera, sin
nombrar á sn autor, y atribuyéndole á otro su dirección.
Deberíamos dedicar algunas páginas á dislates de esta clase,
deduciendo de ellos la conclusión más lógica y justa; pero te-
nemos necesidad de pasar adelante, limitándonos por ahora á
justificar nuestras afirmaciones transcribiendo aJgunos docu-
mentos oficiales que nunca se han publicado en la República,
y que por lo mismo serán leídos con grande ínteres; á la vez
que atestiguan de una manera irrefutable la veracidad de nues-
tros asertos sobre la separación del general Belgrano del
mando del ejército, y su ninguna parte en la preparación in-
dicada por Mitre de la batalla de las Piedras por ese gefe,
Hé aquí copia del oficio dirigido por el General Rondeau á
la Junta Gubernativa de Buenos Aires, dando cuenta de ha-
berse recibido del ejército; y el que se halla inserto en la Ga-
ceta de Buenos Aires de aquella fecha, así aómo la nota del
General Artigas que también reproducimos.
« Don Manuel Bdgrano etitrega simando del ejército al nuevo
general D . José Sondean, que avisa de ello, y de las demos pro-
videncias queha tomado en conseaienda.
Exmo. Señor:
Encargado ya del mando de este ejército, dado á reconocer
por segundo jefe al teniente coronel don Martin G-alain y por
comandante principal de la milicia patriótica al de la misma
clase don José Artigas, todo conforme al acta y decreto que
V. E. 56 sirve dirijirme con oñcio de V. E. del pasado: es mi
primera atención tratar de la reunión, arreglo y organización
de él, de que impondré á V. E. en adelante, pues ahora el cor-
to tiempo de tres dias, que hace que me recibí del mando, no
permite más, porque aun hay tro]>as á retaguardia que vienen
marchando, y otras que ya operan muy avanzadas, y se hace
indispensable esperar la incorporación de aquellas y noticias
que he pedido de éstas.
Penetrado del mas vivo reconocimiento con que esa capital,
sus jefes militares y V. E. me distinguen, ofrezco esforzar mis
escasos conocimientos, actividad y celo, á fin de lograr las
ventajas incalculables, lo que no tengo por dificultoso, en fa-
vor de nuestra causa, principalmente ,cuando han sido tan
felices los primeros sucesos de nuestras armas en los pueblos
del Colla y S. José; pues aunque no estoy bien impuesto en el
pormenor de estas acciones, como que los part«8 fueron dados
a] Sr. Vocal D. Manuel Belgrano, quién los habrá elevado á
V. E., he recibido ayer los prisioneros del segundo puesto, y
librado las correspondientes órdenes para que continúen ¿ esa
capital . Estos hechos que seguramente han alentado é, naes-
— 67 —
tros hermanos, y consternado de necesidad á los enemigos de
la sagrada causa, y sus caudillos, como también la reunión de
gentes que cada vez se aumentan mas á favor de éUa, ofrece
el resultado favorable á que aspiramos, luego que baga sus
marchas este respetable ejército.
Dios guarde á V. E. muchos años.
«Cuartel General de Mercedes, 5 de Mayo de 1811.
Exmo. Señor :
José Rondeau»y>
Exma. Junta Provisional Gubernativa de estas provincias.»
Hé aquí ahora la nota á que hemos hecho referencia antes
en que el general Artigas dá á conocer la organización que él,
y no Belgrano, habia dado á sus fuerzas, con las que p reparó
la batalla de las Piedras, once dias después.
Excmo. Señor :
Habiendo pedido con fecha 4 del corriente al teniente
coronel don José Artigas, comandante general de milicias de
caballería patriótica una noticia de la fuerza disponible que se
halla á sus órdenes; me dice en contestación lo siguiente:
« Operan bajo mi mando 1113 hombres que tengo distribui-
dos en varios puntos, con el fin de que sigan los buenos efectos
que ha producido el movimiento general de esta campaña.
Al pueblo de Jolinas y Maldonado guarnecen 300 hombres
al mando de don Manuel Artigas, con orden de avanzarse has-
ta Pando: otros 160, al mando del capitán don Baltasar Bar-
gas, corren desde el Canelón hasta el Colorado, y 200 más al
8
de don Antonio Pérez, se aprozimaii Hasta el mismo campa-
mento enemigo qne actoalmente ae halla en las Piedras, y se
compone eus fiíerzas de 800 hombrea con cuatro piezas de arti-
llería de 2 y 4. ■
Estos insurgentes al mando de Posadas han acabado con laa
vacas lecheras, y comienzan ya á, sentir la falta de víveres, que
no pueden adquirir en razón de que nuestras partidas los opri-
men por todas partes .
Con esta fecha (que es la de 7 del corríente) he comisionado
á don Femando Otorguez para que tome la caballada, y gana-
do de la Estancia del Bey, único refugio en que podrían tener
esperanza nuestros enemigos, y para ello lleva 50 hombres.
La demás fuerza hasta los 1113 hombres detallados, se ha-
llan reunidos en un campamento que tengo formado sobre éste
río de Santa Lucia, i la banda del Sud , »
También me ha remitido don Venancio Benavides, desde el
Colla, una razón de la fuerza de su división que asciende á 984
plazas, con la cual debe poner sitio á la Colonia, según plan
acordado con el señor Belgrano, y aprobado por mi, á fin de
cortarles todo recurso y favorecer la deserción de 350 hombres
que se encierran allí, los más patríelos, y deseosos de escapar,ó
separarse de los enemigos de la causa oomiut ,
Todo lo que participo á V. E. para su superior inteligencia.
Dios guarde á V , E . muchos años.
Cuartel General de Mercedes, 11 de Mayo de 1881 .
Exmo. Señor:
Exma . Junta Gubernativa de laa provincias del Rio de la
Plata.»
— 99 —
Treinta y siete diaa antes de la batalla de las Piedras, veise
oomo se expresaba el general Artigas dírijiándo?a á sus cOm-
prOTÍncianos en una proclama que nunca se ha publicado aqni
y & cuya inserción nos anticipamos ahora pava demostrar la
ninguna participación que pudo tener > el general Belgrano en
aquella, desde que Artigas asumía ya U posición militar en es-
ta Banda que se deja ver por sus enérgicas palabras al ponerse
en campaña:
"Froolaou del general don José Artiga» al ejército de la
Banda Oriental.
« Leales y esforzados compatriotas de la Banda Oriental del
Rio de la Plata; vuestro heroico entusiasmado patriotismo ocu-
pa el primer lugar en las elevadas atenciones de la Exma.
Junta de Buenos Aires,que tan dignamente nos rpg'?iitea. Esta,
mdvida del alto concepto de vuestra felicidad, os dirige todos
los auxilios necesarios para perfeccionar la grande obra que
habéis empezado; y que continuando con la heroicidad, que es
análoga á vuestros honrados sentimientos, extei'iiiineis á esos
genios discolos opresores de nuestro suelo, y refractarios
de los derechos de nuestra respetable saciedad. Dineros, mu-
niciones y tres mü patriotas aguerridos son los primeros so-
corros con que la Exma. Junta os dá una prueba nada equívo-
ca del interés que toma en viiestra prosperidad; esto lo tenéis á
la vista, desmintiendo las fabulosas expresiones con que os
habla el fatuo Elio, en su proclama de 20 de Marzo. Nada
más doloroso á su vista, y á la de todos sus facciosos, que el
ver marchar con pasos magestuosos, esta legión de vaUentes
patriotas, que acompañados de vosotros van á disipar sus am-
biciosos proyectos; y á sacar á sus hermanos de la opresión en
que gimen, bajo la tiranía de su despótico gobierno.
« Para conseguir el felix éxito, y la deseada felicidad á que
— 100 —
aspiramos, os recomiendo á nombre de la Exma . Junta vues-
tra protectora, y en el de nuestro amado jefe, una unión fra-
ternal, y ciego obedecimiento & las superiores órdenes de los
jefes, que os vienen á preparar laureles inmortales. Union, ca-
ros compatriotas, y estad seguros de la victoria. He convoca-
do á todos los compatriotas caracterizados de la campaña; y
todos, todos se ofrecen con sus personas y bienes, á contribuir
á la defensa de nuestra justa causa.
« A la empresa compatriotas! que el triunfo es nuestro: vencer
ó morir sea nuestra cifra; y tiemblen, tiemblen esos tiranos de
haber excitado vuestro enojo, sin advertir que los americanos
del Sur, están dispuestos á defender su patria; y á morir antes
con honor, que vivir con ignominia en afrentoso cautiverio.
Cuartel General de Mercedes, 11 de Abril de 1811.
José Artigas . »
En el testo de la obra insertaremos muchos documentos ofi-
oíales que confirmarán nuestro aserto, impugnando la absurda
añrmaciou del general Mitre de que es el general Belgrano
quien preparó con sus medidas la gran victoria de las Piedras.
Permítasenos por último, antes de concluir , hacer una de-
claración que no amengua nuestros escrúpulos ni aminora la
responsabilidad que aceptamos.
Nos anticipamos perfectamente á las tremenda» resistencias
que nuestro libro sublevará entre la multitud de enemigos que
la calumnia ha creado al nombre de Artigas, aún en su mismo
país, y sobretodo en el nuestro .
, Este libro no se ha escrito para los partidarios irreconcilia-
bles ó inconvencibles^ cuyas convicciones y juicios obedecen
ciegamente á sus ineradicables preocupaciones. La infatua-
ción, el fanatismo por lo general no se corrijen.
— 101 —
Soa incuiableB, como toda profunda aberración mental. Casi
podría decii'se que responden á alguna crónica lesión orgánica
de Tin encandecido cerebro.
Las mismas pruebas que debieran arrancarles sns errores,
los reagravan y exasperan. El alma humana en ciertos politi-
003 partidistas padece de ofuzcaates cataratas que interceptan
la clara luz de la evidencia, y rechazan toda tentativa de cor-
rección ó de enmienda.
Sabemos de antemano que seremos condenados y escarne-
cidos sin audiencia ni apelación por esos enfermos del alma.
Xios dejamos á su insania.
IVera de estos tendremos asi mismo al frente muchos ad-
versarios, muchos censores inexorables.
Su número y su importancia no nos arredrarán desde que
acaten la verdad sabida, guarden buena fé, y se inspiren en
sentimientos leales. Kepitiándolea la célebre frase del gene-
ral Griego, esperaremos que antes de agredimos tíos escuchen.
Bajo estas condiciones, estamos persuadidos que los atrae-
remos á nuestras opiniones, y que harán justicia á la rectitud
de nuestras inspiraciones y propósitos.
Tenemos tal confianza en la fuerza de nuestras comproba-
ciones que abrigamos la esperanza de que hemos de atr¿erriOí<
& muchos de nuestros antagonistas, convenciéndolos de su
error, aumentando asi el número de los que como el incrédulo
apóstol Pablo, se convierten á la verdad ante la irresistible
luz que les entra por los ojos .
^
Como pronuncia su fallo la Historia imparcial-
Dos grandes hechos históricos.
Pennítasenos una oliserTacion qne servirá é. rectificar en
algimoa adversarios leales el jtiício hostil i Artigas j sns
Betos, que ba venido agravándose desde 1813 como una con-
denación inapelable .
Las generaciones argentinas, y aán las portuguesas, y des-
pués brasileras, que lian pasado desde 1812 no han podido s^
ainó muy parciales en sns juicios y en sus fallos .
No son por lo mismo el tribunal mas competente é irrecu-
sable para apreciarlos.
Ean sido actores, victimas y victimarios, en unos mismos
sucesos . Se han dejado dominar ya por sus impulsos vengati-
vos, ya por sus sentimientos apasionados, ya por sus intereses
del momento más ó menos lesionados.
Han hecho abstracción de toda equidad, de toda justicia, de
toda razón.
Todos los actos de Artigas, fuesen las que se fuesen las cir-
cunstancias y las causas y móbiles que los producían ó los im-
ponian como una snprema necesidad, han sido un crimen ó
nna culpa ante el criterio apasionado de portugueses y argen-
tinos.
Cada uno ha sentido y ha formulado sns juicios dentro del
radio de su acción ó de sn sufrimiento personal, según sus ím-
petus y pasiones, y según lo que veía al frente. Han sentido
pues los efectos, y no han podido ni querido darse onenta d»
las causas.
Pero la historia no puede ni debe modelarao por ese raqui»
ívTW'ií; -otVJ
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— 104 —
tico molde . No debe someterse al criterio de las venganzas, de
^\ los rencores, de las pasiones personales que son la mayor parte
de las veces un falso prisma para las acciones humanas .
Es de este modo como muchos de los suatos mas nobles y
admirables de Artigas, han sido interpretados con la mas refi-
nada, y, perdónesenos la palabra, desvergonzada malignidad.
No se nos reproche el calificativo, porque vamos á dar la
prueba de su justicia.
De ello dá un repugnante ejemplo el mismo ilustrado doctor
López, al referirse como de paso, y muy por encima al nobilí-
simo hecho del general Artigas de poner inmediatamente en
libertad á los siete jefes de cuerpo, todos enemigos suyos, que
el gobierno revolucionario de Buenos Aires le enviaba engri-
llados para que pudiese saciar en ellos una venganza, que no
estaba en el carácter elevado del caudillo oriental
El doctor López afirma que los devolvió lyorque no eran los
que él habia pedido, uno de los cuales debia ser el Canónigo
Figueredo !
Al menos, el general Mitre con mucha mayor altura recono-
ce en su Historia de BélgranQ que los devolvió «por un rasgo
de nobleza».
Muchos de los contemporáneos de Artigas lo han juzgado
bajo la presión de los rencores del dia y al través dé la atmós-
fera viciada del odio personal .
Con esciisas. excepciones y bajo el punto de vista histórico,
los juicios mas rectos y serenos, sobre, todo los mas imparcia-
les, son casi siempre los que se formulan desde lejos, años des-
pués de los acontecimientos que se quiere juzgar.
Bajo la presión de su imponente espectáculo y tratándose
de grandes hechos te^rminados por una catástrofe, ó por pade-
« oimientos de las müohediunbres, bo siempre el observador
puede conservar la serena independencia de su buen ^sentido
{tráctico, ni el libre juego de sus facultades y discernimiento.
— 106 —
Como sucede con los grandes cuadros de pintura mural, ciertos
hechos históricos muy importantes y conmovedores no pueden
contemplarse bien ni juzgarse fríamente, sinóá cierta distancia,
para obtener mejor una idea perfecta de su conjunto, del todo
clistinta del análisis prolijo ó inmediato de sus incorrectos ó as-
peros detalles. Hay voces contradictorias, hay defensas no es-
cuchadas todavía en la vorájine de las turbulencias civiles,
hay intereses y pasiones ardientes, que ofuzcan el criterio con-
movido dol espectador ó actor contemporáneo, haciéndole pa-
sar desapercibidos los principales incidentes y causas cuyo ol-
vido ó ignorancia . han de extraviar necesariamente el más
claro ingenio. Solo con el transcurso de los años se puede for-
mar una apreciación serena é imparcial, oyendo á acusados y á
acusadores.
Cuando el general Bernard fué enviado á Cayena á fin de
ofrecer un perdón ó indulto condicional al famoso miembro del
Comité de Salud Pública, BiUaud Varennes, deportado allí,
el inflexible BiUaud negóse resueltamente á aceptarlo.
En ei trascurso de la negociación, y habiendo conseguido
obtener alguna intimidad con el anciano terrorista, animóse
Bernard á observarle cuanto debia lamentarse que la ley del
22 Prairial que dio amplísimas facultades y poder tremendo
al Tribjinal Revolucionario, hubiese contribuido á dejar man-
chas de sangre en las nobles pajinas de la historia de la Con-
vención.
« Joven, replicóle Billaud irguiéndose con severa entereza:
«: cuando los huesos de las dos generscciones que siguen á 4a
« vuestra, se hayan blanqueado* bajo la acción del tiempo, solo
« hasta entonces podrá la historia abarcar y dilucidar bien esa
« gran cuestión. . .'. . Pero dejemos esto, y vamos á ver cómo
4c crecen en mi jardincito las cmatro palmeras qne me han en*
<c viado de la Guadalupe.»
Lo repetimos, el.fallo imparcial sobre ciertos grcuides dramas
— 106 —
corresponde en jasticiaá las generaciouea fatxai
las preocupaciones y de las pasiones que neces
tan debido predominar en los actores de esos grai
Los.
los generales Mitre y Sarmiento, ni el doctor Lope
r Berra son la posteridad imparcial y severa, peí
la lealtad del adversario contemporáneo.
: eminentes escritores se ha operado la transfusío
yectado de generación en generación desde Ckv
iejo Oriental que publicó en Buenos Aires baoe p<
; último libelo contra Artigas, y el cual los üustri
rea argentinos se han asimilado elevando á la cati
augusta historia, los denuestos de Marforío ó c
los cuentos del Barón de Trenck.
atan asi la tradición del rencor y de la venganz
a bola de nieve viene agrandándose en sn constai
basta fundamentar una colosal impostura. Pero '
x)mo ba dicho muy bien Walter Scott, discurrienc
idas populares escocesas « es una alquimia invertid
i el oro en plomo . »
30 presente, esa tradición como base de informacio
■io sobre grandes becbos pasados, puede tambie
á una de esas piras ó fogatas encendidas en iaa co!
tas á fin de extraviar al navegante, y dar á los pirt
>sta la presa de un nanlragio. Asi, se ha heobo z(
isticia y la moral histórica con los fiíegos noctumc
ulacion tradicional.
modo, y bajo el apasionado criterio de aquellos ei
>r ejemplo, en esa página de oro que ostenta el Ee
bal en 1811, con la emigración en masa de su poblf
lonando resueltamente sus hogares y sus bienes ps
bleoerse en distante y ageno territorio al otro lad
ly, en las tristes orillas del aolitario Ayuí, en Entn
— 107 —
rioe, i fin de librarse del cautiTerío ¿ que de naevo les conde-' ', j^
naba el oobude armisticio de Ootnbre de ese afioyla Tapac :
inTasion portagnesa de ese mismo período, tan elocuentemente
descrita en ta nota <de Artigas de Diciembre de 1811, al Qo- '
biemo del Paraguay; en esa página de oro, decimos, algunos,
de los actores y espectadores de tan scblime Éxodo, nos han
dejado páginas de desconsuelo, de reprobación, de rencor, qae '
sólo reñejan bqb penalidades y sus sentimientos del dia, ágenos
al gran móvil que inspiraba ese sorprendente movimiento po-
pular.
Hoy, los que contempltunos de lejos ese supremo sacrificio,
desentendiéndonos de aquellas pequeñas contingencias perso-
nales, nos inclinamos respetuosos ante ese gran drama dvico
representado por un pueblo entero : reconocemos y veneramos
el patriotismo indomable que lo produjo, y al caudillo soberbio
que lo agigantó con su inflexible iniciativa. -.-Los dolores, los
sacrificios, las espantosas privaciones soportadas, quedan olvi-
dadas en segundo término, como nn nobilísimo holocausto del
patriotismo en el ara sagrada de la libertad americana.
Los mismos detractores de Artigas que tonto lo han vilipen-
diado por ese grandioso hecho, qae es sin dnda uno de sus máe
gloriosos timbres, no han tenido sino palabras de apasionado
aplauso para la resolución adoptada en Salta por Belgrano,
con motivo de su retirada después de una desastrosa derrota.
Este hecho aunque de proporciones muy - menguadas compa-
rado con el de Artigas, tiene sin embargo algana analogía
con él, pero lo sobrepasa sin duda por la violencüa desmedida
de los medios coercitivos empleados por Belgrano, y enaltece
mas el de Artigas, desde que aquel no actuaba en aquellas dis-
tantes provincias sino como un gefe expedicionario de Buenos
Aires, de tr&nsito por allí, en tanto que Artigas lo adoptaba
en sn misma provincia, estimulado & ello por la opinión popu-
lar entusiasta y patriota.
— 108 —
Veáse cómo se expresa al reepécto un juez imparoial partí-
cipe del suceso, el general Faz; según el lo narra en sos Me-'
moñas, (tomo 1.'^ página 52).
«Hay mas aun que decir en honor del general Belgrauo.
«Hasta que él tomó el mando del ejército se puede asegurar
que la revolución propiamente hablando no estaba hecha
en esas mismas provincias que eran el teatro de la guerra.
« Cuando en principios de este mismo año {1811} enprendió
el general Pueyrredon su retirada con el ejército, nadie (con
muy raras excepciones) se movió de su casa, y esos eaiteños y
jujeños tan obstinados y patriotas, como valientes después,
86 quedaban muy paciñcamente para esperar al enemigo, so-
meterse á su autoridad sin excluir muchos empleados militares
que no estaban en ser^ácio activo. Cuando en Agosto, empren-
dió el general Belgrano la suya, la hizo preceder de un bando
fulminante mandando el completo abandono de los pueblos y
lugares que debia ocupar el enemigo. «Esiandetos decía el
bando, retirad vuestras liaciendas: comerciantes, retirad vuestro
géneros; lalradores retirad vuestros frutos, que nada quede A
enemigo, en la inteligencia que lo que quedare será entregado á loa
Uamas (1) .
« Efectivamente algo sucedió de esto, pues tuve noticia de
uno ó dos cargamentos de efectos que se distribuyeron á la
multitud ó se quemaron, y yo mismo y todo el ejercito presen-
cié el incendio de dos gruef^os cargamentos de tabaco en covos,
por la misma razón. »
Veáse como se expresa sobre esta violenta resolución de Bel-
grano el general Mitre en su historia. (Tomo 1." ptcgina 428) .
(1) „No tengo á la vista el documento & que me refiero, y loe palabras
que pongo de él son un acuerdo de mi ntemoria. Sin embargo si ha;
algtma alteración aer& muy pequeña é insabstancial. Tristan en ana
carta k GoTBneche que íaé interceptada, le dice:
„Belgrauo es imperdonable por el Bando de tantos da Agosto."
— 109 —
Lo que antye este eminente historiador constituye para el ge-
neral Belgrano una gran gloria aunque adquirida en tan dis-
tintas condiciones, forma asi mismo uno de los cargos más ca-
lumniosos que le hacen al general Artigas sus detractores.
« A mediados de Julio (dice Mitre) tuvo aviso que el enemi-
go habia reforzado considerablemente su vanguardia de Sui-
pacha, y que sus avanzadas batian el campo .hasta la Quiasa.
Todo anunciaba una próxima invasión, y en consecuencia se
previno para obrar con sus fuerzas reconcentradas . Al finali-
zar el mes recibió cuatrocientos fusiles de Buenos Aires, y con
este oportuno auxilio se dispuso á emprender una retirada al
frente del enemigo, haciéndola proceder de'^un Bando terrible^
en que ordenaba a los hacendados, comerciantes y labradores,
que retirasen sus ganados, sus géneros y sus cosechas, para
que nada quedase al enemigo, declarando traidores á la patria
á los que no cumpliesen sus órdenes, además de perderlo todo;
y por último, imponiendo pena de la vida á los que se encon-
trasen fuera de las guardias, y aun á los que inspirasen desa-
liento, cualquiera que fuera su carácter ó condición. Todos
sabian que el General sabia cumplir su palabra, y todos tem-
blaron y obedecieron, comprendiendo que la cuestión era de
vida ó muerte. En vano reclamaron el Cabildo y el Consulado.
Al primero contestó :
«No busco plata con mis providencias, sino el bien de la pa-
tria; el de Vdes . mismos, el del pueblo que represento, su
seguridad que me está confiada, y el decoro del Gobierno .
Ayúdenme, tomen conmigo un empeño tan digno por la Uber-
tad de la causa sagrada de la patria, eleven los espíritus, que
sin que sea una fanfarronada el tirano morderá el polvo con
todos sus satélites. ^> Al Consulado le decia: «La providencia
de que Ydes. reclaman se ha de llevar á ejecución venciendo
los imposibles mismos . » La conmoción eléctrica que produjo
en las poblaciones esta amenaza fulminante, las obligó á deci-
r
I
— lio —
dirse por unos ó por otros, y ¿ sacudir la apatía en que yacían.
Herida la imaginación de las masas, con aquella manifestación
terrible de una voluntad enérgica, se bailaron sAbitameute
predispuestos, como lo observa un testigo presencial « á des-
plegar esa fuerza gigantesca que ellos mismos ignoraban, y
que después ha hecho de laa provincias del Norte un baluarte
inconmovible », y así fué como el entusiasmo se inoculó en
ellas por el dolor.» Hasta aquí Mitre.
La emigración en masa del pueblo Oriental por no someter-
se á la dominación española, será siempre, y cuanto más se ale-
jen loa tiempos, un rasgo de incomparable heroísmo y abnega-
ción.
Sin someterse á aquel criterio razonador é imparcial, ajeno é.
las profimdas emociones del momento en que se daban tan
grandes pruebas de abnegación, se comprende también como
el feroz é implacable Azteca, el impertérrito Indio Juárez, hi-
ciera en 1862 estremecer de hoiTor á la Europa monárquica,
arrojándole la cabeza de su ungido Maximiliano, y despeda-
zando el corazón de los grandes traidores que se le habían ven-
dido; encandeciendo en el rayo de Querétaro la sublimo indig-
nación del pueblo mejicano martirizado por la conquista fran-
cesa,
Y sin embargo, trascurridos veinte años, el mismo invenci-
ble Juárez aparece hoy ante todos los pueblos libres de la tier-
ra, como la grandiosa personificación de lá independencia ul-
trajada, como el nobilísimo redentor de su pueblo !
La verdad y la justicia nos fortalecen combatiendo
la cruzada que se lia organizado contra el Ge-
neral Artigas.
No poc&s veces desde hace años hemos sentido profunda zo-
zobra al emprender este trabajo histórico, meditando que son
los pensadores mas aventajados de nuestra patria, y aun de
esta misma República, historiadores, literatos, políticos, y ju-
risconsultos; los que 36 han coaligado al parecer, para fulminar
un olímpico anatema sobre el indomable Capitán de la Inde-
pendencia Oriental, que nosotros, pigmeos intrusos en el cam-
po de las letras, tenemos la osodia de pretender vindicar y aún
enaltecer .
Nos damos cuenta en realidad de lo arduo é ingrato de nues-
tra tarea; porque sabemos que nada es mas difícil que desar-
raigar del espíritu de los hombres, j sobre todo de hombres
eminentes en lasletras, las opiniones ó doctrinas con que se
han imbuido desde la niñez, y que han venido afirmándose de
largos años atrás en su ánimo, hasta constituir, quizá incons-
cientemente en la mayor parte de los casos, una preocupación
nacional .
En los errores voluntarios hay siempre una invencible obs-
tinación: es el capricho de no dejarse convencer, desde que no
es la reflexión sino la pasión la que predomina .
Infatigables y sistemáticos detractores han contribuido 4
hacer que el nombre del general Artigas simbolice y represento
en la República Argentina la reacción generadora del desqui-
cio nacional, el espíritu anárquico exaltado hasta el crimen de
lesa patria , y el desconocimiento de toda forma y autoridad
— 112 —
de gobierno, de orden público y de organización poKtica conjg-
titucional .
Esa misma ciega preocupación se ha venido formando, no
solo alli sino aún en la misma tierra natal del héroe^ entregán-
dolo desde los bancos de las escuelas , con la autoridad de im-
portantes textos recomendados y aceptados por el preceptorado,
al escarnio, al menosprecio, ó al odio de las generaciones que
se han ido educando en ellos desde hace no pocos años, á pesar
de los valiosos trabajos históricos, debidos á la laboriosidad é
inteligencia del infatigable De-Maria, el primero en revindicar
las glorias de Artigas, y á la ilustrada meditación del doctor
Ramírez, de Bauza, de Pereira y de Diaz .
■
Algunos de los modernos y mas eminentes historiadores de
la República Argentina como los generales Mitre y Sarmien-
to, los doctores López y Gutiérrez, los señores Dominguez y
Estrada, y en especial y mas recientemente y con mas encono
y pasión, el doctor Berra, escribiendo en esta misma Repúbli-
ca, han coincidido en fulminar las mismas violentas censuras,
y formular idénticas acusaciones contra el general Artigas .
Casi estaría uno tentado, sino fuese porque habria irreveren-
cia en ello, en aplicar á ese coro de acordes uniformes de la ca-
lumnia en crescendo el concepto ingenioso de Voltaire, tratando
de explicar la forma como se inventaban libelos en su época.
« Hay, decia entre nosotros un grande manantial de errores
« públicos, y que es peculiar á nuestra nación. Tal es la pasión
« por los vaudevilles . Se les inventa y escribe todos los dias
« sobre y contra las personas más respetables. Sobre tan boni-
« to fundamento se oye á cada instante calumniar á los muer-
« tos y á los vivos. Así es como puede decirse entre nosotros:
« tal ó cual hecho es cierto; desde que está probado ó ratificado
« por tal canción!:»
El ritmo anti-Artiguista preludiado por el poeta Mitre ha sido
entonado en monótono diapasón por la mayor parte d# los his-
— 113 —
toriadores argentinos hasta su nota mas aguda por el doctor
López: nniformidad armónica que venimos nosotros á romper.
Aún el mismo distinguido publicista don Mariano A. Pelli-
za, tan imparcial y justiciero en sus fallos, el ilustrado, reflexi-
TO y erudito biógrafo de Dorrego y Monteagudo, deprime á
Artigas, al mismo tiempo qjxe le hace recta justicia en algunos
puntos, sobre los que ataca violentamente al señor Sarmiento
por sus juicios absolutos y ebrios de odio contra el mismo gran
caudillo oriental.
No puede creerse que por desidia en la afanosa é improba
labor intelectual, por docilidad imitativa de grey literaria, se
hayan uniformado sucesivamente estos ilustrados historiado-
res, en un mismo unisono criterio, para calumniar en fila el
gran caudillo uruguayo, anatematizar sus hechos y tendencias, y
amenguar la grandeza de su época en el vasto territorio de seis
provincias en que aquel preponderaba en 181B, en donde li-
diaba en leal combate en nombre y defensa del mismo gran
principio politice que hoy sostienen como sagrado nuestros
hijos argentinos.
En nuestra opinión, y perdónesenos tan mal juicio ante las
pruebas que aduciremos, es solamente la pasión estrecha del
localismo inveterado, el fetichismo idólatra de facción, enferme-
dades crónicas en nuestras intratables oligarquías, las que sin
duda han extraviado ú ofuzcado la clarísima inteligencia de
aquellos ilustrados publicistas.
Artigas en la Banda Oriental, Quemes al otro extremo del
territorio argentino en Salta, López en Santa Fó, Ramirez en
Entrerios, Bustos en Córdoba, en su mayor parte tan inferiores
á Artigas, han caido bajo la misma sentencia de reprobación ó
repulsión localista, que en la historia ha falseado la moral y
la justicia; y en la política interna ha empapado en sangre de
hermanos los pueblos argentinos •
8
r
— 114 —
Es ese f anatiamo localieta, esa banderita de pulpería, como lo
calificó atinadamente el General Mitre &1 cjombatir á loe sepa-
ratistas de Buenos Aires en 1867: es ese localismo, engendro
híbrido de la soberbia y de la víiílencia, el que sin dada ha
predominado en los juicios de tan eminentes escritores, indu-
ciéndolos á rechazar ó i desconocer sistemáticamento los he-
chos honorables y dignos más notorios é intergiversables, he-
chos que cuando menos, y en último caso, debian ante su con-
ciencia de fiublicistas ilustrados, atenuar la violencia de bob
cargos, y la injusticia inapelable de sus fallos.
Es así como sin beneficio de inventario, se ba aceptado la
herencia de odios tradicionales que como una implacable fe?t-
detta corsa se ha venido legando de generación en generación,
desde los políticos intrigantes, ambiciosos ó terroristas, muchos
de los cuales tomaron parte en aquellos hechos de 1811 á 1819,
y cuyos errores, cuyos delitos mismos, se atenúan y avín jus-
tifican hoy por aquellos escritores en aras de ese odio tradí-
cíonaL
Esa misma irrefrenada pasión localista, porque el espíritu de
nacionalidad en bu elevación y grandiosidad repudia tan ra-
quítico esclusivismo, es la que no les ha permitido advertir á
aquellos autores que al denigrar y amenguar sistemáticamente
la figura histórica del eminente caudillo que llena por sí solo
algunas de las mas sobresalientes páginas de esa época, deni-
graban y amenguaban también implícitamente los grandes
alzamientos y explosiones populares de 1810 á 1816, la abne-
gación cívica, el heroísmo, la infatigable euerjía, que caracte-
rizaron los primeros años de la revolución americana .
Como prueba de esto mismo, nada mas convincente y de
maa feliz oportunidad que la opinión que al respecto emite el
mismísimo doctor López tan acreedor á igual acerba censura,
criticando á su tumo á Sarmiento por su bello romance del
Facundo, y justificando asi la afirmación que hemos hecho al
— 116 —
principio de que basta para impugnar al doctor I^ope^ en sus
juicios sobre Artigas el ojear algunas páginas de su pinto-
rezca historia.
' Sin advertirlo, el mismo doctor López se ha condenado á si
propio como podríamos probarlo, citándole numerosos ejem-
plos de esa aleccionadora contradicción.
Dice (tomo2.^pag. 142), hablando de un episodio de la
guerra de la independencia :
« Entre las personas que se distinguieron en este servicio, la
Graceta de Buenos Aires de aquella época nombra al benejnérito
Capitán don Juan Facundo Quiroga : tétrica figura después,
cuya posición social y circunstancias personales ha presentado
de una manera equivocadísima el señor Sarmiento, en su pan-
fleto de Civilización y Barbarie] verdad es que este trabajo fué
concebido y publicado en la forma de foretin, antes de pasar
á ser panfleto político y ele convertirse, coyi grande descrédito
miestro, en texto de historia argentina á los ojos de los estrange-
roSj que ignorando completamente la miestra^ con el escritor donde
la aprenden^ so hallan mas que inclinados á simplificarla en
formas absolutas y absurdas, como aquella, 2}ara declararnos
hurlaros antes y aliora^ «á la recheráie d'une civilisation.»
Volviendo ahora á nuestro tema, debemos afirmar que aque-
llas grandes é innegables virtudes cívicas americanas se prac-
ticaron y desarrollaron lo mismo en las ciudades como en el
rancho solitario del gaucho, en los campos argentinos y orien-
tales, al calor del ejemplo que daban principalmente los caudi-
llos batalladores en medio de cruentísimos combates, afrontan-
do toda clase de peligros y privaciones .
Ellas son las que impulsaron á los ciudadanos armados de
las provincias unidas del Rio de la Plata, una de las cuales
era la Oriental, desde Cotagaita y Suipacha de Bolivia á las
Piedras de Canelones, hasta alcanzar su anhelada emancipa-
ción.
— 116 —
de acerbas y doras pruebas, filé (|ue las
bulentas democracias Argentina y Oriental,
;as y entusiastas ante intrépidos gefes po-
on sn supremacia militar, decidiéndose sus
icultas, pero siempre patriotas, k seguir con
) el ejemplo qae aquellos les daban .
rgentina debía atesorar multitud de nom-
modestos patriotas qne contribuyeron entu-
persona y bienes al desarrollo y al triunfo
e las ciudades en donde esos sacrificios ó
i ó eran poco conocidos, á causa de no exis-
prenea de ninguna clase en los pequeños
n que servían de cabeza de departamento ó
!os territorios en donde aquellas hechos te-
rcunstancias especiales, !a revolución ha te-
itemente ingrata con muchos de sus mejo-
ítenedores, cuyos servicios y abnegación,
os campos despoblados, pasaban frecuénte-
os 6 eran compensados con la más desalen-
oriadorea como el doctor López que con bu
aente han calificado k esos modestos pa<
ada semi-b&rhara . Para ellos y para sos
1 & la causa de la patria, no hay en sos
o 6 rencor.
tre tantas otras una prueba de cómo se lia
leal olvido, trascribiendo k continuación
s hechas por el general Belgrano, quien se
una sucinta reseña ó Memoria muy poco
i¿ sobre su campaña al Paraguay . En ella
mas recomendaciones especíalísimas á su
i Oriental don Manuel Artigas, hermano
I
I
• «
— 117 —
del General, cuyos primeros servicios ala libertad son tan po-
co conocidos, por cuya misma razón lo consignamos aquí con
m^yor complacencia.
Dice asi el General Belgrano con su sencilla é irrecusable
veracidad:
« Debo hacer aquí el mayor elogio del pueblo del Paraná y
toda su jurisdicción: á porfía se empeñaban en servir, y aque-
llos buenos vecinos de la campaña, abandonaban todo con
gusto para ser de la expedición y auxiliar al ejército de cuan-
tos modos les era posible. No se me olvidarán jamas los ape-
llidos Carriego^ Ferré, Vera y Ereñü: ningún obstáculo habia
que no venciesen por la patria.
« Ya seríamos felices si tan hienas disposiciones no las IniMese
trastornado ungóbierno inerme, qiie no ha sabido premiar la vir-
tud y ha dejado impunes las delitos . Estoy escribiendo atando es-
tos mismos Ereñú sé que han latido á Holmlerg.»
•...^•.
Y respecto de don Manuel Artigas dice lo siguiente:
«Al salir el sol mande al Mayor General en el boteyfaé
con un ayudante y otros oficiales, á que reuniese la gente y
presentase la acción; al mismo tiempo salió mi ayudante don
Manuel Artigas, capitán del regimiento de Améríca, con cinco
soldados en el bote de cuero y el subteniente de patricios don
Gerónimo Elguera, con dos soldados de su compañía, en una
canoita paraguaya, por no haber cabido en las balsas . El bote
de cuero emprendió la marcha y la corriente lo arrastró hasta
el remanso de nuestro frente: insistió el bravo Artigas, y fué á
desembarcar en el mismo lugar que Elguera, es decir como á
la salida del bosque por el Campichuelo .
«No estalla aún la gente reunida y solo había unos pocos con
el Mayor Gteneral y sus ayudantes; entonces el valiente Arti-
gas se empeñaba en ir ¿ atacar álos paraguayos: tuvo sus pa-
labras con el Mayor General, y al fin llevado de su denuedo,
— 118 —
aigoiéndole don Hann^ Espinóla, el menor, de quien b»-
hUui ea au lagar, de Elgnera y de los siete hombres qae habian
ido en bote de cuero y canoa paraguaya, avanzó hasta los ca-
ñones de los paraguayos, que después de habernos hecho siete
tiros , sin causarnos el mia leve daño , corrieron vergonzosa-
mente y abandonaron la artillarla y una bandera, con algunas
moniciones .
«La tropa sali¿, se apoderó del campo y sucesivamente mand¿
la artillería y cosas más precisas para perseguir al enemigo y
afianzar el paso del resto del ejército y demás objetos y víve-
res qne era preciso llevar.»
Hasta aquí el general Belgrano.
Así como ese noble rasgo de arrojo del Capitán Artigas, y
los servicios empeñosos de algunos patriotas entrerianos que
cita el General, ¿ cuántos no habrán pasado desapercibidos tan
sólo por que los historiadores como el Dr. López han juzgado
que la democracia semi-bárhara, como la llamaban, á que aque-
llos pertenecían, era indigna de la atención y aplauso público
de la metrópoli argentina ?
Esas opiniones tan deprimentes y vejatorias no son hoy sino
el trasunto escrito de la misma política gubernativa que se
imponía con tan odiosos caracteres desde 1812. Responden al
sistema de gobierno absoluto de las provincias que se implan-
tó en Buenos Aires por el Triunvirato de que fué uno d© los
secretarios D. Bemardino Bivadavia, cuyas ideas políticas vol-
vieron ¿ ser tan fat^es & la República en 1826.
Aquella política exigía ciega y servil obediencia á todos sus
mandatos, y cuando las autoridades de una provincia reclama-
ban moderadamente, entonces sobrevenía sobre ellas la co-
aocion, la imposición en su más censurable despotismo. Produ-
cíase asi una resistencia pasiva que comprimida, se hada de-
generar en abierta rebelión, y entonces el pueblo oprimido
— 119 —
tascaba entre bus hijos predilectos el caudillo que debía diri-
girlo en la lucha.
La ceguedad y violencia de los políticos de la Comuna Por-
teña, como la llama el doctor López, se hacía entonces impla-
cable en sus tendencias; y de ahí la lucha armada, y el castigo
tremendo y ejemplar si predominaban aquellos. Además del
castigo, y en seguida de él, venia la acusación al caudillaje, la
justificación de cualquier atentado^ y el oprobio para los venci-
dos, como democracia semi-hárbara^ como montoneraj como
horda.
El doctor don Vicente Quesada en una importante Memoria
publicada en la entrega 94 de la Revista de Bnenos Aires j ex-
presa algunas observaciones que sin referirse á la época que
nos ocupa, coinciden así mismo con nuestra opinión • Proce-
diendo ellas de un pubKcista tan eminente, darán mayor auto-
ridad á nuestros juicios, aunque éstos se refieran á una época
^distinta. Dice así:
« Lisistimos sobre la importancia de los estudios históricos;
porque ese estudio es la base de todo buen gobierno, que sa-
biendo lo que es, debe conocer lo que debe ser, y la manera de
hacerlo práctico, de convertirlo en hecho. Y no pu0de cono-
cerse bien lo que es, es decir lo presente, si no se ha estudiado
con criterio lo que fué, es decir el pasado.
« Estudiando la historia colonial encontramos la filiaron de
un partido qiie es, qui^á sin darse cuenta, el peor enemigo de las
instituciones libres] hablamos de esos pretendidos tutores de la
sociedad, que sostienen que el pueblo no está en condiciones
de ejerqer en toda plenitud el sdf government] que pretenden
que debe darse paulatinamente ese ejercicio, reservándose
ellos, en su insensata vanidad, el señalar cual es la capacidad
íle ese pueblo, para ejercer parte de la libertad .
Ese partido conservador en el fondo, tiene su origen y su
dación en las tendencias del gobierno colonial y de la reli-
/
— 120 -
gion oficial. Asi como el monarca contralizó el gobierno en la
metrópoli, creyendo que el Consejo de las Indias era bastante
para atender los múltiples intereses y necesidades de sus es-
tensísimos dominios americanos, sin contar para nada con los
pueblos gobernados; de 1^ misma manera los conservadores de
hoy creen que el gaucJio, que el ciudadano, no es apto para el
Gobierno libre, que pretenden que apenas puede ejercerse en
esta capital. Ignoran que las instituciones influyen en la suer-
te de los pueblos, y que es de esencia del gobierno libre, fede-
ral y autonómico, dar mas esperíencia, hacer mas reflexivo y
por lo tanto mas culto, al pueblo que se gobierna á si mismo,
que no aquel que es gobernado por las oligarquías de las ciu-
dades ó de los partidos: que por consiguiente establecer sin
ambajes las instituciones libres, es dar al pueblo los medios de
propender á su adelanto. Si diésemos á la historia, como me-
dio de experiencia para el gobierno libre, la importancia que
en si tiene, encontraríamos áh^ra perfectamente caracterizado al
patiido retrbgrado 6 conservador^ que no ha podido etnandparse
todavía de las tradiciones de la colonia, qice vive en la sociabilidad
de entonces, modernizado apenas por alfftmus frases-, pero temien-
do entrar en las reformas radicales que el pueblo exije y deb^
obtener.»
Hasta aquí el doctor Quesada.
En la cruzada que se ha organizado hace años contra el ge-
neral Artigas en las pajinas históricas de algunos escritores
argentinos y orientales, hay la reproducción escrita de lo que
fueron los hechos en los campos ensagrentados en que se die-
ron más de veinte batallas desde el Guayabo hasta Cepeda^
entre los dos elementos que luchaban por la supremacía polí-
tica.
La era de las persecuciones y agresiones contra Artigas y
sus sostenedores no se ha cerrado con la desaparición de este
de la escena política.
— 121 —
Se ha aumentada y recrudecido la hostilidad moral después
de la hostilidad material, envolviendo rencorosamente al pue-
blo Oriental en una común execración y vilipendio.
Es contemplando tantas y tan odiosas injusticias, como se
ha fortalecido en nuestro ánimo la convicción de que llevaba-
mos á cabo una obra digna y justa al emprender la misión re-
vindicadora que nos hemos impu^to.
£1 pueblo Argentino no es responsable de la
mala política de algunos de sus gobernan-
tes.
Muy lejos está de nosotros cortejar ni lisonjear preocnpacio-
nes vulgares ni rivalidades de mal carácter, sobreexcitando en
lo más mínimo odios y antagonismos de raza 6 de nacionalidad,
que no tienen hoy ninguna razón de ser para ante los ciudada-
nos ilustrados y rectos de las Eepáblicas Oriental y Argen-
üna.
Ambas naciones, tienen sobradas glorias en su Historia res*
pectiva, y superabundantes ftierzeus vitales y recursos de exis-
tencia propia en su vigoroso organismo para que pueda inten-
tarse por nadie, procediendo con rectitud y justicia, el menos-
cabar á una con agravio ó vejamen de la otra.
Hay entre uno y otro pueblo tan intima comunidad de glo-
riosos antecedentes, de grandes y nobles sacrificios en bien re-
cíproco, de estrecha solidaridad de intereses políticos y econó»
micos, presentes y futuros, que nunca babria un fin honesto ni
laudable en el publicista que intentase apartarlos de esa nobi-
lísima tradicion,(ó sembrar entre los hermanos de 1811, de 1813,
de 1826, ó entre los compañeros de la grande Alianza de 1866
el más pequeño germen de desinteligencia y repulsión.
Algunos de los primeros gobiernos argentinos observando
una política tan extraviada como culpable, intentaron desde
1812, en 1814 y 15, desconocer el buen derecho del pueblo
oriental á gobernarse por sí mismo, que ya esplicita y termi-
nantemente habían reconocido al pueblo paraguayo en 1811.
Empeñáronse en maltratarlo como á servil colono, ó como &
liumilde subordinado, en vez de considerarlo cerno á hermano
— 124 —
y aliado; ejerciendo en consecuencia sobre él una coacción
opresora.
Ante lejitímas y justificadas resistencias, otros gobernantes
lo entregaron mas tarde como una inicua y bárbara expiación
de su autonpmia revindicada heroicamente en el Guayabo; lo
entregaron, decimos, aislado y abandonado á la conquista ex-
trangera, debilitándolo con inicuas invasiones, enviadas contra
sus aliados de Santa Fé y Entrerios.
Pero si todo eso se puso en práctica en nombre de una poli-
tica funesta, no es el pueblo Argentino responsable de tales
errores y culpas capitales , ni de aquel sistema de odiosa opre-
sión, ni de aquellos crímenes históricos .
Siempre que pudo el pueblo Argentino se opuso á ellos, al
mismo tiempo que pagaba más caro que nadie con su sangre y
con sus tesoros, esas grandes faltas de aquellos gobernantes.
El mismo pueblo argentino en distintas épocas ha repudia-
do y condenado aquella política agresora y fratricida. Derrocó
tres veces á los directores despóticos que sucesivamente la ini-
ciaron y adoptaron. Anuló y desprestigió á los partidos que
los sostuvieron, y condenó hasta la memoria de esos atentados
nacionales.
Por sino bastasen á corroborar nuestros asertos las trascrip-
ciones que en otra sección haremos de algunos importante^
diarios de aquella época, expresión leal del espíritu publico,
queremos sobre abundar al respecto, buscando nuestro mejor
testimonio en los mismos ilustrados escritores que tanto han
enaltecido á Posadas, á Alvear, á Alvarez, y á Pueyrredon, y
vilipendiado á Artigas; es decir, en las mismas afirmaciones
del general Mitre y doctor López.
Pero antes de apoyamos en las opiniones de estos últimos
para refutarlos, debemos pedir á la historia patria un más va»
lioso contingente, buscando en el mismo general Belgrano un
leal interprete de las aspiraciones qne ya entonces podían Ha-
— 126 —
marse nacionales^ y la pureza y rectitud de convicciones del
cual nadie podría poner en duda como uno de los grandes y
más honorables actores y directores de la revolución.
Desde que el Triunvirato de Passo, Ohiclana y Sarratea ini-
ció su fatal política de desconocimiento de los derechos de los
pueblos, reconocidos y sancionados por la Junta Gubernativa
anterior, debieron muy pronto hacerse sentir las funestas conse-
cuencias de aquella en la fraternidad y unión de las provincias.
La democracia semi-bárhara que hoy todavía se empeñan en
denigrar, calificándola así, los historiadores como Mitre, Sar-
miento y López, la cual formaba mucho más de las nueve dé-
cimas partes de la población de todo el vasto Vireinato de
Buenos Aires, pero la misma que más debía contribuir con su
sangre y sus tesoros á afianzar la independencia de las futuras
Provincias Unidas del Eio de la Plata, (en la que no debemos
incluir la de las cuatro Intendencias del Alto Perú, que tanto
contribuyeron también con su contingente á esa tremenda lu-
cha) esa democracia semi-háj'bara, el pueblo Argentino, en una
palabra, debía al fin reaccionar y sublevarse contra la poUtica
opresora de algunos gobiernos despóticos de Buenos Aires.
Esa política liberticida que no sabia olvidar, pero que tam-
poco sabia aprender ni correjirse, era odiada y combatida al
frente mismo del común enemigo español; y lo que indigna
tanto mas, se hacia responsable de ella al pueblo de Buenos
Aires, que era al mismo tiempo su primer victima; viniendo
así á concentrar sobre su esclarecido prestijio el odio y la zana
de los pueblos oprimidos en su nombre, como residencia de los
gobiernos patrios .
Contra aquellos historiadores vamos á hacer valer como
hemos dicho antes, entre otras numerosas pruebas, las opinio-
nes del mismo general Belgrano, que en distintas épocas al
frente de gloriosos ejércitos, vencido ó vencedor, censuró tan-
tas yeces al Gobierno central la adopción de esa política r^
/
pulaiva, y en términos impresionadores, le hizo frecaentemer
palpar eo medio de loa mismas provincias ofendidas y vi
pendiadas en sos lejitimas aspiraciones, como lo estaba
Banda Oriental con Artigas á sa frente, las terribles con¡
cnencias de esa indignación.
Cuando Belgrano aún no tenia el prestigio de sus ínmort
les victorias de Tacaman y Salta, después del contraste de N
zareno y la retirada de Yatasto á 20 leguas de Tucuman,
donde aíiampó el ejército patriota para reorganizarse, aquel g
neral que acababa de suceder en el mando á Puejrredon, di
gió al Gobierno uu oficio en 2 de Mayo de 1812, en el que
expresaba en estos términos tan acerbos como fundados, dá
dolé cuenta de los resultados de esa mala politice.
«Ni en mi camino del Rosario, ni en aquel triste pueblo,
en la provincia de Córdoba y su capital, ni en las ciudad
de Santiago, Tucuman y Jujuy, be observado aquel entusit
mo que se manifestaba en los pueblos que recorrí cuando :
primer espedicion al Paraguay; por el contrarío, quejas, lame
tos, frialdad, total indiferencia, y diré más, odio mortal, q
casi estoy por asegurar que preferirían á Goyeneche, cuan
no fuese más que por variar de situación y ver si mejorabí
Créame V. E.: el ejército no está en pais amigo, no liay una si
demostración que me lo indique; no se nota un solo hombre q
se uñad él, no digo para servirle, ni aun para ayudarle: iodo
hace A costa de gastos y sacrijicios. . . .se nos trata como á n
dadcros enemigos: pero qué mucho ¡si se ha dicho que ya se oca
Ja hospitalidad para los poiieíws y que los han de esprimir lun
chuparles la sangre!»
Y en otra nota de fines del mismo mes repetíale lo siguien
sobre el mismo tema:
«La opinión de los pueblos solo puede sostenerse por la jt
tidia. Etilos son ignorantes por lo común; pero saben muy bi
— 127 —
lo que se les debe, y acaso por su mayor ignorancia se conside-
ran acreedores á mas de lo que les corresponde. :»
Casi simultáneamente, con motivo de haber recibido el ma-
nifiesto que se dio en Buenos Aires, tratando de justíficar la
odiosa expulsión que se babia hecho de algunos diputado^ de
las Provincias, expresábase asi el mismo general :
« Becibo el manifiesto de V. E. Ha sido para mí un golpe
fetal, porque preveo que van á presentarse nuevos obstáculos,
nuevas dificultades, y que la enemiga va á echar más profun-
das raíces, destruyendo acaso lo que había empegado á traba-
jar, y de que me quería prometer sacar alguna utilidad á favor
de la causa de la patria porque tanto he anhelado .
Quisiera tener todos los conocimientos necesarios, y ser tan
capaz de alcanzar con acierto el medio de conseguir que vol-
vieran los pueblos á aquel primer entusiasmo, con otra reflec-
xion que entonces; mas á mí no me ocurre otro que el de que
V. E. arbitre el modo de hacerles conocer que Buenos Aires
no quiere dominarlos, idea que vá cundiendo hasta los pueblos
interiores, y de que ya se trata, aún en el mismo Cocha-
bamba. »
El pueblo argentino, y principalmente el pueblo de Buenos
Aires, condenaron de la manera más franca é interjiversable
los desaciertos y atentados de ciertos Q-obiemos, cuando estos
comprometían gravemente el crédito de la nación, degradán-
dola ante el estranjero con himiiUantes condescendencias ó con
inicuos pactos y alianzas, con tanta mayor razón cuanto más
violentos eran los medios de que echaban mano para imponer-
se á las Provincias.
Si ante el terror que se hacía prevalecer por medio de la
fuerza, y de actos atentatorios á la libertad de los ciudadanos,
el pueblo no reaccionaba en Buenos Aires con las armas en la ,
mano, como lo hizo con Alvear, hasta hundirlo en el polvo de
— 188 -
la derrota más oprobiosa, no por eso contemporizaba con esos
malos Gobiernos.
No pudiendo combatirlos ni vencerlos con la revolución ar-
mada, porque eUos disponían de fuertes tropas y abundantes
recimiento por los mil medios que un pueblo audaz y expansi-
vo sabe adoptar para evidenciar su reprobación, y castigar
moralmente ¿los malos gobernantes que no puede derrocar.
Véase cómo bosqueja el General Mitre algunos rasgos de la
sublevación que dio en tierra con el odiado Alvear, el enemigo
capital de Artigas.
«El 15 estalló la revolución en la capital: los cuerpos cívicos
se armaron, y el Cabildo se puso á su frente, proclamando el
descenso del Director y la disolución de la Asamblea. El al-
calde de primer voto, D. Francisco Escalada, en nombre de
aquella corporación, mandó levantar una horca frente á las
casas consistoriales; para Alvear, si era vencido; para el pue-
blo, si la revolución no triunfaba. En vano pretendió Alvear
resistir: rechazado por los pueblos, abandonado por su ejército,
sin el apoyo de la opinión ni de la ñierza, tuvo que ceder el
campo, y refugiarse abordo de un buque estrangero.
«Esta revolución, que fué verdaderamentepopular y que pu-
so en evidencia los medios artificiales por que se habia elevado
el joven Director, así como la impopularidad de su política de-
sacertada, manchó su triunfo con actos de insólita crueldad y
cobardía, inmolando una víctima inocente, (el coronel Paillar-
del) capitulando con él caudillo Artigas; mandando quemar con
gran solemnidad los bandos y proclamas espedidos contra él; de-
clarándole ilustre y heneméñto gefe de la libertad, y entregándole
aherrojados^para que dispusiese de éUos á su antojo^ á aquellos de
$us enemigos que más se habían hecho notar por su adhesión (U
Gobierno nacional. Artigas tuvo la ndbleífa de rechasar d Aor-
— 129 —
rible presente de ca^me hwnana que se le hacía, diciendo que no
era él verdugo de Buenos Aires,»
Como prueba del aborrecimiento inextinguible que el pueblo
de Buenos Aires le demostraba á Alvear, el enemigo implacable
de Artigas, véase como lo confiesa el Dr. López:
« Abierto el Cabildo (T. 3** páj. 724) y apenas comenzaba
el Alcalde S.amos Mejia á dar cuenta de la situación para pror
poner que saliese una comisión á recibir al Gobernador Sarra-
tea, entró precipitadamente D . Carlos M. de Alvear con una
seguridad altiva; y tomando la voz, se puso á dar cuenta de.lo
que habia pasado . Recordando lo ocurrido el dia B y las acu-
saciones de Soler contra Sarratea y contra los federales, insis-
tió en que ese general era el que babia levantado la sedición
peligrosa de Balcarce, para derrocar al gobernador; y qué por
consecuencia era un traidor y un partidario encubierto de la
I
ominosa tiranía de Puejnredon.
«A la noticia de que Alvear se hahia entrado al Cabildo, y que
se apoderaba del poder, se levantó en él concurso una hor rasca
indecible. Por todas las caUes adyacentes corrían hombres yrítan^
do que Alvear había hedió revolución. Algunos grupos de la plaza,
indignados por esta sorpresa y osadía, se lanzaron con puñales á
la sala Capitular, capitaneados por vanos oficíales. Uno de estos,
llamado don Vicente Susviela, se arrojo furioso sobre dgenerod, y
lo tomó del cuello en ademan de sacrificarlo, al mismo tiempo que
los Cabildantes, previendo con espanto un atentado, se echaban al
frente de los acolitantes para contenerlos, mientras lograban encer^
rar al perseguido en tina pieza eontigtia ,
«El alboroto era extremo, y pasó mucho tiempo antes de que
los cabildantes pudieran hacerse oir . Agotado al fin el bullicio,
el Alcalde Mayor aseguró al pueblo que el ánimo de sus com-
pañeros no era hacer escapar á Alvear — « pa7'a que, como otro
Catilina, fuese á premier fuego á la diulad por sus aiatro cosiá-
dos:» que al arrancarlo 4 los que querían hacer justicia en él,
10
^
— 130 —
harto debida en ese perturbador y tirano, babian querido sólo
que no se ensangrentaran las manos puras de los ciudadanos y
las gradas del augusto templo donde la voz del pueblo esculpió
sus leyes . El Cabildo le garantía al ptidUo^ que si era autorizado
cd efecto^ él respondía de embarcar y alejar de Buenos Aires al
hombre funesto de quien tanto tenia que temer la Patria. El Ca-
bildo obtuvo esa confianza, y el Decano Don Pedro Capdevila
se encargó de sacar al general por una puerta escusada , y de
hacerlo embarcan, según la palabra de honor que le habia pe-
dido y obtenido . »
Hasta aquí el mismo Dr. López, que tanto ha denigrado á
Artigas porque combatió & Alvear, á quien el pueblo porteño
en masa perseguía con tan encarnizado rencor.
Por otra parte, y respecto de la administración Pueyrredon
las gloriosas campanas del patriota ejército argentino en Chi-
le, ¿jo ^^^ grLd» ™íori«, el L^ble ^.
puje con que iban sucesivamente despedazando todos los gran-
des elementos y centros de poder del G-obiémo español en esta
parte de Sud America: todos esos esplendores militares, todos
esos poderosos motivos de exaltación y júbilo público* no eran
bastantes ¿ neutralizar ni mitigar el desprestigio con que el
pueblo zahería y odiaba principalmente al gobierno de Pueyr-
redon que tan hábilmente sabia explotar en su favor las her-
mosas glorias del ejército libertador de Chile y el Perú.
Como se habrá visto, hemos querido frecuentemente refutar
las opiniones del doctor López con otras del mismo üustrado
escritor. Permítasenos observar el mismo método en este caso,
autorizando ó justificando nuestras afirmaciones tendentes á
demostrar que el pueblo argentino y aún el Congreso snismo
que le había elejido, reprobaban la política del director Pueyr-
redon, y resistían como les era posible la coacción ofioiaL
Lo particular del caso es que el doctor López bosquejando
majístralmente aquella situación de desprestigio, se sirv& ds^
— 181 —
ella para atenuar hasta cierto punto el nuevo crimen de pro-
curar traer al principe de Luca disfrazado de monarca ar-
gentino bajo el protectorado de la Francia ó una princesa del
Brasil casándola con un cholo rey Yuca para imponer esa dis-
nastia de carnaval al gran pueblo de Mayo . ^
Yéase pues, como el doctor López se espresa á este respecto,
en dos distintos capítulos de su obra:
«Empujadas las pasiones en esta dirección fatal, era indis*
pensable remontar el curso que hablan traido los sucesos des-
de 1810. No habia más remedio que aflojar todos los vínculos
que hablan unido á las provincias con la ciudad de Buenos
Aires: que dejarlas libradas á su propia acción, entregándolas
á la anarquía local que perturbaba la vida política en cada
una de ellas, y que armar á Artigas, para que de su propia
cuenta, y en provecho propio, resistiese la invasión portugue-
sa. Pero al mismo tiempo, era evidente que las fuerzas maríti-
mas del Portugal vendrían ¿ pedirle razón á Buenos Aires de
semejante alianza, tratándola naturalmente como á parte beli-
gerante; y que si Artigas era vencido, todo el peso ie las dos
guerras, la de la Independencia y la del Portugal, recaería so-
bre la capital definitivau.ente extenuada por el bloqueo y por
estos esñierzos desesperados . Si por el contrarío, se suponía
que Artigas viniese á ser vencedor (lo que era improbable por
otra parte) el resultado tenia que ser igualmente funesto para
los intereses de la nacionalidad y de la civilización argentina.
«Porque dueño, aquel bárbaro intransijente, del inmenso po-
der müitarde que era preciso dotarlo,y de los prestigios de la vic-
toria, no podía ocultársele á nadie que el país entero tenia que
caer bajo la férula de un tirano intratable y brutal, cuyos me-
dios de gobierno y cuyos agentes eran bien conocidos.
« Como remediarlo? El Congreso de Tucuman estaba inoadado
tanibien dd veneno artiguista. Stcs pretens^íones eran crear un
poder personal j/ político no soh ageno sinb simpático y domina-
— 132 -
dor de Buenos AireSj para gobotiar desde afuera, y con infltten"
das puramente provinciales, los intereses comuna] y como el nú-
cleo sensible de estos intereses, asi como el de los recursos y ele-
mentos que podían darles solución, estaban concentrados en la
capital, esta resistía la espropiacion y el despojo que preten-
ilian imponerle de aquello que consideraba exclusivamente
suyo, es decir: del poder de gobernar y de dirigir el continjen-
te de fuerzas vitales con que ella hacia la guerra y mantenia
la personalidad del Estado .
«Amenazada la Banda Oriental por el poder portugués, era
imposible para Buenos Aires no sentirse atacada también co-
mo metrópoli, y que sus instintos de madre ó hermana mayor ^
como decía el doctor Passo el 25 de Mayo de 1810, no la llama-
sen á la defensa de aquella parte de si misma. Pero amenazada
al mismo tiempo de ser destronada por el espíritu hostil que
prevalecía en el Congreso de Tucuman: amenazada con la im-
posición de un supremo Director que recibía al poder con el
encargo de gobernarla desde afuera como á provincia vencida
y humillada, Buenos Aires sentía sublevarse todo feu orgullo;
y no piidi&ndo reconquistar el poder concéntrico que había perdí--
do, echaba todas sus pasiones del lado de la dbsfenrion; y quería
ser provincia independiente para sustraerse, por medio de un go-
bierno propio, relativamente fuerte en si mismo á la presión y
á la supremacía del poder con que el Congreso de Tucuman
pretendía dominarla centralizando en sus manos el gobierno
general de la Nación.
« Así es que no bien se tuvo la certidumbre de que la mayo-
ría del Congreso de Tucuman estaba decidida á nombrar al
Coronel D. José Moldes, Director Supremo de las Provincias
Unidas del Rio de la Plata, cuando estalló la alarma y el luror
en toda la provincia de Buenos Aires; y una fermentación pro-
funda de los espíritus que de día en dia se hacia más peligro-
— 138 —
sa y más temblé, mostró á todos que la capital no consentiria
jamás en semejante solución, y que seria la primera en insur-
reccionarse contra el Congreso y contra las autoridades que
emanasen de semejante nombramiento.
« Los Diputados de Buenos Aires que figuraban en ese Con-
greso protestaban indignados contra la candidatura de Moldes;
y juraban que la Capital apelaría á la revolución antes que con-
sentir en obedecer á semejante enemigo. »
Véase cómo se expresa el mismo don López en el tomo II,
pág. 444, mostrando la situación producida por la política del
Director Pueyrredon :
« Era 'tan grande la descomposición moral, que todos veian
acercarse el desorden sin que nadie tuviese criterio para hallar-
la un remedio ; y la sociedad misma, que veia aterrada que ella
iba á ser la victima de la disolución completa de la vida política
y de los resortes del gobierno, permanecía Jielada y tenMorosa^
sin que nadie hiciese ó pudiese liacer un esfuerzo de conjunto para
hacer frente al mal; sin que nadie quisiese^ en fin, comprome-
terse por él ó defenderlo. La soledad y él abandono mantenían una
atmósfera triste y lúgubre al rededor del Director y de sus Mints-
troSj quienes no obstante permanecían resueltos á defender ho-
norablemente , al lado del Congreso , la autoridad legítima y
constitucional de que se hallaban investidos en aquel momento
supremo .
« En medio de tales angustias, y am^ena^ada la sociedad de un
desmembramiento general délas proinncias, y hasta de los distritos
que las constituían y para caer bajo la férula de la barbarie local
con las escasas ciudades que estaban entonces en medio de los
desiertos pastoriles y de masas incultas y nómadas, las miradas
de todos los hombres políticos se volvieron otra vez, como cua-
tro años antes, hacia la Monarquía constituoional, buscando en
ella un refugio contra los peligros en que se veian envueltos, y
con la esperanza de que lisonjeando así las ideas predominan-
— 134 —
tes de un monarca de casa antigua y poderosa, sin recursos mi"
litares y pecuniarios para hacerlo respetar, y para formar con
el un amparo para los intereses y para las clases distinguidlas
que habian encabezado la Revolución Liberal , cuyos fines más
legitimes y capitales ( decian ) era la monarquía constitucional^
y nó el bárbaro y descabellado desorden de que estaban abpra
amenazados por todas partes . »
Terminaremos estas trascripciones de un grande interés his-
tórico reproduciendo algunos párrafos del célebre Manifiesto
de Baltimore^ distribuido por el mismo General Artigas á las
autoridades orientales con nota que publicarenxON, en el cual
los distinguidos escritores públicos defensores de la causa del
Estado Oriental en 1817, desterrados por Pueyrredon á Norte
América, sobre lo que hablaremos en otro capítulo (1), revela-
ban la verdadera excitación pública con que se reprobaba la
siniestra política de éste, respecto de la Banda Oriental y de
algunas provincias del Interior. Dice así :
(1) De la importante Bevista de Buenos AireSy entrega námero 40, to-
mamos los datos siguientes que describen cómo se llevó á cabo la per-
petración de este atentado histórico. Es sabido qne los deportados pu-
blicaron en Norte América el Manifiesto parte del cnal trascribimos en
el texto:
" A las dos de la tarde del dia 13 de Febrero de 1817, los cindadanos
Dr. D. Pedro J. Agrelo, D. Mannel Moreno, y el redactor de este perió-
dico La Crónica D. Vicente Pasos, fueron presos por orden del Gobierno
é inmediatamente conducidos juntamente con el coronel D. Manael Pa-
góla, preso k la una, con toda incomunicación y misterio, á borde del
bergantín de guerra „Belen^, con nna escolta de 25 negros á cargo del
capitán español D. Mannel Gregorio Mons. Fueron vanas todas sus di-
ligencias para consegoir el ser juzgados; la contestación qne obtuvieron
á sus representaciones fiió el que les remachasen, el dia 27 por la ma-
ñana, un par de grillos k cada uno, y k los oficiales Chiclana y Marino,
dos pares cruzados. Todos estos señores juntamente con el coronel don
Ensebio Valdenegro, que se hallaba en el bergantín „25 de Mayo^'y á
quien también se le puso una barra de grillos, el 9 de marzo por la no*.
che, hora en que zarpó de Martin García, k donde habian sido conduci-
— 135 —
« El sabe (el Director Pueyrredon) que su nombre es detes-
<c tado en todo el país, y que jamás en ninguna otra época ba
« babido tanto descontento: que los pueblos corren todos los
« dias á las armas para derrumbar su poder, y que en esa misma
<c dudad oprimida por los soldados venales que ha ganado, en
« Buenos Aires, circula secretamente él jtisto desprecio y abomina--
« don q\ie se merece su persona . Era, pues^ palpable, y debia ser--
« lo, que se esperaba inna revoludon b propiamente u/n cambiamiento
<c que trajese á ese déspota y traidor al condigno castigo de
« sus delitos. »
« ¿Acaso somos criminales en conocerlo que él mismo cono*
« ce, qiie se apetecía su caida ? ¿ Qué delito es el nuestro, si
« como uno de tantos y á vista de datos que no solo están al
« alcance de todos, bemos creido como ellos, que el gobierno
« estaba implicado en planes de perfidia y de traición, y que
<c babia llamado á los portugueses que invadiesen el territo*
« rio. . . Se esperaba una revoluoionl . . Es cierto; y acaso en
dos en el „Bélen^ y permanecido embarcados, con destino á Savanah
en los Estados Unidos, llegando & este punto el 7 do mayo.
" Los periódicos de todos los Estades publicaron un breve detalle del
becho, y el 18 de Junio, el doctor Agrelo publicó un impreso de seis pá-
ginas in folio, fechado en Baltimore y titulado Exposición contra don.
^ Juan Martin Pueyrredon, titulado: Director Supremo de las provincias
del Eio de la Plata, por el ciudadano don Pedro José Agrelo, compren-
dido, entre otros, en la segunda proscripción del 18 de Febrero de este
año de 1817. — Contestando el manifiesto, que se dio- «obre ella el 14 de
dicho mes y año, publicado en la Gaceta de la ciudad de Buenos Airesi
del 15 siguiente • „
En este impreso se justifica el señor Agrelo y hace muy fuertes car*
gos al señor Pueyrredon, á quien trata de tirano.
^ El Coronel Pagóla publicó, con fecha Füadelfia Agosto 90 de 1817,
un folleto de 18 páginas én 4.^, titulado *^ Manifiesto de la inocencia del
coronel don Manuel Pagóla, en el violento procedimiento de su pros*
cripcion, 1817. "
— 136 —
« estos momentos Pueyrredon ha aparecido ya ante el Tribu-
te nal incorrupto de la Nación: y satisfecho con su cabeza la
<£ venganza de las leyes. Tal et-ento era anunciado por todos y
« notono á todos] . . . pero esta notoriedad no ba^ta para casti-
« gar ¿ cualquiera si no ha sido probado que es este el autor y
« sentenciado como tal. . . La conjuración existia, y nosotros
« somos inocentes ante la ley, por no habérsenos vencido en
« juicio . . . Desde el tiempo de Alvear se formó el infernal
« proyecto de postrar la revolución á los pies del Rey del Bra-
« su; este plan ha seguido con más ó menos descaro por las
« épocas sucesivas hasta el actual Pueyrredon; y ha habido
« concordatos y mutuas promesas entre los Agentes de aquel
« Príncipe y nuestros Ministros. »
Hasta aquí el Manifiesto de los desterrados.
Hemos ampliado nuestras comprobaciones en este parágrafo,
por lo mismo que lo juzgamos muy importante.
Es en sus páginas principalmente en donde debe haUarse
atestiguada y corroborada con las afirmaciones de los mismos
detractores de Artigas, una parte de la explicación y justifica-
ción de la conducta de éste para con algunos gobiernos Argen-
tinos, todos ellos hostilizados por una faerte oposición argeiiti-
na, que venia así de hecho á ser artiguista, aliándose con él,
dando mayor autoridad y prestigio á su anterior resistencia, y
repudiando toda solidaridad ó responsabilidad en los actos de
aquellos malos gobernantes.
Pero aunque ya hemos quizá abusado de la bondad de nues-
tros lectores, queremos terminar esta sección trascribiendo del
mismo Dr. López una última cita que atestiguará del modo
más absoluto como trataba el pueblo de Buenos Aires al más
implacable enemigo de Artigas, al que más directamente habia
contribuido con sus actos de tolerancia y complicidad á conso-
lidar la conquista portuguesa en la Provincia Oriental.
Kada que pudiéramos decir nosotros podría suscitar menos
— 137 —
objeciones en este caso, ni ser más convincente y aun conmo-
vedor que los renglones que traza el Dr. López, con su vivo
colorido, revelando el odio popular en Buenos Aires á Pueyrre-
don. (Tomo 3.**, página 628.)
Véase pues, como nos defiende aquel mismo en nuestro ale*
gato, trascribiendo i, la vezs las opiniones que sostenía el diario
oficial del Gobierno que reemplazó á Pueyrredon y á BrOndeau^
calificando á estos con implacable severidad, y defendiendo ¿
Buenos Aires de ser ella partícipe de la mala política del pri-
mero.
El Dr. López en seguida (pág. 648, tomo 3.®) presenta el
cuadro final, el vergonzoso epílogo de la Administración Pueyr-
redon recibiendo del pueblo la demostración de su aborreci-
miento. Dice así:
« En los cuatro primeros días que se siguieron al contraste
de Cepeda, no predominó otro propósito que el de resistir al
enemigo, bajo la dirección de los hombres, que por su propio
ínteres y por su posición tenían el mando y el compromiso de
defenderlo.
« Pero al cuarto día, es decir el día siete, ya se sintieron sín-
tomas alarmantes en los cuarteles de los cívicos. — Las clases
populares de la ciudad habían sido, sino visiblemente adversas,
poco simpáticas al menos con la oligarquía constituida en po-
der dentro del Congreso y que se formaba de un círculo estre-
cho de ricos, de especuladores de capital, y de políticos hábiles
dados á la intriga y al nepotismo!
« Llamados á la acción turbulenta de la defensa popular, las
ideas de los cívicos comenzaron á tomar un giro ardiente y tu-
multuoso en el sentido de rechazar al enemigo foráneo que
pretendía humillar á Buenos Aires . — Percal entrar en este
movimiento poderoso del patriotismo local también daban
suelta al profundo odio que profesaban contra los políticos
teóricos y filosóficos á quienes apellidaban aristócratas por la
— 188 ~
soberbia ó por la habilidad con que habían manejado siempre
©1 poder desde 1810.
« Y como todas las faltas y acriminaciones de este género ha-
hian venido á concretarse en eZ círailo del Congreso, qtie se haUa-
ha al frente de la catástrofe final de este largo drama, suhiapor
momentos contra eUos la marea dd enojo popidar y del desc7'éditOj
á términos que el Congreso, Pueyrredon y Tagle eran la pesadi-
lla del enojo comiinja piedra de todos los escándalos y de todas
las iniquidades que qnerian imaginar la calumnia y la procacU
dad de las faldones alborotadas.»
Y más adelante agrega:
« Buenos Aires quería la paz (decia el Dr. D. Bernardo
Velez Gutiérrez en la Gaceta Oficial del 7 de Febrero) cuando
derrocó el partido de la opresión: — « Esos hombres que hicie-
« ron del Estado un patrimonio suyo, han desaparecido de
« nuestra vista. Bajo su despótica administración era un deli-
« to la palabra federación . Ella va en adelante á ser el objeto
« de una pacifica y fraternal discusión entre las provincias del
« Sud que el Estado debe gobernarse por este sistema, él pre-
« sidirá á los pueblos, sin que á decisión tan augusta se oponga
« jamás Buenos Aires, cuyos sentimientos no contrarían la vo-
« luntad general, porque ellos tienden naturalmente á la unión
« y á la libertad .
« Después de esto, es evidente que los federales ó más bien di-
cho los enemigos de Pueyrredon, apoderados de aquel nombre
que les servia de medio, habian asaltado ya las posiciones deci-
sivas, ó imponian su influjo. ¿Qué podia oponerles el Ca-
bildo? tenia que dejarse arrastrar por la corríente. « Asi es que
<c en la noche anteríor, Puejrrredon, Tagle y algunos de sus
« amigos más comprometidos, se embarcaban fugitivos, y se
« asilaban en la Colonia ó en Montevideo; ¡bajo el pabellón
<c portugués! Hay vergüenzas en la historia, que deben estar
«c siempre delante de los ojos de los pueblos para que apren-
I
I
— 189 —
« dan á ser justos y viriles, y para que sepan que los tumultos
<c y la anarqtda revolucionaría, tan lejos de ser síntomas de
«c patriotismo ó de heroicidad, son solamente la fiebre de la
« demencia y la postración de todo mérito moral. »
Hé ahí la triste moral que el Dr . López deduce de ese alec-
cionador escarmiento.
Cualquier observador justiciero é imparcial habria inferido
de esa situación y sus consecuencias y enseñanzas terribles, que
el pueblo de Buenos Aires reaccionando contra sus opresores
les imponia un tremendo pero merecido escarmiento . La fie-
bre de la demencia no estaba, no, en el pueblo; estaba en los
déspotas que habían ejercido sobre él una odiosa dictadura, y
que recien entonces huian de la cólera popular.
Llenariamos un libro entero si fuésemos á acumular prue-
bas irrefutables de nuestra afirmación, de que el pueblo Ar-
gentino no es responsable de la mala y funesta política que
siguieron algunos de sus extraviados gobernantes y que el
combatió con los medios de que pudo disponer.
Basta por otra parte con lo que dejamos relatado para evi-
denciar que solo guia nuestra pluma un sentimiento de inflexi-
ble justicia, con prescindencia de predilecciones nacionales .
• •»
Enseñanzas de la Historia. Lo que cuesta al Rio
de la Plata una gran traición.
Kaestro libro no obedece, pues, como se habrá visto, k men-
guados ni reprensibles móbUes,
Inspirase en un levantado propósito, altamente moral y pa-
triótico, igualmente benéfico y fecundo para ambas Repúbli-
cas, cual és el de descubrir y señalar, como un peligroso esco-
llo en loe mares ignotos del porvenir, el origen verdadero de
las dolorosas divisiones que apartaron un dia & ambos pueblos
henuanoa de un mismo y grandioso destino, haciéndolos in-
ferirse mutuos agravios, y labrando en el ánimo de sus Hijos
profundos rencores que apenas pudieron apagarse con la no-
ble bangre de Ituzaingó, de los Pozos y del Juncal .
La historia ofrece severísimas lecciones que los ciudadanos
bien inspirados, y con ellos los pueblos cultos, nunca debieran
desaprovechar ni olvidar. Los anales de esta región del Kio
de la Plata contienen algunas de esas crueles enseñanzas que
están grabadas en sus páginas con una indeleble marca de
fuego .
La injustificable é inicua ocupación portuguesa del Estado
Oriental en 1817 fué, sino producida, al menos alentada y pro-
vocada en 1816 por frecuentes seguridades de acomodaticia y
oprobiosa tolerancia, ofrecidas al Portugal como lo hemos de
comprobar por tres sucesivos Directores, Alvarez Thomas, Bal-
caree, y Pueyrredon.
Esa ocupación y conquista fué sancionada y aprobada calo-
rosamente por la política pérfida en unos, inepta en otros de
es09 gobernantes, represei^tados en KÍo Janeiro por elDr.
— 142 —
D. Manuel García, y dirigidos casi siempre por el Dr. Tagl«,
su astuto y pérfido Ministro y su máa influyente consejero.
Procuróse en aquella invasión, como lo probOremoB más ade-
lante, el medio máa eficaz para anular («para exterminar,» dice
el Dr. López) i Artigas, como el impertérrito defensor de la li-
bertad de su patria.
Es dificil creer lo mismo que se está Tiendo, cuando se en-
cuentra, como en la obra del Dr. López, un alarde tal de cruel,
y, aun no trepidamos en decirlo, de bárbara mistificación ai
tratar, no ya de atenuar, sino de Justificar la resolución del Di-
rectorio de procurar los medios neceamos para facilitar la
conquista portuguesa en la Banda Oriental, so pretexto de que
con ella podria defenderse mejor el territorio argentino, para el
caso remoto de que llegase á estas costas la expedición españo-
la que se anunciaba próxima á partir desde Cádiz.
Al leer esa página inmoral y ciníco, no puede menos de su-
frirse una penosa impresión, que de seguro compfulirán con
nosotros nuestros mismos lectores argentinos . Comprendemos
la justa indignación de nuestros lectores orientales y nos aso-
ciamos á ella.
Dice así el Dr. López, en la página 220 del tomo primero,
de su <t Sevoludon Argentina: ^
« Pero, como estos retardos no eran definitivos (los de la ex-
pedición española) la amenaza era constante para nuestro go-
bierno , Era preciso hacer frente al peligro y prevenirlo con
medios más eficaces, más directos que las meras esperanzas .
Lo que no a(^itia demora sba el kstehhinio y la EXPCLsioit
DB AsTiaAS, para neutralizur por lo menos las costas dd Bio de
lo iíaío y dcí.Aííá7ií«», de tal manera que ninguna expedición
española pudiese revituaUarse en ellaa, ó reponerse de los
nudas condiciones en que la ponía un viaje de seis meses para
desembarcar y combatir á su llegado. Para conocer el estado
en que se hallaba la Marina Española, debe leerse la sátira
— 14a —
Pan y Toros de Jovellanos; y se comprenderá los esfuerzos
supremos que cada una de estas expediciones le costaba al go-
bierno, y las miserias con que se llevaba á cabo. Desalojado
Artigas, que no tenia como defender á Montevideo, ni como
guarnecer las costas, la causa de la independencia podia reci-
bir á sus enemigos de írente en las riveras de Buenos Aires
con las bayonetas de sus Cívicos por primera vitualla; y sofo-
cado también el desorden que aquel facineroso fomentaba,
nuestras tropas podían emprender, con ánimo y con ventajas,
la díñcil campaña de Chile, al mismo tiempo que el noble de-
sempeño de Grüemes levantaba, con los gauchos de Salta, una
cortina de bronce contra el ejército invasor.
«Pero ¿cómo hacer para eliminar & Artigas? Búhenos Aires
no tenia medios ni recursos para dominar por las armas aquél
KOVIHIENTO ESPONTÁNEO Y GENIAL BE LAS MASAS QUE LO SEGUÍAN;
y el carácter intransigente, egoísta, irracional que le impedia
doblegar sus pasiones y sus enconos á la razón de estado ó al
sentimiento de la Patria, era tal, que no había que contar ya
coü que quisiese contemporizar con la necesidad de salvar la
causa, entrando á la obediencia de un orden regular, y adecua-
do á la clase de los esfuerzos que era preciso hacer.
« Esta dificultad era suprema, urgente: y no tenia sino una
salida . Era preciso sacrificar el caudillo y salvar la nación. Eba
PBECISO ENTBEGABLO AL FODBB BSTBANGBBO, CON LA PABTB DS
TEBBITOBIO DONDE TENIA ASIENTO PBOPIO, SU PODBB PBBSONAL.
La derrota de Sipi-Sipi 'poma, \m fin necesario y urgente á los
escrúpulos. »
Hasta aquí el doctor López, que asi confiesa la impo-
tencia, no de Buenos Aires, sino de Pueyrredon, y la esponta-
neidad genial del pueblo que secundaba á Artigas .
Dios libre á los pueblos americanos de imitar tan nefastos
ejemplos, y de autoriz0>r y prestigiar .ta,P^ inicuas defensas!
Los misteriosos avexumientos y pactos celebiradoa bajo, un
— 144 —
secreto absoluto impuesto á las partes contratantes para acep-
tar y sancionar aquella inicua conquista portuguesa constitu-
tuyen á nuestro juicio, y al de todo observador imparcial y
justiciero sea cual fuese su nacionalidad, uno de esos odiosos
crímenes que han pagado muy caro con su más preciosa san-
gre algunas generaciones argentinas y orientales.
Las acciones humanas, especialmente en política, cuando en
ellas hay consciente violación de la justicia y de la moral, en
las relaciones internacionales sobre todo, enjendran inevitable-
mente un fatal encadenamiento que las va ligando unas á
otras en su desenvolvimiento, produciendo hechos inmorales ó
atentatorios al derecho, que año más año menos, terminan
siempre en una catástrofe, ó en una expiación dolorosa.
La historia en general está llena de esos terribles y aleccio-
nadores esoanídentos.
Aquella conquista, tan cobardemente provocada, tan inno-
blemente aceptada y prohijada entre las tenebrosas sombras
de una diplomacia Veneciana del tiempo del Consejo de los
Diez, por los tres Directorios sucesivos que hemos indicado,
trajo consigo, como una imprescindible exigencia de vida y
honra nacional para la República Argentina, la tremenda guer-
ra de 1825 con el Brasil.
La obra de sus malos gobiernos debía á los pocos años ser
expiada con su noble sangre por la nación que no pudo derro-
carlos en oportunidad .
Las víctimas de esa política, ante el sublime heroísmo de los
Treinta y Tres libertadores, debían arrebatar como arrebata-
ron con su varonil ejemplo, al pueblo hermano, cuyos gobier-
nos habían traído de la mano al victimario Portugués, y com-
batir juntos los resultados de esa implacable guerra en que
unidos Argentinos y Orientales cosecharon tan inmarcesibles
glorias y soportaron tan grandes sacrificios.
— 14o -
Inevitubiemenie debía produoirse eu seguida de estagnerrai
ootobo de produjo, nna; de sus fatales y suicidas consecuencias.
Sobrevino el peligroso ensoberbecimiento de algunos de lo»
xnis intarépídos y ambiciosos yeucedores. En medio de las glo-
rias militares tan penosamente adquiridas, tan admirablemente
óonqniidtadas por los triunfadores de la campaña de Ituzaingó,
fomentóse ciegamente la ambición de mando, la prepotencia
irref renada de algunos jefes argentinos aspirantes y revolto-
sos, que debian oscurecer asi esas glorias obtenidas no solo en
la campaña del Brasil sino en toda la guerra de la Indepen-
dencia en la mitad del continente Americano hasta el remoto
Ecuador.
Surgió de esa infatuación el militarismo terroriñco que es-
tremeció á Buenos Aires con el injustificable motín militar del
1,* de Diciembre de 1828, derramando sangie argentina en
abundancia, conculcando todas las leyes y todos los derechos,
y concluy-endo por levantar en Navarro el siniestro cadalso
del mártir Dorrego.
Digno fruto de es.a iufanda obra, vinieron tras de ella las
invasiones armadas á las provincias del Interior, las convul-
siones de cinco años de guerra civil atroz, implacable, en que
surgieron caudillos sanguinarios y en los que la sociedad ater-
rada, epiléptica, echóse en brazos del primer gobierno fuerte
que le asegurase la paz y el orden, abriéndose asi los cimientos
de la tiranía de Bosas; y ulteriormente veinte años de devaa-
tacion y de exterminio fratricida en toda la República^
Encadenamiento fatal de grandes errores y de odiosos crí-
menes!
Sin la traición de 1816, el Portugal no se habría atrevido &
invadir la Banda Oriental; ni el Bio de la Plata habría enroje-
cido sus raudales diez años después con la sangre de tres gene-
raciones.
Una poUtíca conciliadora, ilustrada, fraternal, en 1813, en
u
/•
— 146 —
1815, en 1817, politioa elevada y reorganizadora, habría con-
solidado la paz entre los hermanos de todas las provincias: ha-
bría restituido 6 dejado á los Orientales la exclusiva dirección
de su administración interior, á que tanto derecho teniam ha-
bría hecho de ellos la incontrastable vanguardia de la nación
argentina, escudándose unos con otros; y en sus condiciones de
fuerte estado federativo, conservando su autonomía; con sus
sobresalientes condiciones geográficas, con su hermosa capital
marítima, con la feracidad de su suelo, con la iniciativa viril
de sus hijos, oonvertídola en el Estado federal m&s rico y prós-
pero á la par del de Buenos Aires.
Esa política conciliadora y sabia en los Gobiernos Argenti-
nos habria ahorrado á ambos pueblos hermanos sus más cruen-
tos sacrificios, y eliminado de sus anales las páginas de triste
recordación que los* mancillan, y las que recien pudo suprimir
y rescatar la soberbia declaración de independencia en la Flo-
rida el 26 de Agosto de 1825, y la de la guerra al Brasil en
1826 por el honorable patriota General las Heras.
Los pueblos nunca deben olvidar esas severas y cruentísimas
lecciones de su historia.
■ >33
Carencia de la prensa periódica en 1815.
Hemos meditado muchas veces sobre las causas que pueden
haber influido para que durante los anos que dominó en Mon-
tevideo y en el resto de la entonces provincia Oriental la admi-
nistración artiguista, haya podido estraviarse y mistificarse
tanto la opinión pública; no solo en Buenos Aires, sino en todo
el Virreinato, y en el exterior, respecto de esa administración
y sus verdaderos hechos.
»
Del mismo modo han podido oscurecerse y confundirse por
medio de una red de enmarañadas argucists las verdaderas exi-
jencias que hacía el General Artigas á los Directorios de Bue-
nos Aires en sosten de la autonomia de su provincia, y de la
dirección propia de los intereses públicos por las autoridades
que aquella quisiese elejir en uso de su soberanía interna.
Una de esas principales causas es á nuestro juicio la falta de
prensa periódica en Montevideo, no solo por carecerse de re-
dactores que pudieran dirijirla, sino hasta por falta material de
una imprenta.
No existiendo una prensa periódica en Montevideo, se com-
prende como se ha conservado en un completo desconocimien-
to el carácter y tendencias de la administración de Artigas, du-
rante tres años en la capital y cinco en el interior de la Pro-
vincia; la realidad de los hechos ocurridos en ese periodo, su
importancia, sus verdaderas y mas conocidas causas, y sus con-
secuencias : así como todos los más gloriosos y honorables an-
tecedentes relativos á los esfuerzos y sacrificios hechos por la
Provincia Oriental en bien de la independencia combatiendo á
los españoles.
Desde que no existía, pues, en Montevideo prensa periódica
f
— 148 —
de ninguna clase, pero ni siquiera se publicaban impresas las
resoluciones y documentos oficiales para su debida promulga-
ción y circulación, bien fuesen del mismo General Artigas, o
de su Delegado Barreiro, ó bien del Cabildo de Montevideo,
que revestía el cai-ácter y las facultades de Gobernador Político
y Militar, resultaba que todo el funcionamiento d© esas distin-
tas autoridades y sos subalternos, quedaba completamente ig-
norado en el exterior de la provincia, y aun debía ser muy im-
completamente conocido dentro de ella misma .
Ante esa falta irreparable de la ventajosa notoriedad que da
la prensa á todos los actos oficiales, á su hábil y bien fundada
defensa, 6 á la exposición de sus causas, á los comentarios de
BUS ventajas y benéfica infiuencia. así como á la reconl ación de
heclios notables ó importantes: se comprende como lia podido
formarse y acreditarse impunemente, diremos así, una tan com-
pleta mistificación de la verdad en todo lo ocurrido en la pro-
vincia durante aquel período, falseándose los hechos de una
manera tan audaz, y oscureciéndose y tergiversándose á man-
salva cuanto ocurría en ella.
De est^ modo, los enemigos del General Artigas contando
con esa seguridad de no ser contradichos ni refutados pública-
mente en su plan de difamación, han abusado de la más am-
plia ó indisputada libertad de acción.
Asi han acumulado sobre la cabeza de aquel cuantos críme-
nes y horrores han podido inventar; horrores y caliminias que
no siendo nunca refutadas ni contradichas por nadie, más que
en comunicaciones y documentos oficiales de Artigas y sus su-
bordinados ó protegidos, que sus enemigos tenían muy buen
cuidado de no reproducir ó publicar y que solo circulaban ma-
nuscritos en esta Provincia, en donde hasta hoy mismo no son
ellas conocidos en su mayor parte; han quedado por el hecho
convertidas aquellas calumnias en verdades inconcusas, y en
hechos consumados y reconocidos.
— 149 —
. Todo lo contrario acontecía en Buenos Aires-
Allí la prensa era decididamente de combate^ y aunque exis-
tiese una Junta Protectora de la Libertad de Imprenta, cuyo
nombre parecía implicar la defensa de esa hermosa conquista
de la revolución; en realidad, la atribución casi esclusiva do
aquella era la de declarar « de Iiecho si halia b no crímoi en d
papel que daba mtrito á la redamación] » después de cuya de-
claración el castigo del delito correspondía á la justicia ordi-
naria.
No existía, pues, ninguna libertad de imprenta, ni aun podía
existir, dadas las condiciones de la época y la necesidad pri-
mordial de fundar y robustecer á todo trance una autoridad
patria, un gobierno nacional, que respondiese á los fines de la
revolución argentina.
Nuestro más ilustrado constitucionalista el doctor Alberdi
define tan bien el carácter de la prensa de aquella ¿poca, que
no podemos rehusamos á transcribir algunos párrafos que ex-
plican perfectamente nuestro pensamiento. Dice así el doctor
Alberdi:
« Bien, pues, ¿cual fué la conducta de la revolución respecto
de la prensa en los años que siguieron á 1810 y á 1820? Esclu-
siva y celosa^ ó mas bien, decididamente política. La consagró
esclusivamente al servicio de su causa, al grande objeto de
crear la autoridad nacional. La j)rensa de Moreno, de Passo, de
Monteagudo, de Alvarez Jonte, fué la prensa del Gobierno de
Mayo, y no hubo otra. Los españoles, únicos adversarios de la
autoridad patria naciente, no tuvieron prensa ni por el pensa-
miento. Una palabra de oposición al gobierno de la patria^
hubiera sido castigada por el atentado. Si el gobierno de Mayo
hubiese sido combatido en cada uno de sus actos por periódi-
cos españoles publicados en Buenos Aires ¿habrían podido for-
mar ejércitos Belgrano y San Martin ? Una ley de 26 de Octu-
bre de 1811 proclamó el principio de la libertad de la prensa;
— 150 —
pero fué entendido que ese principio no seria empleado contra
la revolución de Mayo y en defensa de los opositores españoles
á la nueva autoridad patria. El abuso de la libertad fué decla-
rado crímen; y se declaró abusivo todo escrito que comprome-
tiese la tranquilidad ó la Constitución del Estado)/.
Afií como era considerado entonces mji crímen el defender á
los Españoles, castigado con "1 destierro y aun con la muerte,
la misma pena debia aplicarse á toda defensa de Artigas y de
la cansa de independencia provincial que él sostenía.
Tratado Artigas como un monstruo, su defensa y aun la más
pequeña atenuación de los cargos calumniosos que se le hacían,
habria sido castigada entonces como crimen de lesa patria.
No era posible, pues, encontrar defensores de Artigas en la
prensa de Buenos Aires, y no debe olvidarse que el Coronel
Borrego, redactor de la Crónica, que acababa de ser jefe del
regimiento de línea núm. 8, fué deportado á las Antillas con
doce horas de plazo, por haber escrito un articulo en que de-
mostraba los peligros de la invasión portuguesa á la Banda
Oriental; así como muy poco después fueron también deporta-
dos á Norte-América todos los demás redactores del mismo
diario, junto con otros ciudadanos adictos á las mismas ideas,
por haber continuado haciendo una propaganda nada más que
indirecta en favor de la causa de la Banda Oriental, ocupado
ya Montevideo por los portugueses.
Mal podría ocurrirsele á nadie después de estos terribles
ejemplos, dados por el despótico Directorio de Pueyrredon, sa-
lir á la defensa de Artigas, para calumniar al cual de la mane-
ra más absoluta é impune se comisionó al Oficial Mayor del
Ministerio de Gobierno D.Pedro Feliciano Cavia para que con
cínicas imposturas elaborase su conocido libelo contra Artigas,
aprovechando al efecto algunos de los conocimientos locales
que poseía de la provincia Oriental, en donde residió tantos
años, funcionando como Escribano público, y aun como Actúa-
— IBl —
rio de Gobierno, hasta que fué espulsado de ella y del ejércáto
patriota junto con el Q-eneral Sarratea en 1812, por obra y es-
fuerzos del General Artigas. Para refntar al Gaviada 1818
bastaba oponerle el Cavia do 1820 como miembro del Cabildo
de Lujan, glorificando al General entreriano Ramírez, subor-
dinado hasta entonces á Artigas, y al gran flibustero el chile-
no Carrera, eligiendo como Gobernador de Buenos Aires al
General Soler, que en nombre de su ejército imponia al Cabil-
do de la capital la destitución y persecución de todas las auto-
ridades adictas 6. Pneyrredon, así como del Congreso Nacional,
acompañando á Soler hasta que fiíé derrotado en San Kicolás
por Borrego, y tomado prisionero el mismo Cavia,
Bastaba oponerle al Cavia de ese folleto -pasquín al Cavia
de 1826 ensalzando entonces al partido federal, y principal-
mente en 1843, como colaborador de La Gaceta Mercantil, con
Ifl serie de sus famosos artículos sobre lae Pei-fidias y Crimetiee
del Partido Unitario, á que él pertenecía y servia con tanto fa-
natismo en 1818 y 19.
Había, pues, en Buenos Aires una absoluta UbertAd y aún
protección para difamar y combatir á Artigas. Pero existía
también de hecho la más absoluta prohibición bajo severo cas-
tigo de intentar ninguna publicación que importase, no solo
defenderlo, pero ni siquiera escnaarlo.
La acción de la prensa oficial calumniadora fué pues, impune
é irreírenada. Durante medio siglo el nombre de Artigas ha
quedado bajo la presión de esa atroz muerte civíL
Poseyendo asi los enemigos del General Artigas los amplios
elementos á su favor de una prensa periódica, siempre á su
disposición, y con una circulación extensa en los territorios del
antiguo Yireinato, y en el exterior, se comprende como han po-
dido abusar de ese poderoso agente de combate, cuya carencia
reducía á Artigan y sus parÜdaños ¿ una triste oecoridad, y lo
que es peor todavía, á una absoluta impotencia y nulidad mo*
— 152 -
ral para defenderse de la sistemática cidomnia de «us de«
ttaotores.
De ni^gmi modo debe atríbuirse á este la cansa ú origen de
que ee produjese tan lamentable hecho, y si exclusivamente á
BU. Delegado Barreiro y a los miembros del Cabildo de Monte-
video, que no hicieron bastantes esfuerzos para conseguir todos
los elementos necesarios a fin de establecer una buena impren-
ta y fundar con ella algún periódico.
Existía en Montevideo una imprenta regularmente dotada
para aquella época, que pertenecia también al Cabildo, como
valioso regalo que junto con más de 60,000 duros en réjias Al-
hajas, le habia hecho ¿ este cuatro años antes la célebre prin-
cesa Carlota, mujer de don Ju^n VI de Portugal, soberana de
carácter ambicioso ó intrigante, que tanto aspiraba al dominio
de estos territorios, según se verá en el cuerpo de nuestra obra.
Por esa imprenta se publicó La Gaceta de Montevideo en la
que el famofeo fraile Cirilo Alameda, confesor años después de
la Keina Isabel II y Arzobispo de Toledo, hizo sus primeros
ensayos como empecinado partidario de la resistencia a toda
transacion con los victoriosos sitiadores de esta plaza.
Esa misma imprenta fué llevada por el General Alveará
Buenos Aires formando parte del inmenso botin de guerra que
tan indebidamente sacó de la plaza de Montevideo.
Bien conocia el sagaz y voluntarioso Alvear la importancia
del despojo que hacia al arrebatar esa imprenta, que era un
bien municipal, privando á sus enemigos de tan útil auxiliar:
él, que cuatro años mas tarde debia venir asilado dolorosamen-
te en Montevideo, á imprimir y darles tinta por sus brazos á
tanto folleto, hojas sueltas y diatribas contra sus enemigos y
rivales de Buenos Aires, desde San Martin hasta Pueyíredon,
escritos ppr él mismo, y por José Miguel Carrera.
Ese despojo^ por mas insignificante que pudiera parecer en
— 163 —
aquellos tiempos, dejó sin embargo el mas ingrato y lamenta-
ble vacío ^n Montevideo en cuanto á elementos de publicidad,
íl General Artigas lo reconoció muy bien, sabiendo apre-
ciar debidamente la falta que le hacia una imprenta, pues es
digno de recordarse que en las conferencias que tuvo en Pay-
eandú con los comisionados del Director Alvarez, el Coronel
Pico y el Sr. Eivarola, á fin de arreglar las bases definitivas
de concordia, entre las varias exigencias que presentó, fué una
de ellas la devolución de dicha imprenta, junto con una parte
del armamento sacado de Montevideo por el General Alvear.
No está de más recordar aquí también, la singular idea que
entonces tuvo el General Artigas, tanto más .singular en un
hombre de guerra, tan vilipendiado por sus enemigos, y califi-
cado como ignorante y retrógrado, de exigir que se le entre-
gase por el gobierno de Buenos Aires, una cantidad de útiles y
herramientas de agricultura, así como de simientes, destinadas
¿ los labradores de la provincia, que habían contribuido con el
fruto de sus cosechas, al abastecimiento del ejército sitiador de
Montevideo.
De todos modos, el hecho digno de lamentarse como una
gran deficiencia para la historia americana, y como una escue-
la menos de progreso entonces, es que por una razón ó por otra,
la administración del General Artigas en la provincia Oriental
se vio privada siempre de la útilísima cooperación y auxilio que
pudo proporcionarle la prensa periódica y con ella la imprenta,
dejándolo así sin defensa ni refutación ante las calumnias sis-
temáticas de sus enemigos.
Para demostrar que el General Artigas se apercibió perfec-
tamente bien de la falta que le hacia la imprenta, queremos
reproducir á continuación algunos párrafos de tres clistintas
notas dirigidas al Cabildo de Montevideo, en que lo urge á fin
de que se preocupe de la adquisición de imprenta, y fundación
de un periódico.
— 154 —
Asi se verá también cnanto se complace al recibir el pros-
pecto de un periódico, que no hemos podido haber á las ma-
nos, y que sin duda filé el único número que se imprimió
entonces.
Al formar un juicio sobre esta sensible deficiencia de aque-
lla época, es necesario no olvidar en cuanto se relaciona con el
General Artigas, que este se hallaba siempre preocupadísimo
en su campo de Purificación, con las exigencias apremiantes
de la guerra que se le hacia, y á que tenia que atender tras-
ladándose unas veces á las fironteras de Misiones, otras á las de
Entre-Eios y Corrientes, y otras principalmente á Santa-Fé,
á mas de 200 leguas de la capital.
Contestando á esas exigencias de Artigas respecto á un pe-
riódico, trascribiremos después una respuesta del Cabildo, in-
formándole que no se publicaba por falta de una persona que
pudiese redactarlo, desde que el doctor don Mateo Vidal se
hallaba muy enfermo, y el presbítero señor Larrañaga no tenia
tiempo por las atenciones de su curato, para dedicarse á esa
nueva tarea.
Hé aquí los párrafos de las notas á 'que antes hemos hecho
referencia :
« Habida en Montevideo la imprenta con sus operarios, pón-
gala V. S. en ejercicio, ya por un tanto al encargo de algún
periodista, ya por cuenta de ese Cabildo. Delibere V. S. lo me-
jor, tanto por lo relativo á la impresión, como por los fondos
que pudiera aumentar á esa Municipalidad . »
Dos meses después se preocupa del mismo asunto del modo
siguiente :
<: He recibido con el honorable de V. S. de 14 del corriente
el Prospecto Orientálj primer fruto de la prensa del Estado, y
conveniente para fomentar la ilustración de nuestros paisanos*
Yo propenderé por mi parte á desempeñar la confianza que en
mí se ha depositado, con los escritos que crea convenientes á
165 -
realizar tan. noble como diñcil empeño . Entre tanto V. S , de-
be velar para qne no se abuse de la imprenta .
« La libertad de ella, al paso qne proporciona á los buenos
ciudadanos la utilidad de espresar sus ideas j eer benéficos á
sus semejantes, imprime en los malvados el prorito de escribir
con brillos aparentes y contradicciones perniciosas á la socie-
dad. Por lo mismo, el periódico está juicioso, y merece mi
aprobación.
« La solidez en nuestras empresas ha dado la consistencia
precisa á nuestra situación politica, y es difícil se desplome es-
ta grande obra, si los escritos que deben perfeccionarla ayudan
¿ fijar lo sóKdo de sus lundamentos . Por lo tanto, V. S. man-
de invitar por el periodista á los paisanos, que con sus Ittces quie-
ran coadyuvar á nuestros esfuerzos, excitando en dios «í amor á su
país, y d mayor deseo por ver recitado el triunfo de la libertad.
V. S. es encargado de este deber, y de adoptar todas laa me-
didas conducentes á realizar como de evitar las que puedan
contribuir á imposibilitarlo. »
Tengo la honra, etc.
Campamento, Octubre 23 de 1815.
í Artigas.
Y en su nota da fecha Noviembre 12 ñfi 1813 decia el mismo
lo siguiente:
« Pocos y buenos somos bastantes para defender nuestro
suelo del primero que intente invadimos. Para mi es muy do-
loroso no haya en Montevideo un solo paisano que encargado de
la prensa, dé á luz sus ideas, {lustrando & los Orientales, y procu-
rando instruirlos en sus deberes. Todo me penetra de la poca de-
cisión, y la falta de espíritu puUico que observo en ese pué^o. »
Y en otra nota de fecha 25 del mismo Noviembre decia lo
siguiente;
— 1*6 —
« Al cabo la Prensa dp Moatevideo ha salido á luz con ob-
jetos dignos de la pública estimación. Sobre ellos podrian for-
marse las mejores reflexiones: co7i éUas se adelantaría el conven-
cimiento, la efiergia, y la ilustración para que los períbdicos de la
Imprenta coadyuvasen á cimentar lupídblica felicidad. y>
Véase otra nota en que recomienda la publicidad por medio
de la prensa, de uno de sus oficios en que excitaba el patrio-
tismo oriental.
« Es preciso que V. S. me designe uno ó dos sugetos de los
vecinos existentes entre Maldonado, S. Cirios, Rocha y Sta,
Teresa para oficiarles, y que formen el arreglo conveniente de
todo aquel vecindario en escuadrones de caballería.
« Igualmente se hace forzoso que V. S. dé á la prensa la car-
ta que en copia remití á V. S. en el correo anterior, proclaman-
do á los pueblos para sostener stis derechos, en virtud del nue-
vo i^eligro que les amenaza.
« Así e^ público estará penetrado de sus deberes, y del en-
sanche que debe dar á la heroicidad de sus sentimientos. »
Tengo la honra, etc.
José Artigas,
Cuartel General, Enero 27 de 1816.
Al muy Ilustre Cabildo de Montevideo.
Casi á la conclusión de la guerra y dias antes de iniciar su
última invasión al territorio de Rio Grande, preocupándose de
hacer conocer á los pueblos de la Provincia el entusiasmo y
constancia que lo animaban, dirigía al Cabildo de Canelones
su nota 7 de Noviembre de 1819, en la que se referia á la pren-
sa en los términos siguientes :
« Ya supongo en manos de V. S. los primeros frutos de la
« prensa. Adjunto á Y. S. esos otros ejemplares para que sean
— i&V —
« disfctibuidos entre los pueblos de ese Departamento, j ellos
« sirvan db tin huevo comprobante al objeto de nuestros
<í afanes. »
Con las pruebas que hemos aducido se reconocerá que Ar-
tigas procuraba hacer luz sobre todos sus actos, buscando en
la prensa ese fecundo auxiliar que tanta falta le hacia, y del
cual á su turno tanto abusaron sus enemigos para difamarlo
y combatirlo.
Ya que tratamos de este asunto, y como una prueba mas de
la3 tendencias liberales y verdaderamente ilustradas de Arti-
gas pn el sentido de propender á la mayor instrucción de sus
comprovincianos (sobre lo cual presentaremos muchos otros
justificativos en el texto de la obra), permitasenos trascribir
aquí algunos párrafos de la nota en que contestaba á otra del
Cabildo comunicándole la inauguración de la Biblioteca Pú-
blica, debido á los esfuerzos del ilustrado patricio presbítero
Larrañaga.
No se extrañe, ni se considere como una arbitrariedad el he-
cho de disponer Artigas de la biblioteca particular del' exce-
lente cura Ortiz, recordándose que se hallaba entonces en ac-
tiva guerra con el Gobierno de Buenos Aires.
« Conozco las ventajas de una Biblioteca Pública, y espero
que V. S. cooperará con su esfuerzo é influjo á perfeccionarla,
coadyuvando á los heroicos esfuerzos de un tan virtuoso ciu-
dadano.
« Por mi parto dará V. S. las gracias á dicho paisano; protes-
tándole mi más íntima cordialidad ; y cuanto dependa de mi
influjo por el adelantamiento de tan noble empeño. Al efecto,
y teniendo noticia de una librería que el finado cura Ortiz dejó
para la Biblioteca de Buenos Aires, Y. S. hará las indagacio-
nes competentes, y si aún se halla en esa ciudad, apliqúese de
mi orden á la nueva de Montevideo. Igualmente, toda la libre-
ría que se halle entre las propiedades estrañas se dedicará a
— 168 —
tan importante objeto. Espero que Y. E. contribuirá con 8a
eficacia & invitar los ¿nimos de los demás compatriotas á perfe-
ccionarlo, 7 que no desmayen en la empresa basta verla reali-
zada.
«. Tengo la bonra etc. Cuartel General, Agosto 12 de 1816.
José Artigas. Al muy Ilustre Cabildo, etc. , etc.
/
1
Artigas no fué caudillo en la acepción que se ha
dado ¿ esta palabra : fué un reformador poli-
tico. Un discurso suyp. Origen de su separación
de las líneas sitiadoras de Montevideo.
En las luchas civiles argentinas siempre hemos ponsiderado
como verdadoros caudillos á aquellos jefes militares que por
BUS triunfos, ó por sus fuerzas en armas, 6 por su misma supe-
rioridad intelectual, llegaban á asegurarse en los territorios en
donde preponderaban, cierto grado de prestigio, mal ó bien
adquirido y empleado, según era más ó menos buena ó mala
su Índole y educación personal, y las tendencias de la causa
que sostenian!
Pero ademas de estas circunstancias capitales, el caudillo
asumia, ó pugnaba siempre por asumir en su territorio un re-
medo de omninotencia autoritaria, no permitiendo jamás que
4eta fuese ni compartida ni coartada por ninguna otra autori-
dad, desde que todas debian ser sus humildes y dóciles instru-
mentos.
Así, pues, lejos de crear nuevas autoridades civües, disiden-
tes por lo general con ellos, tendian casi siempre á suprimir-
las ó á anularlas si existían; y en lo que menos pensaban era
r
en crearlas, ni organizar ninguna corporación que pudiera
compartir con ellos su dominio ó mando, el cual debía ser siem-
pre uniperspnal y esencialmente militar. Por otra parte, en
BQB aspiraciones no se dejaba ver por lo general sino la satis-
fiuxáon sensual de sus pasiones y sed de mando.
Diseñadas estas cualidades elementales, como el perfil más
oaracteristico de nuestros caudillos de segundo orden en todas
/
— 160 ~
\s civile3 que han asolado las provinciaa argentinas,
cora que ellaa eran diametralmente distintas de las
uta siempre Artigas oomb regla nsaal da su conducta.
imbre del Genertil Artigas no es pnramente militar
dille, y como intrépido defensor de au tierra natal.
;edor de las Piedras no debe ser considerado tan solo
^■an soldado civico á quien los pueblos de la Provia-
tal, del EntrerioB, Corrientes, Santa Fé y aún de Cór-
octoral, confiaban el triunfo de sus aspiraciones, por
a ciega fé en la pujanza de su brazo, en la habilidad
ica, y en el lieroismo de sus tropas,
en ese eminente ciudadano excelentes aspiraciones
y aún inclinaciones y aptitudes de reformador, de or-
• administrativo, de hombre metódico de progreso,
robaremos acabadamente, que buscaba con decisión
imponer ante todo en el gobierno patrio la igualdad
uia provincial que recien vino á hacer práctica en la
L Argentina la gran Ck)nstitucion de 1853; asi como
■ avanzadas condicionee de orden y libertad en la so-
'il de su pueblo.
egó á desarrollar y consolidar un orden representati-
iroviucia como lo int-entó tres veces, y á implantaren
.a de las instituciones más avanzadas de su época, no
de él sino de las guerras incesantes en que se vio en-
tn las que tuvo que concentrar toda su atención como
le vida 6 muerte para su provincia y para él.
icimiento y estudio imparcial de los más culminantes
Artigas acreditan y evidencian esta afirmación, que
será recibida con necio escarnio por sus detractores.
A misma cansa que deseamos comprobarla de la
las incuestionable, con tanta mayor razón, que ella no
do en vista por sus más apasionados adictos, i!i mti-
— 161
olio menos por sns adversarios, al apreciar el carácter de aquél,
la indole.de sus tendencias, y el uso que hizo de su autoridad.
Apenas entrado á la vida pública, ya dio claras pruebas Ar-
tigas de que, excepción hecha de los elementos y organización
militar que eran la base de su fuerza y de sus medios de pre-
<Jomimo y resistencia, estaba muy distante de procurar esa
absorción de mando y de facultades que casi siempre han sido
el rasgo distintivo de nuestros primitivos caudillos.
Poseyendo en gi*ado eminente muchas de las condiciones
que hacian sobresalir á éstos, como la intrepidez, la actividad,
la sagacidad, además de nobles y atractivas cualidades persona*
f les, lo vemos ya en medio de las atenciones de la guerra al
frente de Montevideo, en el primer asedio, procurar entre sus
oomprovincianos la prej)aracion de un manifiesto, como consi'-
; guió presentarlo, suscrito por el mayor número de vecinos iu'-
mediatos y más respetables, á fin de influir en el ánimo del
Delegado de la Junta de Buenos Aires Dr. Julián Pérez.
Trató así, rodeándose de la opinión y sufragio de sus com-
\ ' provincianos, de combatir el abandono que se intentaba hacer
I por aquel Gobierno, y que al fin se hizo, de la Provincia Orien-
I tal, devolviéndola al poder de los españoles, cuyo despotismo
tanto aborrecían esos mismos vecinos en armas para comba-
tirlos.
. Este rasgo inicial en la carrera pública de Artigas que le
hace buscar en la mayor suma de opinión la fuerza propia, se
acentúa y robustece en el segundo asedio de Montevideo del
modo más característico y laudable.
Al frente de las Divisiones Orientales, en continuos comba*
tes con los sitiados, no siendo entonces la provincia en la par-
te ocupada por los insurgentes sino un territorio en armas sin
más autoridad que la militar, propónese organizar por si mis-
mo una administración provincial sobre la base de los Cabildos
y pedir á los ciudadanos su sufragio para la creación de un
12
— 162 —
gobierno económico y municipal, y á la vez la formación de-
Juntas electorales para la designación de electores de dipu-
tados.
De esta tan laudable iniciativa de Artigas, surgieron lod
Congresos de 5 y 21 de Abril de 1813, y con ellos la organiza-
ción del primer verdadero gobierno popular de la provincia _
(sobre cuyo funcionamiento, doloroso es decirlo, no hay sino
escasas apuntaciones) teniendo que luchar para ello obstinada-
jaiente contraía oposición recomendada imperativamente por el
Directorio de Buenos Aires al General en jefe del ejército si-
tiador, General Sondean, quien sin duda debia escandalizarse
del proceder de aquel extraño jefe militar, criollo de raza dis-
tinguida, pero que ni siquiera habia tenido la ventaja como ¿1 de
viajar y servir en Europa, que pretendía contra todas las reglas
disciplinarias, levantar en el mismo país militarizado, sin ningu-
na organización política anterior en una época necesariamen-
te desordenada y tumultuosa, aquella nueva entidad civü que
¿o tenia precedente alguno en las demás provincias, y que tan-
to debia y podía coartar la libre acción de las autoridades mi-
litares en su absorción y desconocimiento de todos los derechos-
del vecindario oriental en los distritos rurales.
Es muy conveniente oír á este respecto la opinión del Gene-
ral Rondeau en su conocida Autobiografía^ pues ella ilustra
bien este episodio, agí como dá la medida de la superioridad
de vistas y espíritu reorganizador de Artigas sobre las de su
retrógrado jefe, destinado así mismo por el acaso á ser el pri-
mer gobernante del futuro Estado Oriental, de acuerdo con el
voto de la Asamblea en Diciembre de 1829.
« El General Artigas (dice Rondeau) para quien algún tiem-
po anterior no era dudosa la rendición de la plaza de Montevi-
deo, concibió el proyecto de convocar un Congreso para que
este representase á la provincia Oriental, después que la des-
alojasen totalmente los Españoles, y me lo comimiGÓ con el fin
— 163 —
de que jo no pusiese obstáculos ¿ la conTOcatoria de diputados
que se proponia hacer para que lo integrasen: por cierto que
hqael según d modo 4e expresarse, parece se ereia con bastante
mdoridad para dictar aquélla medida, ¿ que me opuse abierta-
mente, haciéndole conocer que su proyecto era muy desacerta-
dO| por cuanto no estaba facultado para llevarlo á efecto, y que
yo no podia consentirlo sin grande responsabilidad: mucho le
desagradó la manera como yo veia este negocio, y entonces me
dijo que se dirigiría al gobierno supremo para obtener su ve-
nia, aunque hasta ese momento era lo menos en qtie habiá pen*
sado, porque él dio que aspircéa era á desconocer su ingerencia
fen la promnda Oriental^ desde qiié se concluyese la guerra.
« Al mismo tiempo que yo di cueata al gobierno de la con-
sulta que me habia hecho el general Artigas y resultados, él
también la elevó con el objeto de merecer la aprobación: el go-
bierno estuvo tan franco que permitió la reunión del Congreso
pretendido, pero no ftió Artigas el comisionado para convocar
los miembros ó diputados que habian de formarlo, sino yo, ba-
jo de una instrucción que se me acompañaba, siendo también
nombrado presidente para la elección preparatoria. »
¡Que bien se descubre en esas palabras é ideas tan absolutas
y retrógradas de Hondean la gradual incubación de la inde-
pendencia Oriental contra la reacción disciplinaria que quería
ahogarla en su germen!
A fin do justificar nuestro juicio sobre el carácter de las ten-
dencias refon^iadoras de Artigas, entre tantas pruebas como
aduciremos al ef ecto^ llamamos la atención del lector al notable
¿Iscurso que reproducimos á continuación el cual no se ha pu-
blicado hasta ahora, pronunciado por Artigas en la apertura
del Congreso de cinco de Abril de 1813, siendo investido por
¿ste con el caiáoter y facultades de Gtefe de los Orientales, co-
mo Presidente del Cuerpo Municipal, y gobernador militar.
Ijos conceptos de ese discurso ó alocudon proyectaban y re-
— 164 —
clamaban ya de una manera terminante, la solacion del proble*
ma político cuyos misteriosos contomos apenas hoy mismo
después d3 tantos años han podido descubrirse entre las va-
guedades históricas de aquella época.
Artigas la presentaba á la consideración de aquella inexper-
ta Asamblea como cuestión previa para la vida futura de la
Provincia Oriental, echando asi las bases desde entonces de
una indisputada autonomia, generadora fecunda de la indepen-
dencia, que gradualmente debia ir ensanchándose hasta llegar
¿ ser nacional.
Hay realmente motivos de asombro cuando se v¿ que decla-
raciones tan sorprendentes y radicales en su aspiración han pa-
sado desconocidas ó desapercibidas para algunas generaciones
durante setenta y un años, y que recien ahora vienen á presen-
tarse á la admiración de una remota posteridad en su verdade-
ra y genuina faz.
En esas declaraciones de Artigas, de si debía reconocerse á la
Junta Oubernativa de Buenos Aires formada ento'nces por eí
Tntinvirato de Rodríguez Peña, doctor Julián Pe^-ez y Alvares
Jonte; para someterse á éUa^ 6 considerársele simplemente como
auxiliadora, que era como únicamente la consideraba Artigas
en 1812 y 1813, se esconde el secreto de la tremenda lucha que
durante tantos años ensangrentó las Provincias del antiguo
Vireinato, y presentó á Artigas, el emancipador de su pueblo^
como el blanco de las enconadas calumnias de sus enemigos
como un bárbaro caudillejo, muy lejos de reconocerse en el k
un reformador político.
Hé aquí dicha alocución que necesita para ser bien com-
prendida conocer á fondo los incidentes históricos á que se re-
fiere, y los que mas adelante apuntaremos sumariamente.
« Ciudadanos. — Mi autoridad emanó de vosotros, y ell&
vive por vuestra presencia soberana; vosotros estáis en el pie*
no goce de vuestros derechos^ ved ahi el fruto de mis ansias y
— 166 —
clesrelcH, y ved ahi también todo el premio do mi afán. Aho-
T» en vosotros está el conserrarta: 70 tengo la satisfacción
hermosa de presentaros de nuevo mis sacrificios bí queréis ha-
cerla estabta
Nuestra btstoria es la de los héroes. El carácter constante y
sostenido gue habéis ostentado en los diferentes lances que
ocurrieron, anunció al mundo la época de la grandeza. Sns mo-
numentos majestuosos se hacen conocer desde loe muros de
nuestra ciudad hasta las márgenes del Paraná: cenizas, ríos de
sangre, y desolación, ved ahí el cuadro de la Banda Oriental,
y éí precio costoso de su regeneración! Pero ella es Pueblo li-
bre! El estado actual de sus negocios es demasiado crítico para
dejar dft reclamar vuestra atención.
« lia Asamblea General tantas veces anunciada empezó ya
sns sesiones en Buenos Aires: su reconocimiento nos ha sido or-
denado. Resolver sobre este particular ha dado motivo á esta
congregación; porque yo oienderia altamente vuestro carácter
y el mío; vulneraria enormemente vuestros sagrados derechos,
sí pasase á decidir por mí una materia reservada á vosotros.
Sajo este principio yo tengo la honra de proponeros los tres
puntos que ahora deben ser el objeto de vuestra espresion ko-
1." Si debemos proceder al recotiocimiento de la Asamblea, por
t^decimiento ó por pacto.
2.° Proveer de mayor número de diputados que sufraguen
por este territorio en dicha Asamblea.
3f Instalar aquí una autoridad gite restablezca la econoinki
ddpaís.
« Para facilitar el acierto en la discusión sobre los puntos
indicados, debo haceros presente, que el garantir las conseciicn-
das del reconocimiento, no es negar drecanodmiento; y bajo todo
principio nunca será compatible un reproche á vuestra conduc-
ta: en tal caso con las miras Kberales y fundamentos que au-
— 166 —
torizan, hasta la misma instalaGÍon de la Asamblea, nuestro te-
mor os ultrajaría altamentei. Y si no hay motivo para creer
que esta vulrtei-e miestros derechoSy tampoco debemos tenerle pa-
ra atrevernos á pensar que increpe nuestra precaución
Todo estremo envuelve fatalidad: por ello, una desconfianza
desmedida fracasaría los mejores planes, ¿pero es por eso me-
nos temible un exceso de confianza ?
« Paisanos, pensad, meditad, y no cubráis del oprobio las
glorias, los trabajos de 629 dias en que visteis restar solo es-
combros y ruino s por vestigio de nuestra opulencia antigua.
Traed á la memoria las intrigas dd Áyuy, d compromiso dd Ti,
y las transgresiones dd Piiso de la Arena, y> ^
« A cuál execración será comparable la que ofroten esos
cuadros terribles; corred los campos ensangrentados de Belén,
Yapeyú, Santo Tomó, Ttapebí; visitad las cenizas de vuestros
conciudadanos, para que ellos, desde el hondo de sus sepulcros
no nos amenacen con la venganza de una sangre que vertieron
para hacerla servir á vuestra grandeza. Preguntaos á vosotros
mismos si queréis volver á ver crecer las aguas del Uruguay
con el llanto de vuestras esposas, y acallar en los bosques el
gemido de vuestros tiernos hijos!. . . »
Se reconocerá que asi mismo, trunco como es ese discurso,
hay en sus palabras la consagración de la independencia que
se alzaba contra la opresión española, para pro1>estar también
contra cualquiera otra, viniese de donde viniese. Para su me-
jor comprensión, debemos apartamos de nuestro estudio, á fin
de dar algunas explicaciones sobre ciertas alusiones contenidas
al final de esa alocución.
El General Artigas se refiere en estos últimos conceptos &
las distintas y odiosas causas de agravio que tanto lo habiait
ofendido de parte de algunos gobernantes y jefes de Buenos
Aires, principalmente de Sarratea, como Gecneial en Jefe del
— 167 -
ejército que de allí fa¿ enviado por el Triunvirato de que ¿I
milsmo formaba parte.
« Las inixigas del Aytiy^ se refieren á la irritante y hostil re-
solución adoptada por Sarratea de arrancarle á Artigas^ con el
protesto d^ hacerlas nacionales^ varias de las principales divi-
^ones Orientales que él había formado, adiestrado y organiza-
do, y en las que cifraba con razón su legítimo orgullo desde I&
victoria de las Piedras, como fuerzas esclusivamente pertene»
cientes á la Provincia Oriental.
Esa usurpación odiosa y agresiva llevóse á cabo por Samn
tea, tanto por intrigas y seducciones de grados y honores pro-
•digados por éste, cuanto por respeto a la disciplina de la auto*
ridad superior, acatada por el mismo Artigas. Fué de esto
modo como se le hicieron separar de su campamento, para po-
nerlos directamente á las inmediatas órdenes de Sarratea, al
ILegimiento de línea de Blandengues, en que Artigas habia
servido desde 1797, la división de milicianos de Baltasar Bar-
gas, y la de Pedro Viera, llevándose con eUos algunos gefes
distinguidos como Ventura Vázquez y Eusebio Baldenegro,
que brillaron más tarde en la milicia por su8 hechos distingui-
dos, privando así á Artigas de tan excelente cooperación.
Esa verdadera disolución del ejército orienta], producida por
los que se consideraban como meramente auodliadores en sa
empresa de libertar la Banda Oriental, fué siempre para Arti-
gas, con incuestionable justificación, una causa de profundo y
provocado resentimiento; el que influyó tanto en sus actos ul-
teriores, y muy poco después en la separación y expulsión da
Sarratea y varios otros jefes del ejército patriota acampado ea.
el Cerrito, incluyendo en esa expulsión á todos los principaleg
oficiales que aquel le híjzo defeccionar de su ejército.
El compromiso dd Yi se refiere á la violación hecha por Sarw
ratea de un pacto ó convenio arreglado en las inmediaciones
de aquel rio entre Artigas y los emisarios de Sarratea D. To»*
— 168 —
más García de Zúñiga, D. Juan Medina, D. Felipe Pérez, y
otaro ciudadano distinguido.
Artigas, ya revelado á consecuencia de las agresiones ante-
riores contra la autoridad de Sarratea, habia retenido la Comi-
saria y algtmo:? cuerpos que cruzando por el interior venian de
Buenos Aires á incorporarse al ejército frente á Montevideo; y
exigía la separación de aquel gefe del mando de dicho ejército^
notao un elemento de discordia y funesta zizaña entre argenti-
nos y orientales ; prometiendo con tal de realizarse esa sopara-
xáon, no solo dejar libre paso a aquellos cuerpos, sino incorpo-
rarse también á dicho ejército con todas sus divisiones.
• Artigas ante las seguridades y promesas que le dieron aque-
llos comisionados orientales á quienes tanto distinguía como
amigos y compañeros de causa, y en la perfecta confianza que
dstos le infundieron de que Sarratea dejaría el mando del ejér-
<dto tan luego como llegasen al Cerrito aquellas fuerzas, per-
mitió su paso, auxiliándolas con caballos y bueyes .
Se comprende que en esta mañosa estratagema no habia de
parte de Sarratea la menor disposición á cumplir aquella pro-
mesa, y que dejando comprometidos malamente para con Arti-
gas aquellos comisionados orientales que habían creído en su
buena fe, continuó en el mando del ejército hostilizando siem-
pre á Artigas, sin pensar en abandonar aquel, hasta tanto que
Artigas y Rondeau convinieron en su definitiva espulsíon como*
se realizó días después.
Las transgresiones del Paso de la Arena significan las nuevas-
intrigas que puso en juego Sarratea una vez que el General
Artigas aproxímándoRe al sitio de Montevideo, estableció su
;45ampamento sobre el Kio de Santa-Lucía, en el paso indicado.
El comandan Otorgues recibió de Sarratea, por conducto de
^on Juan José Aguiar, toda clase de ofertas para que defeccio-
nase de Artigas, prometiéndole que lo ascendería á coronel de
-^Mnea, y lo reconocería en el mando del ejercito oriental, ade-
— 169 —
más de fuertes sumas de dinero que se le entregarían para el y
.sus oficiales .
Asegurase, además, que Sarratea le envió un rico sable y un
par de pistolas, para que con ellas se hiciese respetar de Arti-
gas; y aún para aseshiado, aseguran otras crónicas de aquella
época, y las mismas afirmaciones de Otorgues .
Este gafe con noble lealtad resistió esas atractivas tentacio-
nes, y dio cuenta do ellas á Artigas, quien tuvo entonces más
fundado motivo aún para redoblar sus exijencias sobro la ex-
pulsión do Sarratea, sus adictos y parciales, entre los que in-
cluia á su secretario don Pedro Feliciano Cavia.
Lo que más agrió entonces á Artigas fué que todos los gafes
expulsados, entre los cuales se hallaban don Francisco Javier
de Viana, don Ignacio Alvarez Thomas, don Ventura Vázquez»
don Pedro Viera, don Ensebio Valdenegro y otros, recibieron
un ascenso en su grado militar á su llegada á Buenos Aires
como una reprobación implícita de aquel acto de severa pero
salvadora justicia militar.
Pero aún hay más a este respecto. En una publicación con-
tra Sarratea que hizo en 1820 el enórjico Diputado al Congreso
de Tucuman don Tomás Manuel de Anchorena, aseguraba que
aquél pidió en notas de 2 y 3 de Diciembre de 1812 dirigidas
al Gobierno de Buenos Aires, autorización para batir á Arti-
gas, la que le fué negada; pero que asi mismo publicó en el
ejército una orden del dia, por la cual declaraba traidor á Ar-
tigas, y nombraba para sustituirlo en el mando de !as divisio-
nes Orientales al Coronel don Femando Otorgues . «Que enton-
ce ees (agrega el doctor Anchorena) Artigas se acabó de irritar
« más, y desplegando todo el furor de su ira comenzó á hostili-
« zar nuestro ejército por cuantos medios le fué posible, y
« mostraba á cada paso la carta privada que Catüina ( asi Ha-
« maba Anchorena á Sarratea) dirigió á dicho Otorgues para
« que lo asesinase, á cuyo efecto, creyéndolo seducido, lo habia
— 170 —
« honrado con el expresado empleo y regaládole un par de pís-
<c tolas 7 un sable. » /
Incidentalmente debemos agregar que Sarratea trató do de-
fenderse de esos cargos^ asegurando que por el contrario, había
propendido á la unión entre orientales y argentinoá, rehusán-
dose á cumplir la orden que se le dio por el Gobierno do
aprehender á Artigas y pasarlo inmediatamente por las armas
ó remitirlo á Buenos Aires bajo segura custodia, para ser jua-
gado alli.
Estos distintos antecedentes, a cual más eficaces en su acción
conjunta para ahondar la discordia que ya venia acentuándose
con la conducta imprudente y agresiva del General en Gefe
Sarratea, esplicarán al lector la mala impresión, cuando menos,
con que Artigas debia abrir ese Congreso, el cual por la reso-
lución de la Asamblea Constituyente reunida en Buenos Aires^
debía prestarle á esta homenaje, y jurar 1^ obediencia de esta
Provincia al Gobierno revolucionario del Triunvirato que po-
cos meses antes había violado los compromisos de la revolución
de Mayo para con esas mismas provincias, espídsando de Bue-
nos Aires ¿ sus Diputados.
Volviendo ahora á la alocución del General Artigas, y á fin
de que se comprenda mejor el tino político y la previsión cívi-
ca con que él establecía y definía hábilmente las condiciones
y reservas con que debia prestarse el reconocimiento de obe-
diencia exigido por la Asamblea Constituj'^ente á las autorida-
des de cada provincia, nos complacemos en reproducir á conti-
nuación las opiniones análogas emitidas sobre el mismo acto
por D. Nicolás Laguna, uno de los miembros de dicha Asam-
blea, diputado á ella por el Tucuman en un Informe que él
presentó al Cabildo de esta provincia.
Laguna era un ciudadano ilustrado y circunspecto que evir
denciaba en su Informo una sorprendente identidad de opinio-
nes políticas con las emitidas por Artigas en la alooucion an>
— 171 —
teiior, identidad que revelaba cual debía sor la opiniozi públi*
•«oa al respecto.
El mismo General Mitre en su Historia de BdgraJio (tomo 2.**
página 148) aunque refiriéndose al año 16, confiesa del modo
que va á verse cuánto se venia generalizando en todas las pro-
vincias ese sentimiento de independencia local sobreexcitado
sin duda por la misma abusiva opresión que queria ejercerse
sobre ellas.
Esa independencia que tan acerbamente se ha reprobado en
ia Provincia Oriental, y que tanto se ha atenuado en las de-
mas, era sin embargo la expresión genuina y legítima de las
aspiraciones de la maj^'or parte de esas provincias desde Santa
Fó hasta Salta. Dice así el General Mitre:
« De los pueblos que en 1816 formaban teóricamente parte
•de las Provincias Unidas cuya independencia se proclamó en
Tucuman, casi una mitad no reconocía su ley. El Paraguay se
había segregado de hecho de la comunidad, bajo la dictadura
de Francia. La Banda Oriental, bajo el caudülaje de Artigase
«staba en abierta insurrección contra el gobierno general, for-
mando una especie de Confederación ó liga de caudillos con
Entre-Ríos, Corrientes y Santa Fé, que se negaron á enviar
«US Diputados al Congreso Nacional, Córdoba trabajada por la
influencia disolvente de Artigas, y por ideas truncas de fede-
ración, obedecía condicionalmenta. Salta, sometida á un poder
in'esponsable y personal, formaba parte del sistema, á condi-
ción de gobernarse á su antojo, bien que sin romper el vínculo
nacional, y concurriendo eficazmente á la defensa del territo-
rio en las fronteras del Norte . En el mismo Tucuman, asiento
del Congreso, fermentaban ideas de disgregación, aun en las
clases ilustradas, sugeridas por un estraviado patriotismo lo-
•cal, y mal comprendidos principios de federación .
c< En cuanto á los que se titulaban representantes del Alto
Perú| ellos no eran en realidad sino los diputados vergoi^zan-
~ 172 —
tes de loe emigrados de aquellas provincÍEis, que habían segui-
do la desgraciada suerte de los ejércitos argentinos derrotado»
en las anteriores campañas. »
Este cuadro no puede ser más gráfico, y revela elocuente-
mente el desprestigio de Gobernantes que eran tan uniforme-
mente repudiados por el pueblo argentino.
Véase ahora como se espresaba el diputado tucumano Lagu-
na, y compárense los términos empleados por este á tantos cen-
tenares de leguas de donde Artigas se esplicaba en términos
análogos: coincidencia que, como hemos dicho, revela las aspi-
raciones de la mayoría de los ciudadanos de aquella época.
Laguna esplicaba así la doctrina y la razón de su juramento-
oondicional:
« Algunos querían demostrar la servidumbre de mi pueblo
por el juramento de obediencia que exigió por medio de V. K
esta Asamblea.
« Dije que siendo juramentos provisionales de Gobierno, y
disposiciones de la Asamblea hasta la sanción de la Constítiiciony.
el juramento no tenia otra firmeza que la del acto á que se
agregaba; que no inducía especial obligación distinta de la na-
turaleza de la cosa que se había jurado, y que bajo este supues-
to y cícrtísima doctrina, no se podía decir que el Tacwnan prestó-
para siempre la cerviz doblada á la Asamblea y Poder Ejectttivoy
sino que aquel acto no tenia solamente la fuerza de una pro-
m.6sa que hacia el pueblo, de estar quieto y tranquilo á las ór-
denes provisorias del Gobierno y Asamblea, hasta la sanción
de la Constitución . Quien juró Provincias Unidas^ no jíiró la.
unidad de las Próvidas. »
Volviendo ahora al General Artigas, y sus esfuerzos por ci-
mentar sólidamente la autonomía de esta Provincia, ocurrien-
do siempre al efecto al sufragio popular, como la expresión más
caracterizada de la voluntad de sus comprovincianos; debe sa-
berse que en varias notas que publicaremos dirigidas en No-
— 173 —
T;iembre de 1813 á los Cabildos, ya hizo constar que él no esta-
ba conforme con ]a Junta reunida por Rondeau en la Capilla
del Niño Jesús, chacra de Maciel, siete meses después de la
convocada por él en su alojamiento, rehusándose á reconocer
la legalidad de aquella Junta, y apelando á los pueblos para
que también negasen la validez de procedimientos que estaban
en desacuerdo con las instrucciones ó mandato imperativo que
debian haber recibido de sus electores.
Fué en el histórico alojamiento del General Artigas en don-
de siete meses antes, en 5 de Abril de 1813, se reunieron los
primeros representantes de la independencia provincial, y en
dónde organizaron el primer gobierno económico - político
oriental, con total independencia be la autoridad de Bondean,
y de la Junta Gubernativa de Buenos Aires: independencia
que no por ser provincial hasta entonces, dejaba de ser la base
de una separación política, que la violencia y la opresión de
Posadas, de Alvear y de Alvares Thomas, debían distanciar
más y más cada dia, hasta ensancharla produciendo una des-
membración definitiva.
Es en ese alojamiento ó cuartel general de Artigas sobre el
cual en la ala izquierda de la línea del asedio de Montevideo
la tradición no ha dejado sino confusos rastros, en donde nació
viable y bien definida en sus razgos principales, por sus exi-
gencias y sus propósitos, esta nacionalidad Oriental tan belico-
sa y tan combatida ya desde su primera aparición.
Indisputablemente su cuna fué el primer Congreso de 6 de
Abril de 1853, en medio de los combates del segundo sitio.
La convocatoria hecha meses después por el General Son-
deau con el propósito do anticiparse á Artigas, y dar cima al
pensamiento de éste, pero arrebatándole la gloria de ser él el
primer ciudadano que presidiera el segundo Congreso de la
Provincia, y le infiltrase sus ideas autonomistas ; produjo, «a-»
— 174 —
tonces, á pesar de todas las resistencias de Artigas, el aplaza-
miento de esas aspiraciones de independencia.
Asi fueron ellas por el momento sofocadas, casi en su cnna,
por la acción enervante y coaccionadora del General Rondeau
<M>mo Presidente de la Junta reunida en Diciembre de 1813 en
la Capilla del Niño Jesús, bajo su prepotente jurisdicion mili*
tar.
Artigas reaccionó contra esa Junta demasiado moderada^
que se habia resignado á la obediencia desde su instalación, en
la cual basta su mismo Iiermano D. Manuel como diputado de
los emigrados en armas, debía hacer más penosa su resolución
de desconocerla perentoriamente. El partido exaltado, radical,,
diremos asi, con el General Artigas al frente, reaccionaba con-
tra ella.
La independencia provincial ambicionada y sostenida por
este jefe, debia resurgir pocos dias después entre el estruendo
de las annas y con la cabeza erguida, frente á frente á los an-
tiguos compañeros de armas que no se decidian colectivamen-
te á agredirla al separarse lamentablemente el General Artiga»
con sus divisiones orientales de esa misma linea del asedio, en
que por repetidas ocasiones babia recibido aviso de que se tra-
taba de prenderlo y enviarlo á Buenos Aires.
Es así como vino á romperse por desgracia el último eslabón
que ligaba á ambos pueblos hermanos, obligándolos de este
modo á darse el funesto ejemplo de buscar, por las armas, la
solución que hubiera debido sólo asegurarse mediante una po-
lítica conciliatoria y liberal de parte del Triunvirato de Bue-
nos Aires, compuesto entonces de Rodríguez Peña, Alvare^i^
Jonte y Posadas, reemplazado pocos dias después por el Supre-
mo Directorio del mismo D. Gerv^asio Antonio Posadas.
En lugar de una política prudente y conciliadora, la única
que de acuerdo con los primeros pasos de la revolución podía
Haber fortalecido los vínculos de fraternidad entre los pueblos
— 17& —
liennanos, la misma que se les había hecho esperar con la cir-
cfolaí de 26 de Mayo de 1810 ; en lugar de esa política salva-
dora, preponderaba entonces por desgracia en los consejos del
nncTO Gobierno de las Provincias Unidas la influencia avasa-
lladora y coercitiva del superbo y ambicioso Coronel Alvear.
Hombre de guerra ante todo, segiin él la patria debía conver-
tirse en un cuartel, en donde solo debía iu^perar la voz del ge-
fe. Cuanto más lejos se estaba de Buenos Aires, tanto más ri-
gorosa debía ser esa disciplina.
Fué así como impulsando á la Asamblea Constituyente, de la
cual era Presidente y verdadero leader por sus eminentes cua-
lidades, consiguió hacerla sustituir el Triunvirato existente
con un Gobierno uní-personal, para encargarlo de él á su di-
cho tío, el inteligente y emprendedor Notario Eclesiástico don
Gervasio Antonio Posadas, absolutamdlte dominado por él, y
«levado así á fuerza de intrigas y de audacia, con postergación
de patriotas muchísimo más ilustrados y meritorios, á la en-
cumbrada Magistratura de Director Supremo del Estado.
Al mismo tiempo que ese elemento prepotente y absoluto
«n sus tendencias, formado por Alvear y sus adictos, hacia ma-
terialmente lo que quería del Director Posadas, á quien al fin
echó á un lado para ponerse él mismo; influían y cooperaban
en el mismo sentido de coacción y despotismo militar respecto
de las Provincias, la mayor parte de los aspirantes y ambicio-
sos que entonces dominaban con su voto en la Asamblea, con
su espada en los cuarteles, y en la prensa con sus escritos ar-
dientes, como el temido Monteagudo; secundándolos con su»
incitaciones y consejos acomodaticios algunos orientales nota-
bles por sus talentos y por su posición social como el doctor
don Nicolás Herrera y el Coronel Viana, el bravo Coronel Ven-
tura Vázquez, cuando no se hallaba en el asedio ó en campaña,
y otros, que siempre habían hostilizado al General Artigas, y
qne se comprende cuanto ambicionaban venir á gobernar en
r
— X76 —
esta provincia, que era su psiia natal, aun ¿ costa de indiscul-
pables condescendencias y de vergonzosas humillaciones. Tan
es asi que el Director Posadas no bien subió al poder llevó a sa
Secretaría de Grobierno al Dr. Hen-era y á la de la Guerra al
Coronel Viana.
Con esta multiplicidad de voluntades, acordes todas en do-
minar sin mesura ni contemplación de ningún género la sitúa*
cion militar y política que sa desarrollaba en la Banda Orien-
tal, no so tenia por desgracia hacia ésta, ni hacia los ciudada-
nos que la dirigían, ni hacia los derechos legítimos que ella
sostenía, el más pequeño respeto, ni lamas levo sombra de con-
ciliación y íicomodamieiito.
Toda pretensión justa se miraba como un indicio ó síntoma
de anarquía, do indisciplina, qne reclamaba urgente y severa
represión. Artigas no err, pues, para aquellos gobernantes y
circuios intransigentes, sino un peligroso y díscolo anarquista.
Todo cuanto él hiciera ó solicitase, debía ser reprobado y ne-
gado perentoriamente ; y tratado él mismo como un rebelde
criminal, á quien era apremiante encarcelar, anular y escar-
mentar hasta el último trance, á fin de cortar de raíz el mal, y
acabar de una vez con aquel tenaz germen de escándalo y pre-
matura libertad. Estas opiniones se traducían constantemente
en hechos injustificables.
Tan innoble sentimiento de repulsión venia ya sobrehexci-
tando desde muy atrás con grave perjuicio para los intereses
comunes de la patria j pues desde la época del mando de Sarra-
tea en esta Banda, ya la altiva personalidad de Artigas se mi-
raba por la Junta Gubernativa de Buenos Aires con marcada
aversión*
De ello ofrece un irrecusable y leal testimonio el mismo Ge-
neral Vedia, enemigo personal y declarado de Artigas, que asi
mismo se espresa al respecto con lealtad singular on las obser*
vaciones con que comentó su nota de 7 de Octubre de 1812^
— 177 -
•dirigida á Sarratea, que se hallaba acampado en el arroyo de
la Ghina, hoy Concepción del Uruguay, al frente de algunas
fuerzas, y en las que informa sobre lá misión que se le confió
cerca de Artigas, para sondearlo en cuanto á sus diaposiciones
jsobre la nueva campaña que debia abrirse contra los españoles
en Montevideo, después del cruel abandono que la Junta de
Buenos Aires había hecho de los Orientales ñor el armisticio
de Octubre de 1811, celebrado con el General Elio.
Vedia confiesa de este modo terminante y explícito la aver-
sión que no se disimulaba en aquel Gobierno para con el ven-
cedor de las Piedras :
« Diré por lo que pudiera valer al objeto que aquí me pro-
« pongo, que luego que llegué del primer sitio á Buenos Aires,
« me nombró el Gobierno para que fuese á esplorar las inten-
se cienes de Artigas y á examinar la naturaleza de sus elemen-
« tos de guerra. En cinco días anduve 185 leguas para llegar
« al paraje en que Artigas estaba acampado sobre la costa del
« Uruguay; dos me detuve con éste en largas conversaciones,
« y en otros cinco dias estuve en Buenos Aires, é informé al
« Gobierno que Artigas manifestaba los mejores sentimientos con
« respecto á volver sobre Montevid^; que tenia poca gente armada^
« y que sus soldados maniobraban diariaviente y hadan ejercido
« de fusil y carabina con unos palos d falta de estas armas; y por
« último que cuantos le seguían daban muestra de un entu-
« siasmo el más decidido contra los godos. La viveza con que
« pinté al gobierno las buenas disposiciones que yo habia notado
<í enél,y en la multitud que le drcundaia, fué oida con sombría
« atención^ y después supe que el gobiomo no gustaba qiw se ha-
« blase en favor del caudillo oriental; pe^v yo habia desetnpeñado
« mi comisión con franqueza y sin doblez alguna, y así nada se
« me dio de la errada política de la administradon. »
Beproduciase así la misma situación, pero reagravada por
nuevas y fatales discordias.
13
— 178 —
El Q-efe de los Orientales veía tramarse ¿ su alrededor mía
conjuración oficial contra él, dirigida ó tolerada por el mismo
General en Gefe del ejército de que él formaba parte, á pesar
del carácter templado y conciliador de Rondeau que no podia,
mal de su grado, substraerse al cumplimiento de repetidas ór-
denes que recibía del Triunvirato influido por Posadas, que
formaba parte de él, en el sentido de no hacer la menor conce-
cion á las exijencias de Artigas.
Por su parte éste, apercibido á los peligros de tan temible
enemistad y agresión, recibía á cada momento las pruebas de
la gueiTa sorda que se le hacia, y que debía hacer caer sobre
8u cabeza en el momento menos esperado, el escarmiento de un
castigo ejemplar y bárbaro.
Algunos jefes importantes del ejército sitiador, entre ellos el
Coronel Soler, enemigo personal de Artigas, desde que éste le
reprobó los vergonzosos excesos que dejó cometer á su batallón
en la defensa de Soriano, dos años antes; tan prepotente é in-
Bubordinado en sus actos en esa campaña, como lo demostrare-
mos en lugar oportuno; habían ya anunciado públicamente que
debía castigarse por la fuerza el crimen de las aspiraciones de
Artigas. Mas aun, que estaban dispuestos á fusilarlo por su
cuenta, en cuanto se propasase ó descuídase, amenazando pres-
cindir para ello del tolerante General Eondeau, á quien el mis-
mo Soler públicamente afectaba menospreciar; proponiéndose
así restablecer de una vez, decían, la moral del ejercito, mina-
da no por Artigas, sino por las antipatías y ambiciones perso-
nales que el mismo Soler y el Coronel French, también enemi-
go de Artigas, reagravaban con su carácter petulante y des-
pótico.
Oportunamente probaremos todo cuanto afirmamos ahora.
Fué esa conducta tan agresiva de parte del Triunvirato,
del primer Directorio, y de sus gefes militares en la Provincia
Oriental, la que hiriendo vivamente el sentimiento patrio de
— .179 —
los Ujos del país, impulsó la separación de las lineas del sitio
de Montevideo de las divisiones orientales á las órdenes del
General Artigas, exceptuando la que mandaba su hermano don
Manuel.
Conviene en justicia no olvidar que epos agravios venian
enoonándose cada dia mas ante la resistencia opuesta por
Sondean á la reunión del primer Congreso Oriental del 6 de
Abril ; ante el recbazo becho por la Soberana Asamblea en
Buenos Aires de los diputados orientales elejidos por aquel
Congreso; ante el desconocimiento practicado por Eondeau de
la administración eminentemente oriental, que funcionaba en
la Provincia desde el mismo 5 de Abril, elejida mediante los
poderes de los pueblos presentados por sus electos en aquel
Congreso ; y por las amenazas y avisos recibidos por Artigas
de que cuando menos, se trataba de sorprenderlo y llevarlo
preso á Buenos Aires ; como la habia intentado hacer Sarratea.
el año anterior.
A este respecto y por si se pusiere en duda esta aseveración
para autorizar tal conjetura ; apelaremos al testimonio del mis-
mo Coronel Vedia en la memoria citada^ el cual revela como se
intentó varias veces hacer capturar ó arrestar al General Ar-
tigas para llevarlo preso á Buenos Aires en donde le esperaba
quizá un implacable Consejo de guerra .
Por otra parte el mismo Sarratea confesó en 1820, en una
publicación que hizo combatiendo los tremendos cargos que le
enrostró el Dr. Anchorena, que efectivamente habia recibido
tales órdenes; confesión que reproduciremos en el texto de la
obra .
Dice así Vedia :
« En esta época recibió el general en gefe, D . Manuel de
« Sarratoa, varias comunicaciones reservadas en que se le ins»
« taba A que se apoderase de la persona de Artigas ; pero esto
« no lo verificó el dicho general, porqué temió que recayese so-
r
— 180 -
<c bre él la responsabilidad, atentando contra un sujeto que 3ra
« entonces gozaba de un renombre grande entre todos los pue-
« blos do la TJnioh : el suceso de las Piedras y la facilidad con
« que se babia hecho seguir de los habitantes de una inmensa
« campaña, habian contribuido á vigorizar su fama». Hasta
aquí el Coronel Vedia.
Esa llamada deserción de las lineas del sitio, la misma que
atrajo sobre Artigas el bárbaro decreto de Posadas, redactado
por el Dor. pon Nicolás Herrera, (1) sancionado también por
(1) Es conveniente qne se conozca ese documento, cuyas afirmaciones
erróneas y calumniosas iremos destruyendo sucesivamente en el texta
de la obra y en las observaciones que vamos haciendo.
El importó una declaración de guerra, cujj'as últimas y funestas con-
secuencias produjeron i;ina gueiTa fratricida hasta la derrota completa
de las fuerzas del Director Alvear mandadas por Dorrego en el Guayabo-
DECRETO DBL DIRECTOR POSADAS PONIENDO Á ARTIGAS
FUERA DE LA LEY.
El Supremo Director de las Provincias Unidas del Rio de la Plata.
El rigor de la justicia que es el último de los recursos de un Gobier-
no bien constituido, viene k hacerse necesario cuando apuradas ya las
consideraciones de la moderación y la prudencia, lo reclaman imperio-
samente, la conservación del orden, la seguridad pública y la existencia
de la Patria. Una condescendencia débil envuelve en la tolerancia do
los excesos la ruina inevitable de los Estados. Es necesario ser justo
cuando lo demanda la salud pública.
La incorregibilidad del Coronel Artigas en su conducta hostil y es-
candalosa me constituye por desgracia en la penosa situación de osar
contra él del rigor y de la severidad. Acaso no hay un ciudadano ea
cuyo favor se haya desplegado con más energía la generosidad y la de-
mencia del Gobierno pero tampoco ha habido otro más obstinado, 106-
nos reconocido ni más delincuente.
Prófugo de Montevideo se presentó en esta capital, implorando la
protección del Gobierno y en el mismo instante se le condecoró con el
grado de Teniente Coronel, confiándole el mando de las tropas destín»-
das á proteger la libertad de los pueblos Orientales que sumidos e& lik
opresión imploraban nuestros socorros.
A la noticia de la victoria de las Piedras se le confió el empleo da
Coronel del Regimiento de Caballería en qne habia servido sin poder
/■^
— 181 -
BU Ministro General Viana, poniendo á precio la cabeza dé
mquelf no fiíé, pues, sino la reacción tan dolorosa y funesta co-
mo se quiera, pero irresistible é inevitable en aquellos momen-
tos de exaltación del sentimiento de independencia y de honor
'patrio que se babia herido de muerte en los orientales con aque-
llo» repetidos é injustificables agravios.
En cuanto á la Junta ó Congreso reunido en la Capilla de
Haoiel, á que nos hemos referido antes, es sabido que su des-
conocimiento de la autoridad del General Artigas, así como su
salir de la clase de Teniente y con el mando en jefe de las Milicias
Orientales se destinó de segundo General del Ejéroito Sitiador, poster"
£^ando & otros Oficiales de mayor antigüedad, do mny diíferente mérito,
de otras luces y de otros principios.
Apenas se vio elevado k un rango que no merecía, empezó & mani-
festar una insubordinación reprehensible cuyos funestos resultados pu-
do contener la paciente moderación del General Rondeau.
Xia combinación de las circunst acias luz o necesaiia entonces la reti-
rada de nuestras tropas. Las Milicias siguieron á don José Artigas eX
interior de la Campaña para ponerse en actitud de observar los movi-
mientos del Ejército Portugués.
í^ngiendo una ciega subordinación y deiDendencia al Gobierao de esta
Capital pidió toda especie de auxilios que se le remitieron sin tardanza:
se aprobó el nombramiento de Oficiales que propuso para la organiza-
fnon de sus departamentos, y se le dispensaron sin reserva cuantas con-
sideraciones 'estaban al alcance de la Autoridad. Imprudente en sus
proyectos, precipitó sus operaciones y atacando un Destacamento Por-
^gnés en la Villa de Belén contra las terminantes órdenes que se le ha-
t)iflii comunicado, comprometió á la Patria á sostener una nueva gueiTa
en la crisis más peligrosa.
Abiertas las bostilidades fué necesario enviar tropas, armamentos y
un General experto que dirigiese la campaña. Desde entonces empezó-
Artigas á manifestar en el disgusto con que recibió la noticia de la mar-
cha de nuestras divisiones, la perversidad de sus designios.
Toda medida que pudiera contener su procacidad y poner los Orien*
tales ¿ cubierto de sus violencias le era enteramente desagradable. Él
escribió al Paraguay ofreciendo pasarse con su gente á la dependencia
de aquel Gobierno para unirse contra esta Capital, exaltó la rivalidad
y los celos de los Orientales, desobedeció las órdenes del Gobierno y de
U representante; y finalmente llegó su audacia al punto de hostilizar
■oomplaciente subordinación í la influencda de Bondean, resul-
taron absolutamente estériles para ella misma y para sus obrai^
-como lo había previsto el mismo Artigas. Creyendo asegoraisa
sin duda la deferencia, el reconocimiento ó la sanción del Su-
premo Director de Buenos Aires, y la de la exclusivista AsMUr
blea Constituyente, solo recibió el silencio y el desprecio.
La resolución de 10 de Diciembre de 1813 adoptada por
aquellos ilusos y candidos diputados, erigiendo la Provincia
con sus limites, y creando e! G-obiemo que debia administrar
ese territorio, fué desconocida en absoluto.
nnestraa tropas, paralizar sus marchas, cortar los viveres, permitir aa
extracción 6, loa Sitiados, admitir emisarios del General Yigodet; y dar k
los enemigos im estado de prepotencia capaz de arruinar todos naestroa
eaftieraoa y poner en conflicto A la Patria.
Mucho tiempo hace que loe valientes Orieotales estarian botradoa d«
la lista de los hombres libres, si el General Sarratea haciendo nn sacñ-
flcio i lan circunstancias, so hubiera píisado por la htlinillacioit de
abandonar el mando y el ten'itorio.
Felizmente y en la necesidad de suscribir á los caprichos de aquel
bajidido pudo persuadirse por los hombres buenos que el mando del ejér-
cito y la dirección del sitio i'ecayeso en el Coronel Sondean, digno ptK*
SQS servicios y distinguido mérito de una Comisión t-an importante. El
eco déla Concordia resonó por todas partes en aquel dia venturoso. Los
Orientales colocados en medio de los Ilegimientos de la Capital recono-
cieron la Soberanía de los Pueblos en la Augusta Asamblea de sos Be-
presentantea jurando fidelidad y obediencia al Gobierno de las PrOTÍn-
cias Unidos ; los enemigos que libraban su salvación 6 las conaecuenciwi
de la guena civil temblaron dentro de sus muros al ruido de las solvM
y demostraciones públicas del Ejército.
Todo en fin anunciaba el triunfo de la libertad bajo los auspicios da
la unión. Pero Artigas perjuro, ingrato, insensible ¿ las desgracian de
sus hermanos y al interés sagrado de la Patria, abrigaba en su seno loe
mis pérfidos designios.
Gomo la presencia del General en Jefe era un estorbo é. sus mínM
ambiciosos, combinó el modo de sustraerse i las layes del orden y de
la justa dependencia, cometiendo el m&H enorme de los delitos.
Infiel é, sus juramentos y después de varias ocultae entrevistas coa
i la plaza, abandona cobardemente los banderas y h»-
— 183 —
El Triunvirato de Buenos Aires compuesto de Rodríguez Pe-
ña, Pérez y Posadas ni acusó recibo siquiera de la nota en que
se comunicaba el nombramiento ó elección de la Junta Guber-
nativa, compuesta de tres ciudadanos que debian rejir la pro-
vincia en el orden político, los Sres . Tomas G-arcia de Zúñiga^
Juan José Duran y Francisco Remijio Castellanos ; ratificando
y manteniendo ese desconocimiento el nuevo Director Posa-
das que se recibió del poder en 31 de Enero de 1814 .
Sin duda aquel Triunvirato y el Director Supremo, se escan-
dalizaron ante aquella iniciativa de emancipación, que aun no
ciendo la reseña á las Divisiones Orientales qno habia podido seducir
se retirá precipitadamente del Sitio introduciendo el desaliento y la
consternación en las Tropas Veteranas aumentando la animosidad del
enemigo y exponiendo al Exercito k un riesgo inminente de perecer»
Apenas se aleja do las murallas de Montevideo que empieza k desple<*
gar su carácter sanguinario y opresor.
El saqueo de los pueblos del tránsito, el asesinato, la violencia, y toda
clase de horrores anunciaban la presencia funesta del malvado enemigo
de la humanidad y de su Patria.
El intenta ahora hostilizar nuestros destacamentos, hacer la guerra &
las Provincias Unidas, precipitar á los Orientales en todos los horrores
de la Anarquía para entregar al Gobierno Español aquel precioso terri-
torio espirante y asolado con sus depredaciones.
Y no siendo justo considerar por más tiempo á un hombre para quien
la moderación solo sirve de estímulo á sus crímenes y cuya conducta
compromete la seguridad pública he venido con acuerdo del Consejo da
Estado en decretar lo que sigue :
Articulo 1.^. Se declara á don José Artigas infame, privado de sus
empleos, fuera de la Ley y enemigo de la Patria.
Art. 2,° Como traidor á la Patria será perseguido y muerto en caso
de resistencia.
Art. 8.*> Es un deber de todos los Pueblos y las Justicias, de los Co-
mandantes Militares y los Ciudadanos de las Provincias Unidas perse-
guir al traidor por todos los medios posibles. Cualquier auxilio que se
le dé voluntariamente será considerado como crimen de alta traición.
Se recompensará con seis mil pesos al que entregue la persona ám
don José Artigas tívo ó muerto.
Art. 4.® Los Comandantes, Oficiales, Sargentos y soldados que siguen,
— 184 —
siendo tan radical coma la que pretendia el General Artigas^
se inspiraba asi mismo en una parte de sus tendencias, mos-
trándose de este modo el giro de las ideas que predominaban
entre los ciudadanos de la Banda Oriental .
Según el criterio autocrático que imperaba en los actos del
Triunvirato y en su partido influido por Alvear, esa resolución
de la Junta Oriental no importaba sino una usurpación de las
atribuciones que aquel creia le correspondian á é^ exclusiva-
mente, para nombrar la autoridad superior de cada provincia,
y con mucha mayor razón la de la Provincia Oriental, á la
sazón, militarizada en absoluto y ulteriormente dominada por
las armas hasta la definitiva evacuación de Montevideo por las
fuerzas al mando del General Soler en Febrero de 1815.
El Triunvirato muy lejos de tomar en consideración para na-
da aquellas resoluciones de la Asamblea Oriental de Diciembre
de 1813, ni acusó recibo como hemos dicho de las notas infor-
mativas, y poco después cuando se instaló el Directorio de Po-
al traidor Ai-tigas conservarán sus empleos y optarán á loa ascensos y
sueldos vencidos toda vez que se presenten al General del Ejército Si-
tiador ó á los Comandantes y Justicias de la dependencia de mi mando
en el término de 10 dias contados desde la publicación del presente De-
creto.
Art, 5. *^ Los que continúen en su obstinación y rebeldía, después del
ténnino prefijado son declarados traidores y enemigos de la Patria. De
consiguiente los que sean apreliendidos con armas serán juzgados por
ana Comisión Militar y fusilados dentro de 24 horas.
Art. 6. ** El presente Decreto se circulará á todas las Provincias, á los
Generales y demás Autoridades á quienes corresponda; se publicará por-
Bando en todos los Pueblos de la Union, y se archivará en mí Secreta-
ria de Estado y de Gobierno.
Buenos Aires, Febrero 11 de 1814.
Gekvasto Antonio de Posadas.
Nicolás de Herreray
Secretario.
— 185 —
fiadas, éste expidió un decreto en 7 de Mayo de 1814, en que
erijía en Provincia ó Intendencia él territorio de la Banda
Oriental, no reconociendo en lo mas minimo los actos y resolu-
ciones de aquella Asamblea, como si no hubiese existido, y
disponiendo que fuese «rejida por un Gobernador Intendente^
con las facultades acordadas á los gefes de esta clase-» . Quedaron,
pues, de Lecbo y de derecho anuladas totíilmente las resolucio-
nes de la Junta Oriental reunida por Rondeau en la capilla de
la chacra de Maciel .
Concluyamos.
Se habrá reconocido ya que para poder juzgar imparcial-
mento la separación del General Artigas de las líneas sitiado-
ras, es absolutamente indispensable y justiciero tomar en
cuenta el conjunto de hechos y observaciones que hemos indi-
cado sumariamente. EUos la presentan asi en su verdadera y
mal conocida luz, como un pronunciamiento de carácter políti-
co y reformador de alta trascendencia .
Demostraremos ampliamente en el texto de la obra esta
nueva faz de la revolución oriental, bajo la cual únicamente
deben considerarse aquellos gravísimos sucesos, presentándose
les como los han encarado ya con elevado criterio el doctor don
Carlos M. Ramírez y el señor Bauza, como única y justa regla
para apreciarlos y juzgarlos con acierto.
Es así como puede evidenciarse que la anulación por Ron-
deau de la obra de los Congreso» de B y 21 de Abril, y el des-
conocimiento de las autoridades que ellos establecieron, fueron
agresiones injustificables y atentatorias, para realizar una usur-
pación de las prerogati vas provinciales, la que muy pronto pro-
dujo, como debía producir, sus desastrosos efectos, dividiendo
cada día más irreparablemente á los hijos de un mismo pueblo.
En otro parágrafo ó sección evidenciaremos más acabada-
mente la tendencia reformadora de los trabajos y aspiraciones
de Artigas .
la nacionalidad Oriental. Su verdadero y mal
conocido origen.
Consideramos esta parte de nuestro estudio de una impor-
tancia capital, requiriendo por lo mismo que noíí detengamos
aun á fin de presentar algunas nueva« consideraciones.
El examen más superficial de los acontecimientos tan pooo
•conocidos que se desarrollaron en las lineas sitiadoras de Mon-
tevideo en el alojamiento ó Cuartel General de Artigas, paten-
tiza á primera vista que dominaba sobre ellos una voluntad
superior, que nunca podia ser la de un caudillo vulgar, la que
forcejeaba por encaminar los destinos de la emancipada y be-
licosa pro\'incia hacia rumbos diametralmente opuestos á loa
que Bondeau en el asedio y algunos orientales ambiciosos ó
intrigantes desde Buenos Aires, querían imponerle.
Justamente con ese examen es como se evidencia la eleva-
ción y civismo de las aspiraciones de Artigas, las mismas qno
han dado protesto al inmerecido vilipendio de algunos histo-
riadores.
Mediante ese examen y comprobación documentada es como
■se demuestra que no es Artigas el ambicioso y turbulento
anarquista que se exhibe en primer término; sino que es real y
positivamente el campeón de la autonomía provincial en sus
condiciones más nobles y organizadoras .
Asi se comprueba también que muy lejos Artigas de ser ar-
rastrado por los sucesos, de los cuales su proceder venia á ser
la expresión lógica y autorizada, imprimíales una dirección
suya propia, dominándolos decididamente en el sentido de
asegurar la completa independencia interíor de la provincift
Oríental, venciendo todas laa resistencias que se oponían y
— 188 -.
hasta la misma pusilanimidad de algunos oríeutales que so-
asustaban do la gravedad de tal resolución .
Luchando contra toda clase de obstáculos presentados ea
parte por Ift misma ignorancia ó incompetencia en asuntos po-
líticos de la gran mayoria de sus comprovincianos, como suce-
día en todas las demás provincias argentinas, y en realidad, en.
todo el resto de la América, con excepción de algunas grandes
ciudades, y pugnando resueltamente contra las resistencias
fundadas en la Ordenanza militar que le oponía Eondeau como
General en gefe ; Artigas se anticipó á toda solución que pu-
diera ser extraña ó antagónica á la voluntad de la Provincia»
Al efecto, y ya decidido á iniciar su obra emancipadora, en-
careció la urjencia de la convocación del Congreso de B de
Abril de 1813, en el cual consiguió cimentar las bases del go-
bierno propio provincial. En ese Congreso se elijieron para
deflempeñar distintos cargos, los siguientes ciudadanos:
Gobernador Militar, equivalente á Capitán General, y pre-
sidente de la Corporación municipal, al General Artigas .
Jueces Generales : don León Pérez y don Tomás García de
Zúñiga. Depositario Judicial : don Santiago Sierra. Juez Eco-
nómico : don José Duran. Asesor y Juez de Vigilancia : doc-
tor don José Revuelta. Defensores de Pobres : doH Juan Mén-
dez y don Francisco Plá. Asesor principal y Expositor general:
doctor don Bruno Méndez. Actuario : don José Gallegos ; Se-
cretario General de Gobierno : don Miguel Barreiro.
Fué la misma Asamblea ó Congreso en la sesión del 21 del
mismo mes, la que junto con los electores compromisarios que
habían venido nombrados por los pueblos, elijió los cinco Di-
putados que debían representar la provincia Oriental en la So-
berana Asamblea Constituyente instalada en Buenos Aires á.
principios del mismo año.
Ahora bien: la Junta Provincial convocada por Eondeau y
reunida y presidida por ¿1 en la Capilla del Niño Jesús coi^
— 189 —
prescindenoia ó desconocimiento de aquellas autoridades lega-
les, puede decirse, fué realmente una Junta revolucionaria ó
rebelde que vino por un golpe de Estado á desconocer de he-
cho al Gobierno que fee habia dado la provincia en los Con-
gresos citados de 6 y 21 de Abril, y á echar por tieiTa la obra
predilecta de Artigas, de dar á la provincia autoridades que
fuesen esclusivamente de ella, y no impuestas por la dirección
y voluntad del jefe del ejército de Buenos Aires .
Se comprende ante esa nueva situación reaccionaria, la justa
y legítima resistencia que Artigas debia oponer á tan funesto
é irritante desconocimiento de las autoridades que se habia
dado la provincia como hemos dicho, por medio de sus diputa-
dos en los dos primeros Congresos convocados exclusivamente
por el mismo General Artigáis.
Esas resistencias no eran pues orijínadas por un deseo vul-
gar de mando 6 predominio . Eran la consagración y defensa
de los derechos provinciales conculcados, de los cuales Artigas
se erijia en firme defensor, de conformidad con la expresa y
bien declarada delegación de sus comprovincianos.
Como lo hemos dicho en la sección anterior, de esas resisten-
cias surjieron las lamentables disidencias |entre aquel y la Junta
reunida por el General Sondean ; iniciándose asi la primera
discordia civil entre los Orientales, sosteniendo Artigas que
los pueblos de la Provincia al elejir esos diputados habianles
impuesto la obligación como mandato imperativo^dQ congregarse
antes en el Cuartel general Oriental, ó alojamiento del General
Artigas, quien como Gobernador de la provincia en ejercicio
desde hacia nueve meses, junto con los demás miembros de la
administración provincial, debia presentarles un mensaje &
• exposición de sus actos durante el periodo trascurrido ; y sin
duda establecer de una manera perentoria la marcha política
que debían seguir esos diputados ; poniéndose de acuerdo, ante
todo, sobre el sostenimiento^de la independencia provincial y
— 190 —
de sti administración exclusiva por si propia^ con prescinden-
cía absoluta de todo dominio civil, municipal y judicial que se
intentase por el Triunvirato ó por su sucesor el Directorio de
Buenos Aires, ó por las autoridades militares de su ejército.
Era, ni más ni menos, la cuestión de independencia y auto-
nomía resuelta categóricamente por Artigas en términos firmes
y perentorios.
Fuera de ellos no habia sino el sometimiento servil ó incondi-
cional, ó en caso de repulsa á toda transacion, la reacción ar-
mada. Artigas debió reconocerlo así : la esclavitud ó la rebelión.
Pasar el Rubicon de la independencia, ó prosternarse sumiso
ante la fuerza .
El hecho histórico es que á pesar de la resistencia de Artigas
y sus numerosos adictos, la administración anterior que el diri-
gía, fué desconocida rotundamente por la Junta Provincial
reunida y presidida por Rondeau, y que se procedió á elegir
infructuosamente una nueva administración, quedando así del
todo anulada la acción legal de Artigas, y preponderante en
absoluto el dominio y la influencia del General Rondeau, ele-
vado por las bayonetas desde el carácter de auxiliador al de
arbitro y dueño del país.
Debemos esclarecer en cuanto sea posible este episodio os-
curo y confuso de la primitiva liistoria Oriental, que tan bri-
llantemente ha delineado el señor Bauza en su importante
obra citada, sin reconocerle sin embargo, todo su trascendental
alcance.
De aquel desconocimiento debían surgir los extremos más
dolorosos y ñttales para la unión nacional, ensanchándose cada
día más la discordia, hasta venir á envolver la República ente-
ra en una fratricida guerra. En él so'incubaron vigorosos los •
gérmenes de la futura independencia oriental hasta la tremen-
da represalia del Gruayabo y de Cepeda.
Así oomo de un imperceptible manantial despréndese un
— 191 —
pequeño raudal de agua que descendiendo de la encumbra-*
¿a sierra, viene engrosándose hasta formar un impetuoso
torrente, que en ciertas épocas inunda los valles y Ueva por
todas partes la desolación y la ruina; asi ese incidente, peque-
ño al parecer, y que por lo mismo ha pausado hasta ahora casi
desapercibido, abrió entre la provincia Oriental y las provin-
cias Unidas el abismo que se ahondó con la sangre de Marma-
rajá y del Guayabo, y todas las sucesivas batallas en Entre-
Eios, Santa Fó y Corrientes, hasta que la gloriosa victoria de
Ituzaingó selló con sacrificios comunes de Argentinos y Orien-
tales la leal reconciliación de los dos pueblos hermanos.
A fin de corroborar nuestras aseveraciones y de esclarecer
aquellos hechos, como lo hemos dicho antes, trascribimos á
continuación las dos notas inéditas dirigidas por Artigas, una
á los electores de los pueblos de la provincia, y otra á los mis-
mos electos, miembros de la Junta, reunidos en la capilla de la
chacra de Maciel .
En esas dos notas, aquel General con frases discretamente
veladas, porque otra cosa habría sido sin duda la guerra decla-
rada, increpaba á los unos por su resistencia á reconocer la au-
toridad establecida por exclusiva injerencia de los Orientales,
y apelaba á los pueblos do la conducta hostil á él, y sumisa al
General Eondeau de los diputados elejidos. Se verá en ellas el
prólogo de la inminente separación y contienda.
A primera vista aparecerá para algunos como insignificante
6 pueril la diferencia establecida entre instalar el nuevo Con-
greso ó Junta en el Cuartel General de Rondeau, ó bien en el
alojamiento del General Artigas.
Pero, sin embargo, se reconocerá que la elección del local de
convocatoria y sesiones era importantísimo, pues de ella depen-
día la sumisión ó la independencia ulterior de las resoluciones
de dicha Junta.
Asi pudo evidenciarse pocos dias después, desde que esta
— 198 —
misma, en su primera sesión, acatando la orden que venia des-
de Buenos Aires, nombró al General Hondean como su preai^
dentd, anidando por el hecho la autoridad é influencia de Arti-
gas y sus partidarios y gobernados, y sometiéndose á la
voluntad del general de Buenos Aires que habia convocada
ese Congreso en cumplimiento de las órdenes dads^ por el
Triunvirato que gobernaba en aquella capitaL
Las exhortaciones y apercibimientos hechos por el General
Artigas no dieron por desgracia ningún resultado conciliador,
suficiente á evitar el conflicto que se percibía inmediato y de-
cisivo en sus efectos.
Sin duda ninguna el General Bondeau no conocía bien el
acerado temple de abna de aquel ciudadano, tan nuevo en la
vida pública que consagraba todos sus esfuerzos y sacrificios á
la causa de la Libertad, tal como debian comprenderla los pa-
triotas de aquellos dias turbulentos.
Se comprende que con otro carácter más flexible, más pusi-
lánime ó más eontemporizador, ante tantas diflcultadea y re-
sistencias, otro jefe popular habria desistido de su empeño en
reaccioiikar contra Bondeau y habria doblegado la cerviz al
nuevo yugo que se le imponía. Pero Artigas con su soberbia
índole personal, cualidad que en él como representante de su
pueblo nunca debiera echársele en rostro como un vicio ó una
culpa; y alentado por Ick justicia democrática de la causa que
sostenía, no vaciló en adoptar el temperamento que mejor cuar
draba á sus violentos impulsos, enconados durante tres años
por tan repetidos actos de odiosa imposición.
En consecuencia resolvió separarse de las lineas sitiadoras
de que formaba parte, queriendo sin duda evitar asi también
el sangriento conflicto que amenazaba estallar de un momento
á otro entre las faerzas de uno y otro país; dejando por desgra-
cia al general sitiador en una posición asaz comprometida, j
— 193 —
exponiendo sin duda la causa de la patria á un mortal con-
traste, reagravado por la tardanza del refuerzo.
Nadie podrá negar que ese acto de represalia, de indigna-
ción desesperada, pudo tener las más fatales consecuencias pa-
ra la causa de la libertad. Pero colocándonos, como debe hacer-
lo el juez imparcial, en todos los extremos, no habria justicia
ni equidad en atribuir toda la culpabilidad de ese acto de exas-
peración y aun de precaución para su seguridad propia, sola-
mente al General Artigas.
¿ Porqué no bacer pesar también su tremenda responsabili-
dad sobre los malos é incorregibles políticos que desde Bue-
nos Aires ultrajaban y hostilizaban así al representante y de-
fensor de los derechos de su pueblo, y que en su mismo campa-
mento lo hacían rodear de asechanzas para anonadarlo ó des-
pedazarlo por medio de sns enemigos personales como Soler ?
Conviene oír á este respecto la misma opinión del hidalgo
General Rondeau, dando cuenta en su Autohiografia de ese
lamentable episodio, con conceptos que sí bien denuncian y
reprueban con templanza el hecho, sujieren y dan así mismo
imparcialmente una idea de la verdadera situación turbulenta
en que él se produjo. Dice asi :
«Desgraciadamente, Don José Artigas que estaba muy des-
contento por no haber dirijido él la convocatoria de Diputados
para el Congreso ; por no haber sido nombrado por los mismos
su Presidente, y más porqué la forma de gobierno tan libre y
solemnemente sancionada, no estaba en conformidad con sus
miras, pues él pretendía para su provincia la emancipación ab-
soluta de todo otro poder que no fuese el suyo, porqué él solo se
juzgaba el arbitro de sus destinos, ideas que hasta ese tiempo
no había desplegado; se concentró enteramente desviándose
también de la amistad y buena armonía que siempre habíamos
conservado ; y su disgusto y mal homor^ vino á parar en que
desapareció una noche del sitio, aparentando desconfianzas
14
— 194 —
sobre su seguridad, pues hizo correr el rumor de que yo le ase*
chaba para apoderarme de su persona : con su fuga arrastró en.
pos de si mas de mil hombres, dejándome casi descubierto todo
el costado izquierdo de la línea que cubrian los orientales.
« Tan inesperado desorden, me obligó á dejar inmediata-
mente la posición que ocupaba el ejército antes que los enemi-
gos lo advirtiesen, estableciendo la linea más á retaguardia, te-
niendo por centro el Cerrito de la Victoria, sobre el que coloqué
una fuerte batería de cañones de calibre de á 8, dispuesto siem-
pre á sostener un ataque, si los enemigos lo intentaban. Fue-
ron enterados de la desmembración del ejército, poro les domi-
naba la prudencia y se desentendieron de la novedad ocurrida
en el campo, aunque les era tan favorable, y se quedaron tan
quietos como lo estaban antes de ello.
« Sin pérdida de tiempo di parte al Director Supremo de la
evasión del General con parte de la fuerza que estaba á su in-
mediato mando, y agregaba que si se me reforzaba con 500
hombres quedaría cubierto el vacio que habia ocasionado
aquel ; y- aunque se me dijo en contestación que se mandaría
sin demora la fuerza pedida, corrieron más de dos meses sin
realizarse el embarco, pero tuvo efecto cuando el armamento
naval que se alistaba dio la vela para la Colonia con mil qui-
nientos hombres á las órdenes del General Alvear que vino á
relevarme. » Hasta aquí Eondeau.
Los enemigos de Artigas han tratado de fundar en esa sepa-
ración el tremendo cargo de ser traidor á la pátría, por el hecho
de haber abandonado á sus compañeros de armas en críticos
momentos, afirmando que asi se hizo acreedor á la abominable
resolución de Posadas que hemos trascríto, poniendo á vil pre-
cio su cabeza, condenando al mismo tiempo á muerte á todos
loe ciudadanos y soldados que le siguiesen.
La explicación y hasta la misma ^iisf/^aaon de la conducta de
Artigas mirada bajo el punto de vista de la libertad provincial
— 106 —
agraviada, está en los hechos ocurridos desde el Tratado de
Octubre de 1811 con Elio por el cual los Orientales fueron en-
tregados cobardemente á los Españoles. Está en las fatales e
irritantes discordias é intrigas fraguadas contra Artigas en el
campamento del Ayuí, cuando Sarratea lo despojó de sus me-
jores rejimientos milicianos, haciéndole defeccionar sus más
distinguidos oficiales seducidos por insidiosos alhagos. Está
en la prepotencia excluyento de toda administración Oriental
ejercida por Kondeau ; en el rechazo por la Asamblea Consti-
tuyente de los Diputados de la Provincia ; en la incitación he-
cha por Rondeau á los Diputados reunidos en la chacra de
Maciel para desconocer las auotoridades creadas por los Con-
gresos puramente Orientales de 5 y 21 de Abrü de 1813, y
en la -absorción hecha por Kondeau de toda autoridad política
de la Provincia reconcentrada en sus manos como Presidenta
de la nueva Junta que se sometía servilmente a su predominio
militar.
Sin duda Artigas se encontró justificado en su violenta re-
presalia, no haciendo distinción entre el despotismo español
encerrado y casi vencido en los muros de Montevideo y la
opresión que sobre los Orientales se imponía armada é intran-
sijente por el General en Gefe del ejército do Buenos Aires.
Este ejército no era para él sino auxiliador. Repentinamen-
te, convertiase en oi)resor y arbitro del país, y durante tres
años, bajo Belgrano, bajo Sarratea, bajo Rondeau, dominaba eu
la provincia como conquistador y duoño.
Para Artigas y paralas multitudes, las tiranías de Elio, y de
Vigodet, ó las de Posadas y Alvear, debían ser idénticas, vi-
niesen de donde viniesen; y por más simpáticas que pudieran
ser las glorias con que estas últimas se revestían. Tanto más
inaguantable si ella procedía de los hermanos ó compañeros
del día antes. Toda tiranía debia ser para Artigas un crimen,
una agresión. Resistirla era la ley del momento ; la gloria de
— 198 —
la revolución libertadora; la misma que combatía Güemes en la
provincia de Salta, al otro extremo del Vireynato, y la cual ha-
bía quebrado con su resistencia sometiendo á sus prepotentes
exigencias al ejército de Buenos Aires y á su resignado gefe el
General Hondean.
La historia consigna en sus pajinas actos de tremenda exas-
peración : resoluciones supremas violentísimas en su estallido
que los contemporáneos juzgaron con inflexible severidad;
execrándose algunas de ellas como crímenes de alta traición.
¿ Qué más hizo el glorioso vencedor de Chacabuco y Maypu al
negarse á obedecer las órdenes reiteradas y perentorias del
Directorio para que corriese con su ejército de los Andes á
combatir contra las provincias que resistían la tiranía de éste,
y que cada día le hacian morder el polvo de una nueva der-
rota?
Pero la posteridad con un criterio más frío ó imparcial, y
sobre todo, oyendo á los acusados, pesando serenamente la
gravedad de las condiciones de aquella época turbulenta, el
carácter y aspiraciones de los partidos, la imprescindible repre-
salia de los agravios inferidos, y aun los antecedentes persona-
les de las entidades que los Uevaron á cabo, han revocado
aquellos inplacables fallos, y reconocido la dolorosa explicación
y atenuación de esos hechos, ó han aplaudido esas resistencias
que importaban una verdadera defección, como una reacción
salvadora para la misma Brepública.
La historia Americana nos ofrece algunos ejemplos análogos,
pero preferimos recurrir á los mismos anales de la patria, y lo
que es aun más coincidente con nuestros juicios, á la Opinión
del mismísimo Dr. López, el más implacable de los detracto-
res del General Artigas.
Narraremos en dos palabras el hecho á que aludimos.
Después de la desastrosa jomada de Yiluma ó Sipi-Sipi en
que nuestro ejército del Alto Perú á las órdenes del débil y
— 197 —
tolerante General Rondeau sufrió la más desastrosa derrota en
la que fueron casi exterminados seiscientos orientales pertene-
cientes á la división de D. Manuel Artigas, incorporados á
aquel ejército al retirarse el general Alvear de la plaza de
Montevideo); ó inmediatamente después de esa derrota, el Co-
ronel Q-üemes al frente de sus escuadrones Sáltenos, abandonó
al ejército argentino en el momento de mayor conflicto, cuan-
do venia retrocediendo despedazado y casi inerme ante el ven-
cedor.
En su retirada, el Coronel Güemes apoderóse del parque de
reserva que estaba depositado en Jujui, arrebatándole seis-
cientos fusiles y trescientas tercerolas que condujo á Salta, y
con las que principió á armar sus miUcias.
Rondeau indignado justamente contra esos atentados de
Güemes, intentó someterlo marchando sobre él para batirlo, al
mismo tiempo que los españoles vencedores avanzaban sobre
las fronteras de Salta.
Güemes resolvió defenderse contra estos por su sola cuenta,
y al mismo tiempo que se preparaba á la lucba, principió á
hostilizar abiertamente al ejército argentino, retirándole á
Kondeau, no solo todos los recursos y provisiones, sino todos
los elementos de movilidad, hasta que consiguió dejarlo á pió
y encerrado y sitiado, según narra el Generel Paz en sus Me-
morias, sin más alimento que las uvas de las viñas de una ha-
cienda en el lugar de los Cerrillos.
Al mismo tiempo, el regimiento de í)rag<ynes de la Patria
que marchaba aceleradamente desde Buenos Aires para soco-
rrer a Bondeau, ignorando aquella violenta discordia, fué sor-
prendido de noche por Güemes, teniendo que rendirse el Coro-
nel Ortiguera y sus dragones, después de alguna resistencia,
quedando asi obligado el General en Gefe á entregarse mate-
rialmente al audaz caudillo, ó ¿ pactar humildemente con éL
Prefirió lo último, reconociendo y acatando ¿ Ghiemes como
r
— 198 —
Gobernador Intendente de Salta, y Comandante General de
todas sus milicias, absolutamente independiente de él en todos
sus actos y autoridad militar en la provincia.
Después de estos hechos, Guemes inició su resistencia con-
tra los españoles. De ella hicimos una interesante narración en
nuestras anotaciones á la obra de Sir Woodbine Parish hace
treinta años, laucho antes que Mitre y López hablasen de ella.
Fué así, solo, y entregado á sí propio, puede decirse como Gue-
mes destrozó el mas veterano y lucido de los ejércitos peninsu-
lares, hecho pedazos, de derrota en derrota, hasta hacerle per-
der sus mejores soldados y gefes en numerosos combates, en una
desastrosa retirada, pequeño trasunto de la retirada francesa
de Moscou, por los fríos y por el hambre, hasta que los fujitivos
himiillados pudieron internarse á las provinciets del Alto Perú
para reponerse allí recien entre sus cordilleras del más comple-
to y vergonzoso descalabro.
Ahora bien : aquella reacción de Guemes fué fiúminada en-
tonces como el más execrable atentado y traición, y denunciado
éste á la América como un aborrecible tránsfuga.
Si sus victorias ulteriores no lo hubiesen revindicado y enal-
tecido, Guemes había quedado irremisiblemente condenado an-
te la historia Argentina como un detestable felón, pues su
agresión al ejército de la patria había sido mucho más violenta
y mortal que la de Artigas, que fué solo una separación.
Véase ahora como se espresa el general Paz condenando
aquel hecho, y con cuan pasmosa sutileza no solo lo disculpa y
atenúa, sino lo justifica, el doctor López : ( Tomo 2. ^ pag. 87 )
glorificando al audaz é insubordinado caudillo :
« Formada, pues, como se vé, una opinión tan general y uni-
forme respecto de la ineptitud del General (Rondeau) de
la desorganización en que habían caído las tropas y todos los
elementos administrativos del Ejército del Norte, es necesario
que recordemos que el Coronel Guemes, arrastrado contra su
■voluntad, y profundamente ofendido contra el General en
Gefe y contra bu círculo, iba también en aquel Ejército presen-
ciando tan vergonzoso desorden, con tanta mayor aversión
cuanto que siendo enemigo personal de los favoritos que lo ex-
plotaban, estaba escluido de toda gracia. El además era pro-
vinciano y caudillo de las masas de su provincia : antagonista
natural de los influjos de la Cohtna de la Capital, de cuyos
movimientos y pasiones oligárquicas partían los gérmenes vi-
sibles de tcdo este desorden, que, por otra parte, era hijo na-
tural de la Revolución. Debemos creer que su comportacion
fuera intachable en cuanto á los sucesos que acabamos de re-
correr, puesto que no se levantó voz ni testimonio alguno que
lo acusara de haber tomado parte en ellos directa 6 indirecta-
mente.
¿Comprendió él (Güemes) desde entonces que el Ejército
estaba perdido: y trató de salvar de la ruina á sus bravos
milicianos? ¿Se anticipó á proveer á la famosa defensa que
poco después debia hacer de su provincia, aprontándose á le-
vantarla en masa, bien armada y bajo sus órdenes esclusivas,
para el dia no lejano en que don-otado el general Rondeau,
fuera necesario detener al vencedor en los umbrales argenti-
nos? ¿O convencido de que ya podía hacerse independiente
con impunidad, puesto que el ejército nacional estaba interna-
do y comprometido en el Alto Perú, aprovechó la ocasión de
dar la espalda á sus compañeros de campaña, para volverse k
usurpar el poder personal en su provincia?. . . Difícil, por no
decir imposible, es aventurar hoy un juicio sobre lo que á este
respecto pasó por su alma. Pero la justicia nos obliga á decir
que sn rebelión y el atentado que cometió de apoderarse de los
sables y los fusUes que habían quedado depositados en Potosí,
para volverse ¿ Salta y armar sus gauchos, fué indudablemen-
te lo que salvó i la Revolución después del desastre de Sifi-
Sm(!!)
— 200 —
Oigamos ahora al general Faz.
« El comandante don Martin M. Güemes, según indicamos en
su lugar, habiéndose retirado con sus miUoias después de la
acción del Puesto del Marqués en el año anterior (estábamos
ya en los primeros meses del año 1816) arrebató el armamento
que había quedado en el parque del ejército en Jujuy y se di-
rigió á Salta donde se hizo elegir Gobernador.
« Si la captura del armamento contra la voluntad del General
era una usurpación violenta, su elección popular para Gober-
nador era una violación de las reglas establecidas, pues haata
entonces la nominación de los Gobernadores de provincias ha-
bla emanado de la primera autoridad nacional residente en
Buenos Aires. Mas ya entonces cimdian con rapidez los celos
contra la capital y la resistencia á lo que venia de aquel ori-
gen.
« Güemes se hizo el campeón de esa resistencia que se hizo
popular en la Provincia.
« Repentinamente movió el ejército dirigiéndolo a Jujuy y
á Salta, sin que quedasen más fuerzas en la quebrada de Hua-
naco que mi regimiento que no pasaba de cien hombres. En el
primero de estos pueblos aun cuando el paisanaje ó mejor di-
remos el gauchaje no fuese adicto al ejército, no se esperimentó
resistencia, pero en proporción que se aproximó al segundo que
dista diez y ocho leguas, la población do la campaña fué mos-
trándose hostil. En la Caldera, posta que está á seis leguas de
Salta (la ciudad) ya se puede decir que había principiado la
guerra.
« Sin embargo, el ejército entró en la ciudad, que manifestó la
más complata indiferencia. El ejército avanzó hasta los Cerri-
llos cuatro leguas adelante de Salta, donde se habia retirado
Güemes después de haber reunido á toda prisa su gauchaje: las
hostilidades fueron entonces más vivas y se sostuvieron fuer-
- 201 —
tes guerrillas: la mayor dificultad era la falta de viveres, pues
los gauchos retiraban el ganado que el General Eondeau no
podia disputarles con poquísima caballeiia, pues, no tenia más
que los Granaderos á caballo que apenas podrían formar un
escuadrón.
« En tres días que estuvo el ejército en los Cerrillos antes de
terminarse ésta ridicula comedia, casi no tuvo más alimento
que las uvas que le suministró la gran viña de la hacienda de
Tejadas sita en dicho lugar.
« El comandante Güemes cuyo espíritu inquieto y cuyas as-
piraciones empezaban á manifestarse, no podia estar con-
tento en el ejército, y además sus gauchos no eran una tropa
adecuada para la campaña del Perú. Regresó pues con su
división desde el Puesto de Marqués; y apenas llegó á Jujui
se quitó la máscara, y principió á manifestar su independen-
cia. El primer acto ó esceso que cometió, fué echarse sobre
el parque de reserva del ejército, y apoderarse de quinientos
fusües.»
Así atenúa el Dor. López con mistificaciones retóricas el inca-
lificable atentado de Güemes.
El general carlista Maroto al celebrar el noble Convenio de
Vergara salvó á la España de la feroz guerra civil que la diez-
maba hacia veinte años.
Su partido maldijo al traidor.
La posteridad lo bendice hoy como á uno de los salvadores
de la patria.
El General Artigas salvaba la libertad de su Provincia, y
ante esa suprema exijencia asumía resuelto la tremenda res-
ponsabilidad, que hoy acaso constituye uno de sus méritos.
Convengamos en que no hubiese abnegación personal en su
proceder: que no hubiese acomodaticia ó resignada contempori-
zación con las exijencias de una lucha común á todos los ameri-
canos; pero se convendrá también que la libertad, como condi-
_ 202 —
cion de existencia, es para los fuertes caracteres como el suyo,
absoluta en sus imposiciones, y superior á toda otra considera-
ción.
Los mismos sucesos ulteriores lo justificaron á Artigas.
El régimen tiranice disciplinario, de cuartel, implantado por
Alvear en Montevideo, hizo ver á los Orientales que su gran cau-
dillo habia sacrificado hasta su reputación por ser fiel, aun en
los más supremos trances, al primero, al más inalienable de
sus deberes y derechos: el de defender la independencia Orien-
tal y el honor do sus comprovincianos, tratados como serviles
reclutas.
Ya es tiempo de que volvamos al principal tópico de esta
parte de nuestro estudio. Discúlpesenos la demasiada exten-
sión que hemos acordado á este gran episodio histórico de la
separación de las fuerzas orientales de las líneas del asedio que
tanto so ha explotado por los enemigos de Artigas para calum-
niarlo y hundirlo moralmente.
Hemos creido que era de una importancia capital presentar-
lo bajo su verdadero y más justificado aspecto. Es decir, no
como un motín de cuartel ó un rasgo de insubordinación, sino
como el movimiento inicial de una verdadera emancipación
política.
Veamos a^'iora las importantes notas del General Artigas
que revelan una de las causas desconocidas de esa trasforma-
cion, notas «[ue como hemos dicho antes, no se han publicado
hasta ahora, y que pertenecían al archivo del Cabildo de San-
to Domingo Soriano; el único, puede decirse, después del de
Montevideo, que se ha salvado de una lamentable destrucción,
ó de un criminal abandono y vandálico salteo;
Dicen así :
« Ciudadanos Electores: Puesto á la frente de la Provincia,
por el voto de los Pueblos y su ejército, en cumplimiento de
las obligaciones que contraje, no puedo dejar de tomar parte
cuando se trata de Boa iateresea. Yo estoy orientado de vnei-
tras deliberaciones de ayer, y de los principios en que fuetpn
montadas. Yo os he hecho indicar roí protesta de una nulidad
sobre cuanto actuareis, y os la reitero ahora. La Provincia en
sus actas de 5y 21 de Abril había manifestado su volnntad sobra
los objetos de que tratáis ; mi condescendencia ha dado lugar
á esta nueva invitación; pero yo convoqué 'i los Pueblos para
que primero concurrieseis á mi alojamiento, debiendo yo dar-
les la satisfacción competente que me justificase delante de
ellos en esta determiuÉicion, no residiendo en mi las facultades
bastantes para suspender lo dispuesto en las dichas Actas.
« Ciudadanos Electores: los Pueblos han procedido de buena
fé. Ellos han creido llenar también mi invitación constituyén-
doos en la forma que indican vuestros Poderes.
« Los tratados de Octubre que dieron fin á la campaña pasa-
da, determinaron al pueblo á la emigración admirable que fijó
la seguridad del teiTÍtorÍo. Yo entonces tuve la honra do ser
colocado á la frente de todos los negocios de ta Provincia. No
obstante el choque de los lances do la guerra, con el giro de
la revolución, tuve la fortuna de poder conciliario todo, y los
principales sucesos hicieron sus ventajas y me colmaron de la
gloria i que respondió mi gratitud.
« Las circunstancias desgraciadas que marcaron aquella ex-
pedición, obligaron al pueblo armado á establecer unas garan-
tías que sirviesen de apoyo á su seguridad ulterior. Incorpo-
rados en este campo, y erigido el reconocimiento de la Asam-
blea General Constituyente, reunido al efecto el Congreso, fijó
los Pactos pars publicar el juramento. Yo entonces fui confir-
mado en mi representación. Congregado «1 pueblo algunoa
dias después, fué instalado el G-obiemo Económico, y yo hono-
rado con la presidencia, á más del Gobierno do la Provincia.
Publicóse el Bando en todo el territorio y mi autoridad fué
reconocida por todos los pueblos.
— 204 ~
« Ciudadanos electores: vosotros no lo ignoráis; sin embargo
mi mitoridad está desconocida, y atropellada la voluntad aiigusta
de los Pililos, Vosotros habéis abierto vuestras sesiones sin ha-
beros reunido en mi alojamiento. Los sacrificios que han dada
motivo á vuestras alabanzas en obsequio mió, mi fidelidad, mi
constancia, y mis trabajos, debian haberos convencido, de la
utüidad general que hacia el objeto de mi invitación, sin os-
tentar una resistencia que me ultraja, cuando estoy seguro de
la confianza respetuosa conque me miran vuestros constituyen-
tes.— No es bastante para vuestra negativa, la falta de expre •
sion en vuestros Poderes sobre el particular, para que una vez
hecho de tanta trascendencia el asunto, y convencidos de la
complicación de las circunstancias que aparecen, y queréis res-
ponder a la confianza que han depositado en vosotros vuestros
Pueblos, debíais estar á su espíritu, ó al menos contener vues-
tras deliberaciones sin exponeros ¿ vulnerar el sagrado de su
voluntad sobre asuntos que por el mismo hecho de haber ser-
vido de objeto á sus fatigas, no pueden ser indiferentes á la
necesidad de encaminarlos.
« Ciudadanos electores, si deseáis llenar la confianza de
vuestros comitentes, estad á su espíritu, ó á lo menos consul-
tad la prudencia y haced más compatible vuestra representa-
ción exigiendo autorizaciones precisas para adoptar los pidnci-
pios que habéis adoptado. Estoy en que vuestras facultades
sean extensivas á cuanto convenga al Pueblo entero; pero una
proposición tan general no podrá daros la autorización bastan-
te para desbaratar ciegamente las garantías convencionales
que el pueblo estableció para su seguridad. Yo no quiero in-
sinuaros en esto que precisamente debáis estar á las Actas;
vosotros podéis romperlas; pero vosotros debéis tener la pru-
dencia de examinarlas. Las circunstancias que las produjeron,
y las que se siguieron en su efecto, reclaman el conocimiento
del Pueblo que los selló. Nunca el Pueblo pudo tener inten-
— 205 —
cion de deciros que no hicieseis caso de sus obras, por más que
os facultase para rendiros a cualquier circunstancia y en fuer-
za de ellas, desaprobarlas. La elección de los Diputados ratifi-
cada por dos veces, y dispuestos últimamente sus Poderes en
la forma que se exigian, dejará de servir de objeto á la expec-
tación de los Pueblos, para que ahora se desentendiese el por
qué de esta nueva invitación. ¿Serian ellos indiferentes á la
noticia á que les invitaba mi circular? Vosotros entonces deli-
beraríais sobre conocimientos adquiridos, y vuestras delibera-
ciones no serian menos libres en sus resultados. Ciudadanos
representantes, el amor á la concordia, la fraternidad y el can-
dor deben presidiros; volved sobre vosotros; pesad las circuns-
tancias; y conoced la extensión de las consecuencias que van á
seguirse con no estar en vuestros Poderes a la inteii^ion de
vuestros comitentes. Yo respeto muchísimo la alta autoridad
del Congreso; pero fundada la negativa en desconocer en mi
las facultades bastantes, vosotros sabréis responder cuál de los
Pueblos que os han dado representación, no reconoce mi auto-
ridad, cual Pueblo no la conserva, y qué Pueblo con el voto
más sincero no me aclama.
. No es este ciudadanos electores el lenguaje del engreimiento
y la vanidad; tampoco es el del orgullo ni el de la ambición.
El amor á la gloria y á los intereses de la Provincia es lo que me
condxice . To puedo lisongeanne con franqueza de que ella me
mira como su primer apor/o; mi desinterés, mis fatigas, y mi hice-
m
na fé me han labrado esa ventura, y las invectivas de alguna fac-
ción escandalosa no me presentarán como ingrato á mi pueblo, á
un pueblo cuyos esfuerzos he conducido en los dios gloriosos que
abrieron la época de su regerteracion, y que aunqice acosado por
la intriga y la perfidia me mira como á su libertador.
« Vosotros lo sabéis, ciudadanos electores; en medio de todos
los convencimientos para fijar vuestro juicio en orden á sus
intenciones ¿ halláis una dificultad insuperable, y no la halláis
— 206 -
para abandonaros ¿ una determinación que desmienten vues-
tros mismos conocimientos? Sobre todos los datos en contra-
rio, una mera expresión (que por lo mismo debéis confesar na-
cida do la mala inteligencia y exceso de candor) ha de ser bas-
tante á contener el grito de vuestro j)ropio corazón y sofocar
el voto general y sostenido de 23 pueblos que os han dado su
representación ?
« Suspended vuestras sesiones, ciudadanos electores. Yo voy
á escribir á los Pueblos, y entonces vero si su voluntad es la
misma que se ostenta en el Congreso de su representación. De
lo contrario, yo os hago responsables delante de los mismos
Pueblos de la continuación del abuso que hacéis de su confian-
za. Yo os reitero la más formal protesta de nulidad sobre
cuanto actuéis. — Esperad las esplicacionas de vuestros cons-
tituyentes ; yo no puedo ni debo prescindir de ellos ; y mien-
tras, sabedlo, ciudadanos electores, yo estaró únicamente á lo
deliberado en las Actas de B y 21 de Abril ; cualquiera deter-
minación que adelantéis en contrario, la desconoceré abierta-
mente, y vosotros responderéis á los Pueblos del escándalo.
Línea, frente á Montevideo, Diciembre 10 de 1813.
José Artigas. (1)
Al dia siguiente, el General Artigas dirigía á los Cabildos de
la Provincia la circular siguiente sobre el mismo gravísimo
conflicto, sin conocer sin duda todavía la repulsa que habían
resuelto hacer de su pretensión los miembros del Congreso.
( 1 ) A esta nota, fué que el Congi-eso Oriental, presidido siempre por
el General Rondeau resolvió contestar negativamente, según se veráu
por el Acta del 10 del mismo mes de Diciembre que transcribimos ¿
continuación :
" En la Capilla del finado Maciel á 10 dias del mes de Diciembre de
1813, reunido el pueblo Oriental, por medio de sus respectivos electores,
depositarios de su plena confianza y poderes para continuar en sus se-
siones abiertas desde el dia 8 de dicho mes y año, so presentó un ayu-
— 207 --
Circular : « Y» tuve la honra de dirijir á V. S. mi circular con
data 15 del p. p. para que reuniendo á ese benemérito vecinda-
rio procediese al nombramiento de un Elector, quien concurri-
ría por ese pueblo al Congreso que se habia de celebrar el 8
del corriente en mi alojamiento, y al que se seguiría él del Cuar-
tel Oeneralj según las deliberaciones que antecedieseyi en d mió;
con la intención por mi parte de que examinasen los resultados-
de las Actas de B y 21 de Abril para que no procediesen á
ciegas ; siendo muy ridículo y degradante que los Pueblos sin
saber para que, volviesen á bacer elección de diputados, ha-
dante de campo del señor don José Artigas, con un oficio de ó.ste diri-
gido en la misma fecha ¿ dicho Congreso y que original se acompaña.*
Leido en alta ó inteligible voz por el Secretario Elector de dicha vene-
rable corporación, enterada esta .de su contenido, y examinados sus
puntos con toda la meditación y circunspccion que requería tan impor-
tante materia y discutida por todos la plenitud de las bases, se acordó
en resolución contest,arle, que no se hacía innovación alguna en el Acta
celebmda en el dia 9 del corriente por dicho Congreso respecto á ha-
llarse ya funcionando enteramente ; y respecto k que el ciudadano
don José Artigas pudo haber exijido oportunamente á esta Corporación
de Electores las actas A que se hace referencia en su oficio de la fecha
arriba mencionado, habiéndose negado expresamente para ello á la Co-
misión del Congreso, diputada á efecto de citarlo, añadiendo el citado
Elector Juan Francisco Nuñez, por Soriano, que no reconoce en la Pro-
vincia Oriental autoridad alguna sobre esto Congi-eso, siéndole constante
que el señor don José Artigas dio facultad pai-a concurrir k él á algu-
nos diputados que se le presentaron en su alojamiento, sin haber pre-
cedido dicho beneplácito, ni esplicacion alguna de otras deliberaciones; y
siendo única entre todas las votaciones la del Elector ciudadano Ma-
nuel Mufiiz de Ilaedo, la de que en contestación á dicho señor don José
Artiga^ se le expusiese que las sesiones quedaban suspendidas hasta la
nueva convocatoria de los pueblos. En este acto so cerró la presente
acta rubricándola los señores Electores Artigas, Várela, Paredes, León F.
Ramirez, Calatayud, Martínez, Nuñez. Pérez, Duran, Pérez, Britos, Cá-
ceres, Muñoz, Ministro Silva, Haedo, Ortiz. José Rondeau, Presidente ;
Tomás García Zúñiga, Secretario. — Concuerda con la acta original k
que en caso necesario me refiero — José Rondcau, Presidente — Toma»
García Zúñiga, Secretario. "
r
biendo ya ratificado la que habían hecho. El elector de ese
pueblo vino; pero como en sus poderes no se le hablaba de mi
circular, ni menos se le decia que pasase al Congreso que 8e
habla de celebrar en mi alojamiento, pasó al del Cuartel Qene-
rah
A la mayor p^rte de los Electoreíi les pasó lo mismo, por qne
todos traían el mismo defecto en sus Poderes, nacido precisamen-
te del horrador que para qiie hs Pueblos extendiesen las actas, se
les 3>asó dd Cuartel General con las ciratlares «HÍfifío res. —Reu-
nido, pues, el Congreso ante el General en Gefe D.José Rondeau
por la complicación de circunstancias, resultaba necEsariamen-
te, ó que los Electores dehian descoiionn- mi autoridad en la Pro-
vincia, ó que déñan suspender el Congreso.
Ellos 36 limitaron á llamarme por medio do una Diputación:
yo me negué abiertamente, porque una cosa era el Congreso
formal, á que yo habia invitado; y otra cosa era ir á hacerles
saber allí, lo que habia en ol particular, estando ya presidido
aqiid acto por el General en Jefe.
« Yo que siempre he ejercido la autoridad que tengo déla Pro-
vincia ]}or el voto unánime de todos los pueblos y del Ejército, no
puedo creer que aunque los Electores viniesen autorizados pa-
ra cuanto conviniese al Pueblo Oriental, hubiesen incluido sus
constituyentes en una cláusula tan general las facultades bas-
tantes para destruir á ciegas las garantías convenciontües que
establecieron los pueblos, para su seguridad, sin examinar prime-
ro todas las circunstancias que hubiese en el particular para
deliberar bajo conocimientos fi¡os; ni tampoco pudo creer que
se les hubiese facultado para desconocer mi autoridad, porque
aunque los Electores reunidos no debían reconocer autoridad
superior á ellos; pero esto esto es con respecto al fin & que son
convocados; no pudiendo extender sus facultades sobre asnntos
que choquen inmediatamente con la voluntad de sos Pueblos.
— Bajo este concepto, yo representé oficialmente al Congreso,
— 209 —
que en sus Poderes debían estar al espíritu de sus comitentes
y por consecuencia no debían continuar allí sus deliberaciones,
sino venir primero á mí alojamiento; que ellos sabían bien que
ninguno de sus Pueblos desconocía mi autoridad, y que por lo
mismo, yo estaba seguro de que no habrían despreciado la cir-
cular en que los invitaba. Que en todo caso mirasen lo que
hacían, que no partiesen de golpe; y que pidiesen explicacio-
nes á sus Pueblos. Que yo los hacía responsables delante de
ellos, del abuso que hacían de su representación, y que desde
luego, yo daba por nulo y de ningún valor cuanto actuasen
allí. Que escribiría á los Pueblos, y que mientras venían sus
contestaciones, estaría únicamente á lo determinado en las di-
chas actas de 6 y 21 de Abril, desconociendo abiertamente
cuanto resultase del Congreso.
« En esta virtud, yo espero que V. S.,á la mayor brevedad, me
declare en términos claros y positivos, si ese Pueblo reconoce
mi autoridad, y si fué su mente que su elector no concurriese
al Congreso á que yo invité. Sea V. S. seguro de que para míj
nada hay más sagrado que la voluntad délos Pueblos, y que me
separaré al momento si es verdaderamentesu voluntad él no reco-
no€€7'me.
« Dios guarde á V. S. muchos años.
« Delante de Montevideo 11 de Dbre. 1813.
« lios electores en este ejército, el de Mercedes, el de San Sal-
vador, el de Paysandú, el de Canelones, el de San Carlos, el de
Porongos, y el de Santa Lucia y la Florida, hicieron también
sus protestas delante del Congreso, expresando claramente, que
los unos en fuerza de los poderes con que habían concurrido,
y los otros asegurándose de las intenciones sanas en sus mis-
mos pueblos, anulaban también por su parte lo actuado en el
Congreso de Mociel, por no haber precedido el mío, para de
este modo corresponder á la confianza con que los habían hon-
15
— 210 -
rado sus conafcituyentes. Mieutraa llegue la coniestacíoD de
V. S., y hasta nuera orden mia, no publicará V. S. en ese pue-
blo Bando alguno que no le sea remitido por conducto mió.
Fecha ut supra.
José Artigas.
Al Muy Ilustre Cabildo de Soríano. »
Se reconocerá ante el examen sereno é imparcial de esos
notables documentos, cuanto contribuyen ellos á explicar y jus-
tificar algunos actos del General Artigas tan mal apreciados
hasta ahora, los que han sido juzgados con tan injusta y odiosa
parcialidad, al dar él los primeros pasos en la escabrosa senda
que conduela á la organización autónoma de los Orientales.
Se reconocerá también que en tal situación, encontrábase el
General Artigas frente á frente de dos problemas á cual más
arduos, y que reclamaban ambos urjentísima solución.
Era uno el del dominio absoluto que se intentaba imponer
por el Supremo Directorio del ex-Notario Eclesiástico Posadas
y los gefes de sus fuerzas en esta Provincia .
Y era el otro, el no menos grave y doloroso problema de la
discordia cívica, que estallaba promovida por aquella reunión
de Orientales distinguidos, de vecinos inteligentes y acauda-
lados, pero pusilánimes ante los peligros que encarnaba' aque-
lla audaz reacción artiguista, formando ellos el remedo de un
círculo conservador ó péliicon opuesto á todo pronunciamiento
enérjico en defensa de sus derechos; círculo que incitado y
alentado por el insinuante Rondeau, elegido como su Presi-
dente, según dice el Acta del 8 de Diciembre « por ser modera"
do y p}'ude7ite]y> principiaba por asociarse dócilmente á la fuerza
opresora de la Provincia, por identificarse con sus aspiraciones,
y arrebatarle á Artigas su investidura popular, para conseguir
— 211 —
así echar por tierra su predilecta obra do la independenoia
provincial .
Debido á la lamentable y criminal pérdida de docuu-entoa
históricos que se ha producido en tos Archivos de los Cabildos
Departamentales, no hemos hallado aun las respuestas que pu'
do recibir el General Artigas á su circular trascrita ; pero es
indudable por ciertos hechos concordantes, que ellas debieron
ser afirmativas y aprobatorias de su conducta ; y que con vista
de ellas, y considerando las demás gi-avisimas causales que he-
mos expuesto extensamente en esta y en la anterior sección,
resolvió sin más demora separarse de las lineas sitiadoras, en
donde solo hallaba como premio á sus servicios la ingratitud,
la lio'ftilidad, y la rebelión contra su legitima autoridad.
En los dos extremos del territorio argentino las mismas ten-
dencias y los mismos derechos trataban do sobreponerse y re-
vindicarse durante la guerra con los españuies.
Salta al Norte y la Baiicla Oriental al Sud, arabas patriotas,
ambas abnegadas y belicosas, batallaron por U independencia,
por una misma y noblo bandera, con maj-or crudeza aquella en
su lucha con Rondcau, con más templanza ésta en su lucha
con el mismo general.
Grüemes hizo fuego sobre la bandera de la ¡¡atria al fronte del
enemigo invasor, y sometió por las armas á los mejores solda-
dos de aquélla y de éste.
Artigas se separó desjtucs de haber dado á la Patria su es-
pléndida victoria de las Piedras, retirándose de un puesto don-
de su permanencia hiibria reproducido el tremendo y triste
ejemplo que poco después dio Grüemes.
¿Por qué se ha lanzado el oprobi-j y el anatema sobre aquél,
y una gloriosa revindicacion sobre éste?
Atroces injusticias de la historia adulterada por los pai-tidos!
G-üemes no fué hasta la independencia definitiva, absoluta,
porque se transó con él, porque Boudeau abatió ante él la so-
_ 212 —
berbia bandera de Mayo, enarbolada por Buenos Aires, y mer-
ced á !a influencia de 3U hermana, hermosísima mediadora que
embelesó á algunos gefes de Eondeau, según lo asegura el Ge-
neral Paz en sus Memorias citadas, se pactó la concordia
que dejaba á Güemes como dueño exclusivo de su provincia, y
á Hondean como un huésped intruso á quien so trataba con
misericordia. ¿ Para qué había G^üeme8 de independizarse en
las palabras si lo estaba en los hechos del modo más absoluto ?
Pero con Artigas aconteció todo lo contrario. Se le vejó, se
le negó su autoridad ; se le hostiliaó de todoH modos ; y so ató
Ku Provincia y sus Orientales al potro de una guerra sin cuar-
tel.
« Doscientas cinciienta leguas deperseaicion incesante », dice
con cmel jactancia el General Alvear en uno de sus oficios,
hecha á la división de Orientales que acaudillaba Otorgues has-
ta despedazarla por sorpresa en Marmarajá, dieron la medida
de lo que eva esa guerra-
La revancha no S3 hizo esperar, y la victoria del Guayabo
rompió el último eslabón de la cadena. De ahí á la independen-
cia absoluta no había sino un paso.
Volviendo á nuestro tema y reBumiendo nuestras apreciacio-
nes, creemos que el verdadero y mal conocido orijen de la na-
cionalidad Oriental, incubada al calor vivificante de la batalla
do las Piedras, y de varios hechos de armas contra los españo-
les, aunque de menor importancia, haciéndola aurjir de una
vez robusta y voluntariosa, se halla en esa separación histórica
de! General Artigas de las lineas sitiadoras de Montevideo.
Eso no era la traición, ni era la deserción. Era la indepen-
dencia con sus dolorosos sacriflcíos, con su amarga expiación,
con su tremenda y próxima Via Orucis.
Artigas como reformador político y como admi-
nistrador progresista y liberal.
Hemos de detenernos deliberadamente ampliando el tema
que hemos elegido para esta sección, por lo mismo que antici-
pamos que él ha de suscitar mayor censura y animadversión
en los detractores del General Artigas»
Así mismo debemos limitarnos á lo más esencial, no debien-
do ser éste estudio sino un compendio ó resumen razonado del
texto de nuestra obra.
Las Instrucciones dadas por Artigas en 1813 á los Diputa-
dos Orientales, las que trascribiremos más adelante, bastarían
por sí solas para' hacerle merecer el renombre de reformador
que le hemos reconocido.
Pero antes de entrar á estas demostraciones, conviene recor-
dar y esclarecer ligeramente algunos precedentes históricos de
grande interés que se relacionan con el origen de esas Instruc-
ciones, y les dan mayor autoridad y valimiento en la historia
Oriental.
El Cabildo de Buenos Aires en su memorable circular de 29
de Mayo de 1810 a las Provincias habia asentado con admira-
ble lucidez y precisión, así como con grande y sano patriotis-
mo, por más que el Dr. López lo haya censurado en su obra-,
una profesión de fé de les principios políticos que debían regir
la revolución; en cuanto á la parte de soberanía qun sus direc-
tores reconocían en cada una de aquellas provincias, así como
el imprescindible derecho de éstas á tomar parte directa en el
gobierno general de aquella futura nación; derivándose de ahí
con mayor fundamento, su derecho implícito á gobernarse y
administrar cada una sus intereses públicos por sí mismas.
— 214 —
El Cabildo expi'esábase en loa siguientes términos, que de-
ben ser recordados con gratitud hacia aquello» nobles patri-
cios, tan bion inspirados en la fraternidad é igualdad demo-
cráticas, por más que á la vez apareciesen fieles al Rey á fin de
ganar tiempo y prepararse para la guerra inmediata.
« Este es el gobierno (decía al Cabildo) que se ha erigido pro-
visionalmente hasta ]a reunión de los Diputados do todas las
Provincias. El pueblo de Buenos Aires, no pretende usurpar los
derechos do los domas del Vireinato : pretende sí, sostenerlos
contra los usurpadores. Conoce que la unión recíproca de toda*?
las provincias, es ol único medio de su conservación ; conoce
que para cimentar la confianza, deben oirse los votos de todos;
y establecer uñ gobierno, que se derive de la voluntad general
de lo& que han de obedecer. La remoción del Excmo. señor
Virey, no admitía espera, y se consideró necesaria en obsequio
de la salud pública. Era indispensable nombrar un depositario
de la autoridad superior que obtuviese la confianza del pueblo
para contener los males que nos amenazaban: y por que esta
debe ser á satisfacción de todos los quo la han de reconocer ; el
mismo pueblo ha pedido que sea provisional^ y que se convo-
quen todos sus hermanos para el nombramiento de diputados
de las ciudades y villas, a fin de que reunidos en esta capital,
establezcan el gobierno que haya de merecer toda su confian-
za y respeto, y que sea la base de su prosperidad.
« V. S. no podrá menos de conocer la suma necesidad de esta
reunión, y que la exije imperiosamente el derecho de nuestra
propia conservación, y los de nuestro augusto monarca, el Se-
ñor don Femando i.** como único medio de sostener la inte-
gridad de estos dominios. Asi, pues, espera éste Cabildo, que
poseído V. S. de estos notables sentimientos, y del gran in-
terés de guardar el orden y la tranquilidad pública, consultan-
do la felicidad de los pueblos, propenderá de su parte á que
tenga el mejor y mas pronto efecto el nombramiento de dipu-
— 216 —
tados> en la forma que ha ordenado la exma. Jnnta proTÍsional
del gobierno, expresando en los podet'es las circunstancias que
previene el articalo 11 del adjunto bando publicado en esta
ciudad el 26 del corriente.
« Dios guarde ¿ Y. S. mucbos años. Sala Capitular d» Bue-
nos Aires, 29 de Mayo de 1810 ».
De acuerdo con los mismos principios consagrados en esta
circular, los representantes convocados por ella y por la prime-
ra Junta Grubemativa de Buenos Aires, llevaban á la capital
tendencias y aspiraciones opuestas ó. toda centralización auto-
ritaria que intentase ejercerse alli en reemplazo del suprimido
léjimen español.
Esa centralización absorbente y despótica principiaba, sin
embargo, á hacerse práctica en los hechos, aunque no desem-
bozadamente en las teorias, por algunos fogosos patriotas co-
mo el ilustre Dr. Mariano Moreno, federalista entusiasta en las
doctrinas de su razonada propaganda, pero unitario en los he-
chos; Monteagudo, el liberal terrorista y archi-unitario; Caste-
lli que asi mismo había redactado esa circular, el hombre de
hierro como Convencional de nuestras primeras expediciones;
Bodriguez Peña, Vieytes, Passo y otros eminentes ciudadanos
cuya fuerza de voluntad y superioridad de inteligencia pre-
ponderaban en los consejos de la naciente autoridad nacionaL
Entre la organización de la segunda Junta Gubernativa en
Diciembre de 1810, compuesta de Delegados de las Provincias
ejerciendo legítimas atribuciones nacionales y su disolución 6
destitución revolucionaria del 23 de Setiembre de 1811, redu-
ciendo sus funciones tan sólo á las de Junta Conservadora,
vino á iniciarse y ahondarse la división que debía venir rea-
gravándose desde entonces entre las Provincias y el Poder
Central, de cuya contienda debía surgir el sangriento espectro
de la guerra civil desde 1813.
Ulteriormente convocados en 1812 los Diputados de las Pro-
— 216 —
vínci£ts para ingresar á la Asamblea General Constituyente de
1813, entre los que fueron llegando á Buenos Aires, y tomaron
asiento en aquel ilustrado Cuerpo Legislativo, ningunos pre-
sentaron como los Diputados Orientales pudieron hacerlo en
virtud del avanzado mandato imperativo que recibieron en ©1
sitio de Montevideo, tan perfecto cuadro de reformas calcadas
sobre el sistema de gobierno federativo, como el que Artigas en
nombre de su pueblo en armas, entregó á esos diputados de la
Provincia Oriental.
Podria seguramente afirmarse que en la leal observancia
práctica de esas reformas habría podido fundarse el gradual y
feliz ensayo de un régimen de gobierno que, si bien requería
on los pueblos mucha experíencia política, y mayor suma de
ilustración lo mismo en ellos como en sus prohombres, habría
ahorrado asi mismo con su adopción á las Provincias Unidas
muchos de los dias nefastos por los cuales atravesaron muy po-
co después.
Ulteriormente, en 1815, el General Artigas en el apojeo de
su poder, delega todas sus facultades en el Cabildo do Monte-
video, y lo reviste con el alto carácter do Gobernador Político
y Militar de la Provincia, haciendo someter á su autoridad su-
perior los Comandantes Militares que funcionaban en la Capi-
tal y en otros puntos de aquella, asi como todas sus autorida-
des civiles y judiciales. Las notas que publicaremos al efecto
demostrarán la amplitud y firmeza de osa delegación .
Baste á nuestro objeto por ahora evidenciar aquella tenden-
cia democrática, que fué un razgo característico en Artigas,
procurando siempre la reunión de distintos Congresos y cuer-
pos deliberantes, á cuya resolución tenia que someterse él mis-
mo cimentando así las bases del prímer gobierno representati-
vo de su Provincia. Al efecto reproduciremos aquí algunas de
sus notas, entre otras muchas análogas que publicaremos, re-
<K)xn6ndando la convocatoria de diputados y de electores, ante-
— 217 —
riorcs en sus feclias á las que hemcs publtcaclo antes, relativas
at desconocimiento de la Asamblea reunida en la Capilla de la '
chacra de Maciel .
Conviene observar que en la primera do las notas que traa-
cribimos ahora, el General Artigas anuncia proceder c'e acuer-
do con el Ganoral en Jefe, pero es bien sabido que el General
Eondeaii, á posar de su carácter templado y conciliador, y de
lo mucho que didtingtiia á Artigas, como lo hemos dicho antes,
trató de cruzar en sus circnlaree, cumpliendo órdenes recibidas
del Triunvirato, los trabajos de aquel, como en mucha parte lo
consiguió, produciéndose asi tan peligrosa discordia entre los
mismos Oriontales, después de la reunión del Congreso en la
Capilla del Niño Jesús, que hemos indicado antes:
Esa oposición fué como lo hemos dicho, la que engendró las
primeras é irremediables disensiones entre Artigas, como jefa
de su Provincia investido con tal carácter, y Rondeau como
General del ejército de Buenos Aires, que no, quería consentir
en la superioridad cívica de aquel al aspirar á fundar un go-
bierno administrativo y municipal en la Provincia, con esclu-
siva superintendencia local.
He aqui las notas á que hemos hecho referencia:
« Hemos convenido con el Sr. General en gefe Don José
Rondeau en convocar á los pueblos de esta Provincia para que
por medio de sus respectivos electores concurran, dentro de
veinte dias contados desde la fecha, á este mi alojamiento, y
seguidamente al Cuartel General, según las deliberaciones que
anteceden.
« A. este efecto para fijar los poderes conque deben venir los
dichos electores, circulo por mi parto las adjuntas instrucciones.
Según ellas, en el primer día efectivo que siga al recibo de este
oficio, V. S. se servirá convocar y reunir ante si á. los vecinos
americanos de ese pueblo, y ademas, notoriamente adictos al
sistema patrio, y procederán al nombramiento de un elector, el
j:'
A
—^218 —
cual será el que concurrirá por ese pueblo al Congreso que m
ha de celebrar en este campo, y al que se seguirá en el Cuartel
General, según las deliberaciones que anteceden ; y paralo cual,
con esta propia fecha, el mismo Sr. General en gefe expide las
circulares competentes.
« Yo espero que V. S. penetrado de la dignidad del objeto
y tan particularmente interesado en el explendor de la provin-
cia, hará mantener la mejor exactitud, tanto en el modo de la
ejecución, como •n las demás circunstancias, procurando que la
buena f¿ brille en todo el acto, y que el electo merezca la con-
fianza de su pueblo, por sus sentimientos y probidad ; para de
este modo asegurar la dignidad y ventajas de los resultados,
como corresponde al interés y decoro del grande pueblo Orien-
tal.
« Tengo el honor de ser de V. S. muy atento venerador.
José Artigas.
Delante de Montevideo, 15 de Noviembre de 1813.
Al Muy Ilustre Cabildo de Soriano. »
Hé aqui la nota dirigida al Cabildo de Montevideo á que he-
mos hecho referencia al principio de est« capítulo como de-
mostrativa de la tendencia de Artigas de acudir al pueblo co-
me base de sus resoluciones.
« Presento á la superior penetración de V. S. esos documen-
tos relativos á la revolución de Santa Fe y sus resultados.
Igualmente esos partes, que últimamente he recibido de la
frontera.
« Las complicaciones se aumentan, y no quisiera por más
tiempo tener incierto el objeto de la revolución. Pueden adop-
tarse medidas muy eficaces para no inutilizar nuestros sacrifi-
_ 219 —
cios y aventurar miostr» suerte- El negocio es importante, y
no quisiera fiar á mi resolución lo que á' todos interesa. Por lo
mismo creo oportuno la reunión de un Congreso gen«ra1. De-
seo llenar la confianza de mis cdnciudadanoe, y que ellos me
inspiren eus recíprocos sentimientos. Así podrán adoptarse
medidas saludables, y nuestra segundad interior se afianzará
sobre los polos de la opinión y del poder. Eosuelto estoy á lle-
var adelante esta idea, y el correo reñidero tendrá V. 9. el por-
menor de los de^'Alles relativos á este fin. Por ahora sola tengo
quo insinuar á V. S. la devolución de la adjunta comunicación.
« Tengo la honra, etc.
« Cuartel General, Marzo 17 de 1816.
José Artigas. »
« Al muy ilustre Cabildo de Montevideo, »
No se extrañe que ampliemos nuestras pruebas, anticipán-
donos al texto de nuestra obra; porque tratándose de materia
tan interesante como la que tratamos en este capitulo, creemos
que conviene superabundar en comprobaciones con documen-
tos que no son aun conocidos, y que han de hacer coincidir al
lector en nuestra convicción respecto de las tendencias refor-
madoras de Artigas-
Apenas derrocado el tiránico Director Supremo General Al-
vear por la revolución de Fontezuelas, el General Artigas se
preocupó ya de la reunión de un Congreso Oriental, demos-
trando asi en medio de una situación belicosa, aquellas ten-
dencias organizadoras, asi como el espíritu que le animaba de
buscar en el sufragio de sus conciudadanos el prestigio que ya
tenia asegurado por medio de sus armas.
— 220 —
Ea necesario darao cuenta de la tremenda situación que el
Genera! Artigas había afrontado resueltamente un mes antes
llevando su ejército hasta Santa F¿, para do allí invadir la
provincia do Buenos Aires, contestando con una guerra franca
y decisiva al Director Alvear, quien A su tumo enviaba otro
ejército á su encuentro.
Solo meditando sobre esa situación tan tmbulenta podrá re-
conocerse cuan firme y decidida debía ser la resolución do Ar-
tigas de entrar en el terreno de las reformas y de la reorgani-
zación del Estado Oriental, bajo la base del sistema represen-
tativo, inmediatamente después do aquellos grandes sucesos, y
apenas emprendía su regreso á su pais, como un vencedor sa-
tisfecho de sus triunfos.
Es de esto modo como puede apreciarse la sinceridad de loa
propósitos reformistas del General Artigas dedicándose inme-
diatamente á procurar la rsuniou del Congreso Oriental do que
dan cuenta la Nota y Reglamento siguientes:
Esa reglamentación electoral prescrita por Artigas, cuyas
bases ó condiciones serian hoy mismo dignas do aprobación,
por laa garantías que aseguraban al voto cívico, revelan en
Artigas como so verá, las cualidades del refoimador político
que le hemos atribuido con vista de tan satisfactorias pruebas.
Hé aquí dicha nota :
a Conducidos los negocios piiblicos al alto punto en que se
ven es peculiar al pueblo sellar el primer paso que debe se-
guirse á la conclusión de las transaciones que espero formali-
zar.
<c En esta virtud, creo ya oportuno reunir en ITercedes un
Congreso compuesto de diputados de los pueblos. Y para fa-
cilitar el modo ds su elección, tengo el honor de acompañar á
V. S. el adjunto Reglamento, confiando eu el esmero de esa
Ilustre Corporación, que eludiendo hasta el menor motivo de
demora, al momento de recibir ésta, dé las disposiciones com-
— 221 —
peteiites para que con iguül actividad ee proceda en toda la jvi-
risdiccion de esa plaza, capital de Proviucia, á la reunión de
Asambleas electorales, encargaudo muy particularmente que
los ciudadanos en quienes la mayoridad de sufragios haga re-
caer la elección para diputados, sean inmediatamente provis-
tos de sus credenciales y poderes, y se pongan con toda pron-
titud en camino al indicado iJueUo de Mercedes.
El órd«n, la sencillez y la voluntad general deben caracteri-
zar el todo que recomiendo al celo de V. S.
Tengo el honor, etc.
Cuartel Geui-ral, Abrü 29 de 1815.
José Artigas.
Al Muy Ilustre Cabildo.
« Beglamenío de que se sci-virá el Muy Ilustre Cahildo de la
ciudad de Muiiiavideo para la reunión de las Asambleas dcdova-
les, y no»d}raMÍento de diputados que deben emanar de ellas, para
el Congreso coMocudo en esla data.
1." La ciudad se dividirá cu cuatro cuarteles, ó departamen-
tos; 1» comprensión de cada uno de ellos será fijada por el
Muy Ilustre Cabildo.
2." Los ciudadanos AntoHn Reina, Eamon de la Piedra, Pa-
blo Pérez y Santiago Cardoso, miembros del M. I. C. presidirán
reparadamente en cada uno. La suerte decidirá el que priva-
tivamente les correí-ponda.
3.° Los ciudadanos de cada departamento concurrirán desde
las nueve de la mañana hasta las cinco y media de la tarde del
dia subsiguiente á la recepción de la orden de esta data, á las
casas que indiquen loa respectivos presidentes, á nombrar trea
electores correspondientes á au distrito.
4." El voto irá bajo una cubierta cerrada y sellada: y el so-
bre en blanco. En Ir mesa del presidente firmará todb sufra-
gante eu nombre en el sobreacrito, que también se rubricará
por aquél, y un Escribano que debe serle asociado. El E&cri-
bano numerará y anotará los papeles entregados por los votan-
tes, echándolos en una caja, que concluida la hoi-a se conducirá
cerrada al Muy Duetre Cabildo, el cual abrirá las cuatro suce-
aivamonte, y cotejando en cada uno loa votos con la numera-
ción y anotación, procederá al escrutinio.
6° Los tres ciudadanos que en cada departamento saquen la
pluralidad, se tendrán por electores para el nombramiento de
diputados, al que procederán, siendo citados acto continuo.
6." Reunidos en la Sala Capitular se separará de ella el M.I.
Cabildo, y nombrarán ellos un presidente entro si, y harán la
elección de tres diputados, que serán los que concurrirán por
esa ciudad capital de provincia al Congreso indicado.
7." Electos los tres diputados so les comunicará inraediata-
mento las credenciales y poderes competentes en la forma
que corresponde.
8." El M. I. Cabildo trascribirá respectivamente á todos loa
pueblos de la Provincia hasta las márgenes del Rio Negro, el
reglamento preciso para la reunión de sus Asambleas electora-
les, debiendo nombrarse en cada una un diputado por cada
pueblo para concurrir al predieho Congreso.
9," Se pondrá muy ¡larticular esmero en que todo se verifi-
que con la mayor sencillez posible, cuidando que el resultado
sea simplemente la voluntad gcnpral.
Dado en este Cuartel general á 29 de Abril de 1S15.
%
José Artigas^.
— 223 —
He aquí otras dos notas de no menor importancia, en nna de
las cuales se hace resaltar el espíritu de autonomía en que de-
bían inspirarse los nuevos funcionarios que se eligiesen:
« Ya supongo en manos de V. S. la resolución sobre la cau-
sa de los ciudadanos Tomás García Zúniga y Felipe Santiago
Cardoso .
« Concluido este acto por el Pueblo, es preciso pensar en la
elección de nuevo Cabildo Gobernador, y deseando que todo
se haga con el mejor orden, y que de un modo solemne se es-
prese la voluntad de los pueblos en sus gobernantes, he resuel-
to indicar á V. S. lo siguiente:
« Que inmediatamente pide V. S . á cada Cabildo de los
pueblos que lo tengan, un elector, que será un miembro por
cada una de las respectivas Municipalidades . Al efecto oficia-
rá V. S. inmediatamente á todos los Cabildos para que man-
den su elector, que deberá hallarse en esta ciudad para el últi-
mo dia del año, en que deberán verificarse dichas elecciones .
« En ellas, á más do los electores indicados, concurrirán con
V. S. á su Casa capitular cuatro electores nombrados por los
cuatro cuarteles correspondientes á esa ciudad y dos más por
sus extramuros .
« En este número concurrirán los sufragantes el dia último
del año, á votar por aquellos sujetos que deban servir los em-
pleos consegiles el año entrante.
« La pluralidad en los sufragios será el principio de su apro-
bación. V. S . me dará parte inmediatamente de los que resul-
taren electos, para su aprobación y dia de recibimiento.
Después de nombrado ese Muy Ilustre Cabildo Gobernador,
se le pasarán al mismo las Instrucciones necesarias para el
nombramiento de los otros Cabildos en sus respectivas juris-
dicciones, que se verificarán en todo Enero del año entrante.
« Es cuanto tengo que (¡omunicar á V. S. saludándole con
toda mi afección.
« Cuartel General 10 do Diciembre do 1815.
José Artifias. »
« Al Muy Ilustre Cabildo Gobernador de Montevideo. »
lié aquí otra nota no menos interesante sobro el mismo tó-
pico:
« Presento á V. S, el orden electoral que cjula Cabildo res-
pectivamente debe guardar para ol nombramiento de los nue-
vos magistrados que deben regir e] año pret-í-nle. Cada Ca-
bildo convocará á todos los jueces pedáneos, y á los jueces
de los pueblos menores, y un elector por cadaiiuu de estos, que
será el juez electo para el año presente.
Todos concurrirán el dia prefijado por el Cabildo par* la
elección .
« En ella se nombrai'án los miembros que ilüben componer
y regir el Cabildo el presento año. Se nombrarán igualmente
todos los jueces pedáneos para BU3 rospactivos partidos. Sola-
mente los nuevos jueces de los pueblos serán electos por el
mismo pueblo, debiendo serlo el mismo elector, según arriba
86 provino, y lo hará presente cada Cabildo á !us jueces respec-
tivos, á quienes oficie para que con este cono'iiniento elija el
pueblo á un sujeto capaz y digno de su confianza. Por los pue-
blos donde bay Cabildo, se nombrarán dos electores, que con-
curran con los demás al nombramiento, según el orden que han
visto observar por los representantes en el Congreso electoral
celebrado en Montevideo , Todo el que haya de tener voz y
voto deberá ser americano, de lo contrario queda excluido .
« Bespuea de concluidas las elecciones, cada Cabildo raspee-
— 226 —
ivamente pasará sus elecciones al Gobierno de Montevideo
>8ra su confirmación; de lo que se me dará parte para mí de-
)ido conocimiento. Habida la prediclia confirmación, se pon-
Irá en posesión de sus nuevos empleos á los electos, quienes,
.nte el Cabildo y Congreso electoral, prestarán su juramento
)or lo sagrado de la patria, de desempeñar fiel y legalmente
os empleos que se les han confiado, y en adelante se les con-
iaren, consen-ando ilesos los derechos de la Banda Oriental que
^gnatncnte sostiene él jefe de los Orientales, ciudadano D. José
irtigas. En seguida pasarán los nuevamente electos á la Igle-
ia, como es costumbre, á ofrecer al Todo-Poderoso sus deseos
)0r el bien público en la misa solemne que al efecto dirá el
!/Ura de cada pueblo donde se halle reunido el Congreso elec-
oral. Todo lo que hará V. S. presente a los demás Cabildos,
)asándole8 copia certificada da mi resolución para el más exac-
.0 cumplimiento.
« Tengo la honra, eta
« Cuartel General, etc.. Enero 9 de 181G.
« Jasé Artigas.
< Al Muy Ilustre Cabildo de Montevideo. »
Terminaremos aqui nuestras lijeras apreciaciones sobre los
ensayos y trabajos de organización política á que el Genoral
Artigas qiieria dar justa preferencia. Por mas imperfectos que
ellos fiíesen, ensayados desde los campamentos durante un es-
tado do guerra, ó de activa preparación para resistirla, son asi
mismo demostrativos de un laudable espirita de reforma, espe-
cialmente sí se les juzga desde el punto de vista de esa ¿poca
en que todo se hallaba en embrión, y en que intereses tan en-
contrados y reaccionarios, y aptitudes tan incompetentes en
loa hombres públicos que recien eurjian, estorbaban toda refor-
ma, toda reorganización política, jg
— 226 —
Vamos ahora á comprobar de un modo satisfactorio cuanto
se preocupaba Artigas del progreso material de la Provincia,
del fomento de sus intereses rurales, base principal, ó más bien
única entonces, de su riqueza, y con que espíritu metódico y
liberal se esforzaba por dar arraigo y medios de trabajo y sub-
sistencia á todos sus habitantes, y en especial á los mas desva-
lidos.
Queremos referimos á un Reglamento formulado por el Ge-
neral Artigas en 1815, que sin duda se publica ahora por pri-
mera vez en la Bepública, siéndonos muy grato hacerlo conocer
de nuestros lectores.
Escusamos estensos comentarios á que se presta el examen
de ese documento . Nos limitamos á su inserción, creyendo que
asi podrá adquirirse una idea aproximada del estado anor-
mal y armiñadísimo en que habia quedado la provincia en
aquella época remota, y las benéficas reformas que en ella se en-
sayaban bajo el importante punto de vista del desarrollo de loa
intereses rurales, de su policía de campaña, y del proyectado
mejoramiento de condición de su escasa población laboriosa.
Para ser apreciado con justicia este valioso documento, debe
recordarse que él se expedía bajo un estado de guerra activa
con la España, en que los españoles ó europeos, pues no habia
otros en la Provincia, eran considerados como enemigos irre-
conciliables, y maltratados como tales; estando confiscados sus
bienes en toda la América insurjente.
De tales prácticas y vejámenes habían dado un odioso ejem-
plo los españoles, persiguiendo á los criollos^ tratándoles con
torpe crueldad, y educándolos así en esa escuela de duras re-
presalias, que por fortuna para esta sección de la América in-
dependiente, no fué nunca tan horrenda y execrable como lo
fué la conducta de los españoles en el Sud de Chile, en el Alto
Pera, en Venezuela y en Méjico .
— 227 —
Así también, en materia de confiscación y enormes contriba-
iones de guerra, habían iniciado iguales prácticas los gober-
tadores militftres que dominaron en Montovidco después de la
mtrada de las tropas patriotas á las órdenes de Alvear, cuando
e embargaron y vendieron la mayor parte do loa bienes ral-
es y aún muebles, bajo la calificación de propiedades extraíiaa,
ixistentes en esta Provincia, de pertenencia de los españoles
iresentes ó de los emigrados.
Con estas salvedades indispensables, se reconocerá también
luan calumnioso ha sido el cargo que se ha hecho al Qeneral
i.rtiga8 por sus enemigos de ser un caudillo vulgar é indolen-
e, sin aspiraciones de progreso ni de orden en favor de sa
Provincia, y de no haberse preocupado jamás de la organiza-
ion de su campaña.
leglamento provlBorio de la Provincia Oriental para el fomeato
da sa campaña y seguridad de sus hacendados.
« 1." El Sr. Alcalde Provincial además de sus facultados or-
linarías, queda autorizado para distribuir terrenos y velar so-
ire la tranquilidad del vecindario, siendo el Juez inmediato en
odo el orden de la presente Instrucción.
2." En atención á la vasta extensión de la campaña podrá
nstituir tres sub-Tenientes de provincia, señalándoles su juris-
liccion respectiva, y facultándolos según este Reglamento.
3." Uno deberá instituirse entre Uruguay y Rio Negro, otro
mtre Rio Negro y Yi; otro desde Santa Lucía, hasta la costa
le la mar, quedando el Sr, Alcalde Provincial con la jurisdic-
ioa inmediata desde el Yi hasta Santa Lucia.
4." Sí para el desempeño de tan importante comisión halla-
■e el Sr. Alcalde Provincial, y Subtenientes de Provincia ne-
:esitarse de más sujetos, podrá cada cual instituir en sus res-
— 928 —
p3ctiva5 jurisdicciones Jilecos Petláncoe, qna ayuden á ejecu-
tar las medidas adoptadas para el entable del mejor órdon.
o." Estos comisionados darán cuenta á sus respectivos sub-
Teiñeiites'de Provincia; estos oí Sr. Alcalde Proriucial, de
quiun recibirán las órdenes precisas; éste las recibirá dsl Go-
bierno da Montevideo, y por éste conducto serán tiasmisibles
otras cualesquiera que además de las indicadas en ésta Instruc-
ción, 30 croan adaptables á las circunstancias,
G." Por ahora el Sr. Alcalde Provincial y domas subalter-
r.os se dedicarán ¿fomentar con brazos útiles la población de
la campaña. Para ello revisará cada uno, en sus respectivaa
j'arisdiccio'.ies, los terrenos disponibles; y los sujetos dignos
de ésia gracia, con prevención, que los más infelices során los
más privilegiados. En consecuencia los negios libres, í os zam-
bos do esta clase, los indios y los criollos pobres, todos podran
ser agraciados con suerte de estancia, si con su trabajo y hom-
bria de faien propenden á su felicidad, y ala do la Provincia.
7. " Serán igualmente agraciadas ¡as viudas pobres si tuvie-
ren hijos. Serán igualmente preferidos los casados á los ame-
ricanos solteros, y estos á cualquier estranjero.
a. ° Los solicitantes se apersonarán ante el señor Alcalde
Provincial, ó los subalternos de los partidos, donde eligie-
ren el terreno para su población. Estos darán su informe al
señor Alcalde Provincial y éste al Gobierno do Monteí ideo de
quien obtendrán la legitimación de la donación, y la marca que
daba distinguir las haciendas del interesado en lo sucesivo.
Para ello al tiempo de pedir la gracia se informará si el solici-
tante tiene ó no marca: si la tiene será archivada en el libro de
marcas, y de no, se le dará en la forma acostumbrada.
9." El M. I. Cabildo Gobernador de Montevideo despachará
estos rescriptos en la forma que estime más conveniente. Ellos
y las marcas serán dados graciosamente, y se obligará al Re-
gicfor encargado de Propios do ciudad, lleve una razón esacta
de oataa donaciones do la Provincia.
10. Los agraciados serán puostos en posesión desde «! mo-
mento que se haga la denuncia por el Sr. Alcalde Provincia],
ó por cualf[uiera de los subalternos 4© ésto.
11. Después de la posesión serán obligados los agraciaoos
por el Sr. Alcalde Provincial, ó domas sabalternos á formrj;"
un Ranclio y dos corrales sn e! término preciso de dos meses,
los quo cumplidos, si se advierte la misma negligencia, stn-X
aquel terreno donado i otro vecino más laborioso y biinéf.co á
la Provincia,
12. Los terrenos repartibles, son todos aquellos de emigra-
dos, malos europeos y peores amoricanos que hasta la fecha no
80 hallan indnltadoK por el gefe do la Provincia para poseei-
sus antiguas propiedades,
13. Sonin igualmente repartibles todos aquellos terrenos
quo desde el año de ISIO, liasta el de 1S15, en que entraroa
loG orientales á la plaza de Jloníevideo, hayan sido vendidos,
ó do:;ado3 por el Gobierno de ella.
lá. En esta clase de terrenos Labra la excepción siguiente.
Sí fueran donados ó vendidos á orientales ó á extraños ¡ — Si ;■-
los primeros, se les douai'á una suerte de estancia conforme al
presento reglamento:— Si á los segundos, todo es disponible en
la forma díciía.
15." Para repartir los terrenos do Europeos y malos ameri--
canos se tendrá presento si éstos son casados, ó solteros. De
é^tos todo es disponible. De aquellos se atenderá al niunero de
BUS hijos, y con concepto á quo éstos no sean perjudicados, se
les dará lo bastante para que puedan mantenerse en lo sucesi-
vo, siendo el resto disponible, si tuvieren demasiado terreno.
IG.' La demarcación de los terrenos agraciables, será legua y
media de frente, y dos de fondo, ea la inteligencia que puedo
hacerse mi'is ó menos extensiva la demarcación, según la loca-
— 230 —
lidad del terreno, en el cual siempre se proporcionarán agua-
das, y si lo pennite el lugar, linderos fijos; quedando al celo de
los comisiona líos, economizar ©1 terreno en lo posible, y evitar
en ]o sucesivo desavenencias entro vecinos.
17. Se volará por oí Gobierno, el señor Alcalde Provincial,
y demás subaUornof? para que los agraciados no posean mis
que una siu^rto do estañóla. Podrán ser privilegiados sin em-
bargo, los qne iiu t^jngan más que una suerte de chacra: podrán
también ser agraciados los americanos que quisiesen mudar de
posición, d?Í!indo la que tienen á beneficio de la Provincia,
18. Podrán reservarao únicamente para beneficio de la
Provincia el Rincón (le Pan de Azúcar y el del Cerro para
mantener las reyunadas de su servicio. El Rincón del Rosario
por su ostensión puede repartirse hacia el lado de afuera, en-
tre algunos agraciados, reservando en loe fondos tina extensión
bastante á mantener cinco ó seis mil reyunos de los dichos.
19. Los agraciados, ni podrán enagenar, ni vender estas
suertes do estancia, ni contraer sobre ellos débito alguno, bajo
la pena de nulidad, hasta el arreglo formal de la Provincia, en
que olla deliberará lo conveniente.
20. El M. I. Cabildo G-obemador, ó quien él comisione, me
Ijasará un estado del número de agraciados y sus posiciones
para mi conocimiento .
21. Cualquier terreno anteriormente agraciado, entrará en
el ¿rden del presente Reglamento, debiendo los interesados
recabar por medio del Sor. Alcalde Provincial su legitimación
en la manera arriba expuesta, del M. I. Cabildo de Montevi-
deo.
22. Para facilitar el adelantamiento do estos agraciados, que-
dan facultados el Sor. Alcalde Provincial y los tres Subtenien-
tes de Provincia, quienes únicamente podrán dar licencia para
que dichos agraciados se reúnan y saquen animales asi vacu-
nos, como cabalgares de las mismas estancias do los europeos
— 231 ^
y malos americanos que se hallen en sus respectivas jorisdic-
ciones . En manera alguna se permitirá que ellos por si solos
lo hagan : siempre se les señalará un Juez Pedáneo, ú otro co-
misionado para que no se destrozen las haciendas en las corre-
rias, y las que se tomen se distribuyan con igualdad entre los
concurrentes, debiendo igualmente celar asi el Alcalde Provin-
cial, como los demás subalternos, que dichos ganados agracia-
dos no sean aplicados á otro uso que al de amansarlo, caparlo
y sujetarlo á rodeo ,
23. También prohibirán todas las matanzas á los hacenda-
dos, si no acreditan ser ganados de su marca: de lo contrario
serán decomisados todos los productos, y mandados á disposi-
ción del Gobierna
24. En atención á la escasez de ganados que experimenta
la Provincia, se prohibirá toda tropa de ganado para Portugal.
Al mismo tiempo que se prohibirá á los mismos hacendados la
matanza del hembraje, hasta el restablecimiento de la cam-
paña.
25. Para estos fines, como para desterrar los vagabundos,
aprehender malhechores y desertores, se le dará al señor Al-
calde Provincial, ocho hombres y un sargento, y á cada tenen-
cia de Provincia, cuatro soldados y un cabo. El Cabildo deli-
berará si estos deberán ser de los vecinos, que deberán mudarse
mensualmente, ó de soldados pagos que hagan de esta suerte
su fatiga.
26. Los tenientes de Provincia no entenderán en demandas.
Esto es privativo del señor Alcalde Provincial, y de los jueces
de los Pueblos y Partidos.
27. Los destinados á esta Comisión, no tendrán oteo ejercicio
que distribuir terrenos y propender á su fomento, velar sobre
la aprehensión de los vagos, remitiéndolos ó á este Cuartel Ge-
neral, 6 al Gobierno de Montevideo, para el servicio d© las ar-
mas. En consecuencia, los hacendados darán papeletas á sufl
— 332 —
pMnes, y los que se hallaren sin esto requisito, y sin otro
ejercicio que vagar, serán remitidos en la íorina dicha^
28. Serán igualmento remitidos á este cuartel general los
desertores con armas ó sin ellas que sin licencia de sus jefes se
encuentren en alguna de estas jurisdicciones.
'29. Serán igualmente remitidos por el subalterno al Al-
calde Provincial cualquiera que cometiere algún homicidio
hurto ó violencia con cualquier vecino do su jnrisdiccion. Al
efecto lo remitiní asegurado ante el Sr. Alcalde Provincial y
un oficio insinuándole del hecho. Con este oficio, que servirá
de cabeza de proceso á la causa del delincuente, lo remitirá el
Sr. Alcalde Provincial al G-obierno de Montevideo, para que
éata tome los informes eonvenioüte?, y proceda al caütigo se-
gún el delito.
Todo lo cual se resolvió de común acuerdo con el señor Al-
calde Provincial D. Juan Leen y D. León Pérez, delegados con
este fin; y para su cumplimiento lo firmé en este Cuartel ge-
neral á 10 de Setiembre de 1815.
José ArtiffCis.
Nota. — En el artículo 13, se le agrega esta cláusula: « no
comprendiéndose en este artículo los patriotas acreedores á es-
ta gracia. »
Está conforme con su original y por órdon del Exmo. Ca-
bildo Gobernador expido el presento que certifico y firmo en
Montevideo, á 30 de Setiembre do 1816.
(Fií-mado) Pedro M . de Taieyro,
. . Secretario. »
— 233 -
Perdónesenos que hayamos sido tan extensos en esta trans-
cripción de documentos. Nos hemos decidido á ello no solo por
el mismo mérito relevante de estos, y por no haberse publica-
do aun, sino también como una demostración del espíritu re-
formador que guiaba al cücdadano Artigas al procurar implan-
tar en la Provincia un verdadero sistema icpresentativo, aun
en medio de apremiantes exigencias de una constante guerra
civil y extranjera. Tenía a ese respecto ideas íijas, cuya espre-
sion práctica la hallamos en su nota i don L. Brito, do Soria-
no, de fecha 13 de Abrü de 1813, aún inédita: « Yo felicito á to-
dos viéndolos ya represeiiiados. Es él honor más grande de mi
pueblo libre, y>
Del mismo modo acredita el último de los documentos que
hemos publicado las tendencias progresistas y protectoras d©
los grandes intereses rurales de la Provincia.
Si el General Artigas no so hubiera visto obligado á vivir
en una constante batalla con enemigos implacables que desde
Buenos Aires y el Brasil lo acosaban por todas partos, sin tre-
gua ni descanso, y que conspiraban constantemente contra él
en Montevideo, en Entre-Rios y en Santa-Fé, puede asegurar-
se ante tales pruebas, quo una administración presidida por él
en época de completa tranquilidad, habria sido eminentemente
reformadora, laboriosa y progresista, porque talos eran las as-
piraciones quo dominaban en su carácter y en sus hechos al
frente mismo de sus valientes milicias en campaña, y entro la
febril agitación de su azarosa existencia.
£1 sentimiento popular en la provincia Oriental.
Se ha pretendido por algunos historiadores que imponiendo
el General Artigas un régimen despótico en su administración,
tenia que sobreponerse tiránicamente al sentimiento popular
de la provincia. Que es de este modo como dominaba á su ca-
pricho la voluntad general, valiéndose de los medios coerciti-
V03 de que disponia, imprimiendo en todos los actos públicos
8U férrea voluntad.
Todo esto es absolutamente erróneo y exajerado.
El General Artigas no pesaba sobre la voluntad de sus com-
patriotas sino indirectamente, en cuanto se relacionaba con la
regularizacion de la administración confiada á los Cabildos y
Jueces Pedáneos, y directamente en cuanto se referia á los
asuntos de guerra, que eran de su exclusivo y absoluto resorte.
Aun asi mismo, no debe encontrarse nada objecionable ni
reprensible en que asi fuese, dada la situación de guerra en-
carnizada ó incesante que atravesaba el pais, desde que aquel
gran caudillo con tan legitimes títulos adquiridos en el servi-
cio de su provincia, era, puede decirse, el depositario ó repre-
sentante de la voluntad general, ó al monos de la mayoría de
sus comprovincianos, expresamente formulada en Congresos
Orientales.
Uniformada así esa opinión, el General Artigas tenia por
lo mismo mas derecho que ningún otro á hacer preponderar.
en situaciones extremas, lo que él juzgaba mas digno y mas
honorable para su país; dirigido a! efecto, no solo por su pro-
pio criterio, sino también por el de otros eminentes ciudada-
nos que lo acompañaban ó cooperaban patrióticamente en su
obra de ir reorganizando la provincia.
— 23G -
Este razonamiento aplicado á situaciones políticas normales
en nuestros tiempos, podría reprobarse muy justamente como
una blasfemia, tratándose de democracias regularmente cons-
tituidas en época de paz, que tuviesen que soportar una tira-
nía on permanencia.
Pero es necesario recordar que en 1814 y 1815, on cuya épo-
ca las leyes orgánicas y constitucionales estaban roción estu-
diándose y ensayándose elemental mente como en Buenos Ai-
res con el Estatuto Provisorio , y con mucho mayor atx*aso en el
resto de todo Sud América, aquel razonamiento no era sino
una verdad práctica.
Igual razonamiento podría ajDlicarse en la misma época ¿
casi toda Europa, en donde poco antes, aun la misma libérrima
y avanzada Inglaterra se habia subordinado dócil y sumisa al
Ministerio de su inflexible Pitt, bajo el cual, todo, Estatutos»
Actas, Parlamentos, y Aristocracia, tuvieron que someterse á
la primordial necesidad do defender la patria contra el enemi-
go conquistador, el Gran Corso.
Pero independiente de aquella supremacía personal de Ar-
tigas, la provincia Oriental se excitaba á sí propia por un sen-
timiento tradicional desde que Montevideo dejó de ser man-
dado por Comandantes Militares que venían de Buenos Aires:
sentimiento que no precisaba del estímulo de Artigas para
palpitar en uniforme armonía con la misma causa sostenida
por éL
Ese sentimiento venía exaltándose desde mucho antes de la
revolución de Mayo, produciendo en Montevideo una ardiente
aspiración de independencia, que cada día iba fortaleciéndose
más y más, creando serios antagonismos y resistencias contra
Buenos Aires y sus autoridades en general, en el orden político
y administrativo ante los Víreyes, en el orden judicial ante la
Audiencia y el Consulado de Comercio, y en el eclesiástico an-
te el Obispado, resistidndo imposición de diezmos y gabelas ;
— 237 —
formándose asi en distintas épocas manifestaciones públicas en
favor y sosten de la emancipación, cuyas pruebas presoiitare-
mos en ol testo de la obra.
Esaa manifos tac iones so aceutnaron en la rebelión del Orobar-
nador EiÍo contra el Virey Liniefls, con la misión en 180G del
Dr. Dn. Nicolás Herrera en Bolicitnd de qua se erijicsc::i en
Montevideo una Intendencia y Tribnnulea do juiisdiccion y
otras prerogativas propias, y por último en los grundes m^ri tos
y glorias adquiridas por el vecindario do ésta ciudad on la re-
coní^uiata de Buenos Aires contra los Ingleses.
Existían, pues, numerosos y serios fandanientos ])ara r]iie
esa aspiración do libertad so convirtiese en ana verdadera pa-
sión para la entusiasta multitud, qiie voÍa on Artigas ei inílo-
xible representante y campeón de esa libertad.
La opinión pública on oí elemento criollo respondía, como so
ve, á uno de los más nobles y puros afectos y asiiiracior.cí po-
pulares: el de la independencia.
Es indudable que con ellas se robustecía en el pueblo Orien-
tal la convicción de su propio valer, la cual lo pre])araba para
afrontar grandes empresas, consiilerándose á ai mismo ii'.iiy
digno de ellas, y muy capaz por esta razón de gobernarse á sí
propio.
Un»pueblo que 'labia peleado en campo abierto y pedio á
pedio con la Inglaterra, mereciendo su capital ol timbro de
Muy Leal y Re conquistadora; (¡y.6 habia peleado con la Espa-
ña, con las Provincias Unidas, y con ol Portugal en 1812, teiiia
dorecbo de juzgarse á si mismo ú la altura de cualquier grande
acontecimiento, de cualquier peligro, de cualquier sacrificio.
Tenia sobro todo el dereclio de darse sus instituciones polí-
ticas, de gobernarse con autoridades nombradas por sí mismo.
Pero fuera de los actos populares que respondían á la acción
de la fuei-za, el pueblo que individualmente se sentía domina-
do por la superioridad moral de Artigas, le guardaba no sólo
un profundo respeto, síuo una calorosa y decidida adhesión.
La poblaciou criolla sentía hacía él un filial afecto sobre todo
la de sus villas y pueblos del interior, considerándolo no ya
como el jefe temido y respetado, sino como al patriarca vene-
rable que uos describen las leyendas bíblicas, amparando i su
pueblo, patrocinándolo, defendiéndolo, haciendo justicia á to-
dos, protegiendo al débil cortra el poderoso, haciendo respetar
en todos los hogares desde el más encumbrado al más humilde,
el nombre del defensor de la patria contra el extrangero, fuese
este quien fuese; y el del protector de la justicia^
Si Artigas hubiera podido alguna vez resignarse á vivir
dentro de su país estando sometido éste á una dominación ex-
tranjera, hipótesis del todo inaceptable, siendo tan conocida
su inflexíbilídad de carácter; asi mismo, el pueblo habria ocu-
rrido constantemente á él en su desvalimiento; venerándolo, y
contando siempre con él como el futuro Guillermo Tell de su
sangrienta redención.
No podemos damos cuenta si será acaso porque nos apasio-
namos demasiado por los grandes y fuertes caracteres que re-
concentran en su pederosa voluntad el dominio sobre las ge-
neraciones que les son contemporáneas; pero así como miramos
en menos algunas grandes entidades que el vulgo endiosa tan
solo por que han sabido hacer triunfar la fuerza ó la inteligen-
cia :í1 servicio de la conquista, de la usurpación, ó de la tirania;
así también nos inclinamos respetnosos y entusiastas ante los
grandes hombres que como Artigas solo dedican la fuerza de
su brazo, el poder de su inteligencia, ó la elevación de su ca-
ráctor, á sostener las libertades de su pueblo, ó la defensa de
su sagrado territorio .
Con tal criterio, el primer Napoleón como Emperador, es pa-
ra nosotros un pigmeo ante nuestros Americanos Bolívar ó
San Martin . El abnegado Belgrano ganando sus gloriosas vic-
torias de Salta y Tucuman pai'a emancipar las provincias ar-
gentinas del Norte y las del Alto Feráj nos parece mucho más
noble j respetable que el ambicioso vencedor de Austerlitz ó
de Jena .
La grandeza moral de los hombres no está, pues k nuestro jui-
cio, en su propio valer j en sus eminentes cualidades, sino en la>
nobleza de la causa á que lo dedican.
Perdonándosenos éste paréntesis, que podríamos ampliar con
tantos argumentos, y volviendo á. Artigas y su pueblo idólatra
de su causa, por que era la suya propia, creemos conveniente
reproducir aquí algunos documentos que acreditan el espontá-
neo afecto que tenia éste ¿ aquel, y la impetuosa decisión con-
que lo segundaba. El Cabildo de Montevideo no era así en sus
manifestaciones sino el eco fiel de la opinión de los ciudada-
nos.
El General Artigas decidido á invadir la provincia de Bue-
nos Aires, para combatir al Director Alvear que enviaba con-
tra él una fuerte expedición á órdenes del Gteneral Viana, di-
rigió desde el Paraná dos notas al Cabildo de Montevideo con
fecha 3 y 13 de Abril de 1815, la:< que nunca se han publicado,
y que además de su tenor tan interesante para la historia de
aquella época, servirán á explicar la respuesta dada á ellas por
el mismo Cabildo de Montevideo, como expresión del senti-
miento popular que dominaba entonces en eíta provincia en
favor de Artigas y de la causa que el defendía.
Como debe comprenderse, esas notas están inspiradas en un
espíritu guerrero, desde que emanan del General en Jefe de
un ejército que al pasar al Paraná para invadir la provincia de
Buenos Aires, iba á combatir al temible poder Directorial de
Alvear apoyado en un ejército numeroso y aguerrido, sostenido
también por la fuerte provincia de Buenos Aires, dominada
por el terror de su tiránico gobierno.
"Bfi aquí dichas dos notas:
« Incluyo á V. S. copia de los últimos resultados de Córdoba,
— 240 -
y demás adyacentes. Por ellos calculará el estaáo de nuestras
negociaciones y las grandes ventajas que hoy reporta en to-
dos los pueblos el triunfo de la libertad. Tenga V. S. la dig-
nación de tenerlos muy presentes para fijar el orden de laa
providencias con tino y circunspección. Luego que nuestra
uaion sea fijada con Buenos Airea y deraaa pueblos, regrosaré
prontamente á mi pais, y entonce"? conocerán mis conciudada-
nos las ventajas de haber prodigado en su obsequio mis afanes.
Tengo la honra de saludarle y ofertarle mis ¡ifectuosos y
sinceros respetos, — Cuartel en el Paraná 3 de Abril de 1815.
JoBé Artigas.
Al Muy Ilustre Cabildo de Montevideo. »
« Acompaño á V. S. esas Gazetas, que manifiestan aun los
sentimientos do aquel Gobierno y su decisión para perpetuar
la guerra civil al mismo tiempo quo su destrucción es inevita-
ble, .ddjanto á V. S. las últimas comunicaciones relativas á
los sucssos de la combinación. Sin embargo mis tropas siguen
sus marchas, ostentando la grandeza de sus virtudes. Yo paso
mañana á Santa Fé para dar el último impulso á los negocios
y activar las providencias convenientes.
« Entro tanto T. S. con el Gobernador de esa Plaza concuer-
den las mejores providencias pam felicidad de Ib Provincia,
« Ya lo he hecho presento á V. S, eu mis anteriores comuni-
caciones, y no sé por que principio se han retardado tanto que
me tiene cuidadoso su demora. Yo regresaré al momento de
haber allanado los pasos que obstruyen nuestro sosiego , En-
tóncss espero hallar unidos los más rigorosos esfuerzos para la
salud pública. Es un dober de su representación trabajar in-
cesantemente por tan importante objeto ; yo no hará más que
llenar lo vehemente de sus votos, y concurrir como un buen
— 241 —
ciudadano á recoger el fruto de nuestros Síicrificios y sellar la
grande obra de nuestra libertad.
Tengo la lionra de saludar á V. 3. etc.
Paraná, 25 de Marzo de 1815.
José Artigas.
Al Muy Ilustre Cabildo do Montevideo .
Véase ahora la vehemencia y entusiasmo con que el Cabildo
de Montevideo contestaba á esas notas dispuesto á sostener la
causa de Artigas en acjxiel supremo trance. El lenguaje inco-
rrecto y ampuloso de esa nota no debe tenerse en cuenta kíiio
como una consacuencia de incompetencia do Secretaria, aunque
por lo general esafraseolojia era muy usada en los documentos
no solo municipales, sino hasta gubernativos de aquella época,
como podríamos demostrarlo citando algunos documentos del
mismo ilustrado Kivadavia. '
Hé aqui dicha contestación del Cabildo:
« Día grande, di a memorable, día que completará la satisfac-
ción del Pueblo de Montevideo aquel en que el héroe do nues-
tros dias, después de haber an^^drado los trabajos y miserias
y sus mismos enemigos, con solo su constancia, se presente en-
tre nosotros, y tengamos la gran complacencia do abrazarlo en
nuestro seno . Solo una ignorancia pudo precipitar y torcer las
ideas de algunos Orientales contra el sistema de la justicia y
déla razón. ¿Quien, pues, que estuviese penetrado de las ideas
liberales de V. S. y del desinterés que dirige sus pasos en fa-
vor de los pueblos, podria dejar de ser su secuaz eterno, ó ad-
mirarse de tan sabias disposiciones ? ¿ Quién no hubiese tenido
nua satisfacion en militar bajo de sus banderas, y concurrir á
costa de sn misma sangre á sostener la sagrada causa y los de-
rechoa de los Pueblos? — Cada dia recibe el de Montevideo
— 242 —
pruebas inequívocas de la beneficencia de V. E . pero el oficio
que con fecha 25 de Marzo se ha dignado dirigir desde el Paraná
en contestación á esta Municipalidad, es la más irrefragable : su
contesto el cuadro más fiel y expresivo de sus liberales senti-
mientos. El Ayuntamiento de esta Plaza se cree con fuerzas
insuficientes para retribuir bastantemente las generosas ofer-
tas de V. S., entre tanto que él mismo puede asegurar qufe las
esperanzas de V. S. no quedarán burladas.
« Excederíamos sin disputa nuestra jurisdicción, y abusaría-
mos de la prudencia de V. S. si nos atreviésemos á sugetar á
censura uüos heclios, que ya en los resultados patentizan la
justicia de su empresa. Las provincias todas han probado ya
hace tiempo espresamente este sistema.
Ellas han depositado toda su confianza, la salvación de si
mismas, y la recuperación de sus hollados derechos, en las belí-
geras armas de V. E., y sus incesantes fatigas y constancia ga-
rantizarán sin duda su esperanza. El Pueblo mismo de Buenos
Aires, ese orgulloso Pueblo que ahora se presenta como un ene-
migo de los demás, conocerá antes de muchos días el poderío
de los Orientales. Entonces libres ya del tirano que con más-
cara hipócrita oprime verdaderamente al Pueblo, huella sus de-
rechos y su misma libertad comj)laciéndose en la matanza de
sus conciudadanos : entrando en el verdadero conocimiento v
goce de sus intereses, advertirá la grandeza de alma do aquel
genio que guiando sus huestes á la victoria, nos ha libertado á
todos de un yugo á que cautelosamente se pretendía uncirnos.
« Los triunfos gloriosos y repetidos de V. S . forman una no
despreciable parte del goce en que reposa ésta corporación :
ellos aseguran los mejores resultados, al mismo tiempo que ele-
van el concepto de los gefes que han llevado sus armas á las
victorias . Agradecimiento eterno á tan dignos héroes!
« V. S. puede, sin creer se agrave la atención de este Ayunta-
miento, aumentar sus tareas en todo cuanto sea conveniente al
— 243 —
bien de la Provincia, seguro de que su exacto curuplimiento y
mftjor desempeño, hará nuestra mayor satisfacción, pues con
este encargo particular, no puede el Ayuntamiento obrar en
todo conforme á sus grandes deseos sin exceder su jurisdicción.
— ^Esta Municipalidad admite y agradece sus generosas ofer-
tas, y su sinceridad; al mismo tiempo (como ya se ha dicno)
que se cree incapaz de retribuirla bastantemente.
Dios guarde á V. E. muchos años.
Montevideo, Abril 14 de 181B.
Féliiie Santiago Cardoso — Pahlo Pérez — Idds
de la Rosa Brito—Posmal Blanco — Antólin
Reina — Ramón de la Piedra — Juan María
Pérez — Francisco Fernihi Piá — Easébio
Terrada, Secretario.
« Al Sr. General D. José Artigas. »
Con motivo de la estrepitosa caida dol Director Alvear ante
la execración del pueblo de Buenos Aires, robustecida por la
revolución de Fontezuelas, iniciada por el General Alvarez
Thomas y el Coronel Oriental Ensebio Valdenegro, y su susti-
tución interina por el primero de estos en tanto llegaba el Ge-
neral Eondeau, elegido en propiedad; el Cabildo de Buenos
Aires ofició al de Montevideo comunicándole tan importante
noticia, y adjuntándole los decretos poniendo á Alvarez Tho-
mas en el ejercicio de sus funciones como Director Supremo
del Estado, y como tal con derecho á gobernar la Provincia
Oriental.
Se comprende que un suceso tan trascendental debería ha-
ber producido algún cambio ó reforma en la amplitud de fa-
cultades de que aquel Gobierno, sucesor del de Alvear, se con-
sideraba investido, como sustituto ó reemplazante de ún go-
bernante que tanto habia abusado de esas mismas facultades.
^
— 244 ~
y que tan odioso ge había hecho á las provincias por su des-
potismo, y desconocimiento de sus derechos .
Asi, pues, la revolución, para prestigiarse, habría debido
principiar por reconocer algunos de esos derechos, y tratar de
exhibirse más liberal y conciliadora con las misu.as provincias
algunas de las cítales estaban en armas para defenderse de las
agresiones de Alvear.
Algo de esto mismo se ofrecia espontáneamente en la nota
del Cabildo de Buenos Aires ; pero en el hecho, y sin más con-
sulta ni deferencia, se oxijia desde luego á la Provincia Oriental,
pleito homenage al afortunado motiuero surgido inopinadamen-
te al i)oder de en medio de una sublevación militar.
Véase como el Cabildo de Montevideo presentaba al Gene-
ral Artigas su opinión al comunicarle el recibo de dicha nota,
demostrando asi cual era el sentimiento popular de que el Ca-
bildo se hacia un eco autorizado :
« Por las últimas noticias, decia el Cabildo, que V.S. ha te-
nido a bien dirigir á este Ayuntamiento, se advierten fácil-
mente los delirios en que se habia precipitado ese hombre mal-
vado en sus agonias. Esta Corporación admiraba toda la mal-
dad de que era suceptible ese monstruo, cuando llegó la no-
ticia de su colosal caida ; ella ciertamente hubiese encontrado
toda la satisfacción de que debia en este Pueblo, siiio se advir-
tiera que el de Buenos Aires, siempre en su infructuoso empe-
ño, eepiritu de orgullo, y dominación, desentendiéndose del
sistema que proclaman las Provincias, solo atiende y reduce su
encono á Iéis personas.
« Con fecha 21 del corriente invita el Cabildo Gobernador
de la Provincia de Buenos Aires á ésta Municipalidad al reco-
nocimiento del nuevo Gobierno: nuestra contestación es la que
aparece á continuación de la insultante circular.
« En las manos virtuosas de V.E. depositamos, Señor, esta
cuestión, seguros de que habiendo libertado otras veces nuestra
-^ 345 —
Patria de mayores pe^gros, allauari con honor y dignidad
esos tropiezos que se presentan en la asecucion de nuestra Li-
bertad.
« Un solo momento no perdemos do vista los otros encargos
que V.E. nos recomienda, y si en algo no hemos satisfecho sus
esperanzas, ha sido por falta de jurisdicción, ó por nuestros pe-
queños conocimientos ; paro éstos son equihbrados con los bue-
nos y honrados deseos.
« Sensible es sobre manera la demora de nuestros oficios y
comunicaciones, cansada indudablemente por los conductores,
, Sin embargo, este cuerpo no ha dejado una sola vez de contes-
tar á V. E. participándole cuanto se ha creido conveniente (lo
que ahora se hace por duplicado) pues á esto efecto no ha per-
dido un instante en suplicar al Gobernador de esta Plaza, á fin
do que se entablase «n correo semanal para el breve giro de
nuestras comunicacionea
« Lo que se pone en noticia de V, E. para que tenga los efec-
tos que son consiguientes.
Montevideo, Dios guarde, oto.
Abril 25 de 1815.
Fdip» Santiago Cardoso^PaUo Ptíres^An-
tolin Eeyna — Pascual Blanco — Francisco
Fermín Fía — Luis de la Rosa B rito— Juan
María Pérez.
Exmo. Sr. Capitán General D. José Artigas. » (1)
( 1) £n esa misma fecha fuó cucindo el Cabildo de Montevideo resol-
vió expreear al General Artif^as los seutimientoa que lo animabiin á su
respecto, procurando liacei-se intérprete do la adhesión y simpa-tia que
el pueblo Oriental profesaba k sn gran ciudadano, y caracteHzar &, In
vez en nn titulo espreaivo la posición política que éste habia asamido
defendiendo k las provincias del litoral contra el Directorio, y aún k ai-
ganas del Interior, como Córdoba priucipalmente.
Mo debe olvidarse para juzgar bien ese documento la tremenda guer-
— 246 —
He aquí otro documento que también coincide con la expre-
sión del sentimiento popular en la Provincia Oriental, de
acuerdo con la Instniccion que hemos reproducido en otra
sección.
« En la ciudad capital de Montevideo á veintiún dias del
mes de Enero de mil ochocientos diez y seis: reunido el Con-
greso electoral en esta Sala capitular y el Excelentísimo Cabil-
do Gobernador, en consecuencia del oficio del Excelentísimo
Señor Capitán General, datado a nueve del que corre, por el
que aprueba la elección de los ciudadanos que desde hoy de-
ben comprender el ayuntamiento. Personados estos é instrui-
dos del emyneo municipal que á cada uno corresponde, pasó el
señor Prebidente del Congreso á exigirles individualmente el
ra que so iniciaba contra el fuerte poder de Alvear ; y que merced á, la
caida estrepitosa de éste, la Provincia Oriental se habia librado de un
gran peligro, así como las demás defendidas por Artigas, que se hallaba
en esos momentos al frente de un poderoso ejército pronto á invadir la
provincia de Buenos Aires.
Esa manifestación y distinción del Cabildo simbolizaban, pues, la as-
piración y la v^ratiUid del pueblo hacia su defensor:
Dico arsí el Acta :
" En la Muy Fiel, Reconquistadora y Benemérita de la Patria, Ciudad
de San Felipe y Santiago de Montevideo, á veinte y cinco dias del mes
de Abril de mil ochocientos quince años, el Excmo. Cabildo Justicia y
Regimiento do ella, cuyos señores de que se compone al final firman, s©
juntó y congregó en su Sala Capitular como lo tiene de uso y costum-
bre cuando se dirige á tratar cosas tocantes al maj^or servicio de Dios
Nuestro Señor, bien general de la Provincia y particular de este pueblo,
presidiendo este acto el Señor Regidor Decano don Felipe Santiago
Cardóse y actualmente Alcalde de primero Voto por indisposición del
propietario don Tomás García de Zúñiga, con asistencia del Caballero
Síndico Procurador general de la Ciudad y presente el infrascrito Se-
cretario; en este estado penetrado el Ayuntamiento de los remarcables
sPFv-icios del General don José Artigas, teniendo muy presente la con-
ducta pública y privada de este benemérito Ciudadano, su celo por la
Libertad de la Provincia, sus eficaces desvelos en su ejocucion, y últi-'
mámente la liberalidad de sentimientos y agradecimiento eterno á que
le es deudor la Provincia, deseando retribuir en lo posible sus tareas,
— 247 —
juramento cívico en esta forma. « ¿Juráis por el nombre sa-
« grado de la Patria cumpUr y desempeñar fiel y legalmente
« el empleo que el pueblo os ha confiado, y en adelante os
« confiare, conservando ilesos los derechos de la Banda Orien-
« tal que tan dignamante representa el jefe de los Orientales
« Don Jobo Artigas?»
« A lo que cada uno contestó: « f f , jicro » ¿ inmediatamente
tomó cada uno posesión de su vara y asiento.
« Recibidos asi de sus empleos los electos, el Soberano Con-
greso se declaró por disuelto, mediante á haber llenado pun-
tualmente los altos é importantes deberes de su misión, y se
cerró esta acta, que firmaron tanto los ciudadanos entrantes
como los salientes, conmigo el secretario de que certifico. Si-
guen las firmas . »
Terminaremos este capítulo transcribiendo otros documen-
presentar un fiel retrato de los sentimientos de esta Corporación, y un
estímulo vigoroso á los demás Pueblos que componen la Provincia
Oriental : teniendo presente todas estas consideraciones, discutida la
materia con toda delicadeza y escrupulosidad debida, expusieron los se-
ñores Capitulares libremente y sin coacción alguna sus opiniones, cada
uno amplificó las razones que le conslituian en la laudable obligación
de usurpar por esta vez la voz de los Pueblos, y teniendo la gran satis-
facción este Cuerpo de no haber tenido un solo miembro qus opusiese
el meijor reparo, si antes, conociesen la cortedad do la expresión. Inme-
diatamente se hizo moción sobre el título, grado ó tratamiento bajo el
cual so le debia reconocer, y después de una escrupulosa votucion con-
vinieron los Señores en darle y reconocerle con la misma representación
y jurisdicion y tratamiento quo un Capitán General de la Provincia,
bajo el título de Proicctor y Patrono de la Libertad de los Pueblos : en acto
continuo se dispuso oficiar al señor General, insertándole copia certifi-
cada del acta librada, que tuviese, en el ínterin la Provincia no se con-
gregase en Asamblea, el mismo valor que un Despacho, dándole este
Ayuntamiento en cuanto puede el suficiente crédito. Con lo cual y, no
siendo para más esta Acta, se cerró, conclnj^ó y firmó por S. E. , conmi-
go el Secretario de que certifico. — Pablo Pérez — Fdipe Santiago Carm
doso — Luis de la Rosa Briio — Pascual Blanco — Antolin Beina — Fran*
cisco Fertnin Plá — Juan Marta Pérez — Ensebio Terrado, Secretario.
— 248 —
toe de grande interés, algunos de los cuales no se han publica-
do hasta ahora, y á cuyo espíritu y tendencias ijespondieron
sin duda iguales manifestaciones en otras villas y distritos.
El General Artigas habíase apercibido del descontento ma-
nifestado por algunos ciudadanos que censuraban su resisten-
cia á aceptar transacionee, que con mucha razón juzgaba des-
honrosas para la dignidad de la Provincia Oriental, desapro-
bando el convenio pactado con los señores D. Juan José Duran
y D. Juan Francisco Giró, de que nos ocuparemos mas adelan-
te, cuya desaprobación consta de la célebre nota de 26 de Di-
ciembre de 1816, en la que con soberbia altivez consignaba
este expresivo concepto que bosqueja tan perfectamente su
carácter:
« El Jefe de los Orientales lia manifestado en todos tiempos qite
« ama demasiado su patria^ para sacrificar este rico patrimonio
« de los Orientales al hajo precio de la necesidad. »
Ante aquellos rumores de descontento ó de desaprobación
de su conducta, el General Artigas dirigió a los Cabildos de la
Provincia y á otras autoridades, la circular siguiente en que
expresaba su disposición 4 acatar la voluntad de los ciudada-
nos, si ésta le era adversa, abandonando la dirección de los
negocios públicos:
« Por una vulgaridad inesperada, he trascendido se denigra
mi conducta por la desunión con Buenos Aires. Los pueblo»
tan sancionado justos los motivos que motivaron esta lid em-
peñosa, y que ahora mejor que nunca subsisten, según el mani-
fiesto impreso en Norte-América por los Sres. Agrelo, Moreno
y Pasos, que he mandado circular á los pueblos para su debi-
do conocimiento. Recordad la historia de vuestras desgracias,
la sangre derramada, los sacrificios de siete años de penalidadesy
— 249 -
miseria, y todo convencori mi empeño por no violar lo sagrado
de aquella voluntad, ni someterla á la menor degradación que
mancillase por siempre la gloría del pueblo Oriental, y sus más
sagrados dereclios. He adelantado mÍ3 pasos con aquel gobierno
ansioso de sellarla sin estrépito, y en cada uno he hallado uu
nuevo impedimeuto á realizarla.
« Si esta idea no estí, grabada en e! corazón de los pueblos,
ruégoles quieran aceptar ¿atos mis votos : Xos p?ícíiíos son libres
á decidir de sti. suerte : y mi deseo todo decidido á respetar su su-
pretna resolución.
« Si la autoridad con quo me habéis condecorado es un obs-
táculo á éste remedio, está en vuestras manos depositar en otro
lo aagitido de la pública confiauza, que ajuste vuestras ideas á
Io3 deberes que impone la Patria, y el voto de vuestros conciu-
dadanos. Yo me doy por satisfecho con haberlos llenado hasta
el presente con honor y contribuir uor mi parto con el mismo
á sellar la felicidad del pais. »
«Espero haráV.S. inteligible esía mí decisión á todo su
pueblo, y ma responda abiertamente de su resultado, para adop-
tar las medidas convenientes.
« Tengo «1 honor de saladar á V. 3, con todo mi afecto.
« Purificación^ 11 de Octubre de 1817.
« José Artigas. »
La respuesta no se hizo esperar, y en casi su totalidad los
Gabildoa confirmaron su resolución de sostenerlo en su defen-
sa de los derechos de la provincia.
Publicamos en seguida la manifestación del vecindario de la
Colonia, que revela más esplicitamante el espíritu público que
dominaba entre loe Orientales de aquella época.
— 250 -
Dice así:
<c En la ciudad de la Colonia del Sacramento, k veinte y dos
dias del mes de Octubre de mil ochocientos diez y siete, Yo el
primer Comandante de ella convoqué al pueblo y su jurisdic-
ción en la casa de la Comandancia y después de leido el oficio
de S. E. el Jefe de esta Provincia Oriental, fecha once del cor-
riente, hice entender expresivamente su contenido, reducido á
que el Jefe ha llegado á comprender que por vulgaridad se
denigra su conducta sobre la que observa con la ciudad de
Buenos Aires, y que los pueblos son libres á deliberar su suer-
te, y su deseo todo á respetar lo que los mismos pueblos re-
suelvan; asi mismo cada ciudadano puede manifestar su sentir
libremente, y nombrar nuevo Jefe, si considera no estar bien
depositada la confianza que con tanto júbilo se habia hecho en
la persona del referido ciudadano José Artigas.
« Una voz general sonó en el concurso: — « ¡Viva Artigas! —
« ¡Viva nuestro jefe Artigas!— á él nombramos al principio, él ha
«c de ser nuestro jefe mientras le dure la vida, y muy contentos
« con cuanto \i% hecho estamos, y con cuanto en lo sucesivo ha-
ga. » — Con lo que se concluyó el acta; la que firmamos, el
Sr. Comandante por lo Militar, el Sr. Comandante de Cívicos»
por su Milicia, los Jueces Pedáneos por sus vecindarios, de
que certifico. — José León Guerrero, Comandante de la Colo-
nia— Tomás Torres, Comandante de dicha plaza — Ángel Cor-
dero, Ayudante del escuadrón de esta plaza --Como Juez Pe-
dáneo, José Francisco Escobar — Como Juez Pedáneo, Manuel
Gruerrero —Como Juez Pedáneo, Felipe Arroi — ^Bernardo de
Castro Callorda— Muy Ilustre Cabildo — Candelario Musey —
— Santiago Torres, Ayudante Mayor — Manuel José E»o-
driguez. »
En consecuencia de esas manifestaciones de un mismo espí-
ritu y tendencia, el General Artigas alentado ya por ellas, dirijió
á los Cabildos esta nueva Circular ; acompañando la célebre nota
— 2B1 —
conminatoria al Director Pueyrredon, desda Paysanc
,7 do Noviembre de 1817, á que haremos referencia es]
otra sección.
Hé aquí dicha circular :
« He recibido el contesto de los pueblos á mi propí
mayoridad ha librado su suerte á mi decisión. Yo, si
de ésta honrosa confianza con que los pueblos de nuev
racterizan, he creido oportuno dirigir al Gobierno de
Aires ©1 oficio que á V.S. acompaño en copia. Esa ea
Ilición : con ella creo haber llenado mi deber . Espero c
la hará publicar en su pueblo para su más exacto conoc
« Tongo el honor de reiterar á V. S. mis mas i
afectos.
« Purificación, IG de Noviembre de 1817.
José Artiíjas. »
■ Con lo que dejamos enunciado creemos que el lect
prenderá cuan uniformemente respondía el sentimíen
lar en aquella época á la política adoptada por Artigas
to habia conseguido éste identifics,r las aspiraciones dt
dadanos con la.s suyas propias, levantando el espíriti:
á un nivel elevado y arrogante.
\
I
La historia de la emancipación oriental narrada
por Artigas.
Hornos tenido ocasión de referimos en una de las secciones
antsriorob á la importantísima nota de 7 de Diciembre de 1812,
dirigida por el General Artigas desde su campamento del Dai-
man á la Junta Gubernativa del Paraguay.
Como ese documento no es conocido hasta ^1 dia, pues recien
bace muy poco tiempo fué descubierto en el Archivo d© la
Asunción, estamos convencidos de que nuestros lectores apro-
barán que nos anticipemos aquí al texto de la obra; reprodu-
ciéndolo á fin de que sea mas pronto conocido y apreciado en
su importancia trascendental.
Hay en ese notable documento, que es sin duda uno de los
mas interesantes que dirigió Artigas, sorprendentes revelacio-
nes ó informes sobre la primera época de la emancipación
Oriental, presentándolo á aquel desde entonces dominado por
una idea fija, y perfectamente bien caracterizada respecto do
la posición política que debía asumir la provincia Oriental á
consecuencia del indisculpable abandono que de ella había he-
cho la Junta Gubernativa de Buenos Aires, mediante el Con-
venio de Octubre de 1811 con Elio, devolviéndola inicuamen-
te al poder Español, retirando al efecto sus fuerzas, y obligando
por ese hecho á los Orientales á retomar á su antigua esclavi-
tud.
Los incidentes relativos á ese deplorable hecho histórico,
narradoa por el mismo general Artigas han sido desconocidos
hasta ahora, pues no son mencionados por ningnn historiador,
y revelan la forma y manera como Artigas recibió del vecin-
dario presente á las conferencias con el Delegado de la Junta
— 264 —
fde Buenos Aires, facoltades para reBolver tan doloroso conflic-
to del modo que le pareciese más conveniente y honorable,
hasta adoptar, como adoptó con la sanción popular, el herólcc
extremo de que se trasladase el vecindario de la Provincia
fuera do su territorio.
r Son belHsimas y atractivas on sn varonil sencillez esas pá-
I giiiaa en que Artigas describe el entusiasmo y expon taneidad
r con que el pueblo oriental abrazó la causa de la libertad, asi
i como su suprema decisión de emigrar en masa del suelo natal,
g ya que no era posible gozar en ¿1 de la anhelada independen-
f cia.
Pi-edomina en las idoas de esa nota un sentimiento de mal
í refrenada indignación por el cobarde Convenio pactado por la
f Junta fTubemativa de Buenos Aireí. con el General Elio, sen-
i tiraieuto comprimido con habilidad, pero que no por eso deja
í de traslucirse en su vehemencia, como un fundamento muy jus-
f tincado para cimentar ulteriormente Artigas las bases de la
' iudcpondencia provincial como las habia ya aseg\irado el Pa-
í raguay ; independencia cuya bandera dobia enarbolar dijfiniti-
J^ vamente al separarse de las lineas del asedio de Montevideo en
I Enero de 1814.
r Al If cr íit-!',.-i páginas tan nutridas, tan expresivas en sus
coiicq)to3 y afirmaciones, considerando lo remoto do aquella
■ ¿[toca, no pucile menos do mirarse con admiración y respeto al
!! gr;ni caudillo que encaraba con tanta bizarría y con tan enér-
". gica decisión la cuestión vital de emancipar á su provincia
nata! de la opresión extranjera, y buscar anheloso por todas
partes nuevos auxilios y alianza-i á fin de alcanzar la deseada
I- libertad de sn país, procurándolos acei-tadamente en el Para-
f- gua^'i cuya independencia interior liabia tan decididamente
^ sostenido su Junta Gubernativa; reconocida tan esplicitamen-
;f te por el pacto celebrado con ella por el General Belgrano y el
Dr. Echevarría á notabre y con aprobación del Gobierno de
Buenos Aires.
La leetara de esa nota demostrará también hasta qué punto
era falso y calumnioso el cargo que se hacía en el Decreto de
Posadas poniendo fuera de ley á Artigas, que hemos trascrito
en la página 180, de haber éste escrito al Paraguay « ofredcii-
« de pasarse con su rúente á la dependencia de aqiiel Gobiei'no pa-
« ra unirse contra esta Capifai. »
El Dr. Lopezj dominado por su inveterado odio al artiguis-
mo, y ansioso por acumular culpas y crímenes sobre Artigas,
no ha tenido escrúpulo en dejar arrastrar su bello talento por
las snjestionea inventivos de su acerbo despecho . Vamos á
asombrar á nuestros lectores con la enunciación de uno de
sus mits odiosos, pero no por eso menos absurdos cargos.
Colorista y pictórico á todo trance, y sobre cualquier toma
real ó ficticio, más que austero pensador, ha necesitado nuevos
matices para su radiante paleta, y ha ido á buscarlos por des-
gracia para el hasta en el barro do la calumnia.
Hay mucha de esa oscura tieiTa de Siena en sus claros-oscu-
ros tan magistralmeuto sombreado?, efímeros y deleznables
ante el contacto de la verdad inquisitiva. Faltábanle cargos
que hacer á Artigas, y los ha inventado con fenomenal sereni-
dad y facundia .
Asi se vé en la página 17 del tomo 1. ° de su citada obra de
la Revolución Argentina, que Kvúgí¡.s preparaha alianzas nada
menos que con los aborrecidos portugueses, ó íucideiitalmente con
la célebre Carlota; cuyas ambiciosas miras sobre éste Vireínato
daban tanto que hacer á los politicos intrigantes y flexibles
de aquella época, y habían hallado en 1800 en el mismo
ilustre Dr. Moreno, en el Dr. Rodríguez Peña, en el General
Belgrano y en otros eminentes patriotas tan solícita acojida.
Véase como se expresa al respecto el Dr. López al lanzar esa
— 256 —
piramidal y calumniosa afirmación sobre Artigas, el eterno
enemigo de los Portugueses.
« Para sosteneros entre los realistas y los porteños, Artigas
« tenia que iniciar la ruinosa politica de las alianzas portugue-
« sas quo tienen la gloria de haber nacido de tan noble origen ;
« tenia que alhagar con una politica falaz las pretensiones am-
« biciosas de la reina de Portugal, y del partido militar que
« ella tenia en el ejército portugués, sumamente inclinado, co-
« mo siempre, á tomar papel, como tercera entidad, en este
« combate de los elementos revolucionarios y reaccionarios de
«la colonia his nano -americana. » (!!;
Lhs páginas de la célebre nota de Artigas ^que van á leerse,
revelarán hasta qué punto es absurda ó incalificable esa ca-
lumnia lanzada con tan indiscreta liviandad justamente sobre
el carácter más altivo é indomable entre los • hombres públicos
y caudillos populares de aquella época.
Para los que conocen algo de la historia Oriental basta con
enunciar esa calumnia, para que quede destruida por si mis-
ma. No vale la pena de refutarla, tan insensata y hasta invero-
símil es ella.
Véa55e ahora el tenor de la importantísima nota de 7 de Di-
ciembre á que nos hemos referido al principio de esta sección.
Oficio del General D. José Artigas á la Junta Gabernativa
del Paraguay, fechado el 7 de Diciembre de 1812.
« Cuando las revoluciones políticas han reanimado una vez
los espíritus abatidos por el poder arbitrario; corrido ya el ve-
lo del error, se ha mirado con tanto horror y odio el esclavaje
y humillación que antes les oprimía, que nada parece demasia-
do para evitar una retrogradacion de la hermosa senda de la
libertad. Como temerosos los ciudadanos de que la maligna
intriga les suma de nuevo bajo la tiranía, aspiran generalmen-
— 257 —
te á concentrar la fueraa y la razón, en nn gobierno inmediato,
que pueda con menos dificultades conservar sus dereclios ile-
sos, y conciliar su seguridad con sus progresos.
« Asi comunmente se ha visto dividirse en menores Estados
un cuerpo disforme, á quien un cetro de hierro ha tiranizado.
Pero la sabia naturaleza parece qne ha señalado para entonces
los límites de las sociedades, y de sus relaciones: y siendo tan
declarados las que en todos respectos ligan á la Banda Oriental
del Rio de la Plata con esa Provincia, creo que por una con-
secuencia del pulso y madurez con que ha sabido declarar su
libertad, y admirar á todos los amadores de ella con su sabio
sistema, habrá de reconocer la recíproca conveniencia é inte-
rés de estrechar nuestra comunicación y relaciones del modo
que exijen las relaciones de Estado.
« Por este principio he resuelto dar á V. S. una idea de los
principales acontecimientos en esta Banda, y de su situación
actual, como que debe tenor no pequeño influjo en la suerte de
ambas Provincias.
« Cuando los Americanos de Buenos Aires proclamaron sus
derechos, los de la Banda Oriental, animados de iguales senti-
mientos, por un encadenamiento de circu'istancias desgracia-
das, no solo no pudieron reclamarlos, pero hubieron de sufrir
un yugo más pesado que jamás. La mano que los oprimía, á»
proporción de la resistencia que debía hallar si una vez se de-
bilitaban sus resortes, oponía mayores esfuerzos, y cerraba to-
dos los pasos. Parecía que un genio maligno presidiendo nues-
tra suerte, presentaba á cada momento dificultades inespera-
das que pudieran arredrar á los ánimos más empeñados.
« Sin embargo, el fuego patriótico electrizaba los corazones
que nada era bastante á detener su rápido curso : los elementos
que debían cimentar nuestra existencia política se hallaban es-
parcidos entre las mismas cadenas, y solo faltaba ordenarlos
para que operasen- Yo fui testigo asi de la bárbara opresión
Id
J
— 258 —
bajo que gemia toda la Banda Oriental, como de la consisten-
cia y virtudes de sus hijos ; conocí los efectos que podia produ-
cir, y tuve la satisfacción de ofrecer al gobierno de Buenos Ai-
res que llevaría el estandarte de la Ubertad hasta los muros
de Montevido, siempre que se concediese á estos ciudadanos
auxilio de municiones y dinero. Cuando el tamaño de mi pro-
posición podría acaso calificarla de gigantesca para aquellos
que solo la conocían bajo mi palabra, y esperaba todo de un
gobierno popular, que haría su mayor gloria en contribuir a
la felicidad de sus hermanos, si la justicia, conveniencia é im-
portancia del asunto pedia de otra parte el riesgo de un peque-
ño sacrificio que podría ser compensado con exceso ; no me en-
gañaron mis esperanzas, y el suceso fué prevenido por uno de
aquellos acontecimientos extraordinarios que rara vez favore-
cen los cálculos ajustados.
« Un puñado de patriotas orientales, cansado de humillacio-
nes había decretado ya su Kbertad en la villa de Mercedes:
llena la medida del sufrimiento por unos procedimientos los
más escandalosos del déspota que les oprimía, habían librado
sólo á sus brazos el triunfo de la justicia; y tal vez hasta en-
tonces no era ofrecido al templo del patriotismo un voto ni
más puro ni más glorioso, ni más arriesgado; en él so tocaba
sin remedio aquella terrible alternativa de vencer ó mo7'ir libres^
y para huir este extremo era preciso que los puñales de los
paisanos pasasen por encima de las bayonetas veteranas. Así
se verificó prodigiosamente, y la primera voz de los vecinos
Orientales que llegó á Buenos Aires fué acompañada de la vic-
toria del veinte y ocho de Febrero de mil ochocientos once,
día memorable que había señalado la Providencia para sellar
los primeros paáos de la libertad en este tenitorio, y día que
no podrá recordarse sin emoción cualquiera que sea nuestra
suerte.
« Los ciudadanos de la villa de Mercedes, como parte de
estaa Provincíag, ae declararon libres bajo los auspicios de la
Junta de Buenos Aires á quien pidieron los mismos auxilios
que yo había solicitado. Aquel G-obierno recibió con el interés
qne podía esperarae, la noticia de ese acontecimiento : él dijo á
los Orientales : « OScialos esforzados, soldados aguerridos, ar-
mas, municiones, dinero, todo vuela en vuestro socorro. »
« Se me mandó inmediatameute á esta Banda con algunos
soldados, debiendo remitirse despiies hasta el número de tres
mil con lo demás necesarios para un ejército de esta clase, en
cuya inteligencia proclamé á mis paisanos convidándolos á las
armas ; ellos prevenían mis deseos, y corrían de todas partes á
honrarse con el bello título do soldados do la Patria, organi-
zándose militarmente en los mismos puntos en que se hallaban
cercados de enemigos, en términos que cu muy poco tiempo
se vio un ejército nuevo, cuya sola divisa era la libertad,
« Permítame V. S. que llame un momento su consideración
eobro esta admirable alarma con que KÍmj>:íti»ü la campaña
toda, y que hará, su mayor y eterna gloría, Ko eran los Paisa-
nos sueltos, ni aquellos que debían su existencia á su jornal, ó
sueldo; los que so raovian eran vecinos establecidos, poseedo-
res do buena suerte, y de todas las comodidades que ofrece este
suelo : eran los que so convertian rüpcutinauíente en soldados ;
los que abandonaban sus intereses, sus casas, sus familias ; los
que iban acaso por primera vez, á presentar su vida á los ries-
■gosdo una guerra; que dejaban acom¡)añadas de un triste
llanto á sus mujeres, ó hijos ; en fin, los que sordos á la voz de
la natiiraleza, oían solo la de la patria. Esto era el primer paso
para su libertad; y cualesquiera que sean los sacrificios que ella
exije, V. S. conocerá bien el desprendimiento imiversal, y la
elevación do sentimientos poco común que se necesita para
tamañas empresas, y que merece sin duda ocupar un lugar
distinguido en la historia do nuestra revolución. Los restos
del ejército do Buenos Aires que retomaban de esa provincia
— 260 —
feliz, fueron destinados á esta Banda, y llegaban á ella cuando
los Paisanos habian libertado ya su mayor parte batiendo
teatro de sus triunfos al Colla, Maldonado, Santa Teresa, San
José y otros puntos.
« Yo tuve entonces el honor de dirigir una división de ellos
con solo doscientos cincuenta soldados veteranos, y llevando
con ella el terror y espanto de los Ministros de la tirania hasta
las inmediaciones de Montevideo se pudo lograr la memorable
victoria del 18 de Mayo en los campos de las Piedras, donde
mil patriotas, armados por la mayor parte de cuchillos enhas-
tados vieron á sus pies nueve cientos sesenta soldados de las
mejores tropas de Montevideo, perfectamente bien armados ;
y acaso hubieran dichosamente penetrado dentro de sus sober-
bios muros, si yo no me viese en la necesidad de detener sus
marchas al llegar á ellas, con arreglo á las órdenes del Gefe del
ejército.
« U. S. estará instruido de esta acción en detalle por el parte
inserto en los papeles públicos.
« Entonces dije al Grobierno que la Patria podia contar con
tantos soldados cuantos eran los Americanos que habitaban la
campaña, y la experiencia ha demostrado sobrado bien que no
me engañaba .
« La Junta de Buenos Aires reforzó el ejército en que fui
nombrado 2 . ^ Gefe, y que constaba en el todo de mil quinien-
tos veteranos , y más de cinco mil vecinos Orientales ; y no
habiéndose aprovechado los primeros momentos después de la
acción del 18, en que el terror habia sobrecogido los ánimos
de nuestros ^emigos, era preciso pensar en un sitio formal, á
que el gobierno se determinaba, tanto más cuanto estaba per-
suadido que el enemigo limitrofe no entorpecería nuestras
operaciones, como me lo habia asegurado, y que el ardor de
nuestras tropas dispuestas á cualquier empresa, y que hasta
!»■
— 261 —
entonces parece liabian encadenado la victoria, nos prometia
todo en cualquier caso.
« Nos vimos empeñados en un sitio de cerca de cinco meses
en que mil y mil accidentes privaron que se coronasen nues-
tros triunfos, á que las tropas estaban siempre preparadas .
« Los eneanigos fueron batidos en todos los puntos, y en sus
repetidas salidas no recogieron otro fruto que una retirada
vergonzosa dentro de los muros que defendia su cobardía; na-
da se tentó que no se consiguiese: multiplicadas operaciones
militares fueron iniciadas para ocupar la plaza, pero sin lle-
varlas á su término, ya porque el G-eneral en Jefe creia que se
presentaban dificultades invencibles, ó que debia esperar ór-
denes'señaladas para tentativas de esta ciase, ya por falta de
municiones, ya finalmente porque llegó una fuerza extrangera
a llamar nuestra atención.
« Yo no sé si cuatro mil i^ortugueses poclrian inometerse algu-
na ventaja sobre nuestro ejército^ cuando los ciudadanos que lo
componian liabian redoblado su entusiasmo, y el patriotismo
elevado los ánimos hasta un grado incalculable. Pero no ha-
biéndoles opuesto en tiempo una resistencia, esperándose siem-
pre por momentos un refuerzo de mil cuatrocientos hombres y
municiones que habia ofrecido la Junta de Buenos Aires des-
de las piimeras noticias de la irrupción de los limítrofes, y va-
rias negociaciones emprendiéndose últimamente con los jefes
de Montevideo, nuestras operaciones se vieron como paraliza-
das á despecho de nuestras tropas, y los portugueses casi sin
oposición pisaron con pié sacrilego nuestro territorio hasta
Maldonado.
« En esta época desgraciada, el sabio Grobiemo Ejecutivo de
Buenos Aires creyendo de necesidad retirar su ejército con el
doble objeto de salvarle de los peligros que ofrecía nuestra si-
tuación, y de atender á las necesidades de las otras Provincias ;
y persuadiéndose que una negociación con el Sr. Elio s^ria el
/
— 262 —
mejor medio de conciliario la prontitud y seguridad de la reti-
rada con los menores perjuicios posibles á este vecindario he-
roico, entabló el negocio, que empezó al momento á girarse por
medio del Señor Don José Julián Pérez venido de aquella su-
perioridad con la bastante autorización para el efecto.
« Estos beneméritos ciudadanos tuvieron la fortuna de tras-
cender la substancia del toilo, y una representación absoluta-
mente i)reeisa ou naubtro sistema, dirigida al Señor General en
Gefe auxiliador maniícotó en términos legales y justos ser la
voluntad general que no se pi'ocediese á la conclusión de los
tratados sin anuencia de los Orientales, cuya suerte era la que
S3 iba tá decidir: á co.isücuoiicia de esto fué congregada la
Asamblea de los ciudadanos por el mismo Gefe auxiliador, y
sostenido por ellos mismos y el Excelentísimo Señor Represen-
tante, siendo el resultado de ella asegurar estos dignos hijos
de la libertad que sus puñales eran la única alternativa que
ofrecian al no vencer: que se levantase el sitio de Montevideo
solo con el objeto de tomar ui#t posición militar ventajosa para
poder esperar á los Portugueses, y que en cuanto á lo demás
respondiese 3*0 del feliz resultado de sus afanes : siendo evi-
dente haber quedado garantido en mi, desde el gran momento
que fijó su compromiso.
«Yo entonces reconociendo la fuerza de su expresión, y con-
ciliando mi opinión política sobre el particular con mis debe-
res, respeté las decisiones de la Superioridad sin olvidar el ca-
rácter de ciudadano ; y sin desconocer el imperio de la subor-
dinación, recordé cnanto debía á mis compaisanos : testigo de
sus sacrificios, me era imposible mirar su suerte con indiferen-
cia, y no me detuve en asegurar del modo más positivo cuanto
repugnaba se les abandonase en un todo, — esto mismo habia
liecbo ya reconocer al Señor Representante, y me negué abso-
lutamente desde el principio á entender en unos Tratados que
consideraré siempre inconciliables con nuestras fatigas, muy
—263 —
bastantos á conservar el gormen de las continuas disensiones
entre nosotros y la corte del Brasil, y muy capaces por si solos
de causar la dificultad en el arreglo de nuestro sistema conti-
nental. Seguidamente representaron los ciudadanos que do
ninguna manera podian serles admisibles los artículos de la
negociación : que el ejército auxiliador retomase á la Capital,
si así se lo ordenaba aquella superioridad ; y declarándome su
General en Gefe, protestaron no dejar la guerra en esta Banda
hasta extinguir de ella á sus opresores, ó morir dando con su
sangre el mayor triunfo á la libertad .
« En vista de esto, el Excelentísimo Sr. Representante de-
terminó una sesión que debia sostenerse entro diolio señor, un
ciudadano particular y yo. En ella se nos aseguró haberse da-
do ya cuenta de todo á Buenos Aires, y esperásemos la resolu-
ción; pero que entre tanto, estuviésemos convencidos de la en-
tera adhesión de aquel Gobierno á sostener con sus auxilios
nuestros deseos, y ofreciéndosenos á su nombre toda clase de
socorros, cesó por aquel instante toda solicitud.
« Marchamos lor3 sitiadores en retirada hasta San José, y allí
s© vieron precisados los bravos Orientales á recibir el gran
golpe que hizo la prueba de su constancia: el Gobierno de
Buenos Aires ratificó los tratados en todas sus partes; yo ten-
go el honor de incluir á V. S, un ejemplar de ellos; por él se
privó de un asilo á las almas libres en toda la Banda Oriental,
y por él so entregan pueblos enteros á la dominación de aquel
mismo Srí Elio, bajo cuyo yugo gimieron. ¡Dura necesidad!
En consecuencia del contrato, todo fué preparado, y comenza-
ron las operaciones relativas á éL
« Permítame V. S. otra vez que recuerde y compare el glo-
rioso 28 de Febrero con el 23 de Octubre, día en que se tuvo
noticia de la ratificación. ¡Qué contraste singular presenta el
prospecto de uno y otro! El 28, ciudadanos heroicos haciendo
pedazos las cadenas y revistiéndose del carácter que les con-
— 364 —
cedió naturaleza, y que nadie estuvo autorizado para arrancar-
les:— el 23 estos mismos ciudadanos condenados á aquellas ca-
denas por un Gobierno popular! . . .
« Pero V. S. no está aún instruido de las circunstancias que
tacen acaso más admirable el dia que debiera ser más aciago y
eterno, que en alguna manera me será imposible dar una idea
exacta de los accidentes que le prepararon. Puedo sólo ofrecer
en esta relación que usando de la sinceridad que me caracteri-
za la verdad será mi objeto: hablaré C07i la dignidad de ciuda-
dano^ sin desentenderme del carácter y obligaciones de coronel
de los ejércitos de la Patria con que el Grobierno de Buenos
Aires se lia dignado honrarme.
« Aunque los sentimientos sublimes de los ciudadanos Orien-
tales en la presente época, son bastante heroicos para darse á co-
nocer por si mismos, no se les podrá hallar todo el valor, entre
tanto aqui no se comprenda el estado de estos patriotas en el
momento en que demostrándolo, daban la mejor prueba de
serlo .
« Habiendo dicho que el primer paso para su libertad era el
abandono de sus familias, casas y haciendas, parecerá que en
el hablan apurado sus trabajos; pero esto no era mas que el pri-
mer eslabón de la cadena de desgracias que debia pesar sobre
ellos durante la estancia dal ejército auxiliador; no era bastan-
te el abandono y detrimento consiguiente : estos mismos inte-
reses debían ser sacrificados también! Desde su llegada el ejér-
cito recibió multiplicados donativos de caballos, ganados y di-
nero, pero sobre esto era preciso tomar indistintamente de los
hacendados inmenso número de las dos primeras especies, y si
algo habia de pagarse, la escases de caudales del Estado impe-
dia verificarlo : pueblos enteros debian de ser entregados al
saqueo horrorosamente ; pero sobretodo la numerosa y bella
población de Maldonado se vio completamente saqueada y des-
truida ; las puertas mismas y ventanas, las rejas todas fueron
— 266 -
arrancadas : los techos eran desechos por el soldado que quería
quemar las TÍgas que las sostenían : muchos plantíos acabados ;
los Portugueses convertían en páramos los abundantes campos
por donde pasaban, y por todas partes se veían tristes señales
de desolación. Los propietarios habían de mirar el exterminio
infructuoso de sus caros bienes cuando servían á la Patria de
soldados, y el General en G-efe en la necesidad de tolerar éstos
desórdenes por la falta de dinero para pagar las tropas ; falta
que ocasionó que desde nuestra revolución, y durante el sitio
no recibiesen los voluntarios otro sueldo, otro emolumento que
cinco pesos, y que muchos de los hacendados gastasen de sus
caudales para remediar la más miserable desnudez á que una
campaña penosísima habi.i red cido al soldado ; nó quedó en
fin alguna clase do sacrificio; > no se esperí mentase, y lo
más singular de ello eraladesint • , -^da voluntariedad con que
cada uno los tributaba, exigiendo sot^ por premio el goce de su
ansiada libertad ; pero cuando creían asegurarla, entonces ora
cuando debían apurar las hocos del cáliz amargo : un Gobierno
sabio y libre, una mano protectora á quien se entregaban con-
fiados, había de ser la que les condujese de nuevo á doblegar
la cerviz bajo el cetro de la tiranía.
« Esa corporación respetable, en la necesidad de privarnos
del auxilio de sus bayonetas, creía que era preciso que nuestro
territorio fuese ocupado por un extranjero abominable, ó por
su antiguo tirano, y pensaba que asegurándose la retirada de
aquel, sí negociaba con éste, y protegiendo en los tratados á
los vecinos, aliviaba su suerte sino podía evitar ya sus males
j)asados .
«¿Peroacasa ignoraba q\\e los Orientales hahian jurado en
lo mas hondo de sus corazones tin odio irreconciliable^ tm odio
eterno^ á toda clase de tiranía; qtte nada era peor para ellos qtie
haber de humillarse de nuevo^ y que afrontarían la muerte misma
antes que degradarse del títido de ciudadanos que habían sellado
— 266 —
con su sangre ? Ignoraba sin duda el Gobierno hasta donde
se elevaban estos sentimientos, y por desgracia fatal los Orien-
tales no tenian en él un representante de sus doreclios im-
prescriptibles; sus votos no liabian podido llegar puros basta
allí, ni era calculable una resolución que casi podria llamarse
desesrierada: entonces el Tratado se ratificó, y el dia 23 vino.
« En esta crisis temblé y violenta, abandonadas las fami-
lias, perdidos- los intereses, acabado todo auxilio, sin recursos,
entregados solo á sí mismos, ¿qué podia esperarse de los
Orientales, sino que luchando con sus infortunios cediesen al
fin al peso de ellos, y víctimas do sus mismos sentimientos,
mordiesen otra vez el duro freno que con un impulso glorioso
habían arrojado lejos de sí?
« Pero estaba reservado ¿ ellos demostrar el genio america-
no, renovando el suceso que se refiero do nuestros paisanos de
la Paz; y elevarse gloriosamente sobre todas las desgracias;
ellos se resuelven á dejar sus preciosas vidas antes que sobre-
vivir al oprobio é ^ignominia á que se les destinaba, y llenos
de tan recomendable idea, firmes siempre en la grandeza que
los impulsó cuando protestaron que jamás prcstaria-n la nece-
saria expresión de su voluntad para sancionar lo que el Go-
bierno auxiliador había ratificado, determinan gustosos dejar
los pocos intereses que les restan, y su país, y trasladarse con
sus familias á cualquier punto donde puedan ser libres, á jiesar
de trabajos, miserias y toda clase de males.
« Tal era su situación cuando el Exmo. Poder Ejecutivo me
anunció una comisión que pocos días después me fué manifes-
tada, y consistió en constituirme Jefe principal de estos héroes
fijando mi residencia en el pueblo de Yapeyú: y en consecuencia
se me ha dejado el cuerpo veterano de Blandengues de mi man-
do, ocho piezas de artillería con tres oficiales escogidos, y un
repuesto de municiones.
« Verificado esto, emprendieron su marcha los auxiliadores
— 267 —
desde el Arroyo Grande para embarcarse en el Sauce ; con di-
rección ¿ Buenos Aires, y poco después emprendí yo la mia
hacia el punto que se me liabia destinado.
« Yo no seré capaz de dar á V. S . una idea del cuadro que
presenta al mundo la Banda Oriental desde este momento ; la
sangre que cubria las armas de sus bravos Lijos, recordó las
grandes proezas que continuadas por muy poco más habrían
puesto el fin á sus trabajos y sellado el principio de la felicidad
más pura: llenos todos do esta memoria, oyen solo la voz de su
libertad, y unidos en masa marchan cargados de sus tiernas
familias á esperar mejor proporción para volver á sus antiguas
operaciones. Yo no he perdonado medio alguno de contener el
digno trasporte de un entusiasmo tal. Pero la inmediación de
las tro )as Porfcuguosas diseminadas en toda la campaña,
que lejos de retirarse con arreglo al Tratado ; se acercan y
mortifican más y más ; y la poca seguridad que fian sobro la
palabra del señor Elio, á este respecto, les anima de nuevo, y
determinados á no permitir jamás que su pueblo sea entrega-
do impunemente á un estrangero, destinan todos los instantes
á reiterar la protesta de no dejar las armas de la mano hasta
que el haya evacuado el País, y puedan ellos gozar una liber-
tad por la que vieron derramar la sangre de sus hijos, reci-
biendo con valor su postrer aliento .
« Ellos lo han resuelto, y yo veo que van á verificarlo.
« Cada día veo con admiración sus rasgos singulares de he-
roicidad y constancia: unos quemando sus casas y los muebles
que no podían conducir, otros caminando leguas y leguas á pié
por falta de auxilios, ó por haber consumido sus cabalgaduras
en el servicio: mujeres ancianas, viejos decrépitos, párvulos
inocentes, acompañan esta mai'cha, manifestando todos la ma-
yor energía y resignación en medio de todas las privaciones.
« Yo llegaré muy en breve á mi destino con este pueblo do
héroes y al frente de seis mil de ellos que obrando como sóida-
— 268 —
dos de la Patria, sabrán conservar sus glorias en cualquier
parte, dando continuos triunfos á su libertad: Allí esperaré
nuevas órdenes y auxilios de vestuarios y dinero, y trabajaré
gustoso en propender á la realización de sus grandes voto?.
« Entre tanto, V. S. justo apreciador del verdadero mérito,
estará ya en estado de conocer cuánto es idéntica a la de nues-
tros hermanos de esa Provincia, la revolución de estos Orienta-
les. Yo ya he patentizado á V. S. la historia memorable de su
revolución; por sus incidentes, creo muy fácil conocer cuáloii
puedan ser los resultados: y calculando ahora bastante funda-
monto la reciprocidad de nuestros intereses, no dudo so hallará
V . S. muy convencido de que sea cual fuere la suerte de la
Banda Oriental, deberá trasmitirse hasta esa parto del norte
de nuestra América; y observando la incertidumbre del mejor
destino de aquella, se convencerá igualmente do ser estos los
momentos precisos de consolidar la mejor iDrecaucion.
« La tenacidad de los Portugueses, sus miras antiguas sobre
el País, los costos enormes de la expedición que Montevideo no
puede compensar, la artillería gruesa y morteros que conducen,
sus movimientos después de nuestra retirada, la dificultad de
defenderse por si misma la Plaza de Montevideo en su presen-
te estado, todo anuncia que estos extranjeros tan miserahlcs co-
mo aríthiciosos, no perderán esta ocasión de ocupar nuestro País :
ambos Gobiernos han llegado á temerlo asi, y una vez verifica-
do nuestro paso más allá del Uruguay, adonde me dirijo con
celeridad, sin que el ejército Portugués haga un movimiento
retrogado, será una alarma general que dete;.'minará pronto
mis operaciones ; ellas espero nos proporcionarán nuevos días
de gloria, y acaso cimentarán la felicidad futura de este Terri-
torio . Yo no me detendré sobre las ventajas que adquirirían
si una vez ocupasen la Plaza y Puerto de Montevideo y la cam-
paña Oriental : U. S. conocerá con evidencia que sus miras en-
tonces serian extensivas á mayores empresas, y que no habria
— 269 —
sido en vano el particular deseo que ha demostrado la Corte
del Brasil de introducir su influencia en esta interesante Pro-
vincia : dueños de sus limites por tierra, seguros de la llave del
Eio de la Plata, Uruguay, y demás por mar, y aumentando su
faerza con exceso, no solo debian prometerse un suceso tan tris-
te para nosotros, como alliagüeño para ellos sobre ese punto,
sino que cortando absolutamente las relaciones exteriores de
todas las demás Provincias, y apoderándose de medios de hos-
tilizarlos, todas ellas entrarían en los cálculos de su ambición,
y todas ellas estarían demasiado espuestas á sucumbir al yugo
más terrible.
« Después de la claridad de estos principios y de las sabias
reflexiones que sobre ellos ha escrito el editor del « Correo
Brasilense, » entiendo que nada resta que d^cir cuando de otra
parte la conocida penetración de V. S. llevará al cabo estos
apuntamientos, teniendo también presente que las operaciones
político-militares, que impulsa el sistema general de los ame-
ricanos, demasiado espuestos á entorpecimientos fatales por
las violentas y continuas alteraciones del diferente modo de
opinar, etc. influyen lo bastante para conocer la intención de
nuestros enemigos. De consiguiente debe conciliar toda nues-
tra atención, exitar toda nuestra vigilancia, y apoj^arla en la
mayor actividad .
« De todos modos V. S. puede contar en cualquier determi-
nación con este gran resto de hombres libres, muy seguro de
que marcharán gustosos á cualquier parte donde se enarbole
el estandarte conservador de la libertad, y que en la idea ter-
rible, siempre encantadora para ellos, de verter toda su sangre
antes que volver á gemir bajo el yugo, sólo sentirían exhalar
sus almas, con el único objeto de romper sus grillos; ellos de-
sean no sólo hacer con sus vidas el obsequio á sus sentimientos,
sino también á la consolidación de la obra que mueve los pa-
sos de los seres que habitan el mundo nuevo.
— 270 —
«
« Yo me lisonjeo, los tendrá V. S. presente para todo y ha-
rá cuanto sea de su parte por que se recoja el fruto de una re-
volución que sin disputa, hace la época de la heroicidad.
« Dios guarde á V. S. muchos años.
« Cuartel general en el Daiman, y siete de Diciembre de mil
ochocientos once.
José Artigas.
« Señores Presidente y Vocales de la Junta Gubernativa de
la Provincia del Paraguay. »
Los iniciadores del sistema federativo en el Rio de
la Plata — La Independencia Oriental.
Son tan modestos como poco conocidos j mal apreciados los
verdaderos inciadores del sistema de gobierno representativo
federal, cuya [adopción y perfeccionamiento en la República
Argentina constituyen boy nuestro legítimo orgullo republi-
cano.
La complicada filiación histórica de ese sistema de gobierno
nos revela desde su remoto origen la inteligencia, el brazc y la
espada que primero pugnaron por sostenerlo y generalizarlo
en nuestra naciente democracia.
Reconociendo esa procedencia, y á pesar de ser aquellos ini-
ciadores repudiados y aun execrados por muchos de nuestros
más distinguidos publicistas, es como se evidencia por el ob-
servador imparcial ante la serena filosofía de nuestra corifu^a
liistoria, quienes fueron los legítimos generadores de la admi-
rable actualidad política argentina, que solo tiene su igual en
la avanzada organización federativa de los Estados Unidos de
Colombia y de Méjico, y su ideal sublime en la magna obra do
los eminentes y nobles fundadores de la Union Nort? Ameri-
cana.
El General Artigas ocupa entre aquellos iniciadores el pues-
to más prominente, profesando y haciendo preponderar ese
sistema en su provincia, y batallando con las armas en la mano
por implantarlo y hacerlo triunfar en su páfria, como al fin lo
consiguió, en Entrerios, en Santa Fe, en Corrientes, en Córdo-
ba, y sucesivamente en otras provincias argentinas más remo-
tas. Tal es el verdadero y grandioso rol de Artigas en la or-
— 272 —
:acion política ai'geiitina. Es á esto á lo que el Dr. Lope
llama en su obra el veneno ariitjtdsta .
Esa y no otra es en resumen la historia de los primeros pa
sos y esfuerzos lie sii iniciativa política en estos pueblos de 1
región del Plata. ,
Ella demuestra también, en cnanto á la Baiida Oriental, fue
ra do toda cuestión, que el pensamiento íntimo que siempr
inspiraba k Artigas en la clirecoion política de su pueblo, eri
©«(.ablecer y ase^ni-iir para él una verdadera y amplísima in
dependencia provincial, que lo asegurase la exclusiva adniinis
trucion de todos sus intereses, formando asi un verdadero Es
tado autónomo, que no debia delegar en el poder central sin'
muy limitadas facultades, sin duda las más esenciales á si
mantenimiento, y á su representación exterior.
Juzgados asi los propósitos de aquel ante la evidencia de
lie;;lios prácticos tan interjiversables, se comprendo con cuanta
justicia ha sido considerado siempre el General Artigas como
ol fundador de la independencia oriental, no solo por la acción
de la ley, sino por el mismo entusiasmo de la opinión pública.
En esa opinión han estado conformes, en distintas ópocas,
todos los partidos políticos que lian ido sucesivamente gober-
nando la República Oriental, cscepto una parto del llamado
coyiforvador, cuyos directores más ilustrados como el Dr. D,
Juan Carlos Gómez, Dr. D. Pedro Bustau.ante, y otros, comba-
tieron los hechos de aquél, censurándolos con calumniosa in-
justicia, obedeciendo ciegamente á censurables condescenden-
cias en que iba envuelta una visionaria idea anexionista.
Á este respecto ha sido tan uniforme en el Estado Oriental
la justa y fundada opinión pública, que hace 23 años durante
la administración Berro, con motivo de una solicitud de la an-
ciana viuda del patriota General D. Andrés Latorre, se expidió
el decreto respectivo en los tónninoa siguientes que justifican
plenamente nuestra afirmación:
— 273 ~
€ Ministerio de Guerra y Marina.
Montevideo, Marzo 20 de 1861.
« Como un acto de merecida justicia, en consideración á los
eminentes servicios prestados á la cansa de la libertad é inde-
pendencia de la República, así como á sus instituciones por el
finado coronel D. Andrés Latorro, Mayor General del Ejército
Libertador al mando del General D. José Artigas, fundador de
la Nacionalidad Oriental, pídase á la H. Cámara de Represen-
tantes autorización para asignar á la viuda de tan distinguido
ciudadano el sueldo íntegro de su clase, acompañándose el es-
pediente promovido por la expresada viuda.
« Rúbrica de S. E.
« Lamas. »
Como se ve, hay á este respecto en la posteridad que juzga
á Artigas, la presentación espontánea de un sincero homenaje
al patriotismo de sus aspiraciones, á la energía y lealtad de
sus actos, y á la misma grandeza de sus servicios á la causa de
su patria.
Las democracias no siempre son ingratas como se ha preten-
dido : y si hay circunstancias que retardan ese justo homenaje
a sus eminentes servidores, no por eso deja de presentarse el
día histórico de la reparación como una evidencia de la grati-
tud nacional. . •
Ya en 1841 el General Rivera envió en comisión cerca del
Presidente del Paraguay Doctor Carlos Antonio López al en-
tonces Sárjente Mayor Don Federico Albín á fin de inducir y
rogar encarecidamente á Artigas que volviese á su patria. En
otro lugar publicaremos los documentos relativos, según la
respuesta dada por el Comandante Paraguayo de la villa de
19
— 274 —
San Isidro Don Juan Manuel Chinto, en cuya jurisdicción ta-
nia Artigas su quinta. •
Desde 1852, al dia siguiente de terminada la guerra gránele
ese dia de reparación principió a lucir para Ai-tigas. Posterior-
mente la traslación de sus cenizas desde el Paraguay al Pan-
teón Nacional ordenada por el Gobierno de la República ; los
discursos pronunciados por algunos eminentes ciudadanos y
miembros de aquel, principalmente por el Doctor Eequena,
Ministro de Q-obiemo, al inhumar sus cenizas; las concesiones'
y gi*acias acordadas por ambas Cámaras á sus deudos, asi lo
atestiguan del modo más evidente y satisfactorio.
Volviendo ahora al hecho indubitable de deberse considerar
á Artigas como defensor constante é infatigable del sistema
federativo, sus calumniadores han protendido borrar el rele-
vante título de aquel á la gratitud de los pueblos Argentinos
bajo este punto de vista, intentando desautorizarlo irónica-
mente como una absurda fábula.
Ya hemos demostrado cuan injusto y parcial es este desco-
nocimiento. Pero así mismo, queremos agregar algunas consi-
deraciones que juzgamos oportunas, tratándose de tan intere-
sante tópico.
Véase hasta que punto enceguece la pasión del odio, y aton^
tUy tal es la palabra merecida, las inteligencias superiores.
El Sr. Don Luis Domínguez, publicista y diplómata de tan
distinguida ilustración, el poeta lírico de brillante imaginación
que evocó tantas visiones á lo Edgard Poé en sus estrofas á la
Mesa de Artigas en el Hervidero, tan pindáricamente contesta-
das por el fogoso Fajardo en su magnífica composición ; el Sr.
Domínguez, decimos, ocupándose de vituperar á Artigas en su
laborioso y comprensivo Compendio de Historia Argentina
(página 416) exibe como un desmérito y como un cargo á Ar-
tigas, el hecho siguiente, que para cualquier observador ilus-
trado y sobre todo imparcial debería ser un grande elojio en
— 976 ■
favor de aquel patriota, enalteciéndolo sobremanera á ély á su
cooperador Barreiro .
« La República del Norte { dice Dominguez ) era el bello
« ideal de su política y la Constitución do Massachussetta, la
« más digna de imitarse como la más democráticíi de la Con-
« federación Americana.»
Parece increible que al disfrazar la historia sud-americana
amoldándola á antipatías tradicionales, llegue á caerse por es-
critorea ñusti-ados en el ridículo extremo do censurar y burlar
aquello mismo que ea tan digno de imitación y do eucomio!
Ese cargo tan neciamente formulado, nos recuerda una nota
del General Artigas al Cabildo de Montevideo, líi que publica-
remos, en la que agradece vivamente el eii\ lo qao te le había
hecho de la Historia de los Estados Uuiilos, de los que efectiva-
mente debía mostrars» tan adicto ó apasionado guando se le
enviaba esa obra como un valioso obsequio, en cuya nota dice,
que « anhela porque ese Ubro pueda hallarse en manos de to-
dos los Orientales para su estudio. »
El ilustre Madison con otros constituyentes al discutirse la
primera Constitución de los Estados Unidos, observaba con
gran sentido práctico que mal podía ímpoiieivie ó autorizarse
. el uso de la fuerza pública á fin de conservarla Union, y fa-
cultarse al Ejecutivo central para ello « dv;id¿ que la hiise de esa
Union era la Uhíe voiuntad de los imellos para constituirla. »
Es por esta misma razón que la Declaración de la Indepen-
dencia Americana consagra el axioma político de que los go-
liernos rcpiiUicaitos, derivan sus justos poderes del consentimien-
to de los gobernados; así como su primera Constitución declara-
ba que « cada Estado retenia su soberanía, su libertad y su, imle-
pendencia. »
Haciendo valer tan irrecusables autoridades, asi como las
opiniones de Hamilton, Jeíferson, Franklin y otros grandes
eatadiatas y constituyentes norte-americanos, y aun las Cons-
— 276 —
tituciones de algunos de aquellos Estados, se esplica también
el hecho de como Artigas y sus partidarios encontraban, por
más que de ello se burle Dominguez, la guía^ el modelo y la
sanción d© su resistencia contra el poder despótico de los Di-
rectorios.
Artigas debia ver en esa organización modelo, que cada uno
de los Estados norte americanos constituía en su origen un
poder libre, soberano ó independiente.
Veia en aquella declaración de Independencia consignado
el gran principio de « que siempre que cualquier forma de go-
« biorno llegue á destruir ciertas aspiraciones, (una de las cua-
« les es la de procurar su bien estar) el pueblo tiene el derecho
« de alterarla ó aboliría, instituyendo un nuevo gobierno, ci-
« mentando su base sobre los principios, y organizando su po-
« der en la forma, que le parezcan mas conducentes á asegu-
« rar su propia seguridad y felicidad.»
La revolución de Mayo incorporaba esos principios en su
grandioso programa. Los patriotas de voluntad superior como
Artigas, trataban de adoptarlos leal y enérgicamente en sus-
titución del orden de cosas que acababan de destrozar inde-
pendizándose de la España. Creian con mucha razón que si se
equivocaban en sus aspiraciones, hacianlo en compañía de los
patriotas mas eminentes que dieron á la revolución norte ame-
ricana el prestigio y el esplendor de la causa mas noble que se
había sostenido por la humanidad entera en las postrimerias
del siglo XVIII, sin ninguna de las manchas de la gran revo-
lución francesa.
Es de este modo como los artiguistas convertían en cuestión
de derecho constitucional el conflicto que gobernantes absolu-
tistas oomo Alvear y Puoyrrredon imponian como capitulo de
Ordenanza militar, única y suprema ley para los ciudadanos
de entonces perseguidos como anarquistas.
Es ante esas pruebas, y ante las pretensiones y bien expli*
*■
/
— 277 —
citas declaraciones de Artigas, como hemos formado la opi-
nión de que sus propósitos no eran aceptar en absoluto para la
Banda Oriental el régimen federal mixto, tal como por ejemplo
lo ha preconizado el doctor Alberdi en nuestros días, conside-
rándola como una provincia sujeta al poder central de Buenos
Aires, sino más bien como un estado independiente federativo,
que por medio de pactos prorinciales debia confederarse á los
demás que se formasen en el antiguo Vireinato de Buenos Ai-
res ; pero conservando al mismo tiempo el uso indisputado de
su soberania interna en su más amplia latitud, que nunca debia
delegarse.
El ilustrado Batbie en su Tratado de Dereclio Constitucional
Comparado, define tan perfectamente la diferencia entre uno y
otro sistema, que creemos oi)ortuno reproducir su juicio por
más elemental que él parezca.
« Entre los Estados federativos, dice, y la Federación de Es*
tados, hay una diferencia notable. En los primeros, las atribu-
ciones del Poder Central son importantes, mientras en las fe-
deraciones, cada uno (le los Federados conserva su independen-
cia y soberania ; el vínculo que liga las partes de la federación
es generalmente débil, y podría definirse esta situación: un
Tratado permanente ds alianza ofensiva y defensiva. »
Tomando Artigas como modelo á los Estados primitivos de
la Union Americana, debia ver que todos ellos se hablan dado
sus instituciones propias, con sus asambleas deKberantes, re-
conocidas ó toleradas por la misma Corona de Inglaterra que
encontrando sus Cartas fundamentales muy objecionables, co-
mo la de la Nueva Inglaterra sobre todo, se resignaba á ellas,
asi mismo, en tanto ellas no coartasen las leyes de la madre
patria, y en especial lo que ella creia su secular derecho de im-
ponerles taxation, ó contribuciones y gabelas, que tanto repug-
naban las Colonias, desde que ellas no tomaban parte en su
votación y sanción.
-- 378 —
El carácter compendioso de este Estudio no nos permite en-
trar en extensas consideraciones sobre tan interesante tópico;
pero basta á nuestro propósito resumir nuestros juicios en las
afirmaciones anteriores, exponiendo la verdadera índole de la
organización política que Artigas intentaba dar á su país, y la
que habría ido gradualmente consolidando y desarrollando, si
las exigencias de la mortal (contienda en que tenia que agitar-
se, no le linbiesou abüorbiclo todo su tiempo y sus esfuerzos,
dedicándolos primordialmente á la defensa del territorio pa-
trio.
En cuanto á la Kepública Argentina, es innegable que Arti-
gas fué el incansable i»roi)agandista y promotor del sistema
federativo, contra el cual se estrellaron todos los esfuerzos de
los centralistas de Buenos Aires.
Deficientes y embrionarias como debían ser esas tentativas
de una organización política, para la cual estaban tan mal pre-
paradas las colonias españolas, sobre todo ante la implacable
hostilidad de los adversarios más poderosos de Artigas como
lo eran constantemente los Directorios, dueños de grandes re-
cursos y de formidables fuerzas, asi mismo los ensayos sucesi-
vos que surjian de los caminos de batalla, iban cada día ganan-
do más prosélitos para la causa federativa y acentuándose en
la simpatía popular.
Ante el majestuoso edificio de nuestras instituciones políti-
cas, después de tantos ensayos y tentativas abortadas muchas
veces en medio de un mar de sangre y de un angustioso adiós
á la integridad de la patria, despedazada por implacables fac-
ciones dede 1811 hasta 1820, y últimamente en 1853, 74 y 81,
habría una negi*a ingratitud en olvidar quienes fueron los pri-
meros obreros de ese gran monumento, quienes pusieron la
primera piedra, y quienes abrieron sus anchos y profundos ci-
mientos.
Para establecer al fin sólidamente ese régimen federativo
s
\
— 279 -
que hoy impera en la República Argentina, que. es su más no-
ble y característico rasgo de avanzado progreso moral en sus
libérrimas instituciones, han sido necesarios largos años de
tremenda lucha, décadas de bárbaro y luctuoso desenfreno, tre-
mendas tiranías, oligarquías disolventes é incendiarias; mu-
chos escalones descendidos en el abismo del oprobio, del fra-
tricidio, del suicidio nacional.
En la lontananza de ese pavoroso cuadro, entre las últimas
perspectivas de su vagos horizontes, resplandece la poderosa y
viril silueta del batallador Artigas, como el primer caudillo
del Hio de la Plata que hacia de las instituciones federativas,
de la soberanía provincial, dentro de la soberanía de la Union,
su divisa de guerra; y que convocaba al rededor de ella todos
los oprimidos, todos los descontentos, todos los que en el ren-
coroso lenguaje de 1814 eran montoneros^ artiffiíisfas ó anaV"
quistas, porque aspiraban á la igualdad de derechos, de repre-
sentación y de soberanía, que era el sublime verbo de Mayo.
»33<39^Q<itf
5
i
V ^
Artigas y su pueblo.
Las instrucciones dadas por el General Artigas á los repre-
sentantes de la Provincia Oriental en 1813 son una prueba
irrefragable de ai^uella afirmación, que tiene sus fundamentos,
su exposición, y su solemne prefacio en el notabilísimo oficio
de 7 de Diciembre de 1811 al Gobierno del Paraguay, que
hemos publicado antes, tratando de emanciparse ya Artigas á
los seis meses de la batalla de las Piedras, de la supremacía ó
del predominio autoritario y absoluto que intentaba ejercer el
Gobierno de Buenos Aires en esta Banda.
Es evidente que Artigas no consideraba desde entonces á
este sino como un mero auxiliador, insinuando ya ideas que
podían reputarse anárquicas sobre la división de los Estados,
buscando eu el Paraguay, teatro de las gloriosas, pero al fin
funestas, derrotas de Tacuarí y Paraguarí, de las fuerzas del
ilustre Belgrano, un contrapeso para equilibrar y neutralizar
las odiadas tendencias del réjimeu unitario que tan violenta-
mente se quena imponer ; y hablando á los pueblos de esta
Provincia Oriental, y á los territorios de Entre-Bios y Santa
Fé de representación, de Congresos, de sistema electoral, do igual-
dad de derecfioi, de soberanía popular ; en todas esas nobles fra-
ses que no eran palabras huecas, sino la expresión de grandes
y levantadas aspiraciones, cuya realización exaltaba á los pue-
blos, preparándolos para el triunfo ó el sacrificio ,
La pintura resaltante que hace el General Artigas en su nota
trascrita de 7 de Diciembre de 1812, demuestra de una manera
auténtica y fidedigna cual debia ser la exaltación de aquel pue-
blo contra la Junta revolucionaria de Buenos Aires que de este
modo vergonzoso lo entregaba maniatado & sus snemigoa es-
I
— 282 —
pañoles y portugueses, y que asi lo sacrificaba en aquella triste
y dolorosa peregrinación, alejándose de sus hogares para ir &
establecerse en medio de toda clase de privaciones y penurias
en las margenes del Ayui.
En ese gran drama de civismo que espera todavia la pluma
descriptiva y galana de algún Walter Scott ó de algún Cooper
Oriental, para bosquejarnos sus acerbas penalidades, sus igno-
rados heroismos, sus episodios de sublimo abnegación, es donde
se vén identificarse al pueblo y al caudillo en una común aspi-
ración, en una misma incontrastable voluntad.
En esos dias de sublime prueba es cuando los pueblos levan-
tan al ara de su idolatria sus graneles ciudadanos y sus leales
servidores.
Fué justamente entonces, en esa peregrinación al Ayui,
cuando Artigas fue aclamado por sus compatriotas como su
digno y supremo gefe, identificándose con su pueblo en sus
más nobles y virtuosas aspiraciones y sacrificios. Es por demás
agregar que cuanto mayor era el entusiasmo del pueblo por
Artigas, tanto mayor era su execración al cobarde gobierno
que los habia abandonado, y resultaba ser de esto modo direc-
ta ó indirectamente, el autor de tan mortales padecimientos
para el pueblo de esta Provincia.
Algunos años después, triufante la tenaz resistencia opuesta
por Artigas á los Directorios de Posadas y Alvear, sellada con
la sangre del Guayabo, el pueblo oriental tuvo frecuentes oca-
siones de aumentar aquel respeto y cariño liácia su gefe que
asi lo elevaba en su propio valer con los atrayentes prestigios
de la gloria de sus triunfos, y enorgullecía su arrogancia con la
satisfacción de sus aspiraciones reformadoras.
Mas tarde, iniciada y provocada por Alvear una nueva gue-
rra que debia terminar tan desastrosamente para él, el general
Artigas encontró en su pueblo el mismo entusiasmo y dedica-
ción para sostenerlo y alentarlo en tan supremo trance.
— 288 —
Cayó al suelo hecha pedazos aquella oprobiosa dictadura de
Alvear; y el pueblo Oriental tuvo plena razón para sentirse
fanatizado en su agradecimiento al gran caudillo que asi ponia
sobro su frente la corona de una noble y cívica victoria, ele-
vándolo sobre los demás pueblos del antiguo Virreinato.
Como trasunto fiel del sentimiento popular ante los estruen-
dosos acontecimientos de aquella ¿poca, que tanto dignifican y
enaltecen á Artigas y á su pueblo, y justifican su mutua ad-
hesión y simpatía, queremos transcribir á continuación las
siguif^ntes importantes notas de aquel relativas al derroca-
miento de Alvear.
« Me felicito a mi mismo cuando ese ilustre Ayuntamiento ha
. empeñado su paternal celo por consei'var los derechos de esa
benemérita provincia y todos sus intereses. Hasta el in'esente
yo no he hecho más que cumplir con los deberes de un buen
ciudadano empeñando los esfuerzos que han estado á mis al-
cances para verla libre de tiranos. Allanado gloriosamente este
paso era de indispensable necesidad tocar todos los resortes
que afianzasen en lo sucesivo el triunfo de la libertad. Por lo
mismo he continuado mis afanes en pos de las "^V-mas provin-
cias vecinas creyenrlo adelantar con este suce.^:> ln inviolní-ili-
- dad ulterior de nuestros derechos, y eludir las iíV-ns ir^^-c-i aas
con que el gobienao de Buenos Aires pensó muln:»!:» ir los sa-
crificios do estos pueblos, mirando con una frli i^-lifereDcia
sus desvelos. Nuestra dignidad reclama circuviMTv rion, y las
circunstancias exigen mayor seguridad.
« Calcúlelo V. S. una y otra vez y advertirá que mi marcha
hacia estos destinos no es obra del capricho sino de la delica-
deza con que he mirado en todos tiempos nuestra amable liber-
tad. Ella por si sola se hace respetable, y mo acompaña la sa-
— 284 —
tisfaccion de asegurar á V. S. que nuestras armas hicieron el
dia de ayer respetable su pabellón en Santa Fé, rindiéndose á
discreción su jefe y tropa que la guamecia. Este suceso de la
guerra, y las insinuaciones con que el supremo Director de
Buenos Aires D. Carlos Alvear me promete con fecha 17 del
corriente remitir cerca de mi persona al coronel D. Elias Gal-
van y al comandante de la escuadm coronel Brown para tran-
sar nuestras diferencias políticas, no dudo que harán aparecer
el dia grande de nuestra seguridad y felicidad. Entre tanto
continuarán mis esfuerzos Jiasta ver garantida por los hechos
la pública confianza. Yo espero que V. S. tenga la dignación
de aprobar estas medidas seguro que de ellas resultarán los
bienes por que ansia la América del Sud. Entre tanto está en
manos de V. S. conservar los intereses de esa provincia ya li-
bre. Para ello he dejado las fuerzas bastantes para guarnecer
por ahora esa plaza, sus costas y sus fronteras.
« Allí tiene V. S. una parte del regimiento de blandengues
guardando la campaña de las correrías de los portugueses.
Todo lo pongo en su conocimiento para que, medidas todas las
circunstancias, resuelva siempre con acierto. Mi Cuartel Q-e-
neral aun se mantiene en los Corrales al mando de don Ramón
Fernandez con algunas compañías de blandengues para ocur-
rir á donde aparezca más inmediato el peligro. Disponga V.
S. de ellos, como igualmente de todo su parque y útiles de gue-
rra, en cualquier caso, que ellos respetarán sus órdenes. Yo
ofresco á V. S. mis votos por la salud pública. Si la sinceridad
de esta protesta es apreciada en su concepto, no dudo sea más
agradable mi apersonamiento en ese pueblo con la satisfacción
de saludar á mis conciudadanos ya libres. Tengo la honra de
saludar á V.S. y ofertarle mis más afectuosas consideraciones.
Cuartel en el Paraná Marzo 25 de 1816.
José Artigas,
« Al Muy Ilustre Cabildo de Montevideo, »
— 285 —
«Me es muy satisfactorio comunicar áV. S. que los ooreso-
res de Buenos Aires han sido derribados. El Excelentísimo Ca-
bildo de aquella ciudad en carta 18 del corriente me trasmite^
tan plausible noticia. La pretendida Soberana Asamblea Ge-
neral Constituyente fué por sí misma disuelta, y el Groneral
Alvear destinado abordo de una fragata de S. M. B. heridos
todos de la indignación del pueblo. En la Municipalidad es
en quien se halla refundido el Gobierno de aquella Provincia.
V. S. hallará en tan afortunado suceso el triunfo de la justicia
pública, y el resultado de nuestros constantes esfuerzos por
conservarla inovidable. Mis combinaciones han tenido una
ejecución acertadísima, y espero que el restablecimiento de la
tranquilidad general aparecerá muy pronto.
« Yo ya he repasado el Paraná y circulado las órdenes preci-
sas para lo mismo á las fuerzas que había hecho avanzar desde
la rivera occidental. Sin embargo por ahora es menester limi-
tamos á eso solo, por cuanto aun no se ha formalizado particu-
larmente tratado alguno que fije la paz. Yo no perderé instan-
te en comunicar á V. S. cuando llegue el momento de sellarla ;
y mientras tenga V. S. la dignación de acompañar mis votos
reuniendo á los dignos ciudadanos en torno del santuario á
consagrar el presente suceso, que une un laurel más á la bri-
llante corona de nuestros afanes y desvelos, pasando las circu-
lares competentes para el mismo fin á los Cabildos de esa ju-
risdicción .
« Que la alegría sea general, y sus efusiones solemnes y pu-
ras; y que todos miren en el cuadro magnífico que se presenta,
la historia de su grandeza, y la aurora de la vida y prosperi-
dad. Tengo el honor de reiterar á V. S . mis más íntimos res-
petos.
« Cuartel General 26 de Abril de 1816.
José Artigas.^
« Al Muy Ilustre Cabildo de Montevideo. »
-- 286 —
Se comprenderá ante estas patrióticas manifestaciones de
Artigas cuan sincero y ardiente debia ser el fanatismo que
sentia el pueblo oriental hacia el soberbio caudillo que hacia
repercutir en la capital de la Nación la influencia do. sus tíc-
torias, y el respeto de su noble causa en todos los pueblos del
antiguo Virreinato.
Es ese espontáneo sentimiento popular el que constituia la
gran fuerza de Artigas, dando á sus resoluciones la pujanza
irresistible del formidable protector de los pueblos libres de
aquella época.
Sus enemigos han tratado de vengarse de ese prestigio arro-
jando sobre ol pueblo que le seguía el estigma del salvajismo y
de la barbarie.
Pero ningún observador imparcial puede desconocer que las
masas populares en aquella época remota adolescian del mismo
carácter de atraso y de ignorancia en todo el continente Siid
y Norte Americano ; sin que esa deficiencia relativa pudiese
amenguar el mérito de sus virtudes, la pureza de sus móviles,
ni el esplendor de sus triunfos.
Esas muchedumbres armadas asi como sus caudillos, no eran
responsables, lo mismo en Tucuman y Salta, como eíf Buenos
Aires, en Córdoba, Entre-Eios, Santa Fé y Provincia Oriental,
de esa ignorancia general que se les ha echado en rostro tan
insensatamente; ignorancia que el gobierno de la recelosa ma-
dre patria pugnaba por conservar á todo trance en las colo-
nias, no sólo en sus campos, sino en las mismas ciudades capi-
tales, como el elemento principal de su permanente quietismo
y sometimiento al poder español.
Por lo mismo, el historiador recto é imparcial no deberla
hacer pesar sobre esas muchedumbres ineducadas y sobre sus
caudillos naturales, la implacable censura y vilipendio de que
han hecho lujo algunos escritores, como los Dres. López y
Berra, como los Generales Mitre y Sarmiento, y en especial el
n*
í
\
£
— 287 — .
primero y el último, aquél en su Revolución Argentina y éste J
en su Conflictos y Ánnonías^ calificándolas á cada paso como -
hordas 6 bandas, y á sus jefes como grandes facinerosos, desen-
tendiéndose malevolentemente de todas aquellas circunstan-
cias tan atenuantes, y de aquellas pruebas tan concluyentes y
atractivas en honor de la independencia americana.
— Mi*4a«í^»3»:i
\
.'**
Por calumniar á Artigas hasta se han atenuada
los atentados de sus enemigos — Pajinas som-
brías de nuestra historia.
Para aquellos escritores, Artigas no ha sido sino « el gau-
« clio audaz ó ignorante, centauro nómade del aduar uruguayo;
« reñido con la civilización y la ley; caudillejo sin mas bande-
« ra ni mas principios que hacer triunfar sus capriclios perso-
« nales al frente do un tropel de otros gauchos, llevando adon-
« de pisaba su caballo de guerra la desolación y el desorden. »
Pero para las autoridades españolas que en este territorio
sembraban el terror, colgando por la acción aterrante do sus
Prebostes y de sus Partidas Tranquilizadoras en los árboles de
los caminos reales á los mal aventurados criollos que uno a
uno osaban dar la menor prueba de insubordinación, ni para
los feroces jefes españoles que en las provincias del Alto Peni
y en el Sud de Chile fusilaban y ahorcaban implacablemente
á los patriotas é incendiaban pueblos enteros; para Vigodet
que amenazaba con pena de muerte toda relación con los lla-
mados insurjentes; para esas autoridades y sus ajentes no ha
habido una palabra de censura de parte de aquellos escritores
nacionales. Sin duda, para ellos las cenizas del pueblo de
Cangallo no eran sino un accidente de la guerra, y las matan-
zas de la Paz y Cochabamba una represión justificable.
No lo ha habido tampoco para las tropas portuguesas que
asolaban e incendiaban las poblaciones Orientales en las dos
distintas invasiones de 1811 y 16, que arrasaban los pueblos
de Misiones hasta no dejar piedra sobre piedra de aquellas pa-
cificas aldeas ; que, en docenas do carretas arrebataban los va-
20
jM
— 290 —
808 sagrados y ornamentos de sus iglesias incendiadas; que pa-
saban á degüello no solo todos los prisioneros, sino hasta los
mismos ancianos, las mujeres y Iopí niños ; que horrorizaban
con sus hechos de inaudita ferocidad á sus mismos amigos y
compatricios, como lo conflesan los historiadores portugueses
al narrar y reprobar los horrores cometidos por el Brigadier
daa Chaga« y otros gefes Rio Grandensos en su excecrablo
consigna de despoblar las Misiones Orientales y Argentinas.
En uno y otro caso, no ha habido censura ni acritud, ni in-
dignación, pero ni siquiera se ha extrañado tan abominable
ferocidad.
Algunos hisLOriadores como el doctor Berra, hasta han lle-
gado con frases mal veladas y plañideras, á explicar tales hor-
rores, vale decir, á justificarlos, como una consecuencia natural
de las injustas agresiones do Artigas centra los portugueses ;
reproduciendo asi con sorprendonte seriedad la fábula del cor-
dero que enturbiaba aguas arriba al agraviado lobo la corrien-
te del arroyuelo .
Otros historiadores como el Dr, López, no han tenido una
palabra de viril indignación contra esos atroces crímenes, y
han enaltecido y aplaudido como obra de laudable habilidad
la nefanda traición diplomáíica que desde Buenos Aires y Rio
Janeiro facilitaba en 1810 y 17 al Portugal la invasión y la
conquista del territorio Oriental, á fin de exterminar de una
vez á Artigas y sus intrépidos milicianos!!
No se ha reprobado tampoco con la indignación de la justi-
. cia ofendida los excesos á que se entregaban las tropas que
salían de Buenos Aires para sojuzgar á hierro y fuego las pro-
vincias, excesos que el recto General Belgrano calificaba con
la vehemencia de una bien sentida execración en una nota al
Directorio del modo siguiente:
« Demasiado convencido estoy, como lo he estado desde el
principio de nueatrí gloriosa revolución, que es preciso vencer
— 291 — ;
ó morir para afianzar nuestra independencia ¡ —poro tambiétt
lo estoy de qne no es el terrorismo lo que puedo cimentar el
gobierno que se desea y en que iius hallamos constitoidos — ■
Tampoco deben los Orientales al teiiorismo la gente que se
les ui^e, ni á las victorias que han conseguido sobro las armas
del orden. Aquellas se ¡es ha aumeuuJo y los sigut;, por
disciplina de nuestras tropas y los excesos horrorosos que han
cometido, haciendo odioso hasta el nombre do patria.— La me-
nor parte ha tenido el terror en la ,".griiií;icioii do hombrea y
&milias.- Las victorias menos, »
Algunos publicistas inteligentes y estudiosos, cuyas labono-
Bas investigaciones inspiradas en ol culto de la vei^dad han
venido á arrojar una viva luz sobi'e los hecihos más confosos
de nuestiu historia intima provincia!, como el Sr. Benigno T
Mai-tinez en su Historia de Enlreríos, y el Sr. Lassaga en su
Historia del General D. Estanislao Lopes, nos presentan pági-
nas como la siguiente, que si bien mortilican nuestro orgullo
de argentinos, explican el origen oculto dD muchos de nues-
tros irreparables desastres y desaciertos desde 1815, y enalte-
cen á los que oponian á ellos una justa resistencia.
Véase cómo se expresa Lassaga:
« La conducta del general Diaz Veloz en Santa Eé es indig-
na de «no de los héros de Mayo. A un pueblo salvaje no se le ■
trata como se trato á esta desgraciada provincia, que parece
destinada á sufrir desde entonces hasta esta época todos los
horrores del martirio.
« Un testigo ocular digno de fe por su veracidad y honradez,
nos diee lo siguiente : « 28 dias se mantuvieron continuando el
saqueo, y cuanto dinero, plata labrada, pulperías, muebles, etc.,
etc. encontraban, todo lo robaban, quebrando lo que no podian.
llevar á sus cuarteles. Todas las aves fueron muertas . No es
para creerse cuanto robaron y destrozaron. Cavaron patios.
— 292 —
casas y huertas, para descubrir entierros y tapados, embarcan*
do por la nocbe lo que robaban de dia.
« No bay duda que saquearon á su satisfacción « Y otro de los
bombres más üustres de esta provincia, don Domingo Crespo,
dice refiriéndose al mismo suceso. » Desde el 4 de Agosto basta
el 31 en que tuvieron que retirarse, no pudiendo someterse por
el riguroso sitio que se los babia puesto, cometieron cuantos
exesos puede cometer una tropa desenfrenada, facultada por
su general para bacer cuanto quisiesen » !!
El destello de las inteligencias más luminosas tiene tma
eclipses parciales, que entristecen aún al observador indiferen-
te . Hay negaciones de sensibilidad, frialdades del corazón
ante abominables y salvajes ferocidades, atrofias morbosas del
espíritu encallecido, que bacen desesperar de la moral y de la
justicia, cuando estas se reniegan tan en absoluto con el beso
del Iscariote, por Iiombres ilustrados y eminentes como algu-
nos de los liistoriadores que venimos combatiendo.
Sometidos á una verdadera idolatria política, han elevado
estos por ciego espíritu de parcialidad un altar á ciertos /bfe-
cJies políticos de quienes jamás podrán bacer semi-dioses.
Al efecto lian sacrificado en ese altar las víctimas inocentes
de su odio, y ban vilipendiado sin escrúpulo á todo aquel qus
no aceptó ni se humilló ante su feroz culto.
Asi en el délm2im tremens del odio más enceguecedor han
hecho caer su calumnia y sn vituperio sobre Artigas, porque
no se doblegó servilmente ante las mediocridades que explo-
tando la gran causa de la patria subieron al poder, y se locu-
pletaron en él por la intriga, por el cohecho, ó por la violencia
exijiendo de los pueblos la más abyecta humillación.
Y sin embargo, puede asegurarse que en cada página de esas
mismas obras, y en especial de las del doctor López, y del Ge-
neral Saimiento, le es fácil al observador imparcial é inquisi-
tivo discernir singulares y censurables contradiciones, de cada
— 293 —
una de las cuales emana la condenación implícita de lo mismo
qne el autor encomia y enaltece.
Se explica esa deleznable inconsistencia en obras bien ela-
boradas y fruto de largas meditaciones de talentos tan supe-
riores, ante el beclio demostrado de que los inmutables princi-
pios de moral y de justicia quedan en ellas sut)ordinaclos á
pasiones y preocupaciones personales que han debido cegar la
dará inteligencia de sus autores.
Bien sabido es que no hay talento ni ingenio que baste á
poder pervertir el sentido moral de un pueblo presentanclo co-
mo dignos y laudables aquellos mismos hechos que la concien-
cia pública denuncia severamente como indisculpables ex-
travíos. Todo el brillo do una superchería chicar. era, tecla la
erudición del doctrinarismo retórico, no podrán jamas exoraar
como virtuosa y moral la obra de las pasicr.es vengativas, de
las insaciables ambiciones de mando; ni como patriótica y re-
paradora la acción do los despotismos tiránicos erigíaos en
gobierno de pueblos libres.
Las instrucciones de Artigas á los Dif
Orientales ante sus contemporáneos
Mncliisimos documentos i)ublicareraos en esta obra
sentarán á Artigas, uo sólo como un gran caudillo mil
bajo nueva y no menos atractiva faz: como la del ref
político, tal como lo indicamos en un capitulo anterioi
Pero entre esos documentos ninguno tiene para no
inestimable importancia de las Instrucciones que <
campamento frente á Montevideo, dio aquél en 13 de
1813 á los diputados de la Provincia Oriental, envia
Asamblea General Constituyente, instalada á prínc
ese aiio en Buenos Aires: diputados que, como es sabi
ron recliftzados en la sesión de 11 de Junio del mism
instigación de Monteagudo, Dr. D. Valentín Gomei
Tidal, con e! pretesto de no hallarse en regla los dip1<
los acreditaban en tal carácter; ó por un pretendido v
elección: deficiencia que existia en los Diputados de £
gidos por los emigrados residentes en Tucuman, qui
aceptados.
El examen de aquel documento do inestimable im]
histónca, atestigua que lejos de ser Artigas el caudí
6 ignorante que surjia á la vida pública sir\ más titule
lanza y su corage, como lo han pretendido sus adversí
el primer mandatario no solo de! Rio de la Plata, sino
la América Española, que proclamó en esas Instruccio
de su campamento mCitar, el gran decálogo de la orga
política de las futuras repúblicas, y la base de los dere
ciudadano sud-americano.
En esas Instrucciones están revelándose el ardor de
— 296 —
tiflmo de Artigas, la elevación de sus ideas, y la firmeza de sus
convicciones, que lo impulsaban á exigir como base previa de
la unión, la perentoria declaración de una absoluta indepen-
dencia, fuesen cuales fuesen las consecuencias de osa prematu-
ra ó in^prudente proclamación, en la que él se adelantaba tres
años á la solemne declaración del 9 de Julio de 1816 hecliapor
nuestro Congreso de Tucuman.
Es bien notorio que algunos de los directores do la Revolu-
ción se eentian frecuentemente acobardados en Buenos Aires
ante la magnitud de su empresa.
Grandes caracteres, enórjicos demócratas, no i)odian menos
de tener asi mismo algún recelo ante las nuevas expediciones
españolas que sucesivamente so anunciaban desdo la Panínsula
como las de los Generales Murillo y más tarde la del Marques
de Abisbal, infíiudiendo en los débiles el temor de inmediatas
y probables derrotas ; y no menos antes la dificultad de sujetar
las provincias á un yugo aborrecido^ como dice el venerable Fu-
nes, después de desastres militares que producian la aproxima-
ción é internación de fuertes ejércitos españoles por las fronte-
ras de Salta.
Dominados por esa desalentadora indecisión aplazaban de
nn dia para otro la tremenda ó irrevocable proclamación ofi-
cial de independencia, qiie tanto reclamaban como un remedio
heroico para romper radicalmente con la España algunos de
los más fogosos patriotas argentinos como Belgrano, que enar-
bolaba por su cuenta el pabellón de la patria en Febrero de
1812 en la batería la Libertad del Rosario, para tener que
arriarlo pocos dias después por orden del primer Triunvirato :
como el vehemente Monteagudo en su entusiasta Orito del
JSudy Peña, Dn Agrelo, como miembro y Presidente de la
Asamblea del año 13, F. Planes, presidente de la Sociedad Pa-
triótica, y algunos otros ciudadanos de reconocida enerjia.
Artigas, precursor de la declaración de la Inde-
pendencia Argentina.
En el año 12 loa patriotas hacían la guerra á las tropas y
antoridaíles españolas existentes en el Vireinato del Eio de ¡a
Plata, la3 que reconocian á la Junta Central y las Cortes, reem-
plazantes en España del abyecto Femando VII, pero las mismas
autoridades revolucionarias daban aun seguridades do fiel Ta-
sallaje al monarca cautivo.
La aspiración á la independencia fermentaba con violencia
en todos los corazones aipericanos ; poro !a acción gubernativa
8© envolvía aún hipócritamente en morosas contemporizaciones
tratando de ganar tiempo, y prepararse pai^a aprovechar una
'ocasión más propicia, la que se demoraba indefiD idamente.
La patriótica ó ilustrada Asamblea General Constituyente
instalada el 31 de Enero de 1813, si bien había adoptado algu-
nas resoluciones que preparaban y consagraban vJrtuahnente
la independencia, como por ejemplo, la designación do la ban-
dera y escudo nacional, y aún la misma fórmula categórica
del juramento, respondiendo asi á !a enérgica convocatoria que
la congregó; deteníase indecisa ante la magnitud de aquella su-
prema resolución ; y esto á pesar de tomar parte en sus deli-
beraciones algunos de los más impetuosos é ilustrados revolu-
<ñonaños.
Esa situación de espectativa, de pusilánime espectativa, no
coadraba con el carácter intrépido y resuelto del vencedor de
las Piedras, que sólo por muy pocos dias después de esta bata-
lla, pudo doblegarse á esa exigencia oficial de los directores de
la revolacíon, en cumplimieuto del encargo especial que al
— 298 -
efecto se le había hecho por la Junta Gubernativa de Buenos
Aires.
Artigas no sólo por si, sino hasta como medida de precaución
para con todo gobierno indeciso ó irresoluto en esa vital cues-
tión, como los que entonces imperaban, repugnaba compartir
osa mañosa duplicidad,
Preveia muy acertadamente que los mismos que la habían
impuesto, podrían hacerla valer á su turno como una atenua-
ción de su rebelión, en caso de contrastes posibles ó bien pre-
parándose para dejar otra vez abandonados é inermes á sus
comprovincianos Orientales, como en 1811, á la zana de los es-
pañoles.
Artigas, entrando resueltamente en el nuevo orden de ideas
revolucionarías, sin contemporizaciones ñi vacilación, imponía
como base primordial para que ésta Provincia ingresase asi á la
confederación, la siguiente exijencia que á tan grande altura
lo eleva entre sus contemporáneos :
« Primeramente pediráji los Dijmtados Orientales la declara^ ^
« cion de la indeiendencia absoluta de estas colonias: que ellas
« están absiteltas de toda obligación de fidelidad á la Corona de
« España^ y familia de Borbones , y que toda conexión política
« entre ellas y el Estado de Esimña, es y debe ser totalmente di-
« suelta. »
Ningún documento público de aquella época exponía más
decisivamente y con más neto americanismo la profesión de fá
del dogma revolucionario, del cual como hemos dicho al prin-
cipio de este parágrafo venia á ser asi Artigas el verdadero y
consciente precursor.
-a organización federativa de Artigas — Su Ini-
ciativa respecto de grandes principios políticos
y económicos.
Los siguientes conceptos y clausulas de aquella Instrucción
m poco conocida y apreciada habrían podido ser suscritos por
[adison, Jeñerson, Hamilton 6 Frauklin, ó indudablemente
[las se inspiraron en la obra de los constituyentes de laXTnion
.mericana.
«Art. 2." No admitirán otro sistema que d da confederación
dra cX pacto recíproco cmi las provincias que forman nuestro Es-
ido.
Ají. 3." Promoverán la libertad civil y religiosa en toda sJiex-
nsion imaginable.
AH. 4." Como el objeto y fin del gobierno debe ser conservar
'. igualdad, lüjertad y seguridad de los ciudadanos y los ptidilos,
tda provincia formará su gobierno bajo esas bases, á más dd
■>hierno snpremo de la Nación.
Art. 5," Asi este coino aqtiel se dividirán en Poder Legislativo,
'jeattivo y JtuUdal.
Art. 6." Estos tres resortes jamás podrán estar unidos entre
, y serán intlep^ndientcs en sus faddtades.
Art.T.'^ El gobierno supremo entenderá solame7ite en los ne-
ydos genei'ales dd Estado. El resto es peaüiar al gobierno de
ida provincia. V
Muchos de loa principios políticos, económicos, y sociales
rofesados en esas Instrucciones vinieron recien á incorporar-
I cuarenta años más tarde en la Constitución Argeatina en
!ayo de 1854 por los constituyentes reunidos en el Paraná,
— 300 —
entre los cuales descollaban los estadistas y jorisconstdtos más
ilustrados de la Confederación Argentina, como los Dres. del
Carril, Gutiérrez, Pico, Gorostiaga, Zuviria y Fragueiro; Cons-
titución cuyos futuros fundamentos y principios expuso tan
luminosamente y profesó el ilustro Dr. Alberdi en sus célebres
Bases, y han venido á formar parte de la actual Constitución
Argentina reformada.
Debe afirmarse, pues, sin exageración ni parcialidad que
aquellas Instrucciones han podido servir como prólogo á la
obra inicial del derecho constitucional Argentino; y reconocer
BU prematura exposición y advocación en el mismo jefe do los
Orientales, el calumj.iado Artigas; presentado por sus rivales y
adversarios durante medio siglo como el más oscuro de los cau-
diUejos semi-bárbaros que abortó la lucha contra la España.
rílense nuestros lectores en la importancia trascendental de
los siguientes artículos:
« Art, 8 .^ El territorio que ocupan estos ptiellof^ desde Ja costa
oriental del Unigíiay hasta la fortaleza de Santa Teresa, forma
una sola provincia, denominándose : la Provincia Oriental.
<íArt.9.° Qíce los siete puehlos de Misiones, los de Batovíy
Santa Tecla, San Eafael y Tacuarenibó qite hoy oaipan injusta^
unentelos portugueses, y á su tiempo dehen reclamarse, serán en
todo tiempo territorio de esta provinciu .
« Art. 10, Que esta provincia por la presente entra separa-
dameiite en una firme liga de amistad con cada U7ia de las otra»
para su defensa común, seguridad de su libertad, y para su mutua
y general felicidad, obligándose á asistir á cada una de las otra»
contra toda violencia ó ataques hechos sobre ellas, ó sobre alguna
de ellas por motivo de religión, soberanía, tráfico 6 algún otro pre^
testo quesea.
Art. 11. Que esta provincia retiene su soberanía^ libertad é
independencia, y iodo poder, jurisdicción y deredio que no es dáe^-
— 301 —
gado espresamente por la confederación de las Provincias Unidas
juntas en Congreso.
Art . 12, Qice él ptcerto de Maldonado sea Ubre para todos los
luques que concurran á la introducción de efectos, y eocportadon
de frutos poniéndose la coi-respondiente aduana en aquel puebloy
pidiendo al efecto se oficie al comandante de las fuerzan de 8. M.
£. sobre la apertura de aquel puerto para que proteja la navega-
ción 6 comercio de su Nación. *
<v A7't 13. Que el puerto de la Colonia sea igualmente habili-
tado en los términos prescriptos en el artíado anterior. »
En alguiir'.s de las exijoncias ó pretensiones que anteceden
está explicado el odio irreconciliable jurado á Artigas por el
Gobierno Portugués de aquella época, que veia en la audaz de-
claración de los artos. 8 y 9 un anuncio y una amenaza peren-
toria y enórjica de que imperando aquel en la Provincia Oriental,
babia de ver siempre amenazada su tranquila usurpación de los
siete pueblos de Misiones, de que habia despojado á aquella
durante la tolerante dominación española.
En esos dos articules en cuyas demarcaciones quería Artigas
encuadrar firmemente el territorio de esta futura nación, se ba-
ila la clave de la guerra de 1816 y de todas las agresiones y
lluvia de calumnias de que aquel fué víctima, presentándose
eu dominación en la Provincia como inconciliable con la paz y
el orden en las fronteras portuguesas.
Ese solo rasgo tan acentuado de la vida pública de Artigas
lo caracteriza bastante pal:a merecerle el enaltecimiento y gra-
titud de sus compatriotas, dada la época y las condiciones en
que él se proyectaba.
Del mismo modo se evidencia en los artos. 10 y 11, y en el
relativo á la separación del Gobierno central de la ciudad de
Buenos Aires, la vergonzosa razón que indujo á los políticos
del Directorio de Posadas, de Alvear, y subsiguientes, á hosti-
lizar por todos los medios lícitos é ilícitos, en una guerra im-
placable ó incesante, al caudillo soberbio que el prim
dos los iüilependieutes, se atrevia en Sud América á
en túrniinos tan categóricos y precisos, el limito an
debían detenerse las atribuciones del poder arcbi-un
se levantaba on Buenos Aires con facultades oinnimo<
deciilidaraente en caos articiilos asi como ín los subs
una lección quizá, prematura, pero muy previsora y :
dada eiierjicameiitc por aquel iniciador del sistema :
á los pueblos hermanos, y como un apercibimientc
abusos do la fuerza.
El patriota quo en termines tan inauditos y sorpí
en la infancia de su pueblo y de su poder, hablaba i
togiieses y triunviros argentinos, necesariamente del
se sobre su cabeza los rayos de una verdadera ex
política.
Era indispensable y urgente anularlo, anonadarle
ofreciendo seis mil pesos ¡»or su cabeza, como lo liizo
tor Posadas, ó matarlo moralmento como á un mon
igual, como se le hizo hacer á Cavia por Pueyrredon.
En el articulo 16, Artigas se anticipaba á una de 1
cuestiones cuya solución ha requerido en las Eepúbli
ricanas, más arduos y penosos debatos, combatiendo
rencia do los Cónsules extranjeros, usurpadora de la
jurisdicción de los tribunales del pais, respecto de s
de intestados, estableciendo desde entonces una juris]
que habría evitado muy graves conflictos e imposicí
hubiese adoptado con tiempo.
« Alt lo. No permitan se haga ley para esta pro^
hre bienes de eslranjeros que muei'en intestados, sohri
conjiscaciojies, que se aplicaban antes al rey, y sobre ten
esta, mientras ella no forme su reglamento y determ
fondos il^eti aplicarse, cmno única al derecho de hac-
economía de su jurisdicción. »
— 303 —
En los artículos 16 y 17, el General Artigas establecía de la
manera más perentoria y terminante la obligación y el dereclio
de cada provincia ó Estado á darse por si mismo su constitu-
ción y á reservarse el detalle do examinar, discutir y apro-
bar la constitución que debiera regir el poder nacional á fin de
que éste no invadiese las prerogativas y derechos de los Esta-
dos federales, limitando su acción y funcionamiento á las fa-
cultades y atribuciones que aquellos renunciasen expresamen-
te en su favor.
En el mismo artículo, y sin duda como la garantía más efi-
caz de la defensa y sosten de lá soberanía provincial, debía re-
conocerse la facultad do cada provincia de conservar cierto ar-
mamento y una fuerza de guardia nacional que respondiese á
la defensa eficaz de su territorio y "á la conservación del orden
público ; siendo evidente que esa misma fuerza provincial po-
dría servir á la defensa nacional cuando las circunstancias asi
lo requiriesen, y de acuerdo con los pactos que al efecto se ce-
lebrarían entre los estados federales que formasen la Nación.
Hé aquí dichos dos artículos á cual más trascendental en sus
fines y propósitos:
« Art 16. Que esta provmcia tendrá su constitución temió-
ricd: y que ella tiene el derecho á sancionar la general de las Pro-
vincias Unidas que forme Ja Asamllea Constituyetite.
Art 17. Que esta provincia tiene derecho para levantar los re-
gimientos que tiecesite^nomhrar los oficiales de compaTúa^ reglar
la milicia de ella para la seguridad de su libertad^ por lo que no
podrá violarse el derecho de los pueblos para guardar y tener ar-
mas. »
Ese caudillo que se ha vilipendiado también como la odiosa
encamación del militarismo opresor ó irresponsable, es el mis-
mo que en esas Instrucciones, incluía la siguiente condición
para hacer posible ó aceptable la unión con las demás provin-
cias argentinas.
— 304 —
•: Art. 18. El despotismo militar, i^erá precisamente aniqi
« con trolas constitucionales, que asez/tiren inviolables la s<
« nía de Jos imdAos.
Y por iiltirao, el hárbaro Artigas, como so le ha llamad
sus calumniadores, es el que en el art. 20 exponía así lof
grandes y salvadores principios de toda democracia bien
da, como condición y base de la incorporación do su Proi
á la Nación argentina de 1813:
« Art. 30. La constitución r/arantirá alas Provincias Ü
una forma de gobic}-no repíMicana, y que asc;/ure á cada u
ellas de las violencias domésticas, usurpación de sus dcrech
Icrtad y seijuridad de su sohcrania, qiie con la fuerza armat
te7ite alguna de ellas sofocar los principios proclamados,
mismo prestará toda su atención, honor, fidelidad y religio
á todo cuantocrea ó juzgue necesario para prcxfrvar d csU
vinda las ventajas déla libertad y mantener un gobierne
de piedad, justicia, moderación é industria. »
¡Maravillosas evoluciones de los pueblos en s» penoso a
so por el áspero camino de la libertad!
Cuarenta años después do la fecha do esas lustrucc
el pueblo de Buenos Aires 031 su revolución dolido Se
bre de 1853 contra el General TJniuiza, Director de la C
deracion Argentina, enarbolaba y sostenía como la bandt
su alzamiento, varios do los mismisimos principios que Ai
proclamó, como la única condición posible para acept
unión federativa de su provincia con las demás del Rio
Plata!
Durante diez años de fratricida é implacable guerra
Buenos Airea sostuvo hasta la batalla de Pavón los m
principios que Artigas en nombre de los Orientales inv'
en los artículos IG y 17 do sus Instrucciones.
tí El de tener su Constihidon territorial Ó provincial »
« tener derecko de sancionar la Constitución Qenerid gtte f
— 305 —
<c se la Asamblea constituyente, » el de « levantar los regimientos
« que necesite ; y reglar sn milicia para la seguyidad de su lihei'"
« tad por lo que no podrá violarse el der-echo de los pueblos para
« guardar y te^ier armas. »
Hasta los mismos derechos diferenciales que durante algunos
años fueron una fatal manzana de discordia entre los argenti-
nos de la Confederación y los porteños de Buenos Aires, (clasi-
ficación impuesta como un apercibimiento por nosotros mismos
en 1856j al practicar el primer Censo de aquella Provincia for-
mado por nosotros, que tanto sublevó las iras del eminente
Sarmiento ) dereclios que se establecieron por el Gobierno del
Paraná para gravar el comercio de Buenos Aires separatista,
y favorecer el del puerto del Rosario, esos derechos diferencia-
les fueron previstos y declarados inaceptables por Artigas en
los términos perentorios siguientes :
« Art . 14, Que ninguna tasa b derecho se imponga sobre aHí^
ados exportados de una provincia á otra, ni que ninguna prefe--
renría se dé por cualquiera regidadon de comercio 6 recita á los
puertos 'de tina provincia sobre los de otra: ni los barcos destina-
dos de esta provincia á otra serán obligados á entrar, anclar, ni
pagar derechos en otra. »
La misma supresión impuesta por el art. 14 solo pudo reali-
zarse después de Caseros en todas las Provincias confederadas,
y ella es uno de los timbres del Gobierno del Presidente Urqui-
za en 1853, porque el mismo Eosas la respetó como un odioso
derecho ó regalía de las provincias de la Confederación, que así
se dañaban y hostiliza'ban mutuamente con sus fuertes dere-
chos de tránsito : imponiéndose por ejemplo, Tucuman á San-
tiago, gobernada por el bárbaro Ibarra, catorce pesos por cada
carreta que pasase por su territorio.
Se verá pues, cuanto se anticipaban Artigas y sos colabora- ,
dores en 1818 á las convulsiones poHticas que cuarenta años
so.
— 306 —
después hablan de estallar sobre esta rejion como una tromba
devastadora, convirtiendo toda la República Argentina en un
vasto campamento que principiaba manando sangre desde la
Concepción del Uruguay, asaltada de sorpresa por la expedi-
ción del General Hornos, y terminaba en la solitaria Olta, en-
tre el charco de sangre de la cabeza del General Peñaloza.
Buenos Aires en 1853, se asemejaba á Montevideo en 1815^
ante la prepotencia militar que intentaba imprevisoramente
comprimirla, y amenazaba imponerle las condiciones de una
conquista simulada, aunque en justicia sea dicho, á fin de reor-
ganizar la República bajo bases constitucionales como después
se evidenció.
Es de este modo como Buenos Aires, el gran centro inicia-
dor de la emancipación colonial de estas regiones, algunos de
cuyos gobernantes arbitrarios habian combatido á Artigas á
todo trance por sostener esos mismísimos principios tan esen-
ciales á la soberanía de los astados federales, venía cuarenta
anos más tarde á prohijarlos en bien de si misma, á adoptarlos
como su pendón de guerra, á excitar su más florida juventud
para que muriese por ellos en el sitio impuesto por el Coronel
Lagos á Buenos Aires, asi como en Cepeda, y en Pavón, ¿
mancharse con la sangre de las numerosas víctimas del Tala,
de Vlllamayor y Laguna de Cardoso, que trataban de impo-
nerle la unión, y á regenerarse políticamente, al fin, bajo la
misma organización nacional que rechazó cuarenta años antes.
No faltará quien nos Uame blasfemos por estas opiniones y
doctrinas cuya inspiración ha sido nuestro credo político du-
rante treinta años ; pero sea como fuese, no podemos menos de
inclinarnos reverentes ante la sombra del gran patricio Orien-
tú que en los primeros pasos de su carrera ayudó asi á sembrar
el primer germen de donde ha surjido tan benéfica y enorgulle-
cedora organización política para la Bepúblioa Argentina^
— 307 —
Permítasenos ahora tm breve pero oportuno paréntesis.
Después de estas demostraciones tan elocuentes y fidedignas
del espíritu liberal y reformador que dominaba en laa tenden-
cías políticas de Artigas en aquel período tan primitivo y
embrionario de la revolución argentina, se reconocerá cuan
injustificable y parcial es el rencoroso odio que insplta á los
historiadores que han denunciado siempre á Artigas como el
representante genuino de la barbarie oriental.
Como selección típica de opiniones tan exaltadas ó injustas
véase ahora como juzga el doctor Berro, (que ha concentrado en
su Bosquejo toda la animosidad ostentada contra Artigas por
Mitre, López y Sarmiento) al gran caudillo popular que sor-
prendía á la Asamblea Argentina de 1813 por el órgano de los
Diputados Orientales con aquellas memorables Instrucciones :
« Asi es que (Artigas) alejado desde los primeros anos de los
centros civilizados, perdió sin darse cuenta de ello la escasa
instrucción y las buenas direcciones que hubiera recibido en la
infancia, y adquirió en cambio las cualidades características
del indio nómade, del gaucho primitivo, en grado más ó menos
pronunciado ; es decir, se formó ignorante, sin los gustos, los
sentimientos, los hábitos, ni las formas de la vida civil j apasio-
nado por ese modo de. ser de la vida agreste, voluntarioso,
desordenado, sin ley ni regla, sin derecho y sin moral, que
inspira el menosprecio de la propiedad, del honor, de la exis-
tencia, y que engendra todo ese conjunto de vicios y defectos
que constituía la barbarie rural de aquellos tiempos. (!!)
« ¿Fué Artigas un factor de ese producto? Importa esto
preguntar si estuvo divorciado del elemento popular en que
formó su personalidad y en que halló la ñierza con que trató
de realizar sus aspiraciones. Artigas, aunque se elevara sobre
el nivel general de sus secuaces, era una producción de ellos;
porque le animaban los mismos sentimientos, las mismas ten-
— eos —
dencias, los mismos hábitos, el alma misma que animaba á las
mucliedumbres agrestes de ambos lados del Uruguay.
« No podia pues serle antipática la obra de sus indios^ de sus
caciques y de sus gauchos, ni podia condenarla en nombre de la
civilización siii renegar de todos sus antecedentes; y sin romper
do pronto los vínculos que le ligaban al medio y al momento
liistórico en que figuró.
« Habia, pues, dos civilizaciones en el Rio de la Plata : una
avanzada, con la que nos aproximábamos á la europea ; of m,
hárlara y salvaje, esclusivamente americana (!!) El 'puelilo y el
ejército de Artigas no correspondian á la primera : pertenecían
á la segunda ; eran el pueblo y el ejercito del campo, de raza
indijena imra, que ni amaban ni conocían la civilización impor-
tada del extrangero. Montevideo y la Colonia, y en grado infe-
rior los pueblos menores, fueron, al contrario europeos y mes-
tizos, que conocían y estimaban los progresos y las costumbres
importadas, que veian en el elemento artiguista un enemigo
natural, y que fueron por intereses y por sentimiento pueUo
español, ó portugués, ó aporteñado, antes que pueblo de Artigas,
mientras este representó un papel importante en la historia
Uruguaya. Por eso no puede decirse que Artigas fué el proto-
tipo de su época ó la encarnación del estado social del Rio de
la Plata. Fué el representante de la harharie indigena, el can*
dillo de la clase inculta de los campos, »!
Hasta aquí el Dr. Berra en su Bosquejo, en cuyas insinuan-
tes páginas se han educado en la República, en cuanto á su
Histoiia Nacional, los jóvenes orientales durante muchos
años.
¡Cuan penoso contraste forman esas erróneas y absurdas
mistiñcaciones históricas, esas apreciaciones malevolentes, que
son asi mismo las menos parciales de su ilustrado autor, con
- - 309 —
los hechos y pruebas fidedignas y concluyentes que acal amos
de presentar, y que tanto lionran y enaltecen al iniciador
práctico del sistema federativo en Sud-America, al fundador de
la nacionalidad Oriental. !
^^Si-^^^^**
Artigas no odiaba á los Porteños. Los partidos
porteños, opositores á los Gobiernos de Buenos
Aires, fueron casi todos Artiguistas.
Se ha acusado á Artigas de un odio irreconciliable á los
Porteños, como colectividad provincial , por el hecho de que
eata pugnaba siempre por monopolizar la supremaoia nacional.
Esa calumnia no tiene fundamento alguno histórico ni feha-
ciente.
Por más que le presten plausible autoridad la antigua emu-
lación entre ambas ciudades, la misma que existió siempre entre
porteños y jyrovindanos^ y las interpretaciones malevolentes de
los detractores de Artigas ; ese odio no ha existido en él de una
manera perceptible, ni como pasión ni como antipatía per-
sonal .
El Gefe de los Orientales nunca dio una sola prueba de esa
menguada aversión, por más que ella hubiera podido por des-
gracia explicarse y cohonestarse con sobrada razón.
Todos sus actos, todas sus resistencias tendian á combatir
solamente los círculos ó los gobernantes que en Buenos Aires
le hacían una guerra incesante y feroz personificando y con-
centrando en él la agresión á su provincia ; pero nunca confun-
dió al espansivo y varonil pueblo de Mayo en la justificada
antipatía y resistencia á algunos de sus mandatarios más tirá-
nicos ; 6 á sus oligarquías opresoras y soberbias que aspiraban
tenazmente al sometimiento servil del pueblo oriental .
Por otra parte ¿ cómo podía extender ese odio á toda una
capital y su provincia, cuándo en ambas encontraba casi siem*
pre algún circulo ó partido porteño que cuáado llegaba á su-
bir al poder, en Buenos Aires, proclamaba cómo su programa
— 312 —
político las mismas aspiraciones de Artigas, se aunaba á el
en cooperación de sus esfuerzos, lo colmaba de honores, le pro-
veía do armas y elementos do guerra, y enaltecia su conducta
en los términos más lisonjeros ?
Si bien liubo algunos gobernantes como Sarratea, como Po-
sadas, Alvear, Alvarez Tliomas, Balcarce y Pueyrredon, que lo
combatieron sin tregua ni descanso, tuvo, también, por amigos
y aliados á los partidos y circuios que en el mismo Buenos
Aires formaban contra aquellos una fuerte y tenaz oposición;
y algunos de cuyos prohombres expiaron, en 1817, con el des-
tierro y con todo género de persecuciones, su siii-patía á la
causa de Artigas, que era la causa Oriental.
Esos partidos opositores formados por porteños ilustrados
como Dorrego y Manuel Moreno, y dirigidos por porteños, eran
sus aliados naturales, sus decididos amigos, los que lo alenta-
ban en sus resistencias, los que lo ponian al corriente de los
sucesos, los que defendian enérgicamente su causa, y los que
al subir al poder en aquella oscilación continua de intereses de
facción y de aspiraciones antagónicas que hacian de Buenos
Aires, entonces, un constante campo de Agramante, lo prodi-
gaban las mayores manifestaciones de simpatía y adhesión.
Debemos ratificar estas afirmaciones con el mismo juicio
emitido al respecto por el doctor López en su Revolución Ar*
gentina refiriéndose á la caida del Director Alvear, demostran-
do, mal de su grado, la simpatía espontánea y entusiasta que
la causa artiguista so había conquistado en aquella capital,
identificándose con ella, enalteciéndola, ó combatiendo por oUa.
Dice así el doctor López en la pág. 24 tratando de hacer con
frases mal veladas y absurdas laimposiblo apología del terro-
rismo Alvearista que no fué sino el verdadero precursor y mo-
delo de las tiranías subsiguientes ; terrorismo iniciado por Al-
vear, pero sostenido y alentado por un círculo de hombres
eminentes en las letras en el foro, en las armas, arrastrados
— 313 -
todos por la pasión frenética del mando y todos sus detestables
sensualismos.
« Pero la fuerza moral y la unión de la Comuna, dice López,
« se habían anarquizado por la ambición impetuosa y juvenil
« del vencedor . La Logia se liabia desbecKo, y el país se liabia
« agotado con ese esfuerzo convulsivo y nervioso de su poder.
« Sus asientos vacilaban minados por el cansancio y la opre-
« sion.
« El general vencedor se Había tenido que bacer, por la pro-
« pia seguridad de su partido, Director Supremo del Estado .
« La arrogancia militar y los liecbos del joven Director hacían
« insoportable su persona á las clases bajas de la campaña y
« de la ciadad. La suma tensión del poder que liabia creado
« para triunfar, lo suscitaba enemigos en derredor y por dó
« quiera . Los cíoicos trabajados por sus émulos, le odiaban . Los
« ancianos do antigua alcurnia, los pclucones de lá revolución,
« cuya influencia era grande en la Comuna, no podian soportar
« el predominio do aquel joven glorioso y de una ambición tan
« franca . Asi es que sin que sea posible decir cómo. Artigas no
« solo era dueño de Corrientes y Entre liios, y tenia gaviado á
« Santa Fé, sino que hahia enco7itrado cómplices y coadyutores
« en Buenos Aires mismo, cuando el motín y las defecciones del
« año X V arrebataron de la escena pública al joven Director,
« llevando de nuevo al país á estrellarse contra todos los pro-
« blemas de los años anteriores. *
« El partido de Los Políticos caía por primora vez con su
« gofo . Sus corifeos eran llevados á las cárceles, ó salían prófu-
« gos á soportar en el destierro y en una cruel miseria las mo-
« fas de los monarquistas del Brasil . Asi lo habían querido las
« fatalidades incontrastables del destino combinadas con los
« intereses ocultos del porvenir. Los actores de ese drama se
« consolaron repitiendo :
« Diis placuit victrix causa, sed vicia Catoni,
— 314 —
<c La caída de Álvear no tomó ni podía tomar al instante las
<r formas d^ un triunfo federal. La Comuna porteña continuó
« organizada, aunque vacilante, como poder director. Dos
«: gobiernos débiles y sin carácter le sucedieron á Alvear,
« dejando ambos el poder al peso de dificultades que eran
<i superiores á sus medios en aquellas circunstancias . »
Estító declaraciones en boca del implacable enemigo de Arti-
gas no dejan la menor duda sobre la identificación que hacia
Buenos Aires con la causa de este gefe en una común resisten-
cia contra Alvear. El doctor López no puede ahogar ni misti-
ficar esa, para él, tremenda verdad.
Cuando algún imparcial y austero historiador argentino,
inspirado solo por la verdad y la justicia, escriba en Buenos
Aires haciendo valer las innumerables comprobaciones que
allí sobreabundan en sus archivos y bibliotecas, y que desde
aquí nos es tan difícil ó más bien imposible, poder obtener ;
cuando algún historiador, decimos, en esas condiciones, escriba
detalladamente la historia de ese volcánico año de 1816, y
principalmente la de sus primeros meses hasta la estruendosa
caída de Alvear, resucitando asi con vivaz colorido la acción
impetuosa, ardiente, implacable, de los gobernantes y políticos
de aquellos días, la lucha á muerte de sus círculos, feroces
Q-uelfos y Gibelínos, y la resistencia tenaz y embravecida del
pueblo bajo una desenfrenada tiranía pretoriana, hasta caer el
mismo pueblo ebrio de rencor, enseguida de su triunfo, en el
delirio de las venganzas; describiéndose con la pluma colo-
rista de algún Lamartine argentino aquella sociedad refinada y
culta, acostumbrada á la molicie, enardeciéndose enfurecida
ante la brutal opresión de sus infatuados mandones, viviendo
armada, y siempre pronta al combate ; entonces, y solo enton-
ces, podrá hacerse plena justicia & las cívicas resistencias de
Artigas, que prepararon y robustecieron á los ciudadanos de
Buenos Aires para esa lucha; comprobándose al fin de un modo
— 31B —
tan irrecusable liasta qué punto simpatizó con él el verdadero
pueblo de aquella capital, y él con Artigas.
Véase como describe Mitre las persecuciones que se iniciaron
contra los alvearístas, sus destierros y confiscación de bienes.
ce El Asesor, que lo era don Juan José Passo, puso el sello k
esfa iniquidad, canonizando la injusta persecución de sus anti-
guos compañeros de causa en la revolución del 25 de Maycv
y no tuvo embarazo de dictaminar asi :
<jL Si en algo pudiera trepidarse seria únicamente en la justeza
<c del criterio para el discernimiento y clasificación de los cri-
<c menes y graduación de sus penas ; más si á la presencia
« de las que el Derecbo impone á la calidad execrable de estos
<c crímenes, se observa el dulce temperamento con que la Co-
« misión ba mitigado aquel rigor, se habrá de convenir que
« por la imparcialidad con que ha obrado la pesquiza, y la equi-
« dad y consideraciones benignas que respira el pronuncia-
« miento, nada podrian prometerse los culpables que fuese más
<s indulgente. »
« En cuanto á la Comisión Militar (1) se manchó con la san-
gre del desgraciado Paillardel; condenó á destierro perpetuo á
los mismos individuos que poco antes se habian mandado á
disposición de Artigas, como un horrible presente, que Artigas
tuvo la nobleza de rechazar con dignidad: procediendo respec-
to de otros militares con una severidad más ó menos justifica-
da. Estos actos de venganza, que en su tiempo se consideraron
por algunos como actos de moralidad y de justicia, y que fue-
ron el resultado de las exigencias de la mayoría de la opinión
pública, enseñaron hasta que punto pueden las malas pasiones
enceguecer á los pueblos, viciando su juicio y falseando su sen-
tido moral »
( 1 ) Esta Comisión la componian: D. Miguel Estanislao Soler, Presi-
dente; los Coroneles D. José Viamont y D. Juan Bautista Bustos, Voca-
les, y como Fiscal, el Coronel D. Nicolás de Vedia.
- 316 —
Permítasenos transcribir á continuación los notables docu-
mentos siguientes, que no son muy conocidos, y que atestiguan
basta que punto son exactas las anteriores afirmaciones en
cuanto á la solidaridad de las resistencias del pueblo de Buenos
Aires con las que babia opuesto antes Artigas al Dictador Al-
vear.
Esos documentos expedidos por el mismo Cabildo de Buenos
Aires están suscritos por los vecinos mas respetables é influ-
yentes de aquella capital, cuj'as opiniones revelan cual debia
ser y era el juicio de la Diayoria porteña respecto á Artigas, no
solo entre las clases rurales, esclusivamente, como lo pretende
el doctor López, sino entre lo más distinguido y culto de aque-
lla sociedad.
Esas opiniones de los miembros del Cabildo fueron emitidas
con motivo de repudiar ellos i^ública mente una inicua procla-
ma contra Artigas, que les presentaba Alvear escrita por su
Ministro, el doctor don Nicolás Herrera, la que ellos se nega-
ron á suscribir ; acarreándoles esa resistencia, las más odiosas
amenazas y agravios de parte del glorioso joven Diredor (como
le llama el doctor López) quo llegó en su exaltación á intimar
en su campamento de los Olivos, á cinco leguas de la Capital,
á todo el Cabildo de Buenos Aires, que habia hecho ir allí al
efecto, « qiie los pasaría á todos ellos por las armas, junto con
trescientos ciudadanos mas, » de lo más distinguido de aquel
pueblo, los que en su ira aseguraba Alvear le eran, también,
desafectos y hostiles .
Léanse con detención estos notables documentos, que marcan
con un sello de indeleble reprobación los hechos do ese irrefre-
nado mandón como los de un gobernante terrorista, y enaltecen
simultáneamente la viril resistencia de Artigas contra él.
— 317 -
^* Proclama del Cabildo de Baenos Aires
o*
« El Exmo. Ayuntamiento de la ciudad de Buenos Aires á sus
«■ habitantes :
« Ciudadanos! Libres vuestros representantes del duro des-
potismo que tan gloriosamente acabáis de destronar, contem-
plan un deber suj^o, reparar los escesos á que le arrastró su
escandalosa opresión.
« Empeñado el tirano en alarmar al pueblo contra el que
únicamente suponia invasor injusto de nuestra provincia, pre-
cisó con amenazas á esta corporación á autorizar con su firma
la infame proclama del 5 del corriente.
« Ella no es más que un tejido de imputaciones las más execra-
lies contra el ilustre y beneméríto jefe de los onentales don José
Artigas.
« El acuerdo secreto que celebró el Ayuntamiento es un mo-
numento que hará la apologia de su conducta; y aunque la con-
fianza con que empezó y continuó sus relaciones con aquel jefe
lo sinceran suficientemente para con vosotros, no obstante cree
■de veras protestar la violencia con que le arrancó la tiranía
aquella atroz declaración,
« El Cabildo espera de la confianza que os merece que esta
solemne declaratoria desvanecerá las funestas impresiones que
pudo ocasionar en vosotros un procedimiento forzado.
Ciudadanos : deponed vuestros recelos ; vuestros verdaderos
intereses son el objeto de los desvelos de vuestro Ayuntamiento
y para afianzarlos procede de acuerdo con el gefe oriental; la
rectitud de intenciones de este invicto general es tan notoria y la
ha acreditado de un modo tan plausible, que no podéis dudar
de ©Ha sin agraviar su decoro. Olvidad las atroces imposturas con
que hasta aquí os lo ha presentado odioso la tirania : destruid
ese fermento de rivalidad que diestramente mantenía el des-
potismo á costa de calumnias que dilaceraban la conducta de
— 318 —
aquel jefe para haceros gemir bajo sus cadenas y alam
contra el bie)t}icdior generoso que se apresuraba á quebranti
en nuestro favor,!
« Sea uno el interés, uno el principio que anime vues
procedimientos ; las comunes ventajas afianzadas sobre la
incontrastable de la equidad.
« Esta confianza recíproca, esta uniformidad de sentimií
proporcionará á vuestros representantes la mayor recomp
á que aspiran sus desvelos ; esto es haceros disfrutar los b
dias de la abundancia y de la tranquilidad. »
Buenos Aires, Abril 30 de 1815.
Escalada— Bétyrano — OUden— Correa — Ciu
Vidal ~ Rufino— ' Barros — Vi/arie—Á¡sii
Segundo — Zamndio—Bustaniante. — Por i
dato del Exmo. Cabildo, José Manuel Gi
Escribano interino del Cabildo.
Pucos días después de esta notable proclama, suscritB
ciudadanos distinguidos, en la que tanta justicia se hacia á
tigas, que á la sazón habia retrocedido, retirándose de S
Fá, y desarmado parte de las fuerzas con que se proponíi
sistir á Alvear, é invadir la Provincia de Buenos Aires; el
mo Cabildo expidió el siguiente notable
M El Cabildo de esta Capital deseando dar ¿ los Pueblo
testimonio irrefragable del aprecio que le ha merecido la
docta del General de los Orientales D. José G. Artigas c
también la más pública y solemne satisfacción de la viole
con que fué estrechado por la fuerza y amenazas del tira
SQBcribir la inicua proclama del 5 del próximo pasado, a
jante del distinguido mérito de aquel jefe, y de la fuerza y
— 319 —
nidad de sus intenciones; no, satisfeclio con la solemne protesta
que contra tan atroa declaración hizo en el Manifiesto de trein-
ta del ujismo; ha acordado que los ejemplares que existen y con--
servaba en su archivo sin distribuirse^ sean quémalos publicamen-
te por manos del verdugo^ en medio de la plaza de la Victoria^ en
testimonio de la repugnancia que mostrb á un paso tan injusto y
degradante^ y ejecutado contra la rectitud y nobleza de sus senti-
mientos: que este acto que presenciará en la galería de Cabildo
el Exmo, Sr. Director reunido con esta Corporación, se ejecute
con auxilio de tropa, asistencia del Alguacil Mayor, y Escriba-
no de este Ayuntamiento, publicándose previamente este auto,
á toque de caja, y que puesta la diligencia, que acredite su
cumplimiento á continuación de este auto, se imprima en la
Gaceta para que llegue á noticia del público. »
Dado en Buenos Aires á diez de Mayo de mil ocbocientos
quince. »
Siguen las mismas firmas del anterior documento.
Ese era el verdadero pueblo de Buenos Aires, sus vecinos
más distinguidos y respetables, sus autoridades municipales,
las que asi se asociaban públicamente á Artigas, y enaltecian
sus hechos y su causa con espontánea y entusiasta adhesion.
¿ Cómo podía Artigas ante tales hechos abrigar odios a los
porteños en general, ni considerarlos como á enemigos ?
No terminaremos esta sección sin presentar un nuevo com-
probante de nuestra afirmación, yendo á buscarlo, como resulta
más fehaciente, en las mismas filas de los enemigos y encarni-
zados detractores del General Artigas .
Queremos referimos á la verdadera confesión hecha por el
General Mitre en su obra sobre Belgrano, (Tomo 2.° página
130) demostrando la existencia en Buenos Aires de un fuerte y
respetable partido que luchaba por eximir y librar al fin á esa
provincia del oilioso rol que le liabia impuesto el partido uii
tarío del Director Alvear, y restituirla á su carácter de provii
cia federal, haciéndola roatinciar sincera y de Cultiva monte
las pretensiones de arbitra y dominadora do las demás provii
cías.
Por más C|ue el Gonoral Mitre i)avo7;ca esforzar sii nuperii
ingenio tratando de disfrazar la verdad, resulta más que pn
tiado con sus mismas parcialísimas añrmacioues, c-1 lieclio not'
rio de que esc partido federativo, que liallaba en el iiiisn
Director Balcarce un oculto pero decidido apoye, respoiid
nnisono á las mismas aspiracionea de Artigas, y represental
alli en Buenos Aires, en el centro del unitarismo absoluto <
Alvear, el grande elemento y bandera de frateniidad, de igua
dad é independencia provincial, que Artigas liabia enarbolat
deade 1813 y que debia venir á encontrar su reproducción í
el célebre partido autonomista porteño del doctor Alsina, í
nuestros dias, sucesor á su turno del dirigido por Dorrego í
1826 y 26.
Si Balcarce con otra talla de político y de caudillo populi
no hubiese vacilado, el movimiento iniciado en Buenos Ain
por un fuerte partido cooperador, artiguista en sus bien defin
dos propósitos, habría triunfado; Pueyn'edon el resucitador
eampeou del unitarismo en 1817 no habría subido al poder,
la aborrecida conquista Portuguesa de la Banda Oriental no i
habría realizado.
Hé aqui como confiesa y prueba Mitre la existencia y esfue
zoa de ose partido porteño,artiguista por sus ideas y principio
que se exibia poderoso en Buenos Aires en 1816 :
« En corroboración de las opiniones sostenidas por Belgn
no, respecto al orden de ideas de la anarquia que reinaba en '
país, el Congreso recibió en el mismo dia (6 de Julio) alguní
comunicaciones de la capital, « cnyo contenido (según sus pn
pías palabras) lo llenó de amargura, •» La ciudad de Buent
— 321 —
Aires, presa de las facciones, y agitada por el reciente nombra-
miento de Director Supremo recaído en Pueyrredon vio surgir
repentinamente de su seno un partido fuerte, encabezado por
hombres audaces, y apoyado indirectamente por el Director
interino, que levantó decididamente la bandera de la federa-
ción proclamando la independencia provincial. El partido
federal que habia tenido su origen en el odio á la capital, repre-
sentaba más bien que un orden de" ideas, un sistema de hostili-
dad contra Buenos Aires. A pesar de esto, nunca dejó de con-
tar con prosélitos, en la capital, pues hasta él mismo Artigas
los tenia, como se ha visto en el curso de esta historia. A estos
partidarios, desprovistos de moral política y de buen sentido
práctico, se unian entonces: por una parte, los hombres de bue-
na fé, aunque de cortos alcances, que creian poder conjurar los
peligros de la situación, reduciendo á la capital á las condicio-
nes de una simple provincia, removiendo así las causas de
rivalidad entre ella y los demás pueblos; y por otra parte los
descontentos con el nombramiento del nuevo Director, entre
los cuales se encontraban Agrelo, Soler y Dorrego. Siendo
Buenos Aires la única base posible de un gobierno gerferal, el
único centro de donde podía partir un impulso vigoroso y una
inmensa masa de recursos puestos al servicio de la comuDÍdad,
su aislamiento, una vez constituido en provincia federal, im-
portaba una verdadera disolución nacional, una ventaja más
para el enemigo, y ün peligro más para la revolución. Pero en
el seno de la capital existia otro partido más poderoso aim, y
que con más claras vistas sobre la situación y las necesidades
de la época, sostenia valientemente la supremacía del Congre-
so, y con ella los principios conservadores de la unidad nacio-
nal, el cual comprendía que faltando Buenos Aires como cabeza
ó como centro, la nacionalidad argentina naufragaba y la ca-
pital se convertía en un nuevo foco de anarquía.
22
/
« una reseña de los sacesos ocurridos ea la Capital hs
comprender mejor el estado violento en que ella se encontral
« El 14 de Julio se elevaron al gobernador int-endente de
provincia, dos peticiones suscriptas por doscientos once ciuc
danos. En ellas se decia: « Desde el 26 de Mayo de 1810 hat
& el presente, nadie podría dudar que la fatal desunión 7 co
« tinuas querellas de los pueblos contra esta capital, que h
« causado tan graves males y tan iireparable atraso á la cau
« general del pais, han tenido por único motivo el haber sido
« silla del G-obiemo supremo de las provincias, acusándola
« despotismo, que con la reunión de todas las autoridades ti
« periores, ha pretendido ejercer en los pueblos. El año pasa
« se separó Santa F¿ de toda dependencia del gobierno suj:
« rior de Buenos Aires : también se separó entem la provin<
« de Córdoba : la de Salta quedó en Darte dependiente, en ps
« te separada ; resaltando de esta especie de disolución soc:
« ''a impotencia en que se hallaba el gobierno de Buenos Aii
« para regir todo el estado con uniformidad y sistema — I
« esperaba que la reunión del Congreso general fuese bastau
« para restituimos á la dependencia de un solo gobierno s
« perior ; pero después de establecido, hemos visto que aubsi
<c ten las querellas ; que sigue Córdoba en su independencia,
« Santa F¿ ha ratificado la suya, autorizándola un diputai
« de aquella augusta representación etc. — Todos los puebl
« se han esplicado en favor del gobierno provincial ó feden
« esta ea la pretensión de la Banda Oriental, con la cual jusí
« £oa su separación: esta es la de la provincia del Paraguay,
« de Córdoba, Salta y demás pueblos de la ünion. Buen
K Aires manifestó también este mismo deseo en el movimien
« del 16 de Abril de 1816. »
<c Fartieudo de estos antecedentes históricos, los peticionan
concluian, que era necesario miifomuu- el sistema, arreglando
& la voluntad general claramente manifestada, y que por co
— 323 —
secuencia, protestando de su obediencia al Congreso, era su
voluntad decidida mientras no so constituyera el poder, redu-
CIBSE AL BAXGO DE PROVINCIA FEDERAL, RENUNCIANDO DESDE LUE-
GO Á LAS PBERoaATÍ VAS DE LA Capital DEL EsTADD, gobernándosc
por lo tanto por sus leyes interiores, sin perjuicio de reconocer
y obedecer al Director nombrado por el Congreso, en el punto
en que fijara su residencia, toda vez que aquel reconociese la
nueva personalidad política que asumia. Los pueblos do la Villa
de Lujan, de Areco y de la Guardia de Lujan, adhirieron á esta
manifestación, elevando otras de igual tenor; y el Gobernador
Intendente, con el objeto de esplorar la volunta! general, con-
gregó á los alcaldes de barrio de la ciudad que declararon uná-
nimemente en número de treinta y tres, .^í^■ esa Ja voluntad del
pueblo. Esa actitud amenazadora de los peticionarios, se robus-
teció mas con algunas reuniones en la campaña, y con el pro-
nunciamiento de una parte de los batallones cívicos que sim-
patizaron con sus ideas y propósitos.
« Sorprendida la Junta do observación por este estallido de'
la opinión activamente esplotada, y viendo que no era posible
contener el toi rente de las nuevas ideas, procuró hacerle va-
riar de curso, con el objeto de producir una reacción, ó por lo
menos ganar tiempo mientras llegaba á la capital el Director
nombrado. Al efecto, poniéndose de acuerdo con el Cabildo y
con el concurso^del Director interino, acordó el 18 que debía
oirse á todos los liabitantes de la campaña, al mismo tiempo
que á los de la ciudad, no en Cabildo abierto como se preten-
día, sino por medio de representantes nombrados del mismo
modo que los electores de diputados, sin separarse mientras
tanto de la obediencia debida al Congreso general »
Hasta aquí el General Mitre.
Creemos que basta y sobra con las comprobaciones que he-
mos presentado para ratificar nuestra afirmación de que en
Buenos Aires hallaba Artigas partidos que apoyaban sos ideas
^
— 324 —
y que buscaban en él fuerza y apoyo para combatir á algunoa
malos gobiernos, y, como lo decia el Cabildo de esa ciudad en
su proclama del 30 de Abril de 1816, el «bienhechor generoso que
se apresiirahlt á quebrantar las cadenas en qiie gemia Buenos
Aires.»
Artigas no hizo sino resistir á los malos, gobiernos
qae el mismo pueblo de Buenos Aires concluyó
por derrocar.
Ija victoriosa terminación de la lucha con los españoles fué
el principio de una guerra fratricida iniciada por el Directorio
de Posadas contra los Orientales mandados por Artigas . — Se
resolvió inmediatamente atacarlos, someterlos y acabar de una
vez con toda resistencia ó transacion.
No hubo alternativa para estos. — O rendirse á discreción
6 combatir. Artigas no podía vacilar en la elección; y contestó
á la guerra con la guerra.
El Decreto feroz de Posadas, que hemos transcrito antes, fuó
la declaración de esta guerra sanguinaria.
Algunos calumniadores sistemáticos de Artigas no han que-
rido reconocer la plena justicia con que éste resistió la guerra
que se le hizo constantemente por el General Alvear, inmedia-
tamente después de ocupada la plaza de Montevideo ; princi-
piando por perseguir incesante y ferozmente á los Orientales
artiguistas desde las Piedras hasta la Colonia, de la Colonia
hasta el Durazno, de los Tres Arboles hasta Arerunguá y des-
de Marmarajá hasta Santa Teresa .
Es de ese modo odioso y culpable como se hizo práctica la
política rencorosa y agresiva que desde un año antes se había
adoptado por el Directorio de Posadas poniendo á talla la cabeza
de Artigas, y condenando á muerte á todos los orientales que
siguiesen á éste, es decir, — á toda la provincia .
Esa política hostil fué reproducida 6 imitada después con
cortas intermitencias por Alvarez Thomas, expulsado en 1812
del sitio i i M^.'Titevideo junto c/>n el General Sarratea por
^
— 326 —
Artigas y E-ondean. Adoptáronla el Director Balcarce, y en
mayor escala pn seguida el Director Pueyrredon.
Esa trizte faz en la discordia entre Orientales y Argentinos
es la que más anclio margen lia dado á la calumnia y á la
impostura.
Hay en la invariaMo parcialidad y liostilidad de los detrac-
tores do Artigas, on la que descuellan los doctores López y
Berra, una monstruo^jidad irritante, como lo hay en toda odiosa
y consciente iujui?+icia.
No puedo comprenderse, y muclio menos se justificará nunca,
por cual razón lia podido reprobarse como anti-patriótica y
criminal la resistencia opuesta por Artigas a esa politica agre-
siva y tiránica, desde que ella era idéntica á la que poco después
adoptaba en Buenos Aires un gran partido eminentemente
imrteño contra el mismo Alvear, partido cuyo proceder, es
necesario no olvidarlo, ha sido encomiado por los mismos his-
toriadores.
Todo demuestra acabadamente que esa resistencia de Arti-
gas, por lo mismo que fué tan justa y salvadora, fué imitada y
prohijada muy poco después como un digno modelo por el
mi^mo pueblo de Buenos Aires, cuj'os ciudadanos en masa
reaccionaron tambion contra los actos tiránicos de Alvean
hasta conseguir derrocarlo y expulsarlo del suelo de la patria,
gracias á no haberlo podido haber á las manos ; por que enton-
ces lo habrian arrastrado por las calles ó suspendidolo de la
tremenda horca levantada por el implacable Escalada en la
Plaza de la Victoria, frente al Cabildo ; tal era en aquellos dias
turbulentos la airada indignación del pueblo porteño persi-
guiendo á Alvear y sus adictos con la misma zana con que se
podia tratar á abominables monstruos.
No somos nosotros los que á placer lo calificamos asi. —
Véase como se expresaba á ese respecto el formidable Cabildo
'
— 327 —
de Buenos Aires en su nota al de Montevideo de fecha 17 de
Mayo de 1815 .
« Los dos adjuntos ejemplares del Manifiesto que ha tenido
á bien formar este Cabildo sobre los fundados motivos y ante-
cedentes que ocasionaron el enérgico sacudimiento del 16 y 16
de Abril acompañado de otro del Geíe de los Orientales el co-*
ronel don José Artigas, impondrán á V . E. y á esa benemérita
Provincia en punto mayor ( por ser casi imposible entrar en el
verdadero detalle de otras gravísimas individualidades ) de la
inevitable necesidad de aquel movimiento 2^cira libertar á esta
y demás desgraciadas provincias Unidas de la liorrm'osa esclavi-
tud^ desolación^ desconcierto^ injusticias y otras mil amargas ca-
lamidades á que se veian reducidas xmr la prepotencia^ absolutis-
mo^ y arbitrariedad de un conjunto de hombres que completados
por sistema g pactos expresos^ habían tomado mano en todos los
cargos y ramos de la Administración pública estableciendo sus
fortunas y bienes sobre las ruinas de los inocentes habitantes que
forman este tan recomendable Estado, sin que les sirviesen de
barrera en su criminal propósito los más triviales preceptos de
la Religión Santa de nuestros mayores, de la moral, de la hu-
manidad, ni la sana política, por que todo debía ceder y aún la
misma salud pública era de grado inferior, á las desmesuradas
aspiraciones de su ambicioso y corrompido corazón .
« El mal parecía casi irremediable por profundas raices que
había extendido ; los pueblos y todas las clases gemían en
silencio, esperando el remedio de la Divina Providencia que
vela sobre la suerte de los hombres ; y cuando parecía que to-
cábamos ya en la hora de la disolución social que promovía á
gran prisa el conocimiento de aquellos crímenes, quedaron de
improviso salvas las Provincias de la esclavitud en que insen-
siblemente habían caído ! »
Hasta aquí dicha nota.
El General Alvear ha adquirido después en nuestra historia
— 328 —
militar inmejorables títulos al cariño y respeto del pueblo
Argentino y Oriental. Su gloriosa campaña de Ituzaíngó es un
laurel inmarcesible, y el pueblo Argentino con legítimo orgullo
ante sus pi'oezas, lo honrará siempre como á uno de sus gran-
des capitanes.
Pero como político y como gobernante, sus hechos son ines-
cusables y hasta criminales. Su detestable carácter por demás
violento é irreflexivo en su juventud, su irrefrenable arrogancia
y vanidad, su deraedida ambición y el torpe y fatal servilismo
de sus partidarios, que no sabían ó no querían moderarlo,
neutralizaron deplorablemente las eminentes cualidades y do-
tes intelectuales que poseía, y merced á las cuales pudo á pesar
de aquellos grande^j defectos, desempeñar asi mismo un rol tan
elevado y glorioso en nuestra historia ulterior.
Solo el doctor López con su brillante dialéctica, disfrazando-
las con sutiles e inmorales chícanas, ha podido atenuar tales
culpas, paliándolas como excusables deslices de una turbulenta
juventud.
Artigas y con él el pueblo y el ejército de Buenos Aires al
reaccionar contra Alvear como un tirano incorrejíble y desa-
tentado, que conculcaba todas las leyes con el sistema de go-
bierno más despótico y vejatorio que hasta entonces se hubiera
conocido en el Rio de la Plata ; procedían con conciencia de sus
deiechos, y en nombre de la más justa de las causas. -
Tres ó cuatro dias antes de la caída de Alvear, cuando algu-
nos pontones frente á Buenos Aires estaban recibiendo presos
políticos, y se había ahorcado en la Semana Santa en la plaza
de la Victoria al oficial Ubeda por haber la noche antes habla-
do mal del Gobierno en un café, Alvear intimó al Cabildo de
Buenos Aires se presentase en su campamento de los Olivos; y
allí, en los términos más violentos, amenazó á sus miembros
que los haria fusilar, y con ellos á trescientos de los ciudadanos
más distinguidos, como lo hemos dicho en la sección anterior^
— 329 —
pues eran sus opositores; por haberse negado el Cabildo á sus-
cribir la violentísima proclama contra Artigas en que se ca-
lumuiaba atrozmente á este, y de que ya hablamos.
Ahora bien: siendo uno mismo el enemigo común, ¿no es el
colmo de la injusticia y 'de la inmoralidad política acusar á
Artigas y á sus adictos como díscolos y anarquistas, por solo
anticiparse á hacer, respecto del mismo gobernante, lo que
pocos días después hacia el pueblo de Buenos Aires, en un
momento de irresistible explosión, á fin de reconquistar sus
libertades?
El G eneral San Martin desde su Intendencia de Mendoza se
habia negado a obedecer las órdenes de Alvear que le mandaba
trasladarse á la capital. En realidad, conservábase aquel en
una sublevación pasiva contra el Director Alvear, considerado
como su impetuoso y muy inferior rival.
Es sabido que el pronunciamiento de Fontezuelas tuvo lu-
gar anticipándose su conocimiento á San Martin que instigaba
activamente para que se lo produjese cuanto antes por el mis-
mo pueblo de Buenos Aires en cuyo Cabildo "tenía aquel ilustre
jefe algunos parientes y adictos influyentísimos.
Si San Martin fomentó esa rebelión, si la aplaudió y envió
sumas de dinero para sostenerla, y reconoció y alentó al nuevo
gobierno que ella creaba, aceptando con entusiasmo, él, siem-
pre tan circunspecto y prudente en todas sus manifestaciones
públicas, todas las responsabilidades de un motín en que el
eiército menoscababa su disciplina, y el pueblo consagraba el
triunfo de las turbulentas multitudes ; si todo eso hacía San
Martin : ¿ de qué eulpa, de qué delito podía acusársele á Arti-
gas al contribuir también tan activamente á los mismísimos
fines de esa revolución, á su completo triunfo y á la destruc-
ción de la tiranía Alvearista y su facción tan aborrecida por el
pueblo de Buenos Aires, como lo era por sus antiguas víctimas
los Orientales ?
(
— 330 —
Artigas injuriado como un perverso enemigo por rebelarse
á la distancia contra el mismo mal gobernante contra quien se
rebelaba Buenos Aires, que lo tenia á su lado, ¿no tiene el más
perfecto derecho á ser, enaltecido como el defensor de las liber-
tades comunales de su pueblo, en nombre de las cuales se
levantó también el mismo pueblo porteño?
¿Por cuál inicua razón los mismos hechos que en el pueblo
de Buenos Aires debiau considerarse como actos virihs y lauda-
bleSj podian censurarse en Artigas como un atentado 6 como un
crimen atroz?
Subleva el espíritu más moderado que tan menguada parcia-
lidad haya dominado á algunos escritores ilustrados como el
General Mitre y los doctores López y Berra, mistificando así la
opinión pública, cometiendo tan indisculpable injusticia res-
pecto del caudillo que de tal modo se identificaba con los mis-
mos nobles propósitos y aspiraciones del pueblo porteño y con
su ejército; y así facilitaba á uno y otro con su anticipada re-
sistencia la peligrosa labor de librarse del aborrecido y temible
despotismo de Alvear.
Ahora, en cuanto al rechazo de los Diputados Artiguistas en
1813 ; ¿cómo extrañar por otra pai'te que lo fuesen perentoria-
mente por dos veces de esa Asamblea Constituyente, á la que
aquellos llegaban sorprendiéndola como los heraldos de una
nueva política, eminentemente republicana y federativa, escan-
dalizándola con sus exijencias de igualdad y de derechos pro-
vinciales, de independencia americana, allí, en aquel nido de
monarquistas incipientes, de terroristas autocráticos, de repu-
blicanos arrepentidos?
¿ Como podian ser bien recibidos aquellos diputados que
llegaban proclamando audazmente los grandes dogmas del
republicanismo norte-americano, asi como la necesidad de
revindicar el territorio usurpado per el Portugal, en aquella
Asamblea en la que predominaban en absoluto el mismo Direc-
— 331 —
tor Posadas, el doctor don Nicolás Herrera, y don Francisco
Víana, implacables enemigos de Artigas, los mismos que ya
habian querido pactar con Vigodet un armisticio, prometiendo
ayudarle á someter á aquel patriota indomable ; y los que muy
pronto habian de abrir de par en par las puertas del pais á la
conquista portuguesa ?
¿ Qué confianza por otra parte podían inspirar en los pue-
blos sedientos de libertad, fanatizados por el republicanismo
de su nueva vida, los gobiernos versátiles y tránsfugas que
como el del Director Posadas, con autorización y bien expreso
beneplácito de esa misma Asamblea, en Ley de 29 de Agosto
de 1814, enviaba muy poco después á Europa las humillantes
y anti- Americanas misiones de Sarratea, de Rivadavia, y de
Belgrano, que tan estrepitoso fracaso tuvieron en sus duplici-
dades con el célebre intrigante Conde de Cabarrus, para solici-
tar ante los reales pies de S . M . Carlos IV que envíase á su
hijo el Infante don Francisco de Paula como Rey de los Ar-
gentinos, desesperados, decia en una de sus notas Eivadavia,
« 2^or qué se les creyese fieles vasallos de Su Mar/estad; » y si no
encontraban un rey allí, buscarlo y mendigarlo á todo trance
en Francia, en Inglaterra, en Luca, en Portugal, en cualquier
parte ?
Lo repetimos : los partidos oposicionistas porteños buscaron
siempre en Artigas su mejor y más fuerte aliado, y él les j)res-
tó el inestimable contingente de su prestigio y de su fuerza
para derrocar sus malos gobiernos.
Terminaremos estas consideraciones trascribiendo la impor-
tantísima nota dirigida por el General Artigas al Cabildo de
Buenos Aires, con motivo de la caída de Alvear, demostrando
las disposiciones amistosas que lo animaban para con aquel
pueblo, anunciando su resolución de suspender toda hostilidad,
desde que la guerra era solo contestando á la que le hacia el
Director Alvear, y haciendo constar las agresiones y malí
que éste habia tralado de arruinar al pueblo Orienta!.
Esa preciosa nota que es muy poco conocida (habiot
publicado por primera vez por D. Antonio N. Pereyra
valioso folleto el «General Artigas ante la historia») merect
notoriedad por la elevación y nobleza de ideas que on ellí
dominan, y que están perfectamente de acuerdo con loa r
personales del gran caudillo oriental, asi como por la lu:
arrojan sobre ios principales incidentes de aquella épo
suprema prueba para la Provincia Oriental.
« Oficio del Gefe de los Orientales, al Exmo. Cabildo Gob
dor de Buenos Aires y su Provincia :
Exmo. Señor :
Transportado de alegría he leido la muy honorable cor
cacion de V. E. data del 21 del corriente, viendo por la pr
vez ua paso, que era la esperanza general desde el princi|
nuestra revolución. Yo al tener la honra do felicitar do i
á V. E. por la gloria inmortal de que se está tan dignai
cubriendo, apresuro cuanto es de mí parte para llenar cor
prontitud nuestros comunes votos, no dudando ya que
aprovechará conmigo los instantes para proveer al resta
miento más íntimo de la fé pública. Hoy mismo van á sal:
circulares convocando á los pueblos que se bailan baj
mando y protección para que por medio de sus rospeí
diputados entiendan en la ratiflcaciou espontánea de la el(
que para ejercer la Suprema Magistratura recayó en e!
benemérito brigadier general don José Rondeau, y en ci
do suplente en el general del ejército auxiliar don Ignacio
rezjsegun V. E. sehaservido instruirme. V. E. conoce coi
la urgencia de laa circunstancias y la necesidad que hi
evitar cuanto pueda retardar la resolución del Congreso
tan importante materia, y por lo mismo no puedo ^res
— 333 —
de representar á V. E. que, mientras se verifica su reunión, nos
ocupemos en sellar las transacciones competentes á fin de que
llegado el momento no haya ya que pensar en reclamaciones
particulares y se fije el juicio de todos de una manera bastante
á producir una confianza tal cual se requiere para dar al gobier-
no instalado todo el nervio conveniente al ejercicio de sus altas
funciones.
Prostituido desgraciadamente el dogma de la revolución
desde que se levantó el cerco de Montevideo, la conducta con
que los anteriores primeros majistrados respondieron á las re-
clamaciones del Pueblo Oriental, aumenta gradualmente los
motivos de queja ; motivos que aunque en el fondo partían del
vicio esencial que se hallaba siempre en aquellos gobiernos,
envolvían la multiplicación subsiguiente en sus resultados, de
suerte que aniquilando ahora el germen y prove^yendo exacta-
mente contra la fatalidad que los produjo, solo podemos lison-
íearnos de que vá a impedirse su reproducción ; no siendo eso
lo bastante á separar de nosotros el aniquilamiento á que nos
redujo el sistema de conquista que se siguió en mi pazs con toda
la harharie de la animosidad más furiosa. V. E. tiene todos los
datos para penetrarse del escándalo de esta historia y conoce
muy bien cuan poco digno sería que el Congreso que va á reu-
nirse procediese á la significación que se le pide antes de sa-
ber los resultados de unas particularidades que uniéndose á la
primera causa sirvieron á ponerlos en la cruel situación que los
hizo pasar por todas las amarguras, viviendo en las lágrimas
aún en medio de los triunfos que siempre fueron saludados con
la expresión del dolor antes que arrancar el grito de la satis-
facción por la desventaja de nuestros indignos opresores.
Feliz mil veces V. E. investido con el carácter benéfico de
conciliador!
« Dejo á los preciosos deseos de V. E. la elección del modo
como hemos de establecer esta negociación salvadora, y cele-
_ 834 ~
brai' de una vez para siempre la restauración de la concordia,
dándole una estabilidad iufaltabU basta hacemos recíproca-
mtíuto dignos de las bandícionoa de la patria como creadores
do la paz y restauradores de la confianza pública.
La conducta con que se manejaron siempre los perversos
qiio han caido, con respecto á mi pei"sona, me parece bastante
á justificar la mia ante el mundo.
Ddüigrado injustamente, pero siempre patriota, el objeto
priiiiOL'dial da la revolución fué diempre mi norte.
\'. K, saljo bien que siempre desde el carro do la victoria he
prepon tildo la oliva de la paz aun á los pérfidos, sólo celosos de
piir.-ii'yuir uiLostras virtudos.
Jamás he dejado de ver cuanto nos es ella necesaria á nues-
tra rcgoiicriiciün y ])or lo mismo V. E. deba convencerse quo
jamás lie intentatlo poner trabas á su restablecimiento.
La justicia do mi indicación me liaee elevarla á V. E. y esa
niisma justicia me baco esperar que no habrá el menor incon-
vonieuto en felicitarnos desde ya con toda pureza y garantir lav
yalud universal de estos pueblos.
Cun cuyos votos tengo el honor de repetir á, V- E. mi más
respetuosa consideración.
Cuartel General, 29 de Abril de 1815.
José Artigas . »
La conquista de Montevideo por el General Alvear.
La guerra á muerte.
Al principiar este estenso parágrafo, debemos recordar el
pensamiento de Prevost-Paradol en el prefacio de su Historia
Universal: « La Hstoria se relaciona con la filosofía de la his-
« toría, pero ella no debe perderse en ella: no debo olvidar
« sobre todo la inmutable distinción del bien y del mal, ni
« hacerse inmoral por parecer profunda ó elevada.
« La historia no tiene razón de ser si ella no enseña la jus-
« ticia. »
Tenemos la firme y leal convicción de que estas pajinas pre-
sentan esa enseñanza en su más austera e imparcial severi-
dad. H
Es indudable que una de las más gloriosas pajinas de la
guerra de la independencia es la rendición de la fuerte plaza
de Montevideo.
Después de heroicos combates diarios desde la gloriosa vic-
toria del Cerrito, complementados por las proezas de la marina
argentina mandada por el inmortal Brown, cayó el gran ba-
luarte del poder español en estas regiones, para cuya posesión
fué indispensable agotar casi los recursos de las provincias de
Buenos Aires, Banda Oriental y Entrerios, atestiguando al
mundo con repetidos y constantes hechos de heroicidad y
constancia, la incontrastable decisión de estos pueblos por es^
pulsar del suelo de América á sus opresores.
Pero también es un hecho perfectamente comprobado que
aquel gran triunfo de las armas de la patria, empañado ines-
cusablemente por un acto de perfidia del general sitiador sor-
— 336 —
protiJieudo dolosamente la loal credulidad de Vigod
significó para los orientales sino an motivo más de descoi
perfectamente justificado ante los hechos, por la coi
observada para con ellos, lo mismo por el Directorio de P<
en cuya época se verificó la rendición de la Plaza, com
el directorio subsiguiente do Alvear.
Ningún hecho, ni la más pequeña concesión, demostran
hubiese de parte del Gob'erno de Posadas la menor diapc
á reconocer que los hijcs de esta Provincia, tan patrii
decididos contra la opresión española, tenian indisputal
recho á administrar por si mismos sus intereses públicoí
gúiidoseles al fin aptos para una misión que esclusivame
corri-spoiidiay para un derecho que era imprescindible
suyo.
La historia demuestra que, en cuanto á los orientales
mis á las órdenes del Genei-al Artigas, en vez de proc
con éste una solución pacifica y conciliatoria, Alvear no
en hostilizarlo por todos los medios á su alcance, por las
y aún por la perfidia.
Tiiú asi como e! "24 de Junio, al dia siguiente de en e:
á \b plaza de Montevideo, consiguió Alvear sorprender,
pei-seguir ia división del Coronel Otorgues, fuerte de
hombres, que se habia acercado á las Piedras como vai
dia del ejército del General Artigas, y el cual venia á n
de éste gestionando la entrega de la capital de so Pro
paralo cual comisionó á los s 'ñores doctor Revuelta y
tan don Antonio Saenz.
Alvear trató entonces desde las inmediaciones de las F
de engañar á Otorgues con mañosas seguridades de co
cion, hasta recibir esa noche un considerable refuerzo
dos regimientos de Dragones de la Patria y Granaderos
baUo, y 400 infantes del 2 y 6 á órdenes de Yaldenegro,
tigaera j Fernandez. En tanto Otorgnés esperaba el r
— 337 —
de' sus dos parlamentarios Saenz y Dr. Revuelta (á quienes
Alvear retuvo en su campo y amenazó fusilar), y una vez refor-
zado, cayó este por sorpresa á las 8 de la noclie, sobre las
avanzadas de Otorgues, persiguiéndolo hasta el Santa Lucía,
habiéndose salvado de una completa destrucción, merced á la
oportuna interposición del General Rivera, no sin haber per-
dido entre heridos y muertos mas de 200 hombres en la perse-
cución, todo su bagaje, dos banderas y más de IBOO caballos y
2,000 cabezas de ganado, según el parte de Alvear,
El Doctor Berra con una admirable y candorosa ingenuidad
al dar cuenta en su Bosquejo de este proceder, dice que en tan-
to Alvear esperaba los refuerzos que había podido, « enirettivo
al caudiUo contrario con parlamentos! »
Poco después de estos sucesos, Alvear, infatigable en sub
propósitos agresivos, puso en juego el mismo plan de engaño-
sas estratajemas, que no eran on realidad sino insidiosas perfi-
dias, anunciando con intencionada publicidad el retiro de sus
fuerzas á Buenos Aires, haciendo creer al General Artiga que
quería entrar por un amistoso avenimiento, y que esperaba á
sus comisionados ; para cuyo cargo fueron nombrados los res-
petables patriotas, señores Barreiro, García Zúñíga y Callerog
á fin de formular las bases de una reconciliación definitiva.
Adormecidas de este modo las fundadas desconfianzas de
Artigas, este envió efectivamente sus comisionados, al mismo
tiempo que sus jefes principales, Basualdo en Éntrenos, Rivera
y Otorgues situados en puntos distantes de su campamento,
que se hallaba entonces en las inmediaciones del Rio Negro,
Tooibian la noticia de aquellas negociaciones y relajaban el ri-
gor de sus precauciones militares, confiados en mi arreglo
Kmistoso Ó inmediato .
Siguiendo ese plan verdaderamente púnico, se dieron pro-
clamas en Canelonw y Montevideo por el entonces Gohema-
dor Bodríga«z Peña, annnciaudo las diaposiciones padfic&c
Director y los arreglos que se estaban celebrando, al mi
tiempo qae el Director Posadas revocaba el feroz decreto
ponía fuera de la ley ¿ Artigas, declarándosele en 17 de A|
to de 1814 buen servidor de la patria, devolviéndosele su i
do de coronel de Blandengues, y nombrándosele Comaudi
General de Campaña.
Con tales antecedentes había razones plausibles para coc
en la tran sacien den ni tí va de la contienda anterior. Sín em1
go, se persistía sigilosamente en el plan de guerra, como p
advertirse por el noinbramiento del Coronel Soler como Gol
natlor de Montevideo, haciendo retirar á Rodrigues Peñt
adoptándose a&i una dirección decididamente militar en
asuntos orientales, proparatoria de la campaña que se proyei
ba abrir en la ocasión propicia.
Llegada esta, y cuando s© creía que las fuerzas artigui:
as hallaban diseminadas unas de otras á grandes distan<
del todo descuidadas, y, aun algunas licenciadas para retín
á 3U9 casas y entregarse á sus faenas rurales, es decir al me
poco más de aquellas demostraciones pací&cas, inicióse de nu
la guerra fratricida.
Las fuerzas espedicionarias que se aseguraba ostensiblemf
por Alvear que regresaban á Bueuos Aires, muy lejos de e
fueron desembarcadas inopinadamente en la Colonia, ¿t
donde abrieron nuevas operaciones sobre las fuerzas artígui:
dirigidas por el mismo Alvear, al mismo tiempo que el Con
Valdenegro atacaba á Basualdo en Botrerios, v fuertes coh
ñas á las órdenes de lo;j Coroneles Soler y Dorrego saliati
Montevideo en distintas direcciones, internándose esta Últ
al Este, tratando de sorprender la división de Otorgues, a
lo consiguió, después de varias alternativas cerca del Cerrt
Iiliinnarajá, en el actual Departamento de Minas, apoderáuc
de todo el bagaje y armamento de aquella fuerza, y hasta d'
— 339 —
familia de Otorgues, con la cual se cometieron execrables aten-
tados, como se verá más adelante, persiguiendo los restos de
esa división hasta la frontera de Santa- Teresa.
Proísiguióse entonces una campaña implacable contra los
Orientales, principalmente sobre Rivera que acampaba en los
Tres Árboles y sobre Artigas al Norte d?l Rio Negro ; tan
asoladora y cruel en sus propósitos y medios do acción como
eran injustificables y criminales las aspiraciones de opresión y
conquista que la enardecian.
Sin duda se creyó que esta última campaña seria decisiva.
Efectivamente, lo fué, pero en sentido contrario al que se
esperaba. Decretósele por el Director Posadas y sus consejeros
entre los que se distinguian algunos orientales como el doctor
Herrera y el General Viana, y fué cumplida en demasía por
Alvear ; terminando después de varias peripecias y combates
aislados, en la batalla del Guayabo^ ganada del modo más com-
pleto y decisivo por el General Rivera el 10 de Enero de 1815
sobre el ejército, superior en número y disciplina, del Coronel
Dorrego.
Creemos dar maj^or exactitud y autenticidad á estas suscin-
tas apuntaciones, transcribiendo en seguida algunos párrafos
de la Memoria escrita por el mismo General Rivera relatando
concisamente los primeros mcesos de armas en la ffiierra de la
independencia de los On'entaJes^ cuyo precioso original autógra-
fo tenemos á la.yista, y del cual tomamos nuestra trascripción,
por diferir en algo de la que se halla en la Colección Lamas.
Véase como refiere el General Rivera, tan eminente actor
en esos sucesos, los episodios de esa campaña, en que al fin le
tocó una parte tan gloriosa en varios encuentros y retiradas,
y especialmente en la batalla del Guayabo, de la cual habla
con incomparable y nobilísima modestia;
« La ocupación de la plaza de Montevideo, por el ejército de
los patriotas, hizo concluir en todo el territorio de la provincia
— 840 —
la guerra contra los eíspañoles; pero Alvear, se propuso hacer
servir todo su ejército en una guerra fratricida, y un mes des-
pués de haber ocupado la plaza de Montevideo, salió con una
división de 2,000 hombres y campó en el pueblo de las Pie-
dras, donde se hallaba el coronel D. Femando Otorgues, con
una división de mil y tantos orientales, con quien entró Alvear
en relaciones, recibiendo en su campo dos parlamentarios que
lo eran un Dr. Revuelta (D. José) que sabia muy poco, y que
servia como Capitán con Otorgues, y á un D . Antonio Saenz,
capitán ó maj^or (1). Alvear recibió agriamente ¿ los parla-
mentarios; los amenazó con que los había de fusilar; mandó al
capitán Dr. Revuelta, que se fuese á su casa, lo que aceptó y se
metió en Montevideo; Sacnz se reunió a Otorgues en esa no-
che por haber logrado escaparse en el momento en que Alvear
cargaba á los orientales, a quienes tomó en descuido, puesto
que esperaban el regreso de sus parlamentarios y mientras tan-
to las hostilidndes estaban suspensas por un acuerdo que se
habia hecho en la misma mañana, y bajo el cual el mismo Al-
vear habia pedido a Otorgues enviase dos personas caracteri-
zadas y bastantemente facultadas para tratar de un aveni-
miento que él propondría, ventajoso para los orientales; mas
Alvear hizo lo mismo que acababa de hacer con el gobernador
español Vigodet, y como se ha dicho cargó á los orientales,
quienes se pusieron en retirada sin hacer ninguna defensa,
hasta la^ inmediaciones del pueblo de Canelón, donde apareció
el comandante D. Fructuoso Rivera con una división de 400
hombres, é interponiéndose entre la retaguardia de la división
Otorgues y la vanguardia de Alvear, pudo librar á la primera
de ser desbaratada por la segunda, porque sostuvo suj3- guerri-
llas hasta el amanecer á los occidentales que amanecieron sobre
(1) Saenz era casado con una hija de Otorgues, y según se dijo lo hizo
este asesinar.
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■ " T '-Hy ■ y^.^
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— 341 — / .:,;
Canelones, y Otorgues sobre el Santa Lucía, que repasó al A*¡'l
guíente día, sin haber sufrido sino una muy pequeña per** >í
dída.
.■»■. tí
i2
'ríi
« Alvear se situó en Canelones y desde allí propuso á Artíl^^j:*^!
gas una transacíon, y que para ella esperaba le mandase- una '
comisión con quien pudiera entenderse, pues estaba plenamen^ ^ ¿
te facultado por el gobierno para ello: todo esto sucedió en Ju- ^'4
lio de 1814. Artigas convino en lo propuesto por Alvear y ¿|
mandó de sus comisionados á don Tomás García de Zúñiga, á
don Miguel Barreiro y á don Manuel Calleros, los cuales , se
presentaron á Alvear en Canelones, y les ofreció acordarlo todo .^J
pero para ello era preciso pasar hasta Montevideo: de faoto -I
Alvear se prestó á cuantas proposiciones hacíanlos comisiona- V %
dos de Artigas, á quien mandó dinero para socorrer sus tropas jj
» .j
haciéndole entender que para todo estaba facultado, y muy í
dispuesto á hacer una convención amigable : que propusiesen i
■*•■
los dichos comisionados las bases, que el aprobaría y ratifica- |
ría con Artigas ; entre tanto Alvear empezó á hacer embarcar %
sus tropas en Montevideo, habiendo hecho entender á los "
orientales que las mandaba á Buenos Aires, pero no fue así, :
porque después de dejar las que precisaba en Montevideo para
la realización de su plan, desembarcó él mismo en la Colonia
del Sacramento con tres mil hombres, y mandó salir de Mon- *
te vídeo al coronel don Manuel Dorrego, con mil y tantos hom- / .;
bres, para que rápidamente cargase sobre la división de Otor- !
gués, que se hallaba en el pueblo de Minas en las puntas del
Rio Santa Lucía. Dorrego consiguió perseguir á Otorgues, y
arrojarlo al otro lado del Chuy por el istmo de Santa Teresa
sin mayor oposición ; sin embargo que hubieron algunas gue-
rrillas eu esta jomada. Dorrego hizo prisionera á la esposa y
familia de Otorgues, á quien, trató malísimamente, y observó
una conducta cruel con todos los inermes moradores del país,
por donde pasaron sus tropas .
— 342 -
« Alvear L.ego do efectuado su desembarco en la Colonis,
dirigió sus marchas sobre el rio Yi, pero hizo alto en un peqneño
pueblo situado on el arroyo de los Porongos, habiendo hecho
avalizar gruesas partidas de caballería hasta el Paso de los
Toros en el Rio Negro, punto donde se hallaba Don José Artigas
con una fuerza de ochocientos ú mil hombres sin disciplina,
mal armados y desprovistos de toda clase de recursos ; lo que
le obligó á retirarse con tiempo al centro de la campaña, y fué
á campar en los potreros de Arerunguá, donde empezó á hacer
reunir todas las fuerzas rnc pudo de los Orientales: mientras
tanto habia destir'-ido al comandante Kivern, para que obser-
vase alas divisiones de Alvear que obraban por distintas di-
recciones. En Setiembre de 1814 el Comandante Rivera logró
destrozar una división de caballería de Alvear en la azotea de
Don Diego González, entre los rios Yi y Negro, que la mandaba
un capitán Don Josc' del Pilar Martínez, quien faé t)risicnaro
con B oficiales y 260 soldados, habiendo quedado muertos más
de 60, entre estos seis oficíales. Este suceso reanimó mucho á
loa orientales ; pues hasta entonces todo habían sido contrastes,
pues una división qne obraba en la provincia de Entre-Rios á
las órdenes del Comandante Don Blas Basualdo, para contener
á la división del Coronel Valdenegro, quien habia desembarcado
en el An'oyo de la China, para llamar la atención de los orien-
tales sobro su retaguardia, logró desbaiatar á la división de
orientales en la capilla dsl Palmar, y la persiguieron hasta el
Yema, en la margen occidental del Rio Uruguay ; le tomaron
■una pieza de artillería, y pocos prisioneros.
« En este mismo tiempo Alvear desde Minas, resolvió reti-
rarse á Buenos Aires, dejando el mando del ejército al general
don Miguel E, Soler ordenando al tiempo de su marcha al
coronel Dorrego, que con parte de su división marchase á in-
corporarse á la división del comandante Ortignera, que se ha-
llaba en el paso del Durazno en el Ti, ( hoy día hay nn pueblo
— 343 —
en dicho lagar ), para que poniéndose & la cabeza de aquellas
fuerzas, se internase sobre la otra parte del Rio Negro, donde
se hallaban las fuerzas del comandante Rivera. En efecto, Bo-
rrego pasó el Rio Ne^^ro por el Paso de Quinteros, y logró
cargar á la división de Rivera que se hallaba en la barra de
los Tres Arboles, y que apenas tuvo tiempo para reunir sus
avanzadas y ponerse en retirada, sin haber podido mudar sus
caballos de reserva. Sin embargo, se retiró bizarramente desde
el aclarar el dia hasta las cinco de la tarde, maniobrando más
de doce leguas, defendiéndose, á vivo fuego, de más de 1,200
caballos bien regularizados, y que obraban con bravura . Sin
embargo, Rivera logró hacer una fuerte carga sobre los escua-
drones de Dorrego, que hacian la retaguardia de la división,
en la cual logró matarle más de 40 hombres, y hacerle algunos
prisioneros que llevó consigo.
« Este pequeño contraste hizo que Dorrego hiciera alto por
aquella noche, lo que dio lugar para que Rivera fuera á ama-
necer sobre el Rio Queguay. Dorrego se apareció á los dos dids ;
pero Rivera recibió un refuerzo de 800 blandengues que desde
el Cuartel General de Artigas habian venido en su auxilio, y
con el cual quedó superior en número á la división que lo per-
seguía, á la que cargó con empeño ; pero instruida esta del
auxilio que había recibido por haber interceptado un correo
qile venia á Rivera, se puso en retirada con dirección á Mer-
cedes, y fué perseguida por espacio de cinco dias consecutivos,
hsrsta hacerla refujiarse en la plaza de la Colonia. En esta vez
perdió Dorrego mas de 400 hombres, sus caballadas y él estuvo
espuestísimo. El general Rivera suspendió sus marchas, desde
las Vacas, víjio á Mercedes, y allí sufrió un contraste terrible,
Be le sublevaron los 800 blandengues, inducidos por sus oficia-
les ; particularmente un Lorenzo Vázquez, Don Rufino Bauza,
cin Juan Ángel Navarrete y otros; saquearon las familias del
pueblo, y cometieron toda clase de crímenes, dispersándose los-
más de ellos. (1) Rivera escapó milagrosamente; pues habiendo
querido evitar tales desórdenes, los sublevados intentaron con-
tra su persona ; le hablan desnudado de sus vestidos para
asesinarlo, y logró escaparse sin camisa : sin embargo, él logró
reunir alguna gente de su división ó regimiento, y le Uegó su
capitán Don Juan Antonio Lavalleja con 200 hombres que
habia dejado en observación de Dorrego, y logró con esto
restablecer el orden en parte ; pero se hablan ido con Bauza y
los demás oficiales más de 400 hombres con dirección al cuartel
general de Artigas, que se hallaba en los potreros de Arenm-
guá : el resto ?o habia esparcido en distintas direcciones.
« DoiTego se reunió al general Soler en San José, y noticia-
do del suceso de Mercedes, salió sin demora á la cabeza de
1,700 hombres, y llegó á la Calera de Peralta, en el Perdido:
allí se encontró ya con las avanzadas del comandante Rivera,
que las mandaba el capitán Lavalleja, quien empezó á incomo-
dar con guerrillas dia y noche á la división Dorrego, la cual
llegó al Rio Negro, lo pasó en el Paso de Vera, y siguió su
marcha hasta la barra de los Corra^e^ en la margen derecha del
(1) Al trascribir esta afirmación del General Rivera, debemos por un
sentimiento do estricta justicia reproducir la protesta y rotunda dene-
gación que contra ese cargo formulado también por Pascual en sus
Apuntes, ha hecho el señor D. Francisco Bauza en su Historia de la D<h
mifiacion Espahda, en la que dice así:
„ El escritor que se esconde bajo el seudónimo de Adadus Calpe y
A. D. de P. y que no es otro que A. D. de Pascual, dice en el tomo I
eap. I, parg . VI d) sus „Apuntes para la Historia de la República
Oriental del Uruguay": „La columna de 800 hombres, mandada en su
refuerzo por Arti^^a?, rebelóse contra el joven Rivera, caj itaneando el
motín los cabecillas Lorenzo Vázquez, Rufino Bauza, Ángel Navarrete
y otros subalternos, lo cuales sa^u aron la ciudad de Mercedes y come-
tieron toda clase d • demasi s y crímenes vergonzosos." No se puede
fulminar más netamente acusación tan calumniosa y destituida de prue-
bas. Ni Bauxá. 8 8( ñaió amas en ninguna de sus campañas \ or haber
saqueado pueblos, ni en esta ocasión podía ser ese su papel con respeo*
to al de Mercedes."
— 345 —
rio Queguay Grande. — Allí se le incorporó el Coronel Pedro
Viera con 400 hombres y nmchas caballadas que veuian de la
división de Valdenegro que se bailaba en la provincia de En-
tre-Rios.
« El Comandante Rivera habíase esforzado para reconcen-
trar cuantas fuerzas pudo reunir sobre Arerunguá, donde ya
no estaba el cuartel general que se había retirado al Corral de
Piedra, en el Arroyo de Sopas, que está á la entrada de la sie-
rra del Infiernillo .
« Don-ego siguió sus marchas, y llegó á un arroyo conocido
por el Guayabo^ que tiene su confluencia en el rio Arerunguá.
« Los orientales se resolvieron á presentarle un campo de
batalla á pesar de la inferioridad del número de las fuerzas,
pues los enemigos les llevaban más de 600 hombres de venta-
ja; se dio la batalla y se ganó completamente . — Dorrego man-
daba el ejército de Buenos Aires y el general Rivera mandaba
el ejército de los orientales ; la batalla empezó á las doce del
día, el 10 de Enero de 1815, y se concluyó á las cuatro y me-
iia de la tarde.
« Dorrego no pudo salvar arriba de 20 hombres; todo, todo
o perdió.
« La batalla no se puede detallar^ porque no fué ella de tal ta-
maño que merezca lapena^ y en fin ella por desgracia de la pa-
tria^ fué de hermanos contra hermanos. (¡Qué fatalidad la de la
América/)
« Esta jomada dio lugar para que el Gobierno de Buenos
Aires, desistiese por sus circunstancias de la manía de man-
darlo todo y dejó a los orientales en posesión de todo el país;
sin embargo que la guerra continuaba por el Entre-Ríos y
Santa-Fó. »
Hasta aquí la Memoria del General Rivera.
Debemos agregar para completar ese cuadro de fatales con*
trastes para las fuerzas de Alvear, que éste envió de Buenos
— 346 —
Aii-es 600 infantes bajo las órdenes del coronel Holemberg. El
Grobemador de Montevideo, coronel Soler, dejando en su lugar
al coronel Frencli, saKó á campaña con una división á fin de
reforzar á Dorrego, pero en su marcha le llegó la noticia del
GuayabOj retrocediendo entonces á toda prisa perseguido por
ftierzas orientales, no sin haber sido derrotada su vanguardia
en el Espinillo por el comandante Llupes, salvándose apenas
su jefe Orona y algunos soldados.
Refiriéndonos á operaciones militares dirigidas por el Gene-
ral Alvear contra los gefes orientales, parécenos conveniente
aun á riesgo de dar demasiada extensión á esta sección, tras-
cribir en seguida un oficio muy curioso y por demás expresivo,
como lo era siempre el lenguaje apasionado de Alvear, en que
este comunica al Cabildo aporteñado de Montevideo los hechos
más importantes de su campaña contra los Artiguistas.
Como documento histórico es de mucho interés aunque tan á
censurable por la violencia de sus apreciaciones, dirijido como
era á Orientales. No lo hemos visto publicado nunca, habiéndolo
copiado nosotros del Archivo del Cabildo en la Junta Econó-
mica, lamentando no haber hallado la respuesta á él. Dice así:
« Después que diferentes cuerpos del ejército de mi mando
habian corrido ya 2B0 leguas en la repetida variedad de mar-
chas que requerian los movimientos del enemigo y cuando al
caudillo Femando Otorgues, satisfecho en su ponderada movi-
lidad y en el considerable número de caballos que poseia para
beligerar en esta dilatada campaña, presumió poder eludir todo
proyecto que yo formase do atacarlo: los sucesos de los dias 4,
5 y 6 del corriente desmintieron aquella decantada táctica de
velocidad y al paso que añadieron nuevos laureles á las armas
de la patria, libraron del furor del rebelde al afligido vecinda-
rio de esta desolada campada. Una combinación de movimien-
tos tan inopinada del enemigo como bien llevada á efecto por
las divisiones encargadas de la ejecución, arrojaron de la Ban-
— 347 —
da Oriental en un momento esa gavilla de atrevidos facinero»
sos que en su ferocidad fundaban el respeto y en su cobardía
hacían consistir su pericia militar. Un cuerpo de tropas de 600
hombres, dirigido por el coronel Dorrego con escelentes oficia-
les, marchando con toda la rapidez y sigilo que exigían sus
deseos, logró bajar en breves días sin ser sentido de los enemi-
gos que ocupaban un sitio fuerte del valle de Malmarajá por
las cucbillas que dividen las nacientes de los ríos Yi y Cebolla-
tí, dirigiéndose al efecto desde el paso de Villasboas por la se-
rranía que corre entre el referido Yi y Rio Negro; al mismo
tiempo que saliendo yo del Paso de los Toros con tanta velo-
cidad como fué posible, vine por el centro de la campaña á si-
tuarme en la calera de García con otra fuerza de igual número
bajo mi inmediata dirección.
El 8 del corriente salí de dicha calera hacia el ©netnigo y
conseguí que las tropas anocheciesen con 14 legxias de camino
cruzado por tres ríos. La fatiga de los soldados consiguiente-
mente era exesiva, pero su constancia y el admirable sufrimien-
to con que soportaban la escasez y la intemperie dieron suficien-
te ánimo pare emprender una nuev«. jr dilatada marcha hasta
acampar pocas leguas distantes del enemigo.
Este día el capitán del Regimiento núm. 2 don Manuel
Mármol con 100 hombres montados de la división de vanguar-
día apresó á los capitanes enemigos Gadea y Rodriguez con 36
hombres bien armados y 600 caballos.
Dado este golpe pasó inmediatamente a batir una compañía
de morenos de la División de Otorgues y habiéndolo verificado
con toda la actividad ó intrepidez que podía desearse hizo
prisioneros dos oficiales y cincuenta soldados armados de fusil
y bayoneta apoderándose juntamente del armamento del
Ejército enemigo.
Otra partida de la vanguardia al cargo del Teniente de
-- 348 —
granaderos á caballo don Manuel Suarez atacó y apresó al ca-
pitán Miares con 26 soldados igualmente bien armados.
Al amanecer del día siguiente el coronel Dorrego con lias
fuerzas de su cargo, avanzó al campamento de Marmarajá y el
enemigo que á favor de su favorable posición ostentaba una
vigorosa resistencia, fué arrojado precipitadamente de ella, di-
sueltas sus divisiones y batida una de ellas con pérdida de 28
muertos y 43 prisioneros. Durante aquel dia fué perseguido
por diferentes cuerpos, según requería la dispersión que habia
sufrido, y antes de la noclie habia caido ya en poder del coro-
nel Dorrego la artillería y municiones, todo el equipaje de
Otorgues, su mujer, su bija y multitud do familias que seguiam
el grapo de su mando junto con un trozo de caballos escogi-
dos. Todos los carruajes del ejército entre ellos uno cargado
de paños y algún dinero que inmediatamente se repartió á la
tropa . El uniforme del caudillo, el sombrero y espada que este
abandonó en su fuga y existen en mi poder.
La pérdida por nuestra parte solo consiste en 13 muertos y
algunos heridos, entro aquellos es lamentable y digno del re-
cuerdo de la Patria el activo é intrépido militar Teniente del
Regimiento núm. 8 don Nicasio Carrete quien en puntual
cumplimiento de su deber dio la vida batiéndose basta el iilti-
mo momento donde se lo habia ordenado .
Por los partes que sucesivamente me comunican los Geíes de
los cuerpos destinados en seguimiento del enemigo aparece
que el caudillo Otorgues con un corto número de soldados va
con dirección á entrar en el terrítorio Portugués. Por momen-
tos se toman prisioneros de los dispersos en el YaUe y la divi-
sión del Coronel Dorrego persigue al caudillo con actividad y
sobrante de cabalgaduras. Todo lo cual tengo el honor de po-
ner en noticia de ese Ilustre y "Respetable Cuerpo para su
satiafaccioD, y la cTe ese benemérito Tecindario . Dios guarde
etc., etc.
Campamento, Octubre 7 de 1815.
Callos de Ahear. »
Con la lectura de eae parte oficial se comprenderá cuan pro-
fundos debían ser los odios que exacerbaban entre los Orien-
tales independientes tales agresiones y bostilidadea, tan ira-
placable y jactanciosamente llevadas á cabo por el General
Alvear en nombre de una autoridad nacional opresora y f'eíoz
en sus venganzas.
No puede pretenderse racionalmente que bubieiíe algún
plan político en esa guerra de exterminio decretada bárl>ani-
mente contra todo un pueblo en cuyos campos no se hacia
sentir sino una voz uniforme de execración y resistencia justi-
ñcaiJisima. Los orientales no eran rebeldes, y solo pugnaban
pordefender su autonomía en la administración interior de su
provincia.
A pesar de los desastres subsiguientes á aquel parte oficial,
sufridos por el denodado General Rivera en la heroica retirada
de los Tres-Árboles y de la sublevación del Regimiento de
Blandengues en Mercedes, narrados por él antes, en la tras-
cripción que hemos hecho, la victoria del Guayabo viuo á con-
densar en un unifonne y entusiasta esfuerzo la indignación de
los Artiguistas, que eran casi el pueblo en masa ¡ y los que con
exepcion de la capital de Montevideo, guarnecida todavía por
las tropas de Alvear, se vieron al fin vencedores y dueños ab-
solutos de su país natal
Bra aquella una eevera pero mereuidisima lección para los go-
bernantes infatuados, y para sus inicuos partidarios y conseje-
ros que asi hablan enrojecido la bandera de Mayo en el fratri-
— 350 —
cidio de los Orientales, y comprometido y rebajado al j
argentino, imponiéndole la odiosa u-ision de ser ejeon
ens venganzas personales, de sus odios de facción, y osea]
BUS criminales ambiciones.
El Gitayaho fuá como lo dice con tan admirable noble:
santimientos el vencedor General Rivera « por desgrack
V patria una batalla de hermanos contra hermanos (/quéj
« dad la de la América •»!) pero ademas de un castigo ejei
sirvió á enaltecer el nivel moral de los vencedores á 1» i
de un puGrilo varonil que so emancipa al filo de su eepad
mo ya lo estaba por sn heroísmo y por sus virtudes.
Pocos dias después de esa batalla subia al poder snpre
Brigadier General Alvear, haciendo renunciar al efecto ¿
despretitigiado y aun odiado tio el Director Posadas, y tr
á todo trance de concluir en la Banda Oriental una sitt
de guerra intestina que no podia darle ya sino sangre, n
derrotas, y dealionor.
En su volcánica cabeza bullia también el audaz pensa:
to de concentrar todos los elementos y recursos de las Pi
cias-Unidaí? en un supremo esfuerzo, llevando con un ej'
de diez mil veteranos, la libertad hasta Lima, arrollando
las íuerzas españolas del Alto Perú. La empresa era dig
un grande hombre como él, porque Alvear lo era cuand
lo guiaba la inspiración del patriotismo argentino y el a:
la libertad del continente; pero los defectos incorregibles
carácter, tan inferior á su eminente rival el libertada
Perú, nuestro glorioso San Martin, le llenaron de estorba
camino; reaccionó como un atolondrado, atrayéndose odio
placables, y rodó por el suelo despeñado por el huracán i
iras orientales y argentinas.
El ejército del Norte mandado por Rondeau se había
bordjnado contra él, y á cada momento vela desmoro
los elementos con que contaba para su grande empres
— 351 —
una Refutación í unas calumnias que le dirigió el doctor don
Julián Alvarez en la Gaceta Estraordinaria Ministerial de 28
de Diciembre de 1818, que tenemos á la vista, dice Alvear á
aquel respecto lo siguiente :
€ Allá la posteridad siempre justa é imparcial decidirá si
mis desvelos en la organización, disciplina, instrucción, au-
mento de las tropas, ó introducción de la nueva táctica, mere-
cen la gratitud nacional : á ella toca también pronunciar si mia
empresas en la Banda Oriental, y el éxito de mis rápidas com-
binaciones sobre aquel territorio, y si la formación de una es-
cuadra en medio de tristes recursos ; y la destrucción de las
fuerzas navales del enemigo ; si la dirección de los negocios
políticos y la rendición de la Plaza de Montevideo no fueron
empresas que honrarán siempre la historia de la Revolución de
mi Patria. — También dejo al cálculo de los hombres, que
respetan la justicia y la razón, todo lo que debía esperarse de
mi campaña al Perú, si circunstancias desgraciadas, que no
pueden recordarse sin dolor, no me hubieran privado tomar
el mando, y dirigir un ejército numeroso, que dio tantas glo-
rias á la Nación en los Campos Orientales, para desaparecer
como el humo en los valles de Sipe-Sipe. »
^\
Ahora bien, sea por el descalabro radical del Guayabo que
alejaba toda esperanza de recuperar lo perdido, sea por dedi-
carse exclusivamente á la formación del grande ejército liber-
tador del Perú, y anonadar la rebelión del eíórcito del Nort©
al mando de Hondean, que se había sublevado contra él, el
hecho es que el Director Alvear resolvió inmediatamente enviar
una misión de paz al General Artigas, confiándola á las emi-
nentes aptitudes é ilustración del Oriental Doctor Don Nicolás
Herrera, que había desempeñado la Secretaria ó Ministerio de
Gobierno de su tío el Director Posadas durante el año que esta
duró, y que en aquellos momentos desempeñaba en el gobierno
— 362 —
de Alvear ose mismo Ministerio junto con el de R
Exteriores.
És necaaario. también no olvidar que la situación mi
por m.'iM tiempo insostenible en MonteWdeo. La desen
minniíi cada vez más su fuerza, y las escaseces que st
falta de víveres, pues las avanzadas de Otorgues cei
pas^ á toda comunicación con la ciudad, producian ui
de crorieiite alarma y malestar, que reagravaba en í
el encono contra aquella indefinida j' odiosa ocupacioi
Eu cnanto á la misión del doctor Herrrera, nada c
idea más acabada de su importancia y fines que la ti
cion del interesante documento siguiente, inédito aur
el doctor Herrera con su eximia habilidad, especifica ■
t,-r ajiarp.iite de su encargo, y confia su prosecución c
Gi'iípral Artigas á los patriotas Coronel don Felipe
d i;> Tomiis García de Zúñiga. Dice asi:
■ Dn. Nicolás Herrera, Secretario de Estado y Ri
Ex'críorps, Delegado Extraordinario del Gobierno Su]
l-i- Provincias Unidas del Rio de la Plata, etc., etj.
«■ P(ír cuanto: entre los importautos objetos que bar
li t:uiiB¡deracion del Gobierno Supremo de las prov¡n<
d.is dtjl Rio de la Plata, á tomar un exacto coiiocim
e-tildo de los negocios políticos de esta Provincia Orí
p.iinoro y más urgente ha sido el terminar con el deí
vi^niente á su dignidad la guerra interna que desgraci
t ■ ha suscitado entre nosotros una extraordinaria com
d" sucesos. Por tanto, y en uso de las altas é ¡limitad
t (des que el Supremo Gobierno se ha dignado confia
venido en autorizar á los S. S. T>. Felipe Pérez, Teñí
ronel de Caballería de Milicias y á D. Tomás García ¿
ga, para que saliendo de esti Plaza en clase de Parla
tes á la brevedad posible, paaen al Cuartel Jeneral de
pas Orientales, y avistándose con su Jefe el Coronel .
— 363 —
Artigas le comuniquen los objetos de mi misión, y el eficaz de-
seo que me anima de promover en cuanto mis facultades lo
permiten, la paz interior, el sosiego de los pueblos y el resta-
blecimiento de la fraternal concordia, que, sofocada por un
tiempo, ha sido el órgano de las fatalidades y desastres, que en
parte deplora, y en parte mira como inevitables la justa pre-
visión del Grobierno Supremo.
« Por manera que siendo estos mismos sus designios y el
medio más sencillo de conciliarios establecer un tratado firme
é indestructible que remueva hasta la posibilidad de nuevos
escándalos, los dichos S. S. podrán empeñar todo el valor de la
más sagrada promesa á nombre del Gobierno Supremo y mió
sobre el efectivo cumplimiento de cuanto acordaren y dispon-
gan con el enunciado General don José Artigas, para la aper-
tura de una negociación intervenida por ellos mismos, si asi
fuere preciso y garantido en el modo que su importancia exije,
Y para que esta mi determinación tenga el mejor y más cum-
plido efecto he teniio por bien espedirles el presente Despacho
y credencial suficiente de Comisión, con particular encargo á
las Autoridades y Jefes subalternos de la Provincia, de coope-
rar á su cumplimiento en la forma que de su tenor resulta.
« Dado en Montevideo á los 8 dias de Febrero de 1815.
« Nicolás Heebeba.
« Lucas José Obes, Secretario de la Comisión,
Esta credencial iba acompañada de la siguiente Instrucción:
« El Gobierno Supremo de las Provincias Unidas que en las
vicisitudes de la revolución acaba de sufrir una pequeña pero
importante alteración, ha querido señalar la época de este
suceso' con un triunfo más glorioso que el de les campos de
batalla por ser él de tales pasiones que regularmente conducen
34
— 364 -
los imperios más robustos á la disolución y ¿ la iiiintL Desc
restablecer la paz y cortar las divisiones que ajitaa, oprimen ,
destrozan el seno de la azorada Patria en la época de su mayo
peligro. No hay sacrificio á que el Gobiemo Supremo no s
preste gustoso para conseguirlo siendo un deber do sus hijo
el concunir á. esta clase de designios que reúnen lo ímportant
á. lo plausible, particularraeute-cuando sus ojos se fijan de ui
modo honroso en las cualidades personales de ellos mismos, h
creido que V. V. aceptarán con guato la importante Comisioi
á que son destinados por el Despacho adjunto.
Su tenor es la mejor espreaion de los sentimientos que m
animan y es como inútil agregar instrucciones para facilitar £
acierto de un paso cuyos fines no son complicados ni dificile;
« Sin embargo, no puedo excusaiTue de recomendar á V. "V
el punto de la cesación de hostilidades que debe preceder
toda convención pacífica, tanto para el libre curso de las co
municaeiones como para el pronto alivio y consuelo que lo de
mandan con un ínteres correspondiente al estado de bus con
fiictos .
« Creo haber revestido á V. T. de la autoridad nocosari
para remover obstáculos é inspirar la confianza necesaria ei
las promesaa de un gobierno que como he dicho aceptaría fá
cilmente toda condición ó partido, en tanto que no ultraje si
decoro ó comprometa la existencia politica de las Provincia
Unidas. — El sabrá premiar con mano generosa, el servicio qu'
V. V. le tributan haciéndose el órgano de sus benéficas mira
y la Patria no olvidará jamís el importante influjo que dobei
tener sus trabajos en la obra más grande de nuestra rovolucioi
y el termino d© una guerra que no pueden decidir las annas sii
conducir el Estado al liltirao precipicio, »
« Dios guarde á V, V. etc.
« Montevideo, 8 de Febrero de X816.
(Firmado) — Nicolás Herrera.
— 8B6 —
El Cabildo de Montevideo, compuesto siempre de los mis-
mos vecinos que sin elección popular, habian sido nombra-
dos al efecto desde Buenos Aires por el Directorio, y que eran
p)r lo mismo decididamente adictos al Gobierno de Alvear,
quiso también tomar alguna participación en los arreglos de
paz, creyendo auxiliar de algún modo al Dr. Herrera, y bacer
valer alguna influencia en la negociación .
Al efecto dirigió á éste la siguiente nota:
« Sr . Delegado del Supremo Gobierno.
« El Ilustre Ayuntamiento de esta Ciudad con noticia oficial
que ha tenido del importante objeto de la Comisión á que V. S.
ha venido, pide muy enérgicamente se sirva darle alguna in-
tervención en ella, porque considera que puede servir á ade-
pintar el importante fin de la pacificación de esto territorio á
que aspira el Supremo Gobierno. Sus individuos son todos
conocidos del Jefe de las armas Orientales con quien han de
entablarse estas negociaciones: tienen un interés en ellas como
habitantes de un mismo suelo; y esta circunstancia debe hacer-
le grata á D . José Artigas, cualquiera parte que se les quiera
dar en e?ta importante Comisión con que V. S. se presenta hoy
en este territorio: por momentos urge la necesidad de este paso;
en su consecuencia solicita cío V. S. que teniendo en conside-
ración la desolación universal en que han envuelto al país las
guerras intestinas se sirva concederle á la Corporación que re-
presenta, la necesaria intervención que necesita para que
uniendo sus esfuerzos á los do V. S . , toque todo el pueblo
Americano el buen resultado que debemos prometemos de tan
ventajosa medida. — Montevideo, Febrero 7 de 1815.
(Firmados) — Pedro G, Pérez — Juan M, Caldeyra
— Luis de la Posa Brito — Pedro Casáballe —
Tlíorihio Loiiez de üllUus — Juan Bto. Blanco
— Pallo Pérez — Bruno Méndez,
Al Sor. Delegado del Supremo Director.
/
— 356 —
En consecuencia de esta nota, y aceptada por el doctor
Herrera la cooperación del Cabildo, se asociaron á los delegados
de aquél los cabildantes don Pablo Pérez y doR Luis de la
Rosa Brito, marcbando juntos al Arroyo de Castro para de allí
dirijirse al campamento del General Artigas/
En tanto que con la mejor buena fé adelantaba en sus tra-
bajos esta Comisión, veamos cuales eran las sinceras intencio-
nes que habian presidido en el envió de la misión de Herrera
por parte de Alvear, y las verdaderas disposiciones conciliado-
ras que lo animaban á este .
Casi al dia siguiente de la llegada del doctor Herrera á
Montevideo, ya recibia la carta siguiente del Director Alvear,
la que sin duda debía ser una reiteración de las espresas reco-
mendaciones que habia recibido al salir de Buenos Aires, ^
que formaban en reaKdad la parte más esencial de su encargo.
Al mismo tiempo que so intentaba arrasar la fortaleza del
Cerro con el pretexto de que se aproximaba una espedicion
española, tratábase para resistirla de dejar á Montevideo ab-
solutamente desmantelado y desarmado á fin de redu irlo á la
más completa impotencia : aún dándose cuenta Alvear y sus
partidarios de que el despojo completo que se proyectaba de su
abundantísimo armamento y parque exponia á esta plaza fuer-
te á caer sin defensa como una segura ó inerme presa ante
cualquier invasor que intentase conquistarla, como aconteció
dos años después con la invasión portuguesa, y como pudo ha-
ber sucedido ese mismo año de 1815 con la expedición españo-
la del General Morillo si en lugar de dirigirse por ese tiempo
á las costas de Venezuela ó Tierra Firme, hace rumbo á las del
Rio de la Plata, como se temió con tan fundada razón por los
patriotas de esta región.
Es de este modo como la proyectada pacificación y reconci-
liación principiaba dolosamente por asumir de hecho y á todo
trance un carácter de culpable despojo, de injustificable y de-
— 357 —
liberada usurpación de la propiedad mas sagrada é indispensa-
ble del mismo amigo y hermano á quien con desleal hipocresía
ofrecíítse una cordial reconciliación : teniendo unos y otros
iguales y formidables enemigos al frente, ó identidad de peli-
gros en la común defensa.
Duélenos presentar esta faz odiosa en esa transacción diriji-
da con insigne mala fé por el doctor Herrera, aunque en cum-
plimiento sin duda de sus estrictas instrucciones, transacción
cuyo éxito final lejos de contribuir á aplacar los rencores azu-
zados entre Argentinos y Orientales por la conducta de Alvear,
debia ahondarlos cada vez más, y hacer de aquella efímera y
púnica paz una imperdurable y justificada causa do aborreci-
miento.
Hé aquí la carta indicada:
« Sr. D. Nicolás Herrera .
Buenos Aires, Febrero 10 de 1816.
« Amigo mío : Es imposible que podamos mandar víveres
por lo que cuestan, y no haber plata para ello; ahí van todos
los buques para que vengan todos los pertrechos de guerra y
efectos pertenecientes al Estado; es preciso que se sostenga el
sitio hasta la última hora, y que embarque todo sin que quede
un grano de pólvora, ni un fusü, pues estas especies se las po-
demos dar después á Artigas, y nos las agradecerá más.
« No hay que dar licencia á ningún Español para que se va-
ya al Janeiro, que ^e amuelen aquí.
« Me parece seria oportuno insinuarse con aquellas familias
más comprometidas con Artigas, para que se vengan con tiem-
po; de todos modos nos acomoda que se vengan los más que
sean posibles, aunque sean Oodos, y más de aquellos más pu-
dientes que siempre gastarán algo, y les queda eso más que dar
á Artigas, repartiendo sus caaas á los paisanos, y de este modo
peleará máa por la caasa; en fin, es preciso echarlo todo á ba-
rato, y ea)ga el aol por Antequera.
« Eecomienclo á Vd. la casa de las Maturanas, por si cjuísie-
ran venir y que les avise Vd. con anticipación de la evacua-
ción de la Plaza.
« Por acá no hay novedad, todo sigue en orden y no hay
cuidado por nada.
« Ahí se pueden hacer algunas salidas para hacerse do trigo
y otros víveres para subsistir hasta saber el resultado de la«
negociaciones.
« Cuidado qne vengan todos los efectos del Estado y pertre-
chos de guerra : en fin que venga todo cuanto pueda. Vá apro-
bado el nombramiento de Obes.
Salud y pasarlo bien: de Vd. etc.
Callos Airear. «
Casi en el mismo día, el Comisionado doctor Herrera recibió
la siguiente nota reservada del Ministro de la Guerra, General
Viana, que daba ya un carácter apremiante y absoluto á la
evacuación de Montevideo, reclamada por el Gobernador
Soler :
Besenado
« El Director Supremo en consideración á las criticas cir-
cunstancias en que se halla la Plaza de Montevideo de que
instruyo su gobernador on oficio de 7 del corrieato, y consul-
tando los intereses del Estado, ha tenido & bien resolver pasen
á ese puerto todos los buques de guerra y mercantes que ha
considerado suficientes para que según el estado que presente
la negociación entablada por V. S. con el Gefe de los Orien-
tales, ae embarque dicho Gobernador con la tropa de la Guar-
nicion, artillería, fusiles, municiones, archivos y cuanto corres-
ponda al Estado, ya sea propiedades extrañas ú otros enseres de
la I^añon, protejiendo á loa individuos que qmeran emigrar.
— 359 —
« S. E. me ordena lo corauniqne á V. S. sagnro de que las
circunstancias qu© sobrevengan arreglarán sus oneraciones en
el particular, con advertencia que para que sostenida la Plaza
hasta el último traace, pueda conseguirse alguna transacion
ventajosa, se ha dispuesto conduzca el comercio provisiones
de todas clases para su socorro .
« Dios guarde á V. S. muchos años.
« Buenos Aires, Febrero 11 de 1815.
( Firmado ) — Javier de Yiana.
S. Secretario de Estado, Diputado en Comisión don Nicolás
Herrera. »
A fin de complementar estas medidas, era necesario tener un
gran número de embarcaciones.
La siguiente nota del Secretario del Director Alvear explica
como salia este de esa dificultad con su habitual violencia :
« El Supremo Director impuesto por el oficio de V. S. de 8
del comente en que le instruye de las medidas que ha puesto
en planta desde su llegada á eea Plaza para el desempeño de
su comisión las ha encontrado dignas de su aprobación Supre-
ma ; y consultando su buen suceso^ y en vista de las nuevas
escaseces que empieza a sentir eso Puablo, ha ordenado un
embargo general de los buques en ei^te puerto para que con-
duzcan todos los víveres] que sean necesarios ; pero como de
todos modos el éxito es dudoso, y no debe omitirse ningún
género de precaución para hacer menores las desgracias, pone
á S. E. al cargo de V. S. el hacer transportar á esta Capital
todos los efectos del Estado, cañones y artículos de guerra que
no sean absolutamente indispensables para sostener el honor
de las armas y consultar la seguridad del pueblo hasta la ter-
minación de las presentes diferencias.
— 860 —
« Lo que me ha encargado S, E. comunique á V. S. para s
inteligencia y efectos consiguientes.
Dios guarde áV, S. muchos años .
Buenos Aire:-, Febrero 11 de 1815.
( Firmado )~Mamtel Moreno. »
Señor doctor don Kicolás Herrera. »
Volvamos ahora á las tentativas de avenimiento iniciadi
por el Delegado y sus comisionados cerca de los jefes art
guistas.
El Coronel Otorgues so negó á recibir la Comisión, segí;
resulta del siguiente oficio en que se dá cuenta del éxito d
viaje :
« Habiendo llegado la diputación, asociados con los del Del
gado (1© S. E. al Arroyo de Castro donde se halla el Gefe c
la Vanguardia don Femando Otorgues, le pasamos el ofic
que sigue : « Prevenidos en esta Vanguardia los Diputados d
K Ilustre Cabildo y del señor Delegado Extraordinario con ■
« interesante objeto de marchar á la presencia del señor Q-i
« neral don José Artigas á abrir la negociación que insinoi
« mos á V, S. por oficio de 8 y carta de 9 del que gira, supl
« camos á V. S. se digne franquearnos el correspondiente p;
« se á fin de que no padezca un momento el más leve intérva!
«nuestra misión. — Dios guarde á V. S. muchos añoa.-
« Arroyo de Castro, Febrero 17 de 1816.— Pablo Pérez, -
« Luis de la Bosa Brito, — Felipa Pérez, — Tomás García (
« Zúñiga. »
En contestación á él nos comunica el del tenor siguiente :
« En contestación del oficio que con fecha 17 del presen
« mes me han dirigido, informo á V . S. que me hallo con ó:
— 361 —
« denes terminantes para impedir el curso de esta comisión, y
« no admitir otra negociación que no sea en la que personal -
« mente convengamos con el Sr. Delegado Extraordinario don
« Nicolás Herrera . — Dios guarde á V. S. muchos años. —
«Vanguardia en Castro, Febrero 17 de 1816. — Fernando
« Otorgues, — S. S. de la Comisión. »
« En vista de la negativa de dicho jefe, acordamos dejar en
sus manos los oficios que conducíamos para entregar al Sr. Ge-
neral D. José Artigas para que por su mano sean remitidos á la
brevedad posible, como así mismo comunicamos á V. S . regre-
samos á nuestro destino.
« Lo que avisa esta Diputación para que delibere V. S. lo que
halle por conveniente. — Dios guarde á V. S. muchos años. —
Arroyo de Castro, 18 de Febrero de 1815. — Pallo Pérez . —
Lins de la Posa Bríto. — Al Ilustre C. y Regimiento de la
Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo. »
Dias antes de esta misión el Coronel Hortiguera, antiguo
compañero de armas del General Artigas en el Regimiento de
Blandengues junto con el cual había pasado á Buenos Aires
en 1811 para tomar servicio en favor de la Patria ; y el cual
en esta campaña mandaba las fuerzas avanzadas de la plaza,
estrechada yá en un verdadero cerco, le había escrito al Gene-
ral comunicándole la venida de un comisionado para tratar de
arreglos de paz, por lo cual convendría se suspendiesen las
hostilidades.
A esta comunicación, Artigas contestó del modo siguiente,
que demuestra cuan enconado debía estar su espíritu, después
de las anteriores tentativas de reconciliación análogas á la que
se iniciaba en esos dias, y las que solo habían servido para
adormecerle, y hacerle pagar cara su credulidad en insidiosas
proposiciones de arreglo .
Dice asi su carta :
« Si la esperiencia de lo pasado debe servir de lecciones á lo
— 362 —
futuro, yo no puedo suspender las hostilidades sin que €
queden garantidas de un modo que inspire la pública conf
za de los pueblos Orientales y demás que les siguen.
K Para formalizar la Diputación que Vd. anuncia er
apreciable de 7 de Febrero, bastará que el Plerjipotenci:
espoiiga sus proposiciones del modo que guste. Yo sieiu
me glorío de ser justo, y que en medio de las grandes coni
siones, el amor de la pública felicidad es el distintivo de
grandeza. Kntretanto, callar y obrar es nuestro deber.
« Tengo el honor de saludar á Yd. con lo muy particular
mi afecto.
Cuartel general en marcha, 12 d» Febrero do 181B.
José Artigas.
Al señor don Rafael Ortiguera Comandante de la Vanguai
de Buenos Aires. »
En estas circunstancias ocurrió un incidente que demues
basta que punto podían en la exaltación de aquellos momen
pervertii-ae las ideas, y en nombro de exijencías y precaucio.
militares de muy dudosa justificación, producirse hechos (
habrían enconado aún más los odios existentes, y arrojí
sobre el nombre del General Alvear directamente, y sobro
del General Soler indirectamente, como su ejecutor, im vergí
zoso estigma.
Por fortuna, ese detestabl» hecho quedó en proyecto, mer(
á la oportuna resistencia del Cabildo de Montevideo, y á
decidida oposición que le hizo, haciendo valer su superior i
toridad, el Delegado doctor Herrera.
Hó aquí la nota del Coronel Soler, gobernador entonces
Montevideo, para la destrucción de la fortaleza del Cerro, y
resolución que en ella recayó:
■•i
♦ r
— 363 —
I M.o
■r v^
« Con fecha 9 del corriente me ordena S. E. el Supremo
Director por su Ministro de Guerra lo siguiente :
« La expedición de la Península es indudable, y es por lo '--%
mismo llegado el caso de rencer con la fatiga y la constancia
cuantos obstáculos embaracen nuestra común seguridad : sobre
este principio me ordena S. E. prevenga á V. S. que sin per-
der un momento proceda & derribar la fortificación del Cerro
por los arbitrios que le sujiera su celo, aunque sea empleando
la guarnición con azadas y picos en esta obra, en el concepto
que en la brevedad de la ejecución tributa V. S un servicio
importante, y en el menor retardo queda responsable á su Pa-
tria por las resultas : la casa del vijia es el único edificio que
debe quedar en pié en el Cerro, y todo debe empeñarse para el
cumplimiento de esta orden. »
« Lo que transcribo á V. S. por li que pueda importar á la
Comisión de que está encargado, y para que becbo cargo del
espíritu del Gobierno, se sirva disponer lo que convenga.
Dios guarde á V. S. muchos años.
Montevideo, Febrero 17 de 1816:
(Firmado) — Migiid Soler. »
Sr. Delegado Extraordinario de S. E. el Director Supremo.
En este oficio recayó el siguiente despacho en el que predo-
minaba la sensatez y j^triotismo del Delegado:
« Contéstesele que para evitar la mala impresión que cau-
saria este paso con perjuicio de la transacion, se suspenda has-
ta tanto se obtenga la resolución de S. E. á quien consulto en
esta fecha.
Montevideo, Febrero 17 de 1816.
i (Rúbrica del Sr. Delegado.)
.jáÉ
— 364 —
Es indudable que fin esta digna resiatencía de! Dr. H
el Cerro d© Montevideo habría perdido en pocos dias es
mosa fortaleza que por tan justas razones de patríótic
títnd rememora hoy el nombre del General Artigas.
Entretanto la situación se hacia, con actos de tal male
cia, cada vez más penosa é insostenible para el Delega
Gobierno Argentino que veía establecerse un sitio fon
bre esta ciudad por laa tropas del General Artigas que 1
caban ya, teniendo sus avanzadas el comandante Llupea
inmediaciones, no permitiendo la entrada de ninguna el
víveres.
Por otra parte ante ese conjanto de circunstancias ad
y ante los trabajos de los artiguií^tas en la ciudad, la g
cion da Montevideo amenazaba disolverse por las nun
deserciones que se producían cada dia, como puede vei
los oficios dirigidos por el Gobernador Soler al Delega
que revelaban en uno de los jefes más intrépidos y sereí
ejército argentino de aquella época como lo era el C
Soler, una situación de indominable pánico . Los docui
siguientes demuestran lo peligroso de la situación de 1
pas de Alvear en los dias que precedieron á la retirada d(
« Ha llegado eztraiudicialmente á mi noticia que el C
graduado de Sargento Mayor del Batallón núm. 10, don
fació Vidal, ha desertado de esta Plaza ; y que se hallabs
16, antes de ayer, en la Villa de Canelones.
« Dios guarde á V . S. machos añoa .
« (Firmado)— Migtfél Solé
* Montevideo, Febrero 17 de 1816.
Sr. Delegado Extraordinario de S. E. el Supremo Dirá
— 36B —
« Anoche han desertado siete Granaderos de Infantería, to-
dos Europeos ; asi me lo avisa el Comandante interino del [Re-
gimiento; y lo comunico á V. S. para su inteligencia.
Dios guarde á Y . S . muchos años.
Montevideo, Febrero 19 de 1815.
(Firmado)— Miqud Soler.
Sr. Delegado Extraordinario del Supremo Gobierno.
« El Sr. Coronel del batallón núm. 6 me dá parte con fecha
de hoy haber desertado de su cuerpo el Teniente D. Manuel
Ayala; y con fecha de hoy me avisa el Coronel Ortiguera ha-
haber desertado dos dragones armados de los que se hallan
destacados en ©1 Cerro; yo tengo por necesario avisar ¿ V. S.
por lo que pueda convenir.
Dios guarde á V. S. muchos años.
Montevideo, Febrero 19 de 1815.
(Firmado) — Miguel Soler.
Sr. Delegado Extraordinario del S. E. el Supremo Director.
« Anoche desertaron dos granaderos de infantería godos,
y hoy se han puesto incomunicados cuatro sarjentos y un ca-
bo; cuando esté mejor instruido del caso, haré presente de
cuanto deba al respecto.
Dios guarde á V. S. muchos años.
Montevideo, Febrero 21 de 1815.
(Firmado) — Miguel Soler.
Señor Delegado Extraordinario del Supremo Gobierno.
— 366 —
« He mandado poner presos á bordo de los Bergantines del
Estado siete Sarjentos y cinco Cabos Granaderos de Infantería
que, según informes del Comandante Balbastro, hay funda-
mento para persuadirse han contribuido á la deserción del
Cuerpo ; yo he tenido por conveniente ne te tome información
alguna, porque son demasiadas ya las pruebas que tengo de la
ninguna adhesión de los Europeos que tiene el Ejército, y su»
graves crímenes me precisaron á tomar las providencias que
tengo el honor de comunicarle.
Dios guardo a V. S. muchos años.
Montevideo Febrero 22 de 181 B.
( Firmado ) -— Miguel Soler.
Señor Delegado Extraordinario del Supremo Gobierno.
« Responsable yo á la seguridad del Ejército y al decoro^ de
las armas de la Patria, protesto á V. S de los riesgos en que
estas so hallan por haber salido de esta Plaza el Secretario do
Cabildo Aguiar, de quien V. S. y yo tenemc! fundadas sospe-
chas de estar confabulado con los enemigos, pues V. S. mismo
me dio orden para embarcarlo la noche de antiyer, y posterior-
mente la revocó, supongo que con fundado motivo.
« Hago presente á V . S . esto, no animado de un espíritu de
contravención respecto á las Superiores órdenes y carácter que
reviste, pero si del que siempre me ha distinguido en el amor
á mi Patria y delicadeza con que me he manejado en la revo-
lución, así es que nada me resta que hacer para sincerar la
— 367 —
conducta de un oficial de mi alto carácter, y los que mo han de
juzgar y V . S . tienen documentos de esto mismo .
« Dios guarde a V. S. muchos años.
( Firmado ) — Miguel Soler.
Montevideo, Febrero 23 de 1815 .
Señor Delegado Extraordinario de S, E . el Director Supremo.
Señor Delegado Extraordinario del Suj)erior Gobierno .
Estimado amigo :
« El ejército corre á su disolución ; ayer se fué un Dragón,
cinco Sargentos del núm . 10 ; uno del núm . 3 y un Sargento
de Granaderos también huía del Cuerpo ; es necesario tomar
una 7'esÓlucion que tal vez no será iMsihle atando estén los enemi-
gos encima^ porque entonces el mismo pueblo abrirá sus puertas
y serán sacrificados los que queden para la última operación .
Vale mucho más dejarles alguna cosa, que arriesgar todo por
una negociación que ya no debe esi^era-rse ventajosa; sí Vd.
gusta le diré esto mismo de oficio, con las protestas nece-
sarias.
De Vd . afino .
( Firmado ) — Miguel Soler . »
Montevideo, Febrero 20 de 1815.
« Tengo fundados motivos para solicitar como lo hago, el
que V. S. me releve del cargo de General y Gobierno Interino
de esta provincia, sirviéndose conferir el mando de ella al ofi-
— 368 —
cial que V. S. estime á propósito, y franqueándome el buque
necesario para restituirme á la Capital
( Firmado ) — Migud Soler.
Montevideo Febrero 23 de 1816.
« Señor Delegado Ex*^^raordinario del Suprenro Gobierno .
Hemos trascrito por extenso estos documentos á fin de dejar
bien constatadas las verdaderas causas que inspiraron la misión
del doctor Herrera, y la irresistible violencia de los aconteci-
mientos que lo obligaron á hacer evacuar á Montevideo, no
como medida de fraternal reconciliación, sino como el único
medio asequible para evitar la catástrofe final.
Volviendo ahora á la misión del Dr. Herrera, y ante el re-
chazo sufrido por sus comisionados, resolvió aquel ponerse di-
rectamente al habla con el Coronel Otorgues, dirigiéndole una
nota muy persuasiva; pero éste exigió que aquél se trasladase
á Canelones para tratar allí 'personalmente y arreglar las ba-
ses del convenio de paz.
Es muy digna ile ser conocida una de las notas que dirigió
el Coronel Otorgues al Dr. Herrera, en la que expone con len-
guaje enérgico los agravios sufridos por los Orientales, y par-
ticularmente por el mismo Otorgues. Hela aquí:
« En el siglo de los sucesos grandes de la América, son de
suma necesidad las incesantes vigilias de sus dignos hijos. La
Banda Oriental alimenta ciudadanos idólatras de su madre
patria; en obsequio de ella nos hallamos resueltos á sacrificar
nuestra existencia misma. Este es el principio que debe re-
glar la conducta del Superior Gobierno de quien es V. S. un
representante; este es un hecho que debe tenerse presente en
todo ulterior procedimiento; y este finalmente es el principio
fundamental de nuestras accionea Asentado este axioma, va-
mos al caso. Una guerra desoladora ha afligido nuestro país
r
%W:
:¿r:v¿r-.
Tí*. .•
369 —
(1) Alude á. la captura de su esposa é hija por las fuerzas del Coro-
nel Dorrego en la sorpresa que éste le hizo en su campo en Marmarajá;
las que fueron conducidas priaioneras á Montevideo, siendo yíctimas
de esos atentados.
26
por espacio de dos años, sin otro objeto que subyugar la Pro- - . /' ;
brincia, arruinar al ciudadano, y sofocar la voluntad general de .'i
los pueblos, para entronizarse un monstruo que devora á los
mismos que parece alimentar. El grito general de los Orien-
tales ha sido sofocado por las bayonetas: guerra, y guerra de .;^
«angre se fulminaba contra nosotros; y sólo nuestra constan- v*^
cia pudo oponerse é igualar al frenético furor de los enemigos:
la desnudez, ia miseria y el sacrificio personal de mis paisanos,
era contrarestado por el lujo y la opulencia de nuestros ber- ^^l
manos enemigos.
« Estos sacrificios eran costeados por la Provincia, y las re-
muneraciones por desgracia que bemos reportado ban sido de-
solaciones, muertes y violencias.
« Mi bija, digno objeto de mis delicias, ba sido víctima de
la lascivia de un bombre desmoralizado: y la violencia se opu-
so á su inocencia.
« ¿ Qué cuadro tan lisonjero para un padre bonrado y aman-
te de su familia ? ¿ Y que bases para fundamentar un Gobier-
no liberal y virtuoso ? Un bombre tan criminal en todo siste-
ma, no solamente vive, sino que vive entre los brazos de una
inocente violentada ! Permítame V . S . que me baya separado
algún tanto del objeto general pues el amor paternal ba tras-
tomado mi razón ; y dando un corte violento á los intermedios
pasemos al oaso presente. (1)
« Nuestro común suelo fatigado ya por una guerra civil que
roe sus entrañas deseaba con ansias terminar una cuestión tan
odiosa en el momento mismo en que pisa nuestro territorio un
paisano autorizado con ideas de pacificación . Esta perspectiva
— 870 — ,
alegie trastorna tiuestros sentimientos ; y mi campo qae ai
nórmente respiraba venganza, es ya el seno del descanso, ]
prematura esperanza del reposo y tranquilidad general ;
obligaba á olvidar nuestras pasadas y penouas fatigas. £s
rábamos con án»ia el resultado de una jomada que sería
resultativa de bienes á la Provincia, como al sistema de
América, cuando advertimos con escándalo que ¿ la buena
supuesta suced3 la intriga, y que hasta el último caso se inti
taba burlar nuestra ignorancia é inocencia. Se aflige nue'
mente al pueblo con excesivas contribuciones, se ejecuta ]
anteriores; infinidad de buques surcan el Rio de la Plata coi
ob]eto de arrastrar todo útil de guerra, y poner con esto ©1
lio de la iniquidad — ¿ Estas son. señor Delegado, las medií
que se toman para fundamentar una paz duradera ? ¿ Estos
principios bajo los que debe jirar la fraternal unión iniciac
¿Estos, últimamente, sOn los rasgos de un Gobierno sal
libei-al y amante á sus Pueblos ? Muy lejos, señor, de los he
bres de buena fé, tan execrables insidias.
« Los deseos incesantes que tengo de terminar la guerra
conviertan en rayos de furor que abrasen á nuestros preten
dos conquistadores, si en el momento mismo no determ:
V. S. cortar de raíz los males que van á resultar de medií
tan sospechosas. Yo hago responsable á V. S. ante el tribu'
de la Nación de estos males que predigo, si la buena fe no fi
damenta nuestra negociación. Yo el primero que he sab
sacrificar mi existencia en obsequio de la libertad, no seríf
último que empuñaría mi espada á favor de un gobierno n
benéfico y libera!; y en este caso las víctimas inmoladas ii
centemente, clamarían á la Providencia, venganza, vengai
del Cielo contra los monstruos que causaron nuestra desgrat
y yo desde la tumba acompañaría estos sentimientos á los
estos infelices.
« Finalmente, Sr. Delegado, yo espero, y deseo, en esta ne^
— 371 —
dación, tenga Y. S. presentes los bienes que resultan, si ella es
fondada en la buena fé, y los males graves que amenazan, si
de ella se aparta; esto únicamente encargo por el bien de la
Provincia; á él le convido y por él le saludo.
Dios guarde á V. S. muchos años.
Vanguardia en Castro, Febrero 20 de 1815.
(Firmado) — Fernando Otorgues.
Al Sr. Delegado Extijaordinario, etc., etc.
Por diversas razones el doctor Herrera se negó á salir de
Montevideo para tener con Otorgues la entrevista á qué éste lo
invitaba en Canelones.
Habiendo escrito en consecuencia al General Artigas relati-
vamente á su misión, creyendo encontrar flirectamente en él
algún avenimiento en los términos honorables de una transa-
CLon,estele contestó declarando terminantemente que no entra-
ría en ninguna clase de convenio ni arreglo, mientras previa-
mente no se evacuase la ciudad de Montevideo por las tropas
argentinas á las órdenes del Coronel Soler.
Esa carta merece ser conocida porque ella reflejaba bien la
disposición de ánimo de aquel: y su inquebrantable resolución
de recuperar la capital de su provincia :
« Cuartel General
Señor don Nicolás Herrera.
« Mi apreciable paisano y Señor : si sus votos son igualmente
eficaces que los mios en obsequio de la pacificación del país;
que se retiren las tropas de esa guarnición y las del Entre-Eics
á Buenos Aires. Entonces podrá Vd. entablar sus negociacio-
nes del modo que guste, si hemos de convenir en la unión
general de todos los pueblos, á cuyo efecto adjunto ci V. copia
— 372 —
de ese original que servirá de norma en todas sus operacio*
nes.
€ Saluda á Yd. con todo mi afecto, deseándole la mayor
felicidad, este su paisano y servidor.
( Firmado ) — José Artigas .
« Somos 20 de Febrero 1815. »
Al mismo tiempo dirigia el General la siguiente nota al Ca-
bildo de Montevideo:
« Nadie más interesado que yo en el restablecimiento de la
paz y la unión, y cuando esa Ilustre Corporación me invita
para realizar tan noble empeño no ha hecho más que llenar el
blanco de mis deseos en obsequio de la felicidad del país. Por
ella encarezca V. S. sus votos ante el Sr. Representante de
Buenos Aires para que retire todas las fuerzas de esa plaza y
del Entre-Rios; sin este requisito ni cesarán las hostilidades,
ni podremos ajustar el convenio por que Vds. tanto se inte-
resan.
« Tengo la honra de saludar á V. S. con todo respeto y de-
dicarle mis más afectuosas consideraciones.
Cuartel G-eneral, 20 de Febrero de 1815.
José Ajiiffos.
íc Al Muy Ilustre Cabildo de la Ciudad de Montevideo. »
El Cabildo por su parte, á pesar de su posición subalterna
ante la autoridad militar, á la cual se habia humillado muchas
Teces de un modo indecoroso, y de la cual era bastardo hijo y
agente, debia indignarse asi mismo ante el cuadro odioso del
despojo inicuo que se estaba cometiendo en el embarque de
todo cuanto pudiera arrebatarse de Montevideo, y dirigió al
doctor Herrera la sumisa y deprecatoria nota siguiente :
— 373 —
€ Teniendo en consideración este Ajontamiento que acaso
las negociaciones entabladas con don José Artigas, pudieran
entorpecerse por noticias abultadas que diariamente tiene de las
operaciones que aqui se jiran, y siendo requerida por don Fer-
nando Otorgues la buena fé de su mediación, sensible como es
justo á los principios que la caracterizan, y constante en ellas
bajo la garantia que le prometen la delicadeza y sanas miras
del Superior Gk)bierno, suplica á V. S. se sirva suspender por
ahora la conducción á Buenos Aires de los pertrechos de gue-
rra existentes de esta Plaza, hasta tanto que el resultado de
aquellas disuada sus desconfianzas, y asegure las medidas que
V. S. tenga á bien expedir en el particular.
Dios guarde á V. S. muchos años .
« Sala Capitular de Montevideo, Febrero 22 de 1815.
( Firmados ) — Jiuin M. Ccddeyra — Pedro
O, Pérez — Luis de la Rosa Brito —
Pedro CasaJbaUe — Bnino Méndez.
« Sr. Delegado Extraordinario D. Nicolás Herrera.
Es por demás asegurar que esta humilde exhortación no fué
considerada en lo más mínimo, y que el embarque continuó de
dia y de noche á toda prisa, produciéndose en esos momentos la
tremenda explosión del polvorín de las Bóvedas en que pere-
cieron 120 personas, aterrando á la población.
El Coronel Otorgues por su parte expresaba al Dr. Herrera
en los siguientes términos perentorios, las únicas condiciones
en que podria producirse el avenimiento propuesto:
« Perdemos el tiempo en contestaciones que parece no tu-
viesen otro objeto que retardar jomada tan interesante: pene-
trado de su importancia y hallándome suficientemente autorí-
sádo por mi General, he determinado hacer k Y. S. presente
• *í
— 874 —
valias proposiciones, á las cuales está precisamente conexa la
salad pública j el bien del sistema.
« Yo creo que este es el mejor medio de ©vitar paeos que en-
torpezcan unión tan interesante, y que V, S. no se desdeñará
de acceder á tan justificadas proposiciones; debiendo tener
entendido que sin estas condiciones ni puedo ni debo entrar
en convenio alguno: puesto que en caso contrario quedará, la
Provincia desarmada y espuesta al yugo del primer invasor, y
aunque no necesitamos cañones de á veinticuatro para defen-
der la Provincia, si necesitamos fusiles, municiones y hombres
de que queda exhausta. Interésese V. S. por el bien de su
patria creyendo que estas medidas son tan necesarias como
« Si V. 8. accede á esta mi justa solicitud, yo protesto &
nombre de mi General propender á la unión sólida que tanto
necesitamos, y suspender al momento las hostilidades ; presen-
tándome V. S. loa correspondientes rehenes que aseguren la
ejecución del Convenio.
« Dios guarde á Y. S. muchos años.
Febrero 24 de 181B.
(Firmado) — Fernando Otorgues.
« Señor Delegado Extraordinario don Meólas Herrera.
« Don Femando Otorgues Coronel de Dragones de la. Li-
bertad, Q-efa de la Vanguardia del Ejercito Oriental, acampado
á laa márgenes de Santa Lucia, autorizado suficientemente por
e! G-eneral don José ArtigaSj G-efe de los Orientales, para enta-
blar y concluir una negociación con el Delegado Extraordina-
rio del Director Supremo don Nicolás Herrera : he voiiido en
hacer presente á dicho señor Delegado las siguientes propo-
— 375 —
I
liciones, á que está sujeta precisamente la salud pública, y el
bien general del sistema.
« 1 .* Desde el momento en que sea recibida esta mi comu-
nicación, se suspenderá el embarque de pertrechos, municiones^
bienes secuestrados, esclavatura, tropas y últimamente toda
existencia perteneciente al Estado ó á la Provincia.
« 2 . * Quedarán en esa plaza dichas existencias y toda clase .
de armas que existan en guarnición ó parques, y todo lo que
en mi primera proposición queda en suspensión de embarque.
3 . * Se retirarán las tropas de Buenos Aires sin armas de la
plaza de Montevideo, permitiéndose sin distinción de persona
quedarse en el territorio, todo individuo que asi lo quisiese.
« 4.* Se retirarán las tropas de Entre-Eios sin armas, ó en
la misma forma que los de la plaza, dejando igualmente en su
libertad á todos los individuos que quisiesen quedarse.
« 5 . * Concedidas estas cuatro proposiciones: se entablarán
las relaciones de la Provincia Oriental al Gobierno de Buenos
Aires, y se entablará una unión firme y duradera que nos pon-
ga 4 Cubierto de las agresiones ultramarina.
« Campo volante, Febrero 24 de 1815.
Femando Otorgiiés.y^
Estas comunicaciones no tuvieron respuesta conocida.
Los sucesos se habian precipitado; el embarque de todo lo
que podia arrebatarse de Montevideo, á titulo de propiedad
del Estado y de propiedades extrañas confiscadas á los espa-
ñoles, se habia realizado sin pérdida de minutos ; las fuerzas
avanzadas de Otorgues á las órdenes del comandante Llupes,
ocupaban y cerraban ya todos los caminos, estableciendo sobre
la plaza un rigoroso sitio ; mucha parte del pueblo de Monte-
video daba muestras evidente de una peligrosa exaltación ; y
todo indicaba que el desalojo debia hacerse inmediatamente, ó
sobrevenir alguna catástrofe.
•#'
— 376 —
Efi eaos momentos el doctor Herrera dirigió al oomaudat
Llupes y al Cabildo lets últimas comumcaciooes siguientes :
« Con feclia 20 del corriente me informa el Jefe de loa Orie
tales don José Artigas desde sa Cuartel General que para e
trar ea negocia^iiones á efecto de concluir una ))az sólii
exije como base preliminar la evacuación de la Plaza por 1
fuerzas del Ejército de Buenos Aires. Tengo la satisfacci
de liaber prevenido los deseos de aquel jefe. Yo conocia q
la evacuación de la Plaza sería el mejor tti^timonio de la si
cerídad con que el G-obiemo Supremo deseaba concluir u
transacción con la Provincia Oriental. En este concepto i
estaba disponiendo para retirarme y al efecto tenia ya embe
cadas algunas tropas, cuando he recibido la citada comuí
cacion del Coronel Artigae. Mi cálculo ha üido exacto, y es
aumenta la satisfacción con que me retiro.
« En esta propia fecha, oficio al Gefe de esa Vanguardia d
Femando Otorgues, y el Ilustre Cabildo le hace una Diputaci
para que se acuerde el modo en que ha de entregarse la Fia
En tal situación de cosas ya no tiene objeto la proximidad
las tropas Orientales y muo'.io menos el que se aflija inútilmei
á este vecindario privándole de víveres. Por ello suplico á T
se sirva mandar retirar laa partidas que están á la inmedíaci
de nuestros fuegos y permitir entren eu la Plaza toda clase
comestibles.
« Esta conducta, sobre que debe ser grata al Gefe de
Vanguardia, está reclamada por la humanidad, y es un obi
quio debido á este benemérito pueblo, que dentro de uno ó c
días debe ser ocupado por las armas de los Oríentalet.
« Dios guarde á Vd. muchos años.
Montevideo, Febrero 24 de 1815.
Nicolás Barrera.
Al señor Comandante don José Llupes.
— 877 —
« Después de haber firmado el adjunto oficio, he recibido
una comunicación de don José Artigas como Gefe de los
Orientales en que exije pieliminarmente la evacuación de esta
Plaza para entrar en las transaciones propuestas por el Qobiemo
Supremo de las Provincias Unidas. Yo celebro haber preve-
nido los deseos de aquel Gefe. En este concepto se verificará
la retirada de las tropas al primer viento ; y V, S. con el man-
do de la Plaza adoptará las medidas que crea conveniente para
la seguridad interior y orden de la entrega que se haga de la
Plaza.
« Montevideo, Febrero 26 de 1815 .
« Nicolás Herrera.
« Al Cabildo de Montevideo. »
Simultáneamente el doctor Herrera dirijía al Cabildo la si-
guiente importantísima nota entregándole la ciudad, y publi-
caba el siguiente Manifiesto al pueblo de Monteyideo, el cual
circulaba en las calles el mismo dia en que los últimos buques
cargados con los despojos de la capital Oriental, tratada tan
cruelmente como país conquistado, zarpaban llevando la
execración de un pueblo justamente indignado contra proce-
deres tan atentatorios e incalificables. Hé aquí dicha nota:
« Diez y nueve días de tareas en que el buen deseo, el candor
y el interés particular que como hijo de Montevideo debia to-
mar en su prosperidad, nada han producido sino desaires, fati-
ga inútü y últimamente el desengaño de que los jefes orienta-
les, resueltos á descargar un golpe mortal sobre las tropas del
primer pueblo que anunció á la América el momento de su
libertad, sólo hablan de tratados para adormecer y de paz pa-
ra hostilizarnos. Tales eran sus designios, mientras yo, cons-
tante en los míos, sacrificaba hasta el decoro de la autoridad y
el honor de las armas, replegando nuestras tropas sin hacer
M
— 378 -
oposición & los insultos de iniB débiles avanzadas. Asi pi%{
rada la negociación de que yine encargado, no trepidé en b
cer nna cesión absoluta de mis facultades, para que asegura
con este desprendimiento el crédito de mi sinceridad y rem
TÍdas las sospecbas, fuese más fácil el avenimiento á unos pe
tidos que hasta en el modo de proponerse anunciaban su lib
ralidad.
Partieron de aquí mis diputados : V. S. me hizo el honor i
asociarles los suyos : unos y otros se avistaron con el gefe <
la vanguardia enemiga ; imploraron la paz ; pidieron que
me oyese, y don Femando Otorgues, inexorable en sus decreti
continuó las hostilidades, me negó una contestación direcl
y solo cuando vio convenir á sus miras me propuso una entt
vista dentro de su campo distante unas veinticinco leguas, 1
raro de tal propuesta era un signo de sospecha, y la mej
prueba de que no se deseaba sino ganar tiempo para lien
otros proyectos. A la verdad yo no hubiera jamás atinado c<
ellos, si la falta de reserva ó el indirecto manejo de sus agent
no los hubiesen delatado al gobierno : cartas, proclamas, exort
seductores, espias y cuanto puede emplearse para introduc
el descontento y la sedición en los ejércitos, otro tanto se en
pleaba contra nosotros, mientras que con pálidas promesas
quería persuadir que obraba un deseo de terminar la guerri
V. S. ha visto los hechos y por ellos puede juzgar de la justic
de mi queja. Oficiales y soldados desertaban en medio del dii
£1 pueblo, cuyo tratamiento no estuvo en mi hacer mas duli
por falta de tiempo, protejía estos escándalos, y para decir
todo el enemigo mostró cuanto le dominaba su interés part
cular con hacer emigrar los vecinos sin motivo, con ínt«rpreti
las eperaciones del gobierno de un modo maligno, con des il
gar una sed furiosa de sangre y venganza. Olvidando que Ii
trepas de Buenos Aires rompieron el yugo, que en mantenerh
dentro de los moros no tenia otro objeto que afianzar nna ci
— 379 —
pitniacion honorable después de restablecida la concordia, me
veo al fin en la dolorosa necesidad de abandonarlos, pero lo
hago con la mira de que, removido el pretesto, pueda el enemigo
gozar de la plenitud de sus deseos, y afianzada la confianza en
la seguridad pueda meditar con reposo las ventajas de la tran-
sacion propuesta. No tiene otra mira el movimiento que U.S.
presencia : el saqueo, el pillaje, las levas, lus estorsiones que se
suponian meditadas quedan desmentidas. El ejército se retira
con el mismo orden que otra vez entró triunfante de los ene-
migos que tanto trabajan para dividirnos.
Ni el derecho indisputable de recaudar el contingente y
otros impuestos he permitido que sirviese de pretesto para
violar la propiedad ó interrumpir el sosiego del vecin-
dario.
El gobierno y las tropas, al partir de Montevideo, marcan
en su comportacion los sentimientos de la autoridad suprema
á quien yo represento . Mi dolor es no haber podido manifes-
tarlos en toda su extensión, restituyendo la paz y el sosiego
al suelo que me vio nacer. Acaso un tiempo vendrá en que mis
votos se cumplan .
Entre tanto usando de mis facultades he tenido por conve-
niente encargar á V, S . el mando político y militar del pueblo
para que asegurando el orden interior disponga su entrega á
un ejército de compatriotas que sabrá prestarle la considera-
ción debida . Sin embargo de todo, las negociaciones quedan
pendientes .
« Dejar libre la provincia es facilitar su conclusión, y yo pro-
testo á V . S . que obrando una voluntad sincera de concluirlas
hallará en mi el ilustre Ayuntamiento la mejor disposición á
promover la felicidad de mis compatriotas, y en el gefe del
Estado toda la docilidad que pueden apetecer los orien-
— 380 —
tales para ajastar los partidos más conformes con sus
deseos.
Dios guarde á V . S. muclios añoí».
Montevideo, 24 de Febrero de 1816/
Nicolás Herrera. »
Al Muy Ilustre Cabildo etc.
He aquí ahora el Manifiesto indicado antes:
Don Nicolás Herrera, primer Ministro Secretario de Estado
en el Departamento de Relacione» Exteriores y Delegado
del Exmo. señor Director Supremo de las Provincias Unidas
del Rio de la Plata.
« La Suprema Autoridad de estas provincias me hizo el órga-
no de sus benéficos sentimientos al enviarme á negociar la paz
dolorosamente interrumpida en este territorio. Pesaban de-
masiado sobre el sensible corazón de S. E. los males de la
guerra civil y para terminar sus horrores delegó en mí sus al-
tas facultades.
« Desde mi arribo k esta plaza me he consagrado todo á ha-
cer fructuosa mi misión de paz.
« Mis comunicaciones, dirigidas oficial y privadamente á lo»
jefes de los Orientales nada dejaban que desear en esta parte.
Sin embargo, una vez llegué á creer que serian eludidas las
intenciones liberales del Gobierno Supremo. — Abierta ya la
negociación se introdujeron en la plaza proclamas seductiva»
que tenían por objeto minar la opinión de las tropas de la
guarnición. Una conducta semejante, la continuación de las
hostilidades cuya suspensión había yo solicitado en vano, y lo
que es más que todo un eficaz deseo de hacer notoria la since*
rídad con que el Gobierno anhelaba esta transacion, me deter*
minó á evacuar la plaza.
— 381 —
« Todo estaba dispuesto para esta operación, cuando esta
mañana he recibido comunicaciones del jefe de los Orientales,
ciudadano José Artigas en que exige cabalmente lo mismo
que yo babia resuelto practicar. (!)
Mi satisfacción ha sido grande, considerando el tino y pre-
visión, con que yo me anticipé á prevenir sus deseos; de consi-
guiente un doble motivo se presenta ahora para evacuar este
territorio. Después de haberlo verificado se continuará la ne-
gociación y no se omitirá medio alguno para conducir el
asunto k su deseado fin.
El Gobierno Supremo no desmentirá jamas sus principios
justos y liberales. Desde mi arribo á esta plaza se minoraron
las contribuciones, y un sistema de moderación distinguió en
genaral todas mis providencias. Habitantes de Montevideo:
vosotros sois testigos de esta verdad y de Ib0 admirable disci-
plina que han guardado las tropas en su reembarco. — Ella ha
sido una continuación exacta de la que conservaron en su en-
trada y en todo el período de su campaña y guarnición. Se-
mejante conducta, manda la idea más positiva de los sentimien-
tos del Gobierno respecto de esm Provincia.
A su vista deben confundirse los implacables enemigos de
la felicidad de la América. Ellos han propalado estos dias pró-
ximos que la. evacuación de la plaza seria marcada por el des-
orden, el saqueo y la violencia; pero el suceso ha hecho visible
la calumnia de estos famosos impostores.
<c Ciudadanos : el que quiera trasladarse á la Cap^^al puede
hacerlo sin obtáculo. Los que prefieran quedarse en esta Plaza
no deben intimidarse por la entrada de las Divisiones Orien-
tales. EUas se componen de amigos y deudos vuestros con
quienes estáis unidos por los más estrechos vincules. A ellos
toca más de cerca que á nadie la prosperidad de este suelo ; y
f i conociendo sus verdaderos intereses aprovechan como es de
esperar la disposición que hallarán siempre en el Gobierno Su»
premo para concluir nna transaciun fundada sobre princi
de justicia, renacerán entonces entre nosotros dias de abum
cía, alegría y tranquilidad, que nos indemnicen de los dis
toa que hemos sufrido en las pasadas diferencias. Yo es
que ellas terminarán á satisfacción de todos. Esta idei
consuela al separarme de vosotros, y me dispone á salud
con júbilo á mi propartida .
Montevideo, Febrero 24 do 1815.
Xicolás Herrera. »
Esta extensa reseña, en la cual por lo mismo de ser tan j
conocidos, y no haberle puolicado nunca los documentof
contiene, hemos excedido los limites u-suales, quedaría asi i
mo incompleta sin'el siguiente interesante docaimentí) hisi
co en que el Dr. Herrera revela francamente hasta qué pi
era insostenible y odiada la ocupación de Montevideo por
tropas de Alvear. Ahí ost-i escrita en alto relieve la triste
tona de aquellos días:
« Exmo. Señor :
« Tengo el honor de ¡¡resentar á V. E. el negociado de
Comisión á la Banda Oriental dirigida á restablecer la coni
dia y alianza con los jefes que sostienen la guerra en aqn
Provincia. Por ella verá V. E. que nuestros procedimier
han sido conformes á las instrucciones Supremas que del
reglar mi conducta en el deüempeño de mis encargos. A
arribo á Montevideo se liabia ya replegado ¡I la plaza el c
cito de operaciones.
« El General D. Miguel Estanislao Soler me hizo presen
los pocos dias de mi llegada, que era necesario embarcar
tropas, y retirarse á la Capital sin pérdida de instantes, por
la seducción de los enemigos, el odio del pueblo y la escan
losa deserción que se eeperímentaba en lae tropas, l€
temer con fundamento una sedición militar ó una di
del ejército, cuyos resultados serian los más funestos
patria.
« Yo no pude ser indiferente á una insinuación de <
cié hecha por un Jefe esperimentado y de valor. Pe
de no precipitar una medida que dejaría siii efecto la
elaciones pendientes y el embarco de la artillería ytnu
determiné que en la misma noche se hiciese una J
Guerra, compuesta délos Jefes de todos los Cuerpos de
nicion, á la que asistí con mi Secretarío el doctor Obea
nombré de tal con precedente acuerdo y disposición
« Hizo presente el General Soler los fundamentos ur
BU solicitud, y después de haberle reflesionado sobre la
fui de dictAmeu con la mayor parto de los Jefes, que
rase tres ó cuatro dias, que era lo que podía tardar la c
cion á mis comiinioicionps para el restablecimiento de
La deserción aumentaba, algunos oficiales empezaban
á los soldados ; y las circunstancias apuraron en térm:
el General Soler llegó á ratificarme las protestas de n
bílidad que había hecho en la Junta do Jefes por la
de la retirada, y á pedirme lo relevase en un mando
comprometía por momentos. Eu este estado de cosas
cesarío el embarco del Ejército, se dieron las próvida
en la víspera do la salida recibí la comunicación de d
Artigas de 19 de Febrero en quw ofrecía la ceHacion d
lidades y el restablecimieuto de nna armonía fraterna
que nuestras tropa.- evficiiasen el territorio de las Pr
Oriental y de Entre-Rius.
« Yo hice á V. E. en el momento de mi arrivo á es
tal una manifestación de lo ocurrido : mis procedímien
ron aprobados por V. E. ; esto basta para mi satistacci
en un tiempo en que las pasiones más bajas han deí
— 384 —
toda su energía, tal vez no será snficíente para conse
opinión de mía concindadanos, que es el bien qne más
BObre la tierra,
« Por lo demás V. E. sabe que jamás he solicitado '.
pieos, ni los he conservado con interés. En esto conco]
siera teñeron mi poder un testimonio de la Suprema apr
de V. E. sobre mi conducta en la última Comisión par
cario ai algún dia lo exíje mi honor, y V. E. se digna pr
su consentimiento.
« Yo espero recibir esta gracia de las consideraciones
V. E, me difitingue.
Dios guarde á V. E. muchos aüos.
Buenos Aires, Marzo 29 de 1815.
« Exmo. Señor :
« KicoM.^ Herrei
« Exmo. Supremo Director de las Provincias Unidas (
de la Plata General don Carlos Alvear. »
Réstanos, para concluir esta extensísima reseña, pi
las dolorosas pero justificadísimas consecuencias do su
tico epilogo.
El puehlo de Buenos Aires se alzaba poco después inc
contra la tiranía del mandón que entre los orientales h
odioso el nombre Argentino, y que lo mismo en la capit
©n Montevideo, imponía su desatentada dictadura y su
reprobados por medio de la violencia más odiosa.
Las preocupaciones populares podrían confundir e
y han confundido después al pueblo Argentino con loa (
vos autores de los desmanes y agravios inferidos solo
gobernante y su circulo ; pero la historia imparcial at
que la responsabilidad de tales atentados no fué del
I ■
— 385 —
que los execró y repudió, y qu** en su indignación dio en tierra
con ese partido Alvearista.
Cincuenta dias después de la partida del doctor Herrera y
del gran convoy de diez y ocho grandes buques salidos del
puerto de Montevideo, llevando los despojos de esta gran pla-
za.de armas, rodaba por el suelo en Buenos Aires, en medio de
un popular cataclismo, el poder directorial de Alvear, y en-
vueltos en él todos sus amigos y adictos que liabian practi-
cado tan odiosos hechos.
Pocos dias después de ese periodo, el General Alvear, el doc-
tor Herrera, el General Viana^ el doctor don Santiago Váz-
quez, junto eon algunos otros personajes, asilados en una fra-
gata inglesa en el puerto de Buenos Aires, le escribieron al
señor don Juan José Aguiar, Secretario entonces del Coronel
Otorgues, Gobernador de esta plaza, pidiéndole les obtuviese
permiso para desembarcar, informándoles si podrian hacerlo
con seguridad.
Por orden de Otorgues, el Secretario Aguiar les contestó
que en cuanto á la autoridad^ nada tendrian que temer, pero
que no podia garantirles que el pueblo indignado pudiera
atentar á sus personas.
Con esta amenazante y previsora declaración la malaventu-
rada comitiva siguió su viaje, asilándose definitivamente en el
Janeiro, para sufrir alli entre las burlas de los monarquistas,
como lo dice el doctor López, el triste y amargo Vía-Crucis de
un destierro inexorable ; para volver dos años después, el doctor
Herrera de Secretario y Asesor del invasor portugués General
Lecor, y el General Alvear para iniciar su desesperada campaña
como federal convencido ya, con el mando de un escuadroncito de
gefes y oficiales amigos suyos, junto con los caudillos federales
Eamirez, López, y el flibustero Carrera, á quienes dos años
— 886 —
antes habría mandado colgax irremisiblemente de la horca de
donde suspendió al infortunado Übeda.
La perfidia y la injusticia habian expiado su nefanda obra.
Merced á Artigas el pueblo Argentino y el Oriental se libraban
simultáneamente de su tirano y su perseguidor !
Administración política y económica de los Di-
rectores Posadas y Alvear en Montevideo.
Como lo hemos dicho antes, no nos proponemos en este Es-
tudio sino presentar algunas breves ó imparciales refutaciones
de las calumnias de que han sido víctimas el General Artigas y
sus partidarios, asi como algunas consideraciones sobre los su-
cesos principales desde 1811 hasta 1820, comprobándolas con-
cisamente con documentos de positivo interés, que en su ma-
yor parte no se han publicado aún .
Dejamos pues, la historia detallada de los sucesos para el
cuerpo de nuestra obra, limitándonos por lo mismo en esta sec-
ción á apuntar lijeramente algunos de los rasgos mas notables
de la dominación Alvearista en Montevideo durante el perio-
do de ocupación de sus tropas, comprobándolos con algunos
documentos inéditos aún, los cuales, mejor qué nuestras obser-
vaciones darán idea aproximada ó imparcial do los principales
acontecimientos de aquella época tempestuosa y confusa en
que la nacionalidad oriental surgia, reaccionaba y se robuste-
cía resistiendo al espíritu de odioso y cruel predominio que
queria ejercerse sobre sus hijos por algunos gobernantes ar-
gentinos .
Aunque la sección precedente nos ha absorvido una exten-
sión demasiado amplia dado el carácter compendioso de este
Estudio, así mismo creemos conveniente presentar en esta
nueva sección otros detalles no menos interesantes sobre los
procedimientos políticos y económicos de la%idministracion ¿e
los Directores Posadas y Alvear en Montevideo, los que no
pueden omitirse en justicia si se ha de formar una idea impar-
cial y exacta de los enconados agravios que eUos produjeron,
— 388 —
exacerbando entre Argentinoa y Orientales como dos pueblos
en violento antagonismo, los rencores y venganzas que solo
debian abrigarse contra los gobernantes y el partido que do-
minaba entonces accidentalmente en Buenos Aires, partido
que ese mismo pueblo porteño debia muy pronto como se ha
visto, hundir y expulsar de su seno como á un enemigo aborre-
cido.
Inmediatamente después de la entrada á Montevideo del
ejército sitiador el 23 de Junio de 1814, principió don Juan
José Duran, miembro influyente del Cabildo, á ejercer las fun-
ciones de Gobernador Intendente, no desempeñando ese cargo,
sino por poco más de una semana, pues sin causa ni motivo
legal se le destituyó, subrogándosele con el Coronel argentino
don Nicolás Rodríguez Peña, Presidente á la sazón del Conse-
jo de Estado del Director.
Así entró desde luego el Directorio de Posadas á poner en
práctica su sistema de desconocimiento completo de toda di-
rección Oriental ó participación de ella en los asuntos públicos
de la Provincia.
El mismo sistema» se adoptó respecto del Cabildo. — Es indu-
dable que era necesario subrogarlo con patriotas, pues aquel se
componia hasta entonces de acérrimos defensores del dominio
español .
Pero no se consultó para nada la voluntad del pueblo, y el
nuevo Cabildo se formó de vecinos nombrados al efecto desde
Buenos Aires por el Director Supremo en una nómina en que
hasta el Teniente de Alguacil y el portero venian incluidos,
despojando asi al vecindario patriota de la Capital del derecho
que exclusivamente le correspondia, y que siempre habia ejer-
cido desde la époc%del fundador de Montevideo don Bruno de
Zavala, de elejir por si mismo sui Cabildantes.
Con el mismo absolutismo conque se habia impuesto á estos
para la Capital, se nombró al Gobernador Intendente de la Pro-
— 389 —
TÍncia, demostrándose asi la resolución de ejercer sin limite ni
moderación un dominio que inevitablemente debia hacer cada
dia mas odioso para los orientales el nombre de sus hermanos
argentinos.
No se ha publicado hasta ahora el documento que transcri-
bimos á continuación, y que evidencia como se practicó ese
primer acto de usurpación municipal que venia á marcar con
un sello odioso la prepotencia del vencedor, erijido por si mis-
mo en conquistador y amo.
Indudablemente los nombrados en la lista siguiente eran
vecinos muy patriotas, pero esta circunstancia de ninguna
manera atenuaba la violación de un derecho que siempre ha-
bia correspondido exclusivamente al pueblo de Montevideo .
SU siguiente documento y acta del Cabildo cesante asi lo com-
prueban:
« En la muy fiel, reconquistadora y benemérita de la Patria
ciudad de Montevideo, á 20 de Julio de 1814, el Excmo. Cabildo,
Justicia y Regimiento de ella, los señores de que actualmente
00 compone y firman á la conclusión, se juntó y congregó en
la sala capitular, como lo tiene de uso y costumbre cuando
trata y confiere cosas tocantes al servicio de Dios y bien co-
mún de este pueblo, presidiendo el acto el señor don Miguel
Antonio Vüardebó con asistencia del caballero Sindico Procu-
rador Q-eneral, don Nicolás Fernandez Miranda, y presente el
Secretario.
« En este estado se procedió á la apertura de un oficio que
hoy se ha servido dirigir el señor don Nicolás S>odriguez Pe-
ña, delegado estraordinario del señor Director Supremo de las
Provincias Unidas del Eio de la Plata con el mando político
y militar de la Provincia Oriental del Uruguay cuyo tenor es
el siguiente :
« Habiendo dispuesto S. E. el Director Supremo que los
€ capitulares que actualmente componen la municipalidad de
— 390 —
€ este pueblo cesen en sus oficios j sean elegidos en su lugar los
« individuos comprendidos en la nota adjunta, dispondrá V. S.
« que reunido e^e cuerpo, precisamente el dia de mañana y
« convocados á la sala capitular los que deben entrar al desem-
« peño de los cargos, se les dé inmediatamente posesión, previo
« el juramento de estilo y el reconocimiento del Gobierno Su-
« premo que rige las Provincias Unidas del Eio de la Plata, de
« cuya ejecución mo dará V. S- cuenta.
« Dios guarde á V. S. muchos años.
« Montevideo 19 de Junio de 1814.
« Nicolás Bodrígnez PeTm.
I « Ilustre Cabildo de Justicia y Regimiento de la ciudad de
¡ Monto vid 60 . »
« Nota de los individuo» que deben entrar á ejercer los em-
pleos municipales dvO la ciudad de Montevideo en lugar de loa
removidos.
Alcalde de l^^" voto -Don Manuel Pérez, Teniente Coronel
de milicias de caballería.
Alcalde de 2.° voto —Don Pedro Grervasio Pérez.
Regidor Decano — Don José Agustin Sierra.
Alguacil Maj^or — Don Salvador García,
Alcalde Provincial — Don Juan Medina.
Fiel Ejecutor — Don Pablo Vázquez.
Defensor de Pobrea — Don Juan Méndez Caldeira.
ídem de Menores— Don Carlos Vidal.
Juez de Policía — Don Juan Correa.
ídem de Fiestas — Don Juan Blanco.
Sindico Procurador— Don Bruno Evaristo Méndez.
Presidente del Tribunal de Concordia— El Síndico Procu-
rador.
Secretario interino del Cabildo— Don Bartolomé Hidalgo.
— 891 —
< El mismo intervendrá en las actas del Cuerpo Municipal
del mismo modo que se hacia antes de la revolución, en cuyo
tiempo no se habia criado la escribanía de Cabildo Ínterin
no se resuelva otra cosa. — Teniente de Alguacil Mayor : don
José Zenon Diaz; — Portero : don Alejo Martínez, — Monte-
video, Julio 19 de 1814. — Peña. »
« En virtud de lo cual y cumpliendo S. E. con el' superior
mandato que queda inserto acordó que en los momentos se
pasen las esquelas correspondientes á los S. S. nombrados para
capitulares, citándolos para las doce de este día á que se reciban
de sus respectivos empleos y presten el juramento de estilo
reconociendo la suprema autoridad del Estado y habiéndolo
verificado por medio del portero don Alejo Mana Martínez es-
poniendo este que el señor don Manuel Pérez se halla en su
casa de campo, y que los S. S. don José Agustín Sierra, D. Juan
Mfldína, don Juan Méndez Caldeyra, don Carlos Vidal y don
Bruno Evaristo Méndez están ausentes de esta plaza, dispuso
S. E. que se diese en el instante cuenta al señor don Nicolás
Rodríguez Peña de lo ocurrido, y se le consultase en compe-
tente oficio sí mientras no comparecían los insinuados señores
han de estar vacantes sus empleos ó si han de seguir en ellos
los que actualmente los ocupan .
« Y como á consecuencia de la invitación que quedó relacio-
nada, siendo las dos de la tarde, se han presentado en esta sala
capitular los S. S. don Salvador Q-arcia, D. Juan Correa y don
Juan Blanco, el s«ñor don Miguel Antonio Vílardebó alcalde
de 1er. voto saliente, por ante mi el infrascripto Secretario les
recibibió juramento, que hicieron por Dios nuestro Señor de
cumplir bien y fielmente con las obligaciones de los empleos
á que han sido nombrados, de reconocer como reconocen el
Oobiern-^ Supremo de las Provincias Unidas del Eio de la
Plata, obedecen sus leyes, constitución, superiores determina-
ciones, en virtud de lo cual y de la aceptación que hicieron se
— 392 —
les dio posesión de sus oñcios consegiles ; y lo firmaron con
S. E. y conmigo el Secretario de que certifico .
« Miguel Antonio Vilardebd — Juan Vidal y
Baüle — Manuel Masadmo — Antonio Qahito
— Bernabé Al corta — Bamon Dohal — Félix
Soez, Licenciado — Pascual de Arauclio —
Antonio Agéll — Manuel de Santelices — Sal-
vador Garda — Nicolás Fe7'nande2 Miranda
— Juan Correa — Juan Benito Blanco —
Juan de Dios Dozo. »
Se comprenderá por la lectura de este documento por cual
razón ese nuevo Cabildo que no era realmente sino una Comi-
sión Municipal nombrada por el General vencedor, recomen-
dada por él á Buenos Aires para que fuese autorizado ó acep-
tado allí su nombramiento, correspondia agradecido á esa
distinción, nombrando á su tumo al mismo General Alvear
Regidor Perpetuo del Cabildo impuesto por él.
Es asi como se esplica también porque durante todo el tiem-
po de la ocupación de Montevideo se procedió por ese Cabildo
con la más absoluta sumisión hacia los gobernadores militares
que se sucedieron en la ciudad^ nombrados desde Buenos Ai-
res, como los coroneles Eodriguez Peña, Soler, French y Ál-
varez Thomas . Hemos recorrido la correspondencia de et e
Cabüdo con estos, y en toda ella no hemos encontrado sino la
más absoluta obediencia á los mandatos recibidos, no proce-
diendo el Cabildo dentro de la órbita de su jurisdicción usual,
sino con permiso y aprobación del señor Gobernador^ merecién-
dole esta docilidad el honor de que este último le pidiese se
prorogase un año más sin necesidad de nueva elección.
Aun las elecciones de Tenientes Alcaldes no eran conside-
radas válidas si no recibían la espresa aprobación del Gober-
— 893 —
nador coiiio lo vemos en una nota qne publicaremos oportu-
namente.
Debía ser tan marcado el sentimiento de repulsión popular
hacia ese Cabüdo, que no bien hubieron entrado las fuerzas
orientales á Montevideo, ya el 26 de Febrero el pueblo reaccionó
contra él reuniéndose y acordando en una especie de cabildo
abierto la destitución del anterior, precediéndose á la elección
popular de un nuevo cabildo. Creemos que será leido con ver-
dadero interés el acta ó acuerdo siguiente en que se especifican
discretamente las causas que produjeron esa reacción, la cual
no se llevaba á cabo por medio de un simple decreto de la
autoridad militar, como se habia hecho con el anterior por Al-
vear, sino echando mano del sufragio popular, y buscando en
el voto de los ciudadanos la sanción y legitimación de aquel
cambio.
« Acuerdo del Cabildo ordenando un nombramiento de elec-
tores por el pueblo para que estos eligiesen nueva municipali-
dad á virtud de haberlo asi exigido una reunión popular, apo-
yada en la fuerza armada, cuyo orador don J. M. Pérez,
esponiendo los motivos de esta exigencia del pueblo, dijo que
debia cesar el cabildo existente no obstante haberse sus indi-
viduos conducido con el mayor honor por ser hechura del
gobierno de Puenos Aires.
« En la ciudad de Montevideo a 26 de Febrero de 1815 el
muy Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento de ella, cuyo»
señores de que se compone al final firman, se juntó y congregó
en su sala capitular como lo tiene de uso y costumbre, cuando
se dirigia á tratar asuntos concernientes al mejor servicio de
la patria y particular de este pueblo, presidiendo este acto el
señor Coronel don Femando Otorgues, presente el infrascrito
Secretario y Síndico Procurador general.
4c En este estado se anunció por su portero don Alejo M.
Martínez, que ima parte numerosa del pueblo americano, pedía
— asi-
la venia correspondiente para exponer & su Sría. asuntos de
gran importancia á la Provincia. Oida esta exposición, acor-
daron todos se permitiese franca entrada á los individuos que
movian esta solicitud, é inmediatamente compareció, seguido
de un crecido concurso, el ciudadano Juan María Pérez, quien,
después de haber tomado el asiento con que le ofertó su
Sria., expuso: que el objeto de su presencia allí, era animado
de la libertad que acababan de recobrar los pueblos del conti-
nente oriental, por el esfuerzo de sus dignos defensores, y que
por este principio descansaban bajo la garantía de la fuerza
armada de esta Provincia, suplicar á nombre del pueblo que,
siendo incompatible con sus reclamaciones é ilegítima la exis-
tencia del actual Cabildo de la ciudad de Montevideo, se le
pei-mitiese á ella elegirlo nuevamente á su libertad, porque
siendo hechura del Gobierno de Buenos Aires, era escandaloso
subsistiera en el régimen político de sus negocios, no obstante
que los señores que le componían se habían conducido con el
mayor honor.
« Atendida esta exposición por su señoría tomó la palabra
el caballero Síndico procurador de la Ciudad y dijo : que en
uso de sus deberes creía justísima y digna de un pueblo ver-
daderamente libre la solicitud que el de Montevideo hacia pre-
sente por aquel conducto, y á continuación contestaron todos
aprobándola, y habiendo satisfecho de este modo á los recla-
mantes que al momento se retiraron, acordó su señoría que in-
mediatamente se circulasen las órdenes respectivas á los al-
caldes principales de esta Ciudad y sus estramuros á fin de que
reuniendo cada uno á los ciudadanos habitantes de sus respec-
tivos cuarteles procediesen á elegir con las formalidades de
estilo dos sujetos de su confianza que en clase de electores con-
curriesen, á las cuatro de la tarüe del día d© mañana, á las ca-
sas consistoriales donde reunidos todos habían de nombrar el
nuevo Cabildo que reclama el pueblo. Así mismo dispusieron
— 896 —
86 iormasd un formal espediente de la materia y acreditativo
de las causales que daban mérito á esta medida. Con lo cual,
y no habiendo sido para más este acuerdo, se cerró y firmó por
su* señoría con migo el Secretario de que certifico.
Juan M. Caldeira — Pablo Pérez — Liiis de
la Eosa Brito — José Vidal — Torihio
Lo^ez de Obillez.
El anterior Cabildo después de pedir infructuosamente
al Gobernador Soler que se le devolviese la imprenta que
habia sido regalada al Cabi'do de Montevideo por la prin-
cesa Carlota y llevada á Buenos Aires por Alvear, se diri-
jió al mismo General en Buenos Aires, solicitando inter-
pusiese su influencia con su tio ; a fin de que se le devolviese
diclia imprenta, se le reconociese al Cabildo el tratamiento de
Excelencia de que gozaba bajo el dominio español, y se le per-
mitiese el establecimiento de una loteria.
He aquí las contestaciones dadas por el Gobernador Soler,
y por el General Alvear, demostrativas en cuanto al primer
punto del empeño de retirar de Montevideo todo elemento de
publicidad que pudiera con el tiempo venir á utilizarse en
provecho de cualquier reforma ó progreso que se intentase
llevar á cabo en esta ciudad .
« El Secretario do Estado en su comunicación de 3 del cor-
riente me dice lo siguiente: Hice presente al Director Supre-
mo la solicitud de ese I. Cabildo que V. S. me recomienda en su
oficio del 24 del próximo pasado, y en su vista me ha ordenado
contestar á V. S. como lo verifico, que S. E. no puede permi-
tir la desmembración de la imprenta sin desatender los fines
que se ha propuesto en su conducción á esta Capital; pero que
hagaV. S. entender á ese Cabildo que luego que llegúela
imprenta que el Gobierno espera, será complacido remitiendo
á esa plaza la letra que sea suficiente para los objetoi que ha
— 396 —
expresado. — Lo comunico á V. S. para su inteligencia. —
Dios guarde á V. S. muchos años. — Montevideo, Octubre 2 de
1814. — Migiid Estanislao Soler, »
« Deseoso de dar el más breve despacbo á las pretenciones
que ese Cuerpo me hizo el honor de encomendarme á mi sepa-
ración de esa ciudad para exponerlas al Supremo Director del
Estado pasó inmediatamente á verificarlo después de mi arribo
¿ esta Capital ; y habiéndome impuesto S. E. del objeto de ellas
resolvió que el producto del ramo de la Lotería de conformidad
con la solicitud relativa á este punto se dedicase á los fondos
de la policía. Y que respecto á la del tratamiento no consideran-
do S. E. ser facultad el deliberarlo, decidió por que TJ. S. dirija
por su conducto una representación á ese fin k la S. A. G. C .
persuadiéndose U. S. firmemente que será elevada con toda la
recomendación y apoyo correspondiente á la buena voluntad
que anima á S. E. hacia esa respetable corporación.
« En cuanto á la imprenta ha considerado el Supremo Di-
rector que el uso de ella debo ceñirse á un solo punto del
Estado para conciliar la mayor abundancia de letras en la
Edición Ministerial con aquella unidad íntima, que de lo con-
trario es difícil conseguirse, por mayor que sea la dignidad y
el acierto de prensas diferentes en igual ejercicio.
« Este es el resultado de los negocios que V. S. se ha digna-
do encargarme y el cual tengo el honor de poner en conoci-
miento de V. S. ansioso de nueva ocasión de ocuparme en otro
igual honroso cargo . — Dios guarde á V. S. muchos años# —
Buenos Aires, Noviembre 2 de 1814.
Carlos de Alvear. »
De todo cuanto antecede, se deducirá que la situación no-
podia ser más anormal Para regularizar y consolidar en par-
te, en la ciudad siquiera, este orden d6 cosas tan informal y
violento, hacíase urjente obtener alguna lejitimacion cualquie-
— 397 —
ra, más o menos ficticia 6 aparente, que equivaliese siquiera
ostensiblemen el beneplácito 6 aceptación de los hijos de la
Banda Oriental, y representase en la Asamblea General Cons-
tituyente que funcionaba en Buenos Aires, la sumisa volun-
tad y el voto aprobatorio de esta Provincia .
A fin de asegurar este resultado se diríjió por el Goberna-
dor Soler tan voluntarioso y disciplinario en sus procederes la
nota siguiente por la que se formará una idea del espíritu de
despotismo y coacción electoral que predominaba en asunto de
tal trascendencia. He aquí dicha nota tan característica de
la dominación Alvearista :
« Desde el instante que esta ciudad fué arramcada d^l poder
de los tiranos ha sido de la atención de nuestro Superior Go-
bierno la unión de sus diputados á la Soberana Asamblea
conforme á los decretos de 8 y 24 de Octubre de 1812.
« El 18 de Agosto acordó S. E. el Supremo Director el i\om-
bramiento de dos por esta ciudad y sus dependencias, con los
cuatro que por la Provincia, deben incorporarse en la Soberana
Asamblea General Constituyente á más de los que por la ciu-
dad de Maldonado y su jurisdicción le están unidos. — V. S,
SQ halla cerciorado bastante de las gravísimas causas que han
impedido hasta hoy el poderse verificar las elecciones.
« Ahora que la justicia por ante las armas de la Patria ha
aniquilado los grupos de bandidos que alteraban la tranquilidad
de la Provincia, es llegado el caso de que se hagan requeribles
las supremas intenciones, y para ello he dispuesto que el día
de mañana se proceda á la elección de los dos Diputados por
parte de esta Ciudad y sus dependencias, lo que aviso á Vd.
para lo que crea conveniente.
Al efecto he circulado las correspondientes órdenes á los
Jueces de la campaña, y lo hago hoy á los alcaldes de esta
ciudad y sus extramuros, insertándoles las instrucciones que he
creído necesarias al mejor orden y tranquilidad de las reunió-
— 898 —
nes, y al acierto y libertad, conque debe procederse en un acto
tan sagrado. Por la copia de mi circular pasada á éstos se
impondrá V. S. de dichas instrucciones la que acompaño para
su inteligencia, seguro de que ella servirá para el acuerdo con
que debemos proceder en la materia, en conformidad de lo que
previenen los citados decretos que remito á V. S., impresos.
« En consecuencia de las primeras, verá V. S. que deben los
electores incorporarse en el dia de mañana en ese Ayunta-
miento para enseguida proceder á la elección de los dos Dipu-
tados.
« Yo quedo satisfecho de que nada tengo que prevenir á
V. S. sobre este particular. Só el gran interés con que mira
V. S. el engrandecimiento del Estado y la parte que toma
conmigo en el realce de esta capital y su provincia.
Migtiel Estanislao Soler.
Hé aquí las singulares Instrucciones á que se referia el Go-
bernador Intendente en la nota que antecede, y que concuer-
dan con el carácter de la nota, haciéndose la elección requeri-
da poco menos que á tambor batiente:
« Luego que reciba Vd. este procederá á citar á los vecinos
de ese cuartel para que ó bien en su casa ú otro lugar propor-
cionado que Vd. designe, se reúnan á las nueve de la mañana
del siguiente, y procedan á nombrar un elector a pluralidad
de votos, que en seguida haya de congregarle en la sala ayun-
tamiento de esta Capital para en consorcio de este mió, elegir
los dos diputados que por parte de esta ciudad y sus depen-
dencias deben pasar á incorporarse á la Asamblea Constitu-
yente de estas Provincias.
« Tengo á bien hacer á Vd. las siguientes prevenciones para
el mejor acierto de la operación: — primera, que los individuos
que hayan de concurrir á votar para el nombramiento de
Elector, como también éste, han de ser precisamente ciudada-
— 399 —
danos de las Provincias unidas, quedando por lo tanto exclui-
dos los Españoles que no tengan carta de ciudadanos. Segun-
da. Que la reunión ha de ser para el solo indicado objeto que
Vd. ha de presidir^ y que los concurrentes han de dar sus votos
publicamente y por el orden en que estén colocados. Tercera.
Que estos votos han de escribirse por un individuo de la mis-
ma junta que elegirá Vd. Cuarta. Que concluido este acto se
hará un recuento de los sufragios, y aquel en que haya recaido
el mayor número, será el Elector; y para el caso que dos ó más
individuos salgan con igualdad de votos, elegirá Vd. entre
ellos uno á pluralidad. Quinto. La reunión ha de ser una sola,
de modo que no ha de disolverse sin haber desempeñado su
objeto. Sexto. Que nombrado el Elector ha de presentarse
inmediatamente en la sala capitular.
« Yo espero de la acreditada prudencia y celo de Vd. no
solo la observación de evitar prevenciones, sino también el que
se guarde el mejor orden y tranquilidad en un acto tan sagra-
do como el que va á practicarse. — Dios guarde etc. — Mon-
tevideo, Octubre 18 de 1814. — Es copia : — Somellera. »
Es casi superfino agregar que con tales inspiraciones los
electos debian responder fielmente á la voluntad del Goberna-
dor ó á las recomendaciones que vinieran de Buenos Aires al
efecto. — Coadyuvaba á este mismo resultado el hecho de que
solo tomaban parte en esa elección los electores de la ciudad
de Montevideo y los del Peñarol, Piedras y Miguelete, por no
habe^ querido concurrir los demás á ese simulacro electoral y
estar el resto de la campaña bajo la acción de los facinerosos á
que aludía Soler.
Resultaron electos en consecuencia don Pedro Gabino Pérez
y don Pedro Feliciano Cavia, cuyas afinidades y simpatías á
favor do Alvear y su partido eran notorias . Especialmente los
antecedentes políticos del último, como expulsado el año 13 del
ejército sitiador de Montevideo y de la Banda Oriental, por
— 400 -
exijencias del General Artigas, eran nna garantía superaban-
danie de su sumisión y obediencia ¿las ezijencias de la política
Alvearista y á su guerra implacable contra Artigas.
El Cabildo dio á éstos diputados instrucciones generales y
vulgares que publicaremos en oportunidad, en las que no se
hacia la más leve mención, pero ni aun la más humilde súplica,
en cuanto á la representación política del país y su propia
administración, contrastando asi del modo más vergonzoso con
la altivez y extensas vistas y aspiraciones reorganizadoras de
las Instrucciones expedidas por Artigas á los diputados electos
por el Congreso Oriental del 21 de Abril de 1813.
Todo esto tenia lugar al mismo tiempo que las fuerzas de
Alvear expedicionaban sobre distintas fuerzas de Artigas,
hostilizándolas como á enemigos mortales sin que una sola vez
el Cabildo de Montevideo hubiese tratado de interponer una
palabra de conciliación ó de clemencia.
Pero aún así mismo, estas odiosas imposiciones sobre la ad-
ministración política, municipal y judicial habrían podido to-
lerarse y aceptarse con resignada complacencia si se les hubie-
ra hecho valer para el bien procomunal y en servicio y mejora
de un municipio ó ciudad que acababa de pasar por las más
tremendas y aflictivas torturas de un largo sitio de cerca de
dos años, cuya población se habia diezmado por el escorbuto,
por el hambre y por toda clase de privaciones y miserias, y
que caía en manos del vencedor como una víctima casi cada-
vérica, la que en muchos años no podría recobrarse de la si-
tuación desesperante en que las armas de la patria la recibían
bajo sus gloriosas banderas.
Pero aun asi mismo existían en Montevideo fuertes capitales
pertenecientes á españoles pudientes que representaban las
primeras fortunas del país.
EUas habían contribuido sin restricción ¿ sostener la lucha.
— 401 —
agotándose en atender á los gastos de la defensa de la plaza,
pero asi mismo ofrecian un abundante botin al vencedor .
Dados estos antecedentes de pobreza, casi de mendicidad
se reconocerá cuan profunda y dolorosa impresión debia produ-
cir en el vecindario el siguiente Bando expedido por el General
Alvear á los pocos dias de su entrada á Montevideo.
« Don Carlos de Alvear, Brigadier de los ejércitos de las Pro-
vincias Unidas del B.ÍO de la Plata, Coronel del regimiento de
infanteria núm. 2, Inspector y Q-eneral en Jefe del ejército del
Este.
« A consecuencia de las disposiciones del Exmo. señor Su-
premo Director del Estado don Q-ervasio Antonio Posadas, y
en conformidad del bando publicado en Buenos Aires en 13 de
Enero de 1812, ordeno y mando, que todos los negociantes,
almaceneros, tenderos, pulperos y demás habitantes de esta
ciudad y su jurisdicción, que tengan en su poder cantidades
de dinero, efectos ó deudas activas resultantes de testamenta-
rias, consignatarios, habilitaciones, legados, mandas, y cuales-
quiera otro género de contratos así públicos como confiden-
ciales qiie 2oertenezcan á sujetos residentes en los territorios de la
Península, Vireinato de Lima, y demás pueblos de la América
subyugados á las armas de aquella, hagan una manifestación
exacta de todas ellas en el término perentorio de cuarenta y
ocho horas, al señor doctor don Pedro Pablo Vidal, Diputado
de la Soberana Asamblea, Canónigo magistral de la santa
Iglesia catedral de Buenos Aires, y encargado por el mismo
Supremo Director, de este particular; y si no lo verificasen y
se descubriese alguna pertenencia no manifestada, se les con-
fiscará irremisiblemente la mitad de todos sus bienes, é incu-
rrirán en las penas de expatriación y privación de patria
27
— 402 —
potes^^ad, y demás derechos de protección que dispensa el suelo-
y el Gobierno .
« Todos los que por cualquier causa debiesen á sujetos de
España, Vireinato de Lima, y cualquier otro pueblo de la Amé-
rica subyugado á aquella, lo manifestarán en los mismos tér-
minos y bajo las mismas penas al dicho señor Diputado encar-
gado, sin proceder á hacer pago alguno ulterior, en el concepto
de que con los que verifiquen la manifestación ordenada, se
tendrá consideraciones proporcionadas, para que en los ente-
ros no sufran extorsiones sus fortunas propias.
« Todos los Escribanos darán dentro de ocho dias al mismo
señor Diputado una relación exacta de todas las escrituras y
documentos de obligaciones, contratos, y deudas relativas á
las procedencias expresadas, pena de privación de oficio ; y
todo sugeto ó persona privada que sabiéndolo no lo denuncia-
re sufrirá una multa considerable y pena aflictiva Todo el que
transcursado el término mencionado, denunciare caudal, ac-
ción, ó deuda de las antedichas pertenencias no manifestadas
por los interesados obligados, accionistas, ó deudores, percibirá
la tercera parte de lo que descubriere : y para que llegue á no-
ticia de todos, y no pueda alegarse ignorancia, se publicará
por bando en la forma acostumbrada, fijándose este en los pa-
rajes piiblicos y de estilo. — Dado en el Fuerte de Montevideo
á 4 de JuUo de 1814.
Altear. »
Es indudable que la guerra que se hacia á los españoles era
implacable y mortal, lo mismo á sus personas como á sus bienes,
habiendo demostrado muy poco antes la tremenda conjuración
de Alzaga en Buenos Aires abortada un dia antes de su explo-
sión, para sofocarla cual se ajusticiaron treinta y odio víctimas
en pocos dias, algo como un cadalso en permanencia, que en
esa guerra no se pedia ni se daba cuartel ni conmiseración,
por que el dinero dejado en manos de los españoles empecina-
— 403 —
dos de agudla ¿poca era un elemento peligroso pan
constantes conspií'aciones.
La patria en aquellos tormentosos dias carecía de
que sostener ejércitos en au interior y en sus frontei
dras en sus ríos y puertos. Era necesario luchar por t(
y para la lucha el dinero era la base principal.
Los recursos propios no bastaban. Era indispens
buscarlos como el elemento de guerra en la bolsa t
migos.
Pero el espectáculo que presentó Montevideo en í
tenia relación ninguna con las verdaderas y apreu
necesidades de la patria ; y solo servia para fomen
inicua de las espoliaciones, en provecho particular,
merced á ellas, escaudaloyas fortunas á la sombr
saqueo sistemáticamente organizado.
Nuestras palabras podrían parecer parciales ó
apasionadas, aunque ellas sólo se inspiran en una se
tud, flajelando los atentados y los crímenes alli don
contramos; y sobre todo enu, vergonzosa esplotacion
malos patriotas y traficantos politices de la más nol
da de las causas.
Los documentos que en seguida publicamos, y qu
manecido inéditos liasfca aliora, siendo asi mismo esj
los que estaban interesados en ocultar ó disfraza
truosidad de tales procedimientos, darán una idea
pleta de lo que podríamos hacerlo nosotros mismos,
administración que hacia pesar sobre el nombre a
sobre las más gloriosas tradiciones de la latria una 1
responsabilidad.
He aquí dichos documentos cuya lectura recomer
pecialmente, y los que arrojan una clara luz sobre
sucesos de aquel año, sobre el mal ejemplo que ello
loa orientales en la inmediata administración de A]
\
s.
^
— 404 —
la sucedió, y sobre el desprestigio que arrojaron sobre el parti-
do Alvearista al que tanto combatió Artigas.
Principiaremos por la primera y suplicante solicitud presen-
tada al doctor Henera, llegado dos dias antes de Buenos Aires
en representación del Director Supremo General Alvear para
transar con Artigas. Dice así :
« Si el objeto primordial de los Tribunales de Comercio es
protejer en todos sentidos al negociante, y prepararse caminos
para ensanchar su fortuna, con aprovecbamiento del Eraxio
público, V. E. comprendei'á toda la justicia con que la Dipu-
tación Consular se apresura á interesar la consideración de V .
S . en la consternación, padecimiento y atrasos del Comercio
de esta plaza.
<^ Ocioso seria recordar á V. S. la época anterior á nuestro
tiempo, si no fuera preciso partir de este principio para venir
en conocimiento de la suerte de los vecinos de este pueblo, y
estado de sus fortunas después que la energía de nuestras ar-
mas logró subyugarlo. Tres años de guerra la más obstinada
y desoladora lo habían reducido á un estado de nulidad casi
incapaz de sufrir nuevas erogaciones; sin embargo, en el orden
estaba, y muy justo era, que á la par de los demás pueblos,
Montevideo con más razón que otro alguno ayudase á sostener
los crecidos gastos del Gobierno, y con este objeto el Supremo
Director del Estado tuvo por conveniente comisionar al señor
Canónigo Magistral doctor don Pedro Pablo Vidal para que
derramase una contribución extraordinaria sobre todo su ve-
cindario y comercio, que sin perjuicio de la ordinaria y men-
sual de que era encargado por el mismo Gobierno D. Antonio
Islas, contribuyese al fin indicado.
« La premura del tiempo unida á la multitud de ocupaciones
que entonces rodeaban a dichos S. S. Comisionados, burlando
su actividad, capacidad y celo, no les dieron lugar á formar un
verdadero cálculo sobre el principal de cada contribuyente;
.. 405 —
obra no meno^ difícil que expuesta á los mayores yerros ; y en
que para acertar es preciso combinación y tiempo ; y de aquí
han nacido los obstáculos que se han presentado en la ejecu"
cion de una y otra; y los clamores y lágrimas en que se vé en-
vuelto este Pueblo.
<c Hombres hay ( por ejemplo ) que debiendo pagar mil, solo
se les exije ciento, en circunstancias que se miran otros que no
pudiendo pagar ciento, se les demanda mil. Este contraste
opuesto á toda ley de justicia, al paso que demanda una inme-
diata reforma, tampoco produce ventajas al Estado, pues no
hace más que obtruir aquellos mismos conductos que maneja-
dos con igualdad y pulso no solo contribuirian con lo propor-
cionado y lo justo, sino quo se pondrian después en estado de
aumentarlo.
« La suerte del objeto principal tampoco variaría de un modo
notable y perjudicial al Estado, pues aunque fuese preciso
descargar á los pobres, redimir á los insolventes, seria "tam-
bién necesario aumentar á los pudientes, comprender á los ex-
cluidos, el resultado sobre poco más ó menos siempre seria el
mismo con la gran diferencia de haber desterrado las trabas y
facilitado el camino del pago sin la ruina del contribuyente.
« V. S. debe considerar que los comisionados de una y otra
contribución, al tiempo de imponerla tuvieron muy presente y
no perdieron de vista la nueva vida que debia tomar este pue-
blo con la circulación y libre comercio con su campaña y que
habiendo sido dolorosamente interrumpido hasta estos mismos
instantes, los contribuyentes lejos de adelantar han apresurado
su ruina, y aumentado sus desgracias, viéndose muchos de
ellos obligados á ser arrestados ó secuestrados por no tener
absolutamente como cubrir lo que les habia cabido; por provi-
dencias tanto más gravosas cuanto que no iban de acuerdo
con las generosas miras de nuestro Supremo Gfobiemo. Se
agrega á esto que fuera de la indicada contríbticion extraordi*
— 406 —
noria, se acaba ds derramar otra por el Administrador
Aduana comprendiendo k Taños, c^ne por su insolveí
bían sido excluidos de la primera, aunque sujetos al ]
la ordñmría; de modo que convencido de la sinrazón y
na proporción que se le ha guardado en dicliaa imposic
no pudiendo escuchar sin dolor los clamores de tantos i
que de continuo ocurren á mí á enjugar sus lágrimai
candóme, que, como Juez y Padre del Comercio, haga p
al Supremo Gobierno su deplorable situación é íncapac
poder llenar y dar cumplimiento con el todo del gn
impuesto, he creido de mi deber dirigirme á V. S. p
como representante del Ex:uo. Supremo Director, y en
de las altas facultades con que se halla autorizado, hech
de cuanto llevo expuesto, se sirva mandar suspender to
contribuciones, entre tanto so nombra una Comisión d
líos sujetos que crea V. S. más al propósito, y de conocii
para que arreglen la que á cada cual le corresponde si
capital y giro, ordenando al mismo tiempo la escarcela
los que por este motivo se hallen presos por el Juez 6n(
de su exacción.
Dios guarde á V. S. muchos años.
Diputación de Comercio de Montevideo, 9 de Febí
1815.
Firmado — Gerónimo Pió Bianí
Ante tan buen ejemplo dado por la Diputación Con
Cabildo hizo valer también su influencia, suphcando al
Herrera en el mismo sentido en la siguiente nota:
« Guando las calamidades de la guerra han agotad
loi recursos de estos habitantes, j gimen con el pes(
miseria i que se hallan reducidos, nuevos males au
sus angustias y talvez sin poderse proporcionar el si
necesario, no puede ser indiferente el ayuntamiento á
pulsos de la piedad que le carecteriza, y aunque más
— 407 —
Tez ha querido interponer sus respetos, á fin de que desapa-
xezcan enteramente de su vista tan lamentables cuadros, ha
tenido en consideración las necesidades de la guerra.
« Hoy felizmente parece declinan estas con el buen resulta-
do que prometen nuestros negocios politices, si es que se trata
de adquirir la paz fundada en los principios de la beneficencia
y justicia, y así es que no puede menos que representar á V. E.
el pesado gravamen con que se ven afligidos la mayor parte
de estos vecinos . No ha sido suficiente hasta ahora el secues-
tro, la prisión y todas las medidas que se han girado para es-
traer de ellos la contribución impuesta; de modo que muchas
familias se han visto en la necesidad de cerrar los ojos, y sepa-
rar el oido del triste llanto de miserables víctimas arrastradas
á esta cárcel pública donde estaba engrillado su único sosten
por no tener como cubrir una asignación desmedida.
« No es su ánimo denigrar en modo alguno la comportacion
de los encargados en la materia, porque los apuros pasados,
acaso les obligarían á providencias tan eficaces; pero pues van
á cesar estos, está visto que no es fájil atraer más que clamo-
res y desdichas, suplica á V. S. encarecidamente, que intere-
sándose por un pueblo tan desgraciado, haga si lo tiene á bien
uso de sus altas facultades para aliviarlo de este pesado im-
puesto, disponiendo cese desde hoy, si es posible, á cuyo bene-
ficio retribuirán incesantemente eternas adoraciones, los que
tengan la honra de disfrutarlo, y perpetuo agradecimiento esta
Corporación, por haber sido el conducto para reclamarlo de su
jDaternal beneficencia. — Dios guarde á V. S. muchos años.
Sala Capitular de Montevideo, Febrero 10 de 1815.
(Firmados) —Pedro O. Pérez — Juan M. Cal^
deyra — Thoribio López de Ubilhis — Juan
B. Blanco — José Tidal — Bmno Méndez.
Señor Delegado del Superior Gobierno D. Nicolás Herrera.
— 408 —
Terminarenios esta serio de docnmentos con «1 máa exp!
y elocuente de todos, porque explica mejor que qúigu:
tristisima sitoacioD de Hontevideo en aqueUa ¿poca.
Diez dias después de esa comunicación la adminifltn
alvearista desaparecía de Montevideo, como lo hemos (
antes, sin haber podido llevar á cabo los propósitoa del d
Herrera, no obstante que este había logrado ya cobra
comercio 22,000 g por cuenta de su misión á España en 1
« La idea, decia el doctor Herrera, que es tan fácil forr
del estado político y mercantil do esta plaza después d
largos padecimientos, era por si muy suficiente, aun cuanc
fueran desconocidos los benéficos deseos de V. E. pan
prender la reforma de contribuciones de que instruye ce
documentos 1 á 3, y somete á la aprobación Suprema la C
sion honrosa de mi cargo. En efecto, sofocada la indu
paralizado el comercio y exhausto el negociante por las re
das erogaciones á que fué obligado por el Gobierno del ei
go, no puede darse una noticia adecuada de su enervac
consiguiente atraso, si no es por las mismas diflcultade
se hsji tocado en el cobro de la contribución que con el
bre de Contingente Extraordinario le impuso el Canónigo
gistral doctor don Pedro Pablo Vidal, y cobra actualmei
Administración en esta Aduana. Yo estoy muy distan
pretender que la resistencia del negociante sea un buen
metro para graduar el estado de su fortuna; pero la cía
padecimientos á que él suscribiere cuando le es dado evil
á costa de sacrificios pecuniarios, será siempre un pod
indicante de la imposibilidad en que se halle para efectué
El sosiego, las comodidades y los placeres de la vida fai
no se postergan fácilmente por los que están habitúa
gozarlas, y en Uegando el caso de hacerlo es preciso inf
que no hay medios para evitar el contraste ó que su opot
ha tocado el punto de insuperabla — Asi se ha visto en
— 409 —
tevideo que todas las medidas dictadas po^ el celo más acen-
drado no han sido poderosas para hacer efectivo el cobro del
Contingente Extraordinario sino en una parte, y esta misma
no en numerario, sino en muebles y efectos que se malbaratan
en las subastas que padecen, mientras se conservan según su
clase más ó menos corruptible y producen un nuevo daño para
el comercio, alterando con un barataje los precios naturales
del mercado.
« Pero en Montevideo se han reunido á esos males, otros
abultados, al paso que inevitables ; porque preparada la ocul-
tación ó concluidos los caudales mientras que el embargo de
fincas y otros bienes raices era un arbitrio precario é inútil, se
han visto los ejecutores de la Contribución en el lance forzoso
de desamueblar las casas y estender los embargos á los útiles
del negociante que exasperado con lo violento del recurso, y
presentando su despojo al vecindario con los clamores que su-
giere el dolor ó la venganza, ha conseguido hacerse de parti-
darios en su desgracia, y detractores que hieren, empañan y
comprometen con sus relaciones el decoro del Gobierno y la
generosidad de sus planes.
« El enemigo ha tenido destreza para sacar ventajas tam-
bién de esta circunstancia, y con sus glosas acaba de arruinar
la opinión que tanto importa al mejor suceso de la negociación
entablada por orden de S. E. 8u alto discernimiento compren-
derá que enij^efíarse en terminar la gn^ra de la Banda Onental
y al mismo tiempo fomentar una de stcs cazisas, como don José
Artigas supone serlo el tratamiento de este vecindario, era es-
poner indiscretamente mi Comisión y los respectos de V. E .
á un desaire ; mientras por otra parte la esperiencia de lo pa-
sado nos hace ver cual seria el resultado de una nueva tasa
para cuyo pago no existen ya ni los medios ni el tiempo que
aprovechamos antes con tan deslucido fruto como dejo anun-
ciado.
— 410 —
« Este todo de consideraciones es el mismo que repre
do por el Hustre Ayuntamiento y Diputación Consular
al examen de V. E . para que arbitre definitivament« I
fuere de su mejor agrado, llamando antes la atención Su
hacia el clamor general del vecindario, hada el llanto de las
lias, hacia él desierto qne se ha formado en el seno de la
poliladon, y sobre todo, hacia las consecuencias que d^enioi
rar si empeñados en sostener providencias inrerificables na
ciéramos por suavizar este cáncer que vá derorando la ¿nfl
del Oohicrno Supremo, y estableciendo sobre su propia de¡
los triunfos da un soldado & quien no pueden oponerse las
por cansas de que supongo á V. E. informado, ni el cono,
el clamor del pueblo porque no trabajamos para ganarlo.
« Dios guarde á V. E. muchos años.
« Nicolás Herrén
« Montevideo, 14 de Febrero de 1815.
« Excmo señor Director de las Provincias unidas del I
la Plata. »
Cómo se traicionó la causa Americana
por los enemigos de Artigas.
Meditando sobre tan grave atentado reproducido varias
veces por facciones unitarias desde 1814 á 1819, reconocemos
que se lian de considerar como inverosímiles nuestras leales
afirmaciones, acaso por su misma franca y justiciera velie-
mencia.
Permítasenos, por lo mismo, acudir á pruebas irrefragables
transcribiendo en seguida una nota que publica el doctor don
Manuel R. García, actual Ministro Argentino en Londres, en
el panfleto en que ba tratado de defender los procederes do su
señor padre el doctor don Manuel J. Q-arcia, como participo
en la misión á Europa para poner de nuevo las Provincias Ar-
gentinas bajo la dependencia del Rey de España, y en otras
comisiones igualmente indignas de que más adelante habla-
remos.
El origen de esa aseveración no puede ser, pues, ni más
auténtico ni más irrefutable. — La hace un eminente coadjutor
y cómplice.
Dice así el Dr. García en la página 26 de su folleto, im¡)reso
en Buenos Aires el año pasado, combatiendo afirmaciones on
contrario del doctor Rivadavia:
« Entre tanto, lo que consta del archivo de la Secretaría de
« Estado de Madrid es lo siguiente :
« Primera comunicación. — De Rivadavia á Cevallos (el
« Ministro del Reino).
« Exmo. Señor.
« El 27 del corriente tuve la satisfacción de presentarme á
« V. E. en cumplimiento de la Real Orden de 21 de Diciembre
— 412 —
« de 1815, de poner en sus manos la Credencial de mi Ckimi
« sion, y de explicarle ©1 objeto de ella, así como los íncidentí
« que pueden influir más austanoialmente en el asunto.
"■ Como la Misión de los Pueblos que me han diputado, s
reduce á cumplir con la sagrada obligación de presentar á le
píes de S. M. las más sinceras protestas de reconocimifnito de s
vasalJage; felicitándolo por su venturosa y deseada restitucio
al Tronoj y suplicarle humildemente el que se digna, com
Padre de sua pueblos, darles á entender los términos que ha
de reglar su Gobierno y administración; V . E. me permitir
el que sobre tan interesantes particulares le pida una contes
tacion, cual la desean los indicados pueblos, y demande la si
tuacion de aquella parte de la Monarquía.
« Dios guarde á V. E. muchos años.
« Madrid ¿ 28 de Mayo de 1816.
«Exmo. Señor:
« Bernardina Bivadavia.^
No concluiremos esta trascripción sin indicar de paso, y pe
ser de verdadero interés histórico, que á pesar de osa nota ta
vergonzosa ó incalificable por la inicua traicicfti que la iuspin
ba, arrastrando por el barro las glorias y sacrificios de la pe
tria, el negociador recibió á los pocos diaa un oficio del Minií
tro Ceballos, en que después de graves inculpaciones pe
hechos que « aumentan las sospecíias contra la hiena fé de gi.
deUa estar animada la conducta de unos sujetos que arrepentidt
de la tenida hasta aqui acuden á la demenda del mejor de los Si
heranos, » le enviaba sus pasaportes mandándole salir de Ef
paña!
La traición recibía asi su condigno escarmisoto .
— 413 —
Y esto acontecía en el mismo año y casi ei
en que el Congreso de Tucuman impulsado dei
el entusiasmo popular, pj^oclamaba al ñn la íd
las Provincias Unidas!
Volviendo ahora al General Artigas y sus
enemigos, ¿ qué respeto ni obediencia podia e
danos enérgicos qué como él hablan entrado £
con toda la fogosidad y firmeza de sii carácter,
lealtad de su buena fé, y á los cuales venia á i
guida una sei^vil sumisión á un Notario de la (
elevado en Buenos Aires por las intrigas polit
pada de su sobrino Airear, y por las sutiles
misma profesión á la primera gerarquia nacioi
tor Supremo del Estado ?
¿Cómo poder prestigiar ante aquellos ciud
mismo mandatario despótico que para mostrai
expulsar de la Asamblea por denunciar en el
desmanes y los de sus partidarios en el ejérci
Oriental al indomable Coronel Moldes, dipi
confinándolo desterrado i Patagones, urdiend
cua trama para invalidar su diputación?
¿Cómo podia extrañarse ni censurarse que
cionarios y patriotas de buena fé, combatiese:
á ese advenedizo Director Posadas que no lli
de la patria ningitn contingente de prestigio :
sus antecedentes políticos, comparado con
ciudadanos que así quedaban postergados,
habia sabido poner en hábil juego las influen
su sobrino el general Alvear; Posadas que ei
Beyes en Europa para gobernar á los Arge
' Posadas que debía dar el primero en Améi
ejemplo de poner á precio la cabeza de un g
— 414 —
dos años antes había afirmado la libertad de estas provincias
con la espléndida victoria de las Piedras?
¿ Porqué no habia de pensar y opinar el Q-eneral Artigas y
sus partidarios como pensaba y opinaba el eminente Dean
Funes, que tomó una parte tan activa é importante en toda Isi
revolución americana, el leal historiador que hizo justicia al
libertador oriental, y el cual hablando de Posadas en la publi-
cación que hizo en Buenos Aires el 2 de Obtubre de 1816, (se-
gún el señor Zinny en f.\x Bibliografía Histórica, pag. 150) ase-
gura que « Posadas, el mal arbitro, el ilustre dispensador de
« los empleos, ( refiriéndose, entre otros, al grado de Brigadier
« espedido á favor de Alvear) la sombra de los delincuentes
« facciosos, el disipador de propiedades en deposito y públicas,
« que desde la chacra, donde se hallaba, de Santa Coloma, se
« burlaba de los hombres de bien, y hacía mérito do que era
« inocente . » Que « Vieites, cuj^'a vida se dilataba y que
« constantemente había trabajado por sostener la facción aba-
« tida, que era uno do los ejes principales de esa autoridad le-
« gislatriz, de ese monstruo político que vimos levantarse.para
« sellar los pro^^cctos de degradación y abatimiento de los pue-
«blos; cuj'os poduros se usurparon con dosvergúenza, para
« distribuirse los empleo?, sostener al Ejecutivo y para sor los
« más fieros as'osinos del honor y derechos de las Provincias
« Unidas, que fué obra de los vericraJilvs capaces de todo lo
« malo, » etc. , etc .
Aquellas traiciones á la causa americana que tanto se repro-
dujeron después en otras sucesivas administraciones como
aconteció en la inmediata del Director Alvoar, brindando á la
Inglaterra el dominio de estas provincias; en el Congreso de
Tucuman y por Belgrano trabajando por levantar en la re-
publicana Buenos Aires el trono d© un monarca Inca sacado
de entre los Cuícos del Alto Perú, « rey de ojotas y jyafas ínter-
cas,» como decía el cáustico Dorrego combatiendo esa seria
— 415 —
farsa de un Carnaval político, de Balcaroe, Pueyrredon y del
mismo Congreso pactando alianzas para traer un príncipe del
Brasil, de Luca, de donde se pudiera, para gobernar Argenti-
nos y Orientales; aquellas traiciones, decíamos, ¿ cómo podia
esperarse que siendo conocidas como lo eran, á pesar de las
espesas tinieblas en que so fraguaban, pudiesen inspirar la
menor confianza á ciudadanos altivos y recelosos, que execra-
ban con lealtad de convicciones toda dominación extrangera,
y enaltecian la igualdad cívica como la primera virtud del pa-
triota ?
En esas resistencias á los pórfidos planes que algunos círcu-
los imperantes en Buenos Aires trataban de llevar á cabo, es
en donde se dallaba el nervio y la vitalidad délo que se llama-
ba entonces montoneras. Esas muchedumbres hallaban su más
noble bandera en la guerra á todo círculo, fuese gobierno ó
facción, que intentase entregar el país á cualquier monarca
extranjero.
Aberración vergonzosa! Eso sentimiento de repulsión á las
monarquías europeas en las masas que se llamaban hárharas^
era el que hacia congregar en un uniforme conjunto á los más
enérgicos habitantes de los campos, alzándose contra algunas
délas entidades políticas que prelomixiaban en las ciudades, y
que en medio de su refinada educación, de su distinguida posi-
ción social, de su ilustrada inteligencia, estaban siempre pron-
tas á exhibirse camo partidarios y humildes vasallos del pri-
mer reyezuelo que so importase al Eio de la Plata como el
grande específico do tales Dulcamaras para curar el invetera-
do desorden americano, el virus republicano, el veneno del Ar-
tifjuismOj como dice el doctor López.
Ante esa formidable corriente de opinión popular que vigo-
rizaba la democracia de los camj^os dirigida por grandes cau-
dillos, es como únicamente puede explicarse la maravillosa
pujanza de su fuerza, que hace decir asombrado al General
— 416 —
Mitre lo siguiente, aunque sin querer reconocer la justicia que
la fortalecía en su temible avance:
« Sin el concurso (Nuevas Comprobaciones, página 415) del
contingente argentino, j sobre todo de su general, la espedi-
cion á Lima era irrealizable. Sin necesidad de él podia el go-
bierno salvarse, si es que no estaba irremisiblemente perdido,
desde que contaba con diez mil cívicos en la capital de Buenos
Aires y más de cinco mil hombres de las tres armas en campa-
ña, contra 1,600 montoneros escasos y mal armados que lo ata-
caban. Con el duplo y triple de esta fuerza, el gobierno no
había podido ejecutar una sola campaña feliz contra la^ pro-
vincias disidentes, que proclamaban la federación de hecho, ó
sea la independencia de su autoridad.
«Derrotado en el empeño de avasallarlas, una vez en el Para-
guay, otra en la Banda Oriental^ tres en Entre -Ríos y cuatro
consecutivas en Santa Fó, no había podido ni dominar siquie-
ra militarmente á la última, aun contando con el concurso de
3,000 veteranos del ejército del Norte que dirigió sobre ella.
«El ejército del Norte, al mando del General Belgrano, obe-
deció á la primera orden del gobierno de marchar á combatir
la guerra Civil. El resultado fué que se perdió miserablemente
sin combatir, haciendo más desastrosa la derrota y proporcio-
nando á la anarquía fuerzas militares organizadas con que an-
tes no contaba. Lo mismo se habría perdido el ejército de los
Andes, como se perdió muy luego la parte de él que repasó la
cordillera á territorio argentino, salvándose y utilizándose el
resto por la desobediencia del General San Martin.
«Estos dos ejemplos son dignos de la admiración de la poste-
ridad, no obstante sus opuestos resultados, pero no pueden me
dirse por el cartabón ordinario. » Hasta aquí Mitre.
Debemos recordar ahora las palabras del General Paz para
justificar los móviles que lo impulsaron á él y al General Bus-
tos, a sublevarse cuatro años más tarde contra el General Cruz
— 417 —
«n el tremendo pronunciamiento de Arequito para extirpar do
raíz los propósitos monarquizadores de Pueyrredon, tratando
«rl fin de adoptar el ejemplo que les Venia dando Artigas desde
1814, de defender la independencia provincial, y amenazar
con una invencible resistencia todo proyecto de imponer un
rey á los pueblos del Plata .
« ¿Qué se proponía el Gobierno de Buenos Aires (dice en
« sus Memorias el General Paz, el eminente disciplinario, el
« correcto militar de escuela, de la Tablada, de Montevideo, de
« Caaguazú) abandonando las fronLeras del Perú, y renuncian-
« do á las operaciones militares tanto allí como sobre los puer-
« tos del Pacífico?
« ¿Qué se pretendía en esa concentración de fuerzas de linea
« en Buenos Aires ? ¿ Era para oponerlas a, algunos cientos de
« montoneros, ó ^)ara apoyar la coronación del Principe de Lu-
« ca? — Cada uno resolverá esto según sus convicciones ?
« Preservado Buenos Aires del incendio y rolmsteddo el po-
« der del Gobierno con un ejército numeroso y con algún otro
« que podría traer el presente Monarca^ bubiera recobrado su
« influencia cuando no se hubiera emprendido una nueva con-
« quista, sin advertir que esos pueblos abandonados serian
« una presa fácil de los ejércitos españoles que nos observa-
« ban, y que no combatían sino por la sujeción completa á la
« metrópoli.
Despechado contra esas declaraciones del gran capitán Cor-
dobés, trátalo duramente en su despecho el doctor López en
su Revolución Argentina (pajina 1,068, tomo 4.°) y hace in-
discretamente esta revelación que es la mejor defensa de
Artigas :
« ¿ Quién las propagaba ( las ideas revolucionarias ) ? es cla-
« ro: los que encabezaron el motín de Arequito; es decir el par-
« tido comunal de Córdoba, que el señor Paz llama la gente
28
J
0
— 418 -
« decente, y que nosotros llamaremos la burguesía anarquii
« montonera que tendía abiertamente á la disolución del
« ganismo Nacional, E-jto es muy importante para que p'
« mos juzgar del carácter de los sucesos y do la conducti
« los hombres que figuraban on ellos. El CLironel Paz Qra¡ c
« lo vamos á ver, ol jefo de esto partido anárquico y disolv
« que era en Córdoba lo que ol partido de Artigan en laB»
« Oriental, lo que el partido de Ramirez en Entre-Rios, lo
■»t el de López en Santa Fé, lo que el de Araoz en Tuouraaj
« que el de Güemes en Salta, lo que el de Iliarra en Santi
ft y por fln, lo que ora en cada provincia el partido del caá
« que la liabia segregado para poseerla y dominarla. Por ]
« que sea la compañía, vamos á ver dolorosamente al Cor
« Paz en juego y eu acción con esos fines después del escá:
« lo de Arequito. Comprendiendo las tintas sombrías
« aquella época de su vida arrojaba sobre su nombro, st
« hecho en sus Memorias, para justificarse, el eco excesivaí
« te injusto de todas las calumnias y de todos los absurdos
« las facciones turbulentas levantaron entonces contra el
« lectorio de Pneyrredon y contra los beneméritos hombrt
« la primera década .
« Para justificar la revolución inicua de Arequito neo'
« echar mano como Sarratea y Kamirez de la alta traicio
«los Congresales que ohrahan fcnchromincnic, según él,
« sojuzgar el país á un príncipe extranjero y á los ejércitoí
« este príncipe debía traer. »
Hasta aquí el Dr. López.
Por más que éste sofiame, como so ve, queda iv.arcado en
relieve en la historia argentina que la niayovia do los put
execraban la poUtiea funesta y tenebrosa que se intentabs
oer preponderar por el partido Unitario, fuese él dirigido
Posadas, por Alvear, por Alvarez Thomas ó por Puejrred
— 419 -
que éste á peaar tío tíiloa resistencia?, ¡■eiii
BUS planes de ilefecciou <Ie la causa repnb!
Es así como se explica palmariamciiti
mientos, tales tliiplíciil.idcs y traiciones
minar por su base toilo edificio político mi
tar sobro ellas en Buenos Airea,
Rubloraiido ju-ífísima.s roststenciay y
debían venir irivsÍK Libio»! ente á proj'ecl
el escenario político al gi"an caudillo dircc
cías, á la inflexible personalidad do Arl
frente do estas, f¡ue las robustecía co:i su i
veliemente sincoriilíid de sus conviccior.f ;■
Es así como Artigas, ¡X pesar de osas r
persistentes duplicidades, s-dvaba la U':i:i
Plata de un premeditado saciificio ofrecii.1
narquia oitranjeia. Sin él, seríamos búbc
zuclo, on Tez de c¡:;dadanos de Kb"cs dem
Aun conslilerando en conjunto todas '
lian afligido cstr.s rojuiblicas en sus atrucí
meditando sobre sus funestas consucue;\i
ante la altemati\-a del oprobio de iiua n
como la que iiitoiítaron implantar entro n
do Artig.is, proíes.iiiios y sostenemos la (
dor Motley en t,u lutroJaecion á su « His
Holandesa»:
« Im'ludi\ble;no:;tf, (di',e éiito) la Iiistori
« mana en HolaiiLla y Fbndes, como en c
« dondo existe semejante historia, envtiel
« tuvWlencias y do saugiv, si bien estos c
« sido exagerados por los histcriadore;
« misma :-ensualJdad. esa soberbia, esas s
« mientos, son síntomas do vida, — Aque
« ó comunidades tenían sangre en las vei
— 420 —
« altanería, de la conciencia de su propio valer, j tenia]
« rosos músculos. Los tumultos más sangrientos que
« existido á la luz del sol, eran preferibles al orden y a
« cío que reinan en las oscuras Catacumbas del despot
Entre transar con Artigas ó traicionar la causa
Americana^ se prefirió lo último.
No es de este lugar acumular los importantes y numerosos
documentos que hemos coleccionado á aquel respecto, ni dedu-
cir todas las consecuencias que fluyen de su examen y estudio.
Ellos entrarán extensamente en el cuerpo de esta obra, de-
biendo limitarnos aquí á meras indicaciones de un carácter
general, aunque no por eso menos interesantes, ni menos bien
fundadas y exactas.
El gran cargo que hacían á Artigas los círculos gnbernistas
imperantes en Buenos Aires desde 1814 basta 1820, era prin-
cipalmente el de encabezar y fomentar en las Provincias una
anarquía disolvente, inconciliable con toda organización polí-
tica más ó menos? ordenada y dócil á los desatentados ensayos
de organización nacional que se iban iniciando dia á día en la
capital, y que se sucedían unos á otros en el vértigo revolucio-
nario de las oligarquías porteñas.
A su turno. Artigas luchando obstinadamente por la auto-
nomía política y administrativa de la Provincia Oriental, y
por la de las demás que él acaudillaba y protegía, ganaba cada
dia más terreno y más prosélitos, y cimontaba su poder anu-
lando y derrotando por do quiera á sus adversarios.
Así como sus armas avanzaban victoriosas, las ideas iguali-
tarias y federativas que simbolizaba su bandera, prepondera-
ban cada dia más en el ánimo de los pueblos del Interior, como
el dogma de una causa común; y aseguraban rápidamente su
definitivo triunfo.
Al llegar aquí, creemos conveniente comprobar esta afirma-
^
hasta aliora no so Lnii jmblicado, dirigidos al fleiioi-al Artij
uno por el Caljüiío <\'> Córdoba, y otro por el Jefo de la (ÍH
Ilición il-j lii misma uiii.lad, Q-etieral don Francisco Antonio
Ocampo. ijl )ni-;iii j qnc mandaba on jefo la primera oxpedici
salida de Biiyii(D.s Aires en ISIO á fin do sostener la rovoliio:
do Mayo en las proviiii-ias dol interior,
Cual Soria ont.(íiici'3 li ttsmible influencia del Goneral Ai
gas en la mayor parte de las provincias como su directoi
defensor, puedo dcducirss d„-l tenor de esaa comunicaciones,
una de las cuales i'cyulta que á una intimación de aquel diri
da desde Entre-Tlios, renunciaba su mando el jefe do las fu
zas nacionali'3 on Córdoba, y dejaba a) pueblo cordobés en
bortad de elejir au nuevo gobernador decididamente artigui;
Poco después do csü singidar cambio de autoridad produc
á 2ÍK) leguas do distancia por un solo oficio dol Jeíe de
Orieutalea, fué cuando las autoridades de Córdoba le enviai
el presente de una magnifica espada con vaina de oro, que
giiarda como una j)recio3a reliquia en el Museo de Montevie
y en la cual se loe la sigiiiente inscripción,
« La espada del General Aktkjas »
« Cóudoba es pus rniMEnos ensayos a bu pbotectob
EL INMOUTAL Geneual VOS JosÉ Autígas »
En la hoja :
« cóedoba independiente a su pttotectob
General don José Aktigas : año db mil ochocientos quino
Hé aquí las notas á que hornos hecho referencia:
« Si la Libertad, ese idolo de todos los pueblos americano:
quien han sacrificado sus fortunas, y consagrado sus vidas,
la tranquilidad y seguridad pública, la moderación parfcicu
— 423 —
y el imperio de las leyes; si V. S. es el protector de esta Liber-
tad ; cuan didce y consoladora debe ser esta idea al virtuoso y
patriota pueblo de Córdoba que representamos ! Invocando,
pues, la patria, los derechos del hombre, la filantropía, y los
nombres más sagrados, este Pueblo dá A V. S. las gracias por
su protección, y en vista de ella ha procedido á la elección del
. nuevo Jefe que ha recaído en el Coronel don José Navarro Diaz.
« El pueblo de Córdoba después de repetir á V. E. su más
vivo reconocimiento, cree que sin herir la magnanimidad de
V. S. debe añadir que en el caso inesperado de padecer ofensas
sus derechos, protesta con esa misma libertad que V . S. ha
garantido, que aunque sufriese las condiciones de su indefen-
sión obedeciendo al imperio de las circunstancias, siempre vo-
larán sus deseos hacia la encantadora y amada imagen de la
Libertad. Asi contesta á V. S. el pueblo agradecido de Córdo-
va, suplicando se sirva dispensar la tardanza de la respucjta
que no ha estado á su arbitrio el evitar. Dios guarde á V. S. etc.
« Sala Capitular y Pueblo unido de Córdoba - 29 de Marzo
de 181B.
José Norherto Allende — José Manuel Solares
— José Luis Escobar — José Felipe Matin — Vic-
torio Freites — Vicente Carvalan — Pedro Antonio
Latid — Félix Dalmacio Pinero — Felipe Arias
— Mariano Lozano — Por Comisión del Pueblo i
— José Antonio Cahrei'a — José Roque Lavid.
« Señor General en Jefe de las fuerzas Orientales, don José
Artigas. »
El mismo dia en que el Cabildo de Córdoba aceptaba tan
entusiastamente la protección de Artigas; el General Ocampo
le dirigía esta otra nota resignando de mal talante^ pero resig-
y^
^
— 424 -
nando el mando acte la orden del prestigioso candi!
6308 momentos preparaba en la Bajada del Paraná i
para invadir la provincia de Buenos Aires y combatí
« Ni yo, ni la Guarnición de esta plaza, aunque re
á la suprema autoridad constituida por los pueblos
más bemos ORrimido á estos ciudadanos. Es una fue
por el mismo pueblo para mantener el orden y tr
pública, pues jamás ha necesitado de otra.
« Asi que recibí la comunicación de V. S. del 24, ;
se de la que dirigió á este Ilustre Ayuntamiento, en
nifiesta el pleno goce de sus dereclios, y que habia s
do y convocado por eso pueblo, cité por Bando á tot
dadanos al Cabildo abierto: allí hecha demisión de
me retiré para que con entera y absoluta libertad, c
sin mi asistencia sobre la intimación do V, S. El cui
talar le dirá mi comportacion franca y generosa en
y que aunque como hijo de la Provincia tenia, un reí
recho como primer ciudadano, mi principal objeto !
á que el pueblo goce de quietud y sosiego.
« Queda pues el mando, y la tropa de esta dotaci
sicion del mismo pueblo, y do la autoridad que ha c
y por consecuencia exonerado yo del mando que n
el Supremo Gobierno. Me retiraró adonde me acoi
soy persona libre para elegir el domicilio que más
Devuelvo á V. S. las mismas espresiones con que mt
Dios guarde á V. S.
Córdoba, Marzo 29 de 1816.
Francisco Antonio de Oa
Al Señor G-eneral en Jefe don Jasé Artigas. »
— 426 —
Hechos de esta clase tan admirables y c
el prestigio del Protector de los Pueblos Libres c
persuadido á los círculos y gobiernos unitarios do
Buenos Airea, que la causa sostenida por aquel n
clamaba ser acatada y aceptada conciliatoriamen
inevitable trasformacion política sostenida por 1e
la nación, que debía operarse por la razón ó la fue
Pero en lugar de pactar con aquel movimiento
cional que se imponía á las camarillas gubemativ
defeccionar de la causa americana, trayendo un
jero.
Necesitamos sobreabundar en pruebas á este ra'
de llevar al ánimo del lector iraparcial el convencí
quienes fueron los verdaderos autores de esos ater
Nada puede presentarse más fehaciente y verídi^
pecto que los detalles que presenta y los caliñaati
plea el mísmo General Mitre en su Sisfona de Be]
rrar los principales incidentes que prepararon y i
á la invasión portuguesa contra la Banda Oriental
Vamos á transcribir una de esas pajinas escríl
habihdad y con elevada serenidad de espíritu al
hechos, pero en la que se conoce cuan violento esi
al historiador argentino el no dajar correr la pluí
de Juvenal, flagelando sin compasión las traiciouf
oidades, y las insidias de los políticos y diploraátic
Directorios que proponían la venta de la patria p<
ñeros en las antesalas de los Ministros de Negocio
ros de algunos monarcas Europeos, y especialmen
neiro ante el Rey de Portugal,
Podríamos nosotros trascribir algnnos de loe pr
(¡amentos que se encuentran consignados en el
R-oceso original de <dta traidon formado «n Buem
¿rden del Gtobernador Sarratea contra el gobierne
_ 42G —
Puoyrredon y contra los príucipales miembios cTel Congi'6;
Tiicuman; paro preferimos por ahora autorí?;ar nuestras
maciones con las del mismo Geiicriil Mitre, por mas qu«
en su sistemática é injusta míilovolencia contra el Genera'
tigas haga uso do frases injui'ínntcs, al misino tiempo
arrebatado por sus soutímientos do l';a!t;id, reconoce y ena
la firmeza de convicciones del gran caudillo Oriental y 1)
fluencia que estas tuvieron en la salvación del sisttma i
blicano entre nosotros, combatiendo las tenebrosas iutrig.
algunos monarquistas argentinos y orientales .
Dice así el Ganeral Mitre, (Tomo segundo pijina 409 y
aunque velando con cordial templanza y con atenuacione
fisticaa la gravedad de los atontados qno como historiadoi
ticiero y republicano debiera estigmatizar sin reticencias.
« Los pueblos anarquizados y los caudillos anárquicos
senvolvian fuerzas, que de otro modo liabrian permanecid
tentes destruyendo con ellas el instrumento viejo, obstando
su resistencia inconnenic & qttc triunfasen proyectos bastí
como Jos de San-atea, Belgrano y Rivadada en Londres, ;
do Garcia en Rio Janeiro. El mismo Artigas, con su bn
dad y sus instintos disolventes, representaba ante Jasociabi
ar^CIiftwa UN PKINXIPIO BE VIDA MAS TnASCENDBS'TAL qUe C
sostenía é! diplomático argentino en la Corte del Brasi!, ei
jando ó creyendo empujar á las tropas portuguesas parae
nar una fuerza que, aunque bárbara, era una fuerza vital
pérdida debía debilitar el organismo argentino.
« Por oso, ante la opinión ardiente de los contempera
lo mismo que ante el juicio sereno de la posteridad, la pol
TENEBROSA QUE VEKIÜOS HISTOBIANDO, HA SIDO rOUALHENTE
BINADA, porque ella sin resolver ninguno de loe i)roblemas i
revolución, los co>npUcaI)a; sacrificaba dpon-cnir de la repí
á los miedos del momento, y dado que sus designios se realít
ene}-vaha por una serie de generaciones las fuerzas de un p
>_ 427 —
independ'iento y Vire, degradando él carader naaonah y hasta
renegaha de la propia raza. » ! !
Hasta aquí el General Mitre.
Bastaría á nuestro propósito la trascripción anterior, poro
ella queda incompleta sino robustecemos sus coní^ecuenoias
con la reproducción de varios documentos análogos al que pu-
blicamos antes, de don Bernardino Rivadavia, y que comple-
mentan el triste cuadro de esas traiciones á la causa america-
na, perpetradas por los mismos que más combatieron y calum-
niaron á Artigas j que así justificaron sus fundadas resisten-
cias.
Hé aquí la Instrucción dada por el Director Posadas, el mis-
mo que puso á aquel fuera de la ley, dirigida al General Bel-
grano en la misión que envió á Europa en 1814 para traer un
príncipe español con conocimiento y aprobación de algunos
de los principales miembros de la Asamblea General Constitu-
yente:
Instrucciones dadas por el Director Supremo Posadas al Gene-
ral Belgrano en su misión á Europa.
« Como el exacto desempeño y éxito feliz de la Comisión
encargada á V. S. y á don Bernardino Rivadavia exijo que di-
vidan su atención para gestionar con igual destreza en las
coi tes de Madrid y Londres, según el semblante que presenten
los tratados en la primera, se bace preciso que dirigiéndose á
ella solo su socio, fije V. S. en esa su residencia para aprove-
cbar las circunstancias, y sacar todo el partido posible de las
noticias y comunicaciones que deberá hacer aquel a V. S. des-
de Madrid; quedando siempre expedito en un caso imprevisto
y desgraciado que baga desaparecer toda esperanza de conci-
liación por parte del Monarca, para adoptar medidas y enta-
blar pretensiones de acuerdo en todo con don Manuel Sarratoa
á efecto de proporcionar las mejores ventajas y li
de estas provincias, sobre bases sólidas y permanf
consecuencias y considerando que el viaje y peri
España de don Bemardino Rivadavia debe ponei
cesídad de causar mayores gastos, he determina
consigo las dos terceras partes de los fondos des
comisión quedando V. S. con lo restante para su
mientras que le lleguen los socorros pecunierioB
de hacer poner en manos de V. S. cou la calidad
dos terceras partes al expresado don Bernardir
durante su existencia en España — Dios guarde
chos años. Buenos Aires, Diciembre 10 de 1814.
Gcrracio Antonio
Al Brigadier don Manuel Bel gran o.
La siguiente comunicación revelará también
conyicciones del mismo Gobierno de Posadas, di
Ministro el doctor Herrera al doctor Passo, Envi¡
« Reservado — El supremo Director despacha a
zuela un Diputado, espresándole haber cesado L
continuar la guerra entre el gobierno de Lima
provincias, después de ocupado el trono por el st
nando VII; que nosotros nos entenderemos con
dirijiremos oportunamente nuestros diputados, p
nuestros derechos con loa que él tiene al rocon
sus vasallos ; que anuladas las cortes por su magí
fin se le remite copia del decreto de la materia) i
principios en que podía fundar la agresión k nneí
y se le hacen sobre tales bases las más ser
reencargando la responsabilidad ante el tront
sangre que se derramase por su oposición al retí
— 429 —
Desagtiadero, dejando libres los pueblos que corre
¿ este vireínato; y que en caso de uo bailarse facult
este procedimiento, lo consulte al virey de Lima, baci
sar hasta su respuesta las hostilidades. Todo esto es c
jeto de retardar sus operaciones, paralizar sus movic
adelantar nosotros las medidas que tomamos para d
con la fuerza de nuestro territorio, y en todo caso par
car co7i uti reconocimiento indirecto Jos derechos dd s.
Feí-nando. S. K. me ha ordenado se lo comunique á usl
lo verifico para que ae insinúe con ese gobierno á efec
dé el mismo paso con el General Gainza y logre por
io los mismos fiuea que nosotros nos hemos proj
Buenos Aires, Agosto 24 de 1814. — Dios guarde i u
« Nicolás de He
« Señor don Juan José Passo. »
Los documentos que anteceden revelan la intima ;
dirección de Posadas en esos inicuos planes para tra
los patriotas, y monarquizar la América. ¿ Qué extrar
así procediese el desleal mandatario que queria gobei
pueblos aunque fuera poniendo un « hanco ó un fítfti
£e¡/ de los argentinos » según le escribía cinicamentt
deau, en la carta que éste publicó en su Auto-biogra
Veamos ahora caer y envilecerse en las mismas d«
vergonzosas al sobrino y sucesor del Director Fosada
nemérito y arrogante General Alvear^á los pocos dia
berlo reemplazado á aquel en el mando supremo, perc
conservando como su Ministro de Relaciones Ext«
doctor don Nicolás Herrera, proponíase entregar las
cías unidas al !Rey de Inglaterra, cuyas banderas se
ban en los templos argentinos como nobles trofeos c
— 430 —
ar.tos (iiie traiiNar cm los patriotas qno dirigidos por J
imperaban en las provincias que ¡se llamaban aitarq.
¡jori'juü no queiíiin soiiieterso al fevroo yugo del misijio
Hi! aquí u;;a do las notas dirijidas por Alvpar, de i
portador á Eio Janeiro el mismo doctor don Mannel
qno inició con ella sn triste carrera diplomática, comi;
ai tfecto para, iipiesurar y realizar esa colosal traición ;
¿ no haber sido por los suces^ís que sü desenvolvian en
despitcs de la vn->lta de Kapoloon do 1a isla do Elba
Cien día?, y por las resistonc:ias cada vez más viotori'
Artigas, habría presentado el odioso fonúmotio do un g'
nacional, entregando su nación á un odiado poder extr
Y ¡monstruosidad pasm'sa! elojiaso pava esa entrega al
poder que siete años autos había rendido en un san
asalto á la Reconquistadora Montevideo, dejando atro
cuerdos, y más tai-do en justiciera retaliación rendido s
derosas armas en tremendos combates en Buenos Aires
! Qué horribles degradaciones oculta nuestra triste
consoladora historia !
lié aquí la nota dirigida al efecto por el Director A
Lord Strangford, Ministro Británico en Rio Janeiro
época.
« Muy señor niio : don Manuel García, mi Consejero de
instruií'á á V. E. do mis iiltimoa designios co:i respec
jjacificacion y futura suerte de estas Provincias. — Cin
do repetidas espcriencias, han hcclio ver de un modo iiit
á todos los hombres de juicio y opinión, qno esto país
en edad ni en estado do gobernarse por f-i mismo, y qu
sita una mano esLcrior quo lo dirija y contenga en la es
orden, nxiít:^ í¡t.\-3 ¡■■o. prcozpito en los horrores do la au:
Pero también ha hecho conocer el tiempo la imposibil:
que vuelvan á la antigua dominación, pOr quo ol odi
Españoles, quo ha excitado su orgullo y opresión d(
_ 431 —
tiempo do la conquista, lia saljido do punto con los si
duaengaños de sa fiereza durante la revolución. Ha si
sario toda prudencia política y ascendiente del Gijbii
tual para apagar la irritación que lia cauando en la
estos habitantes, el envío do Dipiitado9 al Rey. La sol
composición con los españolea, los exalta liasta el fani
todoí juran on público y eu secreto morir antes que:
& la metrópoli. En estas circunstancias solamente la
nación Británica puedo poner un remedio eficaz á tan(
acojiendo en sus brazos á estas Provincias que obedí
Gobierno, y recibirán sus leyes con el mayor placer ;
conocen que es el único medio 'de evitar la destnic
país, á que están dispuestos antes quo volver á la ant
ridumbro, y esperar de la sabiduría de esa nación, lui;
cia pacifica y dichosa.
«Yo nodulo asegurar áV. E. sobre mi palabradas
este es el voto y el objeto de las esperanzas de todos los
sensatos, que son los que forman la opinión real de lo:
y si alguna idea puede lisonjearme on el mando que
no es otra que la de poder concurrir con la autoridac
der á la realización de esta medida toda vez que se a
la Gran Bretaña.
«Sin entrar en los arcanos de la politica del Gabine
yo he llegado á persuadirme que el proyecto no ofrec
embarazos en su ejecución. La disposición de estas p
es la mas favorable, y su opinión está apoyada en Is ]
y en la conveniencia, que son los estímulos más fu
corazón humano.
« Por lo tocante á la Nación Inglesa no creo que p
sentarse otro incouvcuiente, que aquel que ofrece la c
del decoro nacional por las consideraciones do todos á
y relaciones con el Rey de España. Pero yo no veo
sentimiento de nundonor haya de preferirse al gram
que piiede prometerse la Inglaterra, de la posesión
de eate continente, y la gloria de evitar la deatruccioi
parte cousiderable del nuevo mundo, especialmente s:
xiona que la resistencia á nuestras solicitudes, tan
asegurar á los Españoles la reconcjuista de estos paíse
ria más que autorizar una guerra civil interminablf
haría inútil parala metrópoli en perjuicio de todas las
Europeas. La Inglaterra que lia protegido la libertai
negros en la costa do Á-frica, impidiendo con la fuer
mercio de esclavatura á sus más íntimos aliados, i
abandonar á su suerte á los habitantes del Eio de la
el acto mismo en que se arrojan á sus brazos generóse
V. E. que yo tendría el mayor sentimiento, si una repuls
á estos pueblos en los bordes de la desesperación; por
hasta que punto llegarian sus desgracias, y la dific
contenerlas, cuando el iesórdan haya hecho ineficaz
medio, Pero yo estoy muy distante de imaginarlo,
conozco que la posesión de estos países, no es estorbe
glaterra para eapresar sus sentimientos de adhesión á h
en mejor oportunidad, y cuando el estado de los neg
presente los resultados funestos que tratan de evitari
Yo deseo que V. E. se digne escuchar á mi enviado
con él lo que V. E. )uzgue conducente, y manífestí
sentimientos, en la intelijencia que estoy dispuesto á ■
las pruebas de la sinceridad de esta comunicación, y
consuno las medidas que sean necesarias, para realiza
yecto, si en el ooncepto de V. E. puede encontrar una
íeliz en el ánimo del Eey y la Nación. — Dios guardt
Buenos Aires, Enero 23 de 1816.
Carlos de Alret
Excmo. señor Tiaconde Strangford, Embajador de S.
la Corte del Brasil.>
— 483 —
Veamos ahora como se expedían en Europa y Brasil los
comisionados de Posadas, señores Sarratea, el mismo que tanto
hostilizó á Artigas, el doctor Eivadavia, el General Belgrano,
y el doctor Garcia, á fin de traer como en andas un Rey Ar-
gentino y Oriental.
Como en inculpaciones tan graves como las que hacemos á
los mas encarnizados enemigos de Artigas, es necesario ser ante
todo rigorosamente justicieros, dando á cada uno la j)arte que
le haya tocado en aquellos siniestros planes, creemos indispen-
sable hacer constar la siguiente declaración del General Bel-
grano, que es sin duda una salvedad, tratando de demostrar
su rol secundario y pasivo en esa odiosa negociación, en que
sin duda era seducida su candidez por la sutil astucia y dupli-
cidad de sus colegas.
En un Informe presentado al Director Supremo interino en
Buenos Aires, el tres de Febrero de mil ochocientos diez y
seis, dando cuenta de su misión á Europa, se expresa en estos
términos, que merecen tenerse en cuenta com .^ una atenuación
siquiera de la mal meditada participación en esas odiosas de-
fecciones del leal y caballerezco vencedor de Salta y Tucuman.
Dice así el General Belgrano :
« Fué consiguiente a esto que don Bernardino Eivadavia
« tratase de metodizar el plan y darle existencia de un modo
« sólido, y ponerse todo tan en orden que á haber querido el
« Rey, nada tenia que hacer sino firmar : enseñó á Sarratea
« como había de extender las Instrucciones que todos tres fir-
« mamos, y como se había de dirijir en su presentación al Rey :
« en una palabra, Eivadavia fué el director del asunto, como
« perfectamente instruido en nuestros sucesos, y con atención
<c á todos los conocimientos que posee, y el pulso y tino que le
« acompaña; quedándome á mi solo el ser escribiente del todo.»
Las opiniones individuáis de Belgrano, sin hallarse bajo la
presión de engañosos sofismas, pueden conocerse mejor conje-
29
m
— 434 —
turindolaB por el siguiente párrafo de una carta c
mismo doctor Eivadavia desde Jujuy en 19 d(
1812, la que se encuentra en el Apéndice de la obrí
Mitre.
« Crea Vd, queningan cuidado tengo por laa c
« ropa; sé que la España no ha de ser sino lo quo (
*; león, y que en nada nos puede perjudicar : no
«. debemos affjñmr á tener relaciones ron ninguna dt
« que la habitan : cUas iendn'm cuidado de traernos
« temos, y do buscar nuestra amistad por su propio in
Permítasenos al llegar aqui un recuerdo de nue
juventud, relativo á estas mismas tristes revelacio
toria patria.
En la obra en Inglés de Sir "Woodbiue Parish
res y las Provincias dct Eio de la Plata » que t
anotamos extensamente hace treinta y un años, d
bamos antes, so conteiiian en el Apéndice algunos
mentes que evidenciaban esas vergonzosas defec(
ellos se iucluia la reverente petición y siíplica din
IV por Belgrano y Rivadavia, y otros documen'
á negociaciones análogas. Por un aontimicnto d
aun de candor juvenil, como Argentinos, y aui
amarga decepción á que no queriamos resignan:
que podíamos creer, esperando á mejores pmebas,
mos á suprimir algunos de esos documentos, de cuy
autenticidad muy pronto después nos cercioramoi
mos.
Con este motivo decíamos entonces lo eiguienti
esa supresión (T. 2, p, 394)
« En el original inglés hay uh documento fin
« General Belgrano y el doctor Rivadavia, datadi
« el 16 de Mayo de 1816, y que precede k los ai
« flu fecha; pero su contenido es de tal carácter, qt
— 436 —
« mitido omitirlo en este apéndice. Esta omisión despoja á
« esta traducción española de un valioso agregado ; pero en
« cambio, ella será bien acojida por los corazones generosos,
« que preferirán la privación de una estéril curiosidad, al opro-
« bio que pueda recaer sobre nombres y reputaciones que como
« el del primero, son el mas glorioso timbro do la hidalguía
« Argentina. Sírvame esto de escusa, como tnmbien los esfuer-
ce zos (aunque inútiles)' que he hecho por encontrar en la Bi-
« blioteca de Buenos Aires, y en algunas particulares, algunos
« documentos correlativos que esplicasen el que he omifcido ».
Hó aquí aliora los dos documentos que hemos elejido entre
tantos otros igualmente demostrativos de la pasmosa perver-
sión de ideas, de la incalificable traición que so proyectaba á
fin de extirpar del suelo argentino y oriental las gloriosas tra-
diciones do Mayo, al triunfo do las cuales se liabian consagra-
do en alma y vida los ciudadanos de estas provinciaSj entro los
cuales le habia tocado á Artigas y a los Orieutales una tan
noble iniciativa.
Hé aquí dichos dos documentos:
Froyecfo de convenio con CáriGS IV.
« Don Manuel Sarratoa, d^n EoTiiardino Eivauavia y don
Manuel Belgrado, plcnaniQiite facultados por el gobierno de
las Provincias del Rio de la TI ata, para tratar con el Rey
Nuobtro Sefior, el scuor don Garlos IV (que Dios guarde) á
fin de conseguir del justo y piadoso ánimo do S. M. la institu-
ción de un Keino en aquellas provincias y cesión de él al Se-
renísimo Señor Infante don Francisco de Paula, en toda y la
mas necesaria forma:
Prometemos j juramos, á nombre de nuestros comitentes
que ón el caso quo la Corte do Madrid resentida por tan justa
medida, retire ó suspenda, en x^arte, ó en todo, las asignaciones
— 436 —
qae están acordadas al Eey Nuestro Señor Don Cártos I
rá inmediatamente asistido con la suma igual que se le 1
re negado, ó suspendido, en dinero efectivo, por el tiem^
durase la suspensión ó resistencia de la mencionada Ci
cumplir en estas partes sus obligaciones.
Kn igual forma nos obligamos á que en caso de fallecí
to del Rey Nuestro Señor D. Carlos IV ( Que Dios no peí
se sufragarán á la Rnina Nuestra Señora, Doña María
de Borbon, las mismas asignaciones por via de vindoda
raute toda su viila { ! ! )
Y á fin de que la prefijada obligación sea reconocida ]
Gobierno y la It epr es enlacio n de las Provincias del Rio
Plata, y el Principe qne en ellas sea constituido, estén
cuatro ejemplares del mismo tenor, tres de los cuales se
tiran á Nuestro Rey y Señor; para que dignándose ai
este testimonio de nuestro reconocimiento, quiera devoh
dos de ellos con su Real aceptación para los fines indi
quedando el cuarto en nuestro archivo, firmados y se
con el sello de las Provincias del Rio de la Plata en L6n
diez y seis de Mayo de mil ochocientos quince,
Mamid de Sarratea — Bernaidino Sivada
Mannd Bdgmno.
Proyecto de convenio con Godoy el Friacipa de la F
Don Manuel Sarratea, don Bemardino Eivadavia j
Manuel Belgrano, plenamente facultados por el Suprema
bíerno de las Provincias del Rio de la Plata, para tratar
Rey Nuestro Señor, el señor don Carlos IV (Que Dios G-
y todos los de su real familia á fin de conseguir del ji
poderoso ánimo de S. M. la institución de un Reyno en
— 437 —
lias Provincias y cesión de ól al Serenísimo Infante don Fran-
cisco de Paula etc.
Por el presente declaramos en toda y en la mas bastante
forma: qué en justo reconocimiento do los buenos servicios
para con las mencionadas Provincias del Serenísimo Señor
Príncipe de la Paz, hemos acordado á S. A. S. la pensión anual
de un Infante de Castilla, ó lo que es lo mismo la cantidad de
cien mil duros al año, durante toda su vida y con el juro de
heredad para él y sus sucesores habidos y por haber (!!)
En consecuencia, nos obligamos en igual forma; á que luego
que los Diputados don Manuel Belgrano y don Bornardino
Eivadavia, lleguemos al Rio de la Plata con el Serenísimo
señor Infante don Francisco de Paula, se librarán todas las
disposiciones necesarias para que se abra" un crédito, donde y
á satisfacción de S. A. S. el señor Príncipe de la Paz; á fin de
que pueda percibir con oportunidad y sin perjuicio la pensión
acordada, por tercios, según la costumbre de las tesorerías de
América.
« Y á fin de que la citada pensión, sea reconocida y ratifica-
da por el G-obiomo y Representación de las Provincias del Rio
de la Plata, y necesariamente por el Príncipe de la Paz, para
que puesta su aceptación en dos de ellos nos los devuelva á los
fines indicados, quedándose con el tercero para su resgua^-do
y el cuarto que deberá registrarse en nuestro archivo, firmados
y sellados con el sello de las Provincias del Rio de la Plata, en
Londres á diez y seis d© Mayo de mil ochocientos quince.
« Manuel de Sarratea — Bernardmo Eiva-
davia— Manuel Belgrano,»
Tres años después de estas tentativas bastardas, cuando es-
taba ya casi consumada la conquista de la Banda Oriental, y
cuando más airado se demostraba el sentimiento de las pro-
vincias argentinas contra la dominación odiada de Pueyrre-
v^'
-KH
V
— 438 —
don { (Hite su despotismo y crueldad, fusilando á ta
defensores ) por sus pactos inicuos con el Portugí
invasiones que habia decretado contra el Entre-E:
Fé; en esos momentos supremos en que negros nul]
el horizonte político anunciaban la inminencia ñ
trofe final; Pueyrredon con su Ministro Tagle, y e
funcionando por entonces en Buenos Aires, adond^
trasladado desde Tucumati, daban la última mano
trama de traer á las provincias argentinas por met
Bemardino Rivadavia, el ilustro político, pero el im
diplomático de las traiciones nacionales, y el canóni
lentin Gómez, enviado expresamente para ayudarle
dua empresa; de traer, decimos, para las provincias
al Príncipe de Luca, bajo e! protectorado de la Fra
Bey do las Provincias argentinas inclusa la Banda
el Paraguay, debiendo extrañarse que no se liubie
el Alto Peni.
Concluiremos esta serie muy compendiada, trascí
párrafo de una extensa nota del Ministro doctor Ta,
Sotiombie de 1819, dirijida al doctor don Valentii
que es mas pertinente al caso en cuestión :
<! Si hay entre los grandes poderes combinación
« para el reconocimiento en su caso de nuestra índ
« bajo formas monái-quicas, es también anticipada
« la resolución de! Soberano Congreso. En las Instru
« das a los Diputados García y Bivadavia, y en las qi
« á V. S.; está marcada la conformidad do ideas eu
« con el aditamento, solo de que no se admita Prínc
« de la dinastía reinante en España, ú otra de infei
« No por eso debe V. S. tomar la iniciativa sobre í
« miento de la independencia en los téi^iaos indic
« Todo lo contrario, y es de esperar que V. S. no
— 439 —
« un punto de la conducta que se ha propuesto seguir en otwi
« parte, y comunica en su nota oficial de 20 de Abril.»
Completarán estas vergonzosas comprobaciones la nota del
Ministro doctor Tagle remitiendo al Enviado Extraordinario
del Gobierno do las Provincias Unidas del Rio de la Plata las
Instrucciones expedidas por el Congreso á efecto de monarqui-
aarlas y firmadas por el Presidente del mismo doctor Severo
Malavia en Buenos Aires á 13 de Noviembre de 1819; casi en
el mismo mes en que los caudillos del litoral en alianza con el
General Artigas, enarbolaban la bandera que en la batalla de
Cepeda, junto con la sublevación de Arequito, dirijida por los
coroneles José M. Paz y Bustos, debia extirpar esa nefanda
prostitución de la soberania y de las glorias de las Provincias
Argentinas.
He aqui dichos documentos:
« En la adjunta copia tiene V. S. la resolución del Sobera-
no Congreso, y las Instrucciones á que debe arreglarse sobre
el grande proyecto indicado por el Ministro francés y comuni-
cado por V. E. en nota oficial de 18 de Junio.
« Una detenida meditación sobre las ventajas y desventajas
del proyecto sobre las observaciones de Y. E. y sus fundadas
sospechas, ha fijado la resolución. Per ella resulta escepcio-
nado el artículo 7 de las Instrucciones generales, se ocurre á
cualquiera asechanza que pueda envolver la propuesta, y se
pone en manos de V. S. el que proporcione á su país los días
de felicidad á que aspira. Si el Ministro no ha variado de
ideas, si la frialdad y especie de indiferencia de que informa
V. S. en nota 12 de Agosto no tiene por objeto desistir ó se-
pararse de la propuesta, espera el Gobierno que sabrá V. S.
manejar el negocio con el pulso y madurez que demanda su
Alta importancia, y que ciñéndo8« 4 las Intrucciones del Sobe-
rano Congreso procederá en todo conforme á su tenor y al
•*■* --ti
— 440 —
espíritu que arrojan. — Dios guarde á V. S. muclios año
1 Baenoa Aires, Noviembre 19 de 1S19 - (írefforio Tagle.—
jl ñor Enviado Extraordinario D. Valentin José íSomez.»
p Institicdones anexas á que se refiere el anterior.
« Eesebvadísiuo- Exmo. Señor, El Soberano Congreso,
, biendo examinado en las sesiones del 27 y 30 del mes ante
I y 3 y 12 del presente, el contenido de la comunicación dir
:' da con fecha 18 de Junio último por el Enviado extraord
f rio cerca do los poderes Europeos D. José Valentin Goi
( que V. S. acoiüpañó á. su nota rescí radisima del 2G del
h próximo paiado, lia acordado lo siguiente:
r « Que nueítro Enviado en Pans conteste al Ministro de
■^ laciones Exteriores de S. M. Cristianiíima, que el Gong
¿ Nacional de las provincias Unidas en Sud América ha co
derado con la mas seria y detenida meditación la propu
I que hace del establecimiento de una monarquía constitucii
■■ ■ en estas Provincias, con el fin de que, bajo los auspicios
'■ Francia, se coloque en ella el Dnque de Luca, enlazado
> ana princesa del Brasil, y no la encuentra inconciliable ni
t' lo3 principales objetos de la revolución, la Libertad, é Ii
f^ pendencia política— ni con loa grandes intereses de las i
5 mas provincias, Pero sin embargo, siendo el primero y
sagrado de sus deberes promover eficazmente bu sólida fe
- dad, poniendo término 4 la efusiou de sa.igre, y á las fle
1^ calamidades de la guerra interior, y exterior, por medio
; una paz honrosa y duradera con la España y con los grai
^^ poderes de la Europa, bajo la base de su Independencia a
t luta y de las relaciones comerciales de recíproca utilidad, ]
^ decidii-se por ellas, necesitaría que se le hiciesen efectivas
a Tentajas que envuelve el proyecto, y por lo mismo prefe;
P para Gefe del Gobierno al principe que se hallara en m
E' Aptitud y con mayores recursos para realizarlas, y allanar
— 441 —
obstáculos que pueden presentarse. Que bajo de este
píos la autoridad representativa de la Soberanía de e
vincias podrá, eonformarse con la propuesta, bajo el
las siguientes condiciones: Piimei-a— Que S. M. CrÍ£
tome á su cargo allanar el consentimiento ds las ci
Potencias de la Europa, especialmente el de la Ing
aun el de la misma España. Segunda— Que conseg
allanamiento, sea también del cargo del mísmo rey
simo facilitar el enlace matrimonial del Duque de ]
una princesa del Brasil, debiendo este enlace tener j
tado la renuncia por parta de 8. M, P. de todas bus ]
nes á los territorios que poseía la España, conforme á
demarcación, y á las indemnizaciones que' pudiera ta
citar en razón de los gastos invertidos en la actual
contra los habitantes de la Banda Oriental. Tercera
Francia se obligue á prestar al Duque de Luca una
entera de cuanto necesito para afianzar la monarquia
Provincias y hacerla respetable: debiendo compreí
ella, todo el territorio, y la antigua demarcación del
to del Río de la Plata, y quedar por lo mibrao dentr
límites las Provincias de Montevideo con toda h
Oriental, Entre-Ríos, Corrientes, y el Paraguay.Cííí
estas Provincias reconocerán por sn monarca al '.
Lu:a, bajo la Constitución política que tienen jurai
cepcion de aquellos artículos que sean adaptables, á
ma de Grobíerno Monárquico- hereditario ; los cuales
marán del modo constitncional que ella previene.—
Que estando convenidas las principales potenc
Europa en la coronación del Duque de Luca, di
lizarse el proyecto, aun cuando la España insista en
ño de reconquistar estas provincias. — Sexta — Que ei
ó hará la Fiancia qne se anticipe la venida del Duqu
con todas las fuerzas que demanda la empresa, ó £
— 442 -^
este Gobierno en estado de hacer frente á Iob esfat
España, auxiliando con tropas, armaa, buques de g
préstamo de tres ó mas millones de pesos , pagac
que se baya concluido la gueiTa y tranquilizado el
ÍÍJJIB— Que de ningún modo tendrá efecto este proj
pre que se tema con fundamento que mirando la
con inquietad la elevación del Duque de Luca^ pu
ñarse on resistirlo j frustrarlo por la fuerza. — Ofíta':
tratado que se celebre entre el Ministro de Belacior
res do la Francia y nuestro Enviado, deberá ser rat
tro del tármino que para ello se señale, por S. M. Ci
y por el Supremo director de este Estado, con preí
timiento del Sonado, según las formulas conatiti
Novena — Que á este fin se procurará nuestro Envia
po que se considera necesario para que pueda volv'
despacbado este asunto de tan alta importancia, coi
con toda la circunspección, reserva y precaución q
su naturaleza delicada, asi para que no aborto e
como para impedir las consecuencias funestas que (
(si llega á traspirar prematuramente) las glosas ma
sabrán dar los enemigos de la felicidad de nuestra ]
Lo comunico á V. S. de orden soberana para
consiguientes, con inclusión de la nota original de :
viado, y Memoria del Barón de R-eynebal.^Sala (
en Buenos Aires á 13 de Noviembre de 1819. — Jo
Mal AVIA, Presidente— /y TiííCT o Nimez, Pro-Secr
Exmo. Supremo Director del Estado. — Es copia — '.
Los documentos que anteceden bastan por sí sol
car nuestras afirmaciones. Habla en los pueblos un
table propósito de adquirir á todo trance la libertí
entusiastamente había prometido la revolución de
Ante ese acendrado y uniforme patriotismo los d
la política habrían debido reconocer desde Buenos
■"•*'í-i»tr'
— 448 —
en medio de las turbulencias tan inherentes á tan radical tras-
formación política j social como la que se operaba entonces; las
muchedumbres urbanas y rurales entrañaban un amor ardiente
á la patria, que nada podía amortiguar, ni mucho menos extirpar.
Con esa base inconmovible los hombres de acción como Ar-
tigas habían asegurado su prestigio y ofrecían ante overturas
conciliatorias una ancha puerta para organizar federativa-
mente aquellas provincias dispuestas á la conciliación.
Dia más, dia menos, veíase cercano el momento histórico en
que hubiera podido surjir una tentativa ó un ensayo si-
quiera de Confederación Argentina, anticipándose cuarenta
años á su definitiva organización actual.
Con menos infatuación y soberbia, y con mas ilustración y
patriotismo, ante aquel cuadro aleccionador de imponentes ó
insuperables resistencias provinciales dirijidas por Artigas,
legitimadas cada dia mas por el buen éxito de sus armas, los
obcecados directores do la política gubernativa en Buenos Ai-
res, tanto la tenebrosa y absorvento Logia Laidaro, el boa
constrictor de todas las ambiciones, de todas las intrigas anti-
populares; asi como los Directores Supremos que allí goberna-
ban en virtud de motines militares, sin mas prestijío que la
Toluble voluntad de sus preteríanos ; habrían debido compren-
•der, sino por virtud por dura necesidad, que había llegado la
hora suprema de los avenimientos y de la transacion con los
hermanos en armas.
Ante las conveniencias vitales del país, los políticos mas
obtusos y recalcitrantes habrían reconocido su error, condoli-
dóse de los pueblos que condenaban á una guerra permanente,
y transigido al menos ante la fuerza invencible de los hechos,
^on los caudillos provinciales, encabezados por el formidable
Artigas, asi como se transó en el Pacto de Santo Tomó reco-
nociendo la autonomía de Santa Fe, jmas tarde en los Trata-
<dos del Pilar, después de la oprobiosa derrota de Cepeda.
r;
X.
.. j 1
• >■■!*
■ 't4.
* ^1
Mediante mutuas concesiones, habriaee llegado asi á &
nar una Convención federativa provisoria, la cual, aunq
hubiese creado una Confederación perfectamente organ
verdadera utopia que era de todo punto prematura eni
dada la incompetencia de aquellos políticos y estadista
bria restituido al menos la perdida cohesión á aquellas
vincias que se desmenbraban y agredían mutuamente
bría doctrinado á sus hombres de acción, habría cegado el
mo de sus recíprocos odios, y reconocido en principio 1
ya se imponía por la violenta preponderancia y coacci
los hechos.
Poro en vez de aceptar este salvador temperamento, e
co patriótico, el único honorable y fecundo para todos, ci
que ¿1 importaría una vergonzosa abdicación de las pi
nencias de la capital del Vireinato, que se creían más in
bles y sagradas por los Directores Supremos y sus circuí
las del fuero divino en las monarquías. Prefirióse, ent
mellada y rota la espada de las invasiones sangrientas
cendiarias, excavar sigilosa y torvamente una solución ■
medios más reprobados y execrables: en la traición á la |
Durante algunos años ese fué el carácter distiativo y e
tro de la olla poHIica Directorial. Por no pactar concilla
mente con Artigas y sus numerosos adictos en las Provi
salvando la República en su cohesión nacional, devolvié
su fuerza y su integridad, no hubo escrúpulo en pactar <
traición, y perpetrar por cuatro veces distintas el crimí
lesa patria.
Últimamente y como coronación de tan nefanda obra,
rióse ayudar 4 erijir el trono de un monarca extrangero
aborrecida dominación sobre las cenizas de la Banda Ori
labrando con mano de Oain la indefinida é irredimible
vitud de BUS leales hijos.
Las pruebas de la traición — CompIIcids
invasión portuguesa.
Mandóse en consecuencia á solicitar por medio
y habilísimo doctor don Manuel J. García, al Eio
loa reales pies de Su Majestad Don Juan VI de Bn
tenia aUi sii Corte y gobierno, la mano extranjera
venir á dar la más inicoa de las soluciones á esa
nentemente fratricida; coincidiendo en esos mismo
reservada complicidad los dos sucesivos Directores
peño General AWarez — Thomas y el General Ante
les Balcarce, diríjidos siempre por el depravado Mi
tor Tagle, completando mas tarde su pérfida obra
Pueyrredon con el mismísimo Ministro.
Pero antes de entrar á presentar algunas priieb.
bles de esa inicua complicidad, parécenos oportur
bir á continuación algunos párrafos de la obra t;
citada del doctor López, que ratifican la misma af
dan á la vez una idea de cómo el pueblo de Bi
reprobaba tan culpable política, y como ese bistori
be los preliminares de la traición, presentándola p
y hasta con fruición, como una labor de hábil 3
sagacidad.
Dice asi el doctor López en la página 265 del T
« El coronel Dorrego, don Manuel Moreno, el
Pedro Agrelo, malísimamente predispuestos, aunqv
sos motivos cada uno para con el Coronel Moldes,
Congreso, y para con San Martin, habían comeuz:
el espirita local porteño, poniéndolo en alarqias
— 446 —
vejámenea y los peligros que le vendrían de Tncu
de loB grandes cargos que comenzaban á propala
8e Iiabia resuelto sacrificar á la Banda Oriental
Aires, al favor do una infame intriga para entregí
Portugués. Nadie designaba al autor, ni los detall
estahan profunda mente ronrenridos de la existencia
Era este uno de esos rumores auóniraos, siiigul
pregnaJos d» verdad que vagauy vagan iinpalpal
que son notorios pam todos. « No se ocultó nuiícs
« do los pueblos do la liga federal (decia dou Estai
'< on un Manifiesto) que el Ex-Director Alvarez liab
« al Ttey de Portugal la Provincia Oriental, y qo
K fn¿ segundado por sus sucesores. No era pequcfK
« en que nos pouia una intriga do esta naturalezt
« dos de la impotencia á que nos reducía la falt
í: para empeñar, con tan corto número de trop;i3,
« ofoii!<iv!i contra el ejército Portugnés y ol de Bf
« auxiliiidoá por los generales Eclgrano y San Ma
« mos al arbitrio do ihisfrar á ¡tu^.i'trDS roiiri'cl-fhn
« riJ ci>]t gao sa uoíf oM l/j/iJín ú hi-.tar la iiuiuo de i
« Df!>i¡ota utc f.
« AIvarez-Thomas liabia caido bajo esta torm(
Eienti^n encontrados y tumultuarios que hacian
Eepiiblica (incluso el Corgreso doTucuraan ) un i
lie cah'tmiiifts, de ainlii-iones inicrvsiiqíica^, ij de prop
■ua'ic f:/! entendía, para saber bien io que era precis
que era preciso hacer, Derrarabada la base de sus
so comprende la responsabilidad del doctor Taglí
que curría, si se hnhiera descithierto la sohirion ton
querído cortar aquel imdo de desaliños y de miseria
hombre alguno entonces que hubiera podido teñe
dad, ó juicio para comprender sus fines, y para coo
sino uno solo ; pero San Martin estaba lejos ; y esa
,'\
■.•^
J;
— 447 —
ponía perplejo en medio de los conflictos del momento. La si-
tuación era, pues, enteramente nueva. Alvarez-Thomas habia
sido sostituido por el General don Antonio González Balcarce,
que le era tan inferior en talentos y en habilidad, como supe-
rior en glorias militares y en inocencia angelical ( ¡ ! ) Hombre
de cortos alcances, y subido al poder baío el influjo de una si-
tuación tumultuaria y exitaciones populares, el General Bal-
carce se encontró tironeado de mil lados, sin que le fuera dado
atinar con lo que debia hacer, ni con el rumbo preciso que de-
bía dar á los sucesos. El doctor Tagle, que, como todo hombek
TRAVIESO EBA DOBLE ( ¡ ! ) procurando maniobrar siempro con
aquel egoísmo flexible de los políticos más consistentes, para
no perderse, imitó á las orugas : se volvió concreto, inocentón,
impasible, decidido á esperar, para ver de que lado se pronun-
ciaba el influjo verdadero que debía dar solución á las dificul-
tades del día. Fftso im grandísimo cuidado en no descftbi'irse,
por qui los intereses orientales comenzahan á sonar alto en las
pasiones dominantes ; y se dejó andar al favor de todas las cor-
rientes encontradas que se estaban disputando el poder de
echar al país en alguno de los mil sentidos que cada promotor
de ideas prefería. Cuando sintió que era irremediable la caída
desastrosa de Alvarez-Thomas, el doctor Tagle supo bordejear
diestramente entre los escollos, y logró conservarse de Minis-
tro con el doctor Obligado, al lado jdel nuevo Director, el ge-
' neral Balcarce. Pero, por mucho cuidado que pusiera para
ocultar en el silencio sit atrevida inidaUva de complicidad con él
trono portiígués un rumor sordo y lleno de irritaciones la seña-
laba, como se ha vista »
Hasta aquí el doctor López. Se reconocerá que no puede
presentarse ni recordarse de un modo mas acomodaticio y con-
ciliador la iniquidad de semejante política y la astucia maquia-
vélica del doctor Tagle, del iniciador y fautor de ese diabólico
plan.
•i-TJ
*:»
— 44S -^
Ya veremos en otra parte como trata el mismo doctí
pez no de atenuar siguiera, sino de justificar un procedií
tan anti-amerícaiio y suicida para las mísmrs Provinci
Kio de la Plata, en las que el sentimiento popular, sej
mismo tiene que confesarlo, reaccionaba indignado con
sola sospecha de que tal crimen pudiera prepetrarse, c
perpetró, en laa tinieblas de ocultos conciliábulos.
Fuera de muchos documentos que prueban la traición
tres Directorios sucesivos, movidos todos por el insidi*
Tagle, y los cuales se hallan consignados en el escar
Proceso ile Aita Tiairhn mandado formar al Congreso d
cuman y al Directorio por el Gobierno de Sarratea en
como sft verá en el cuerpo de esta obra; y de los no menos im-
portantes que ha publicado el general Mitre en su interesan-
tisima Vida de Bclffmno, en el Apéndice dol Tomo 3.", bastará
á nuestro objeto por ahora trascribir una nota dirijida por el
Director Supremo de Buenos Airea al Diputado de las Provin-
cias Unidas, residente en Eio de Janeiro, Dr. don Manuel J,
García, y las contestaciones de este, informando á su Gobierno
de la feliz terminación dada á esas siniestras negociaciones.
La autenticidad de esos tristes documentos es incuestiona-
ble, desde que ellos lian sido publicados recien el año pasado
por el mismo hijo de aquel Agente Diplomático, el Dr. don
Manuel R. García, como ;una vindicación de las deprimentes
pero justificadas inculpaciones que se han hecho á aquel. Por
desgracia para este, ellas lejos de paliarse ó atenuarse siquie-
ra, 86 ratifican ampliamente por esos mismos documentos.
Hé aquí dichas notas :
« El Gobierno ha dado parte al Congreso Nacional del esta-
do que toman nuestras relaciones exteriores , y de anuncios
hechos por Vd. sobre laa que podían establecerse con esa Corte.
« El Congreso ka mostrado las disposiciones más favorables á
este remeció, y cree que los vínculos que lleguen á estrechar
— 449 —
estas Provincias con esa Naciori, sean él mejor asilo qtie nos reste
en nuestros conflictos. ....
« El negocio se trata con un interés y una teserva que casi
parecen increíbles en el crítico estado de nuestras cosas. V. S.
pues, en el desempeño de su comisión, dehe aprovechar los inS"
tantes para tratar con absoluta preferencia de este particidary re*
mitiendo un detalle de cuanto se solicitare, y de las ventajas
que se ofrezcan á estos países.
« Al mismo tiempo, debe Vd. indicar todos los medios que
hayan de adoptarse por parte de este Gobierno, en cou^bina-
cion con ese Ministerio, para allanar los obstáculos que pue-
dan oponerse á miras y pretensiones razonables.
« Pudiera suceder que se creyese necesario destinar un nuevo
Diputado secreto a Santa Catalina, ó Rio Grande, y para tal
caso, deberá Vd. conseguir una orden para los Gobernadores
de dicbas plazas, á efecto de que sea recibido sin embarazos el
que se presente con despachos de este Gobierno.
« Averigüe si Artigas tiene algunas relaciones con esa Corte
y de qué género, pues su conducta lo hace sospechoso. (!!).
No se detenga Vd. en gastos, si es preciso hacej* alguna co-»
municacion importante, y de todos modos, repita Vd., en cuan-
tas ocasiones se proporcione, la relación de todos los adelanta-
mientos que se hicieren en un negocio de tanto interés.
El Gobierno descansa todo en el celo y patriotigmo de Vd.
y cree firmemente que le continúe las pruebas de estos senti-
mientos.
Buenos Aires, Jlarzo 4 de 1816.
*
Antonio González Balcabce.
Gregorio Tagle.
30
— 460 —
Y como si no fueran suficientes los empeños que se hacian
en esa nota, en que hasta la lealtad de Artigas se ppnia en
duda, agregábale lo siguiente en otra de la mismisima fecha,
acentuando mas vehementemente el pensamiento que se vela-
ba á medias en la primera.
« Todas las gentes de juicio cuentan además de los esfuer-
zos que nos restan que hacer en la lucha, con los príncij^os
liberales que ha manifestado S. M. Fidelísima el señor don
Juan VI. y fundan sus esperanzas en los proj^'ectos magnáni-
mos que debe inspirar 4 S. M. la aproximación á nuestras Pro-
vincias .
« Bajo tales datos, no omita V. S. medio alguno capaz de
inspirar la mayor confianza á ese Ministerio sobre nuestras
intenciones pacificas y el deseo de ver terminada la guerra
CIVIL CON EL AUXILIO DE UN PODER RESPETABLE QUE NO OBRARÍA
CONTRA SiPrs PROPIOS INTERESES CAUTIVANDO NUESTRA GRATITUD .
« Procure Vd. para su patria dias tranquilos y felices, y
despliegue toda la eficacia de su celo para hacerlo recomenda-
ble por d más importante de todos los semcios. Tales son los
sentimientos que me ha inspirado la situación elevada á que
me ha conducido la confianza pública, nombrándome interina-
mente para ocupar el lugar que dejaba mi inmediato ant^ce^or
el señor don Ignacio Alvarez, por cuya correspondencia quedo
impuesto de lo obrado hasta aquí en la materia.
Buenos Aires, Mayo 4 de 1816.
Antonio González Balcarce.
O^-egorio TagU,y^
El Ministro Tagle, el activísimo y sutil Mefístófeles de estas
tramas diAWlicas en que caía atontado el Directos Balcarce, no
V
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contentándose con las notas antecedentes que el había inspi-
rado y suscrito junto con el Director, agregaba por su propia
cuenta en carta particular do la misma fecíha de 4 de Mayo los
siguientes encarecimientos é instancias :
« Convengamos, pues, en la necesidad de tomar medidas
« prontas, para fijar con fruto nuestra suerte, y así no pierda
« Vd. ocasión para alcanzarlo. Tono amenaza una disolución
« GENERAL, Y LO MAS SENSIBLE ES QUE LOS PUEBLOS QUE YA NOS
« HIRAN Y TRATAN Á ESTA CaPITAL COMO Á SU ]S£AYOR ENEMIGO,
« P JEDEN, SI NOS DESCUIDAMOS, REDUCIRNOS Á LA IMPOTENCIA DE
« AJüSTAR Y CONCLUIR TRATADOS. Sálveuos, pu6s, nuestra dili-
« jencia, y la seguridad de los medios que adoptemos. El Con-
« ffreso está conforme con cuanio asegure la indepimfUacia y se-
<< gtiridad del iiaisy y prciicTie á Yd, obre hajo tal f/araní/a con
« toda franqueza y empeño y*! . -
Como respuesta y satisfacción á tan sospocliosas insinuacio-
nes é instancias, véase como se adelantaba esta insidiosa cor-
respondencia, en el sentido solamente diQ favorecer los intereses
y aspiraciones portuguesas.
Se reconocerá sin esfuerzo que el gobernante en Buenos Ai-
res, y su representante en Rio Janeiro se estimulaban con
ardorosa emulación en su funesta obra. En nota de 9 de Junio
de 1816 el Diputado Grarcia hacia al Director Balcarce las
reflexiones siguientes, preparando el terreno para la invasión,
como podria hacerlo un leal agente Portugués, ó el mismo
Bezerra, Ministro de Negocios Extrangeros en esa énoca del
buen Rey don Juan VI.
Refiriéndose á Artigas decia :
« El poder que se ha levantado en la Banda Oriental del
Paraná filé mirado desde los primeros momentos de su apari-
ción , como un tremendo contagio que introduciéndose en el
corazón de todos los pueblos aéabarla con su libertad y sus
riquezas .
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« Muclios se han engañado , 6 porque contaban solamei
con sus buenos deaeoa , 6 porque solo se curaban de eacaj
de aquellos malea que en el momento lus apremiaban mas
jíOrque no queiian oir otra voz que la de sua pasiones .
« Empero ya ha puesto la experiencia su fallo , y la opin
de los hombres sensatos no puede estar dividida sobre e
punto . Asi no recelo ya en asegurar que la extiscios de ei
PODEB OMINOSO es A toilüs luces no solo 2¡roiechosa,sino necesa
á Ja salvación drl pais .
« ha, desmoralización de nuestro ejército ha privado al C
bierno do la fuerza necesaria para sofocar aquel poder, y
pasmosa Tariedad de opiniones, de pasiones y de intereí
privará también al Soberano Congreso, do la gran fuerza d
ral que necesita para sojuzgar á su autoridad honihres feroce
s«7í'íy'(?s, y lo que aun es mas, acosbuiibrados A mandar ce
lUspotas y A ser acatados de los primeros magistrados de los j)
¡líos.
« En tal s¡tnadon, es forzoso i-enunciar A la esperanza de ce.
2¡or nosotros uiisiiios esta fue^tte primera de ¡a disolución geni
que nos amejiaza.
« Pero como sus efectos son igualmente terribles á todos
Gobiernos que están á su contacto, de aqui proviene que, a!
mado el Ministerio del Brasil de los progresos qtie sobre el I
hierno de Jas Provincias Unidas va haciendo el caudillo dü
anarquistas, no ha podido menos que representarlo á S. M
para que sin damora pusiese pronto remedio á un nial, que c
ciendo con tanta fuerza podría on poco tiempo, cundir por oí
sus dominios, haciendo mayores estragos.
« En consecuencia , ha bbsieelto S, M. F, EiirEfiAB todo
podee paba extinquib paba sieupbe , hasta la ueuobia
tAn Funesta calamidad , haciendo en ello vs bien ql-e d:
A sus vasallos y un beneficio que obee ha de seb aobadi
DO POa sus VECINOS.
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« Es verdad que en todos tiempos se ha temido la ingeren-
cia de una potencia extranjera en disturbios doméstico». Pero
esta regla, demasiado cierta generalmente me parece que tie-
ne una escepcion en nuestro caso y esto , por dos razones; la
primera , es que hemos llegado á tal extremidad , que es pre-
ciso optar entre la anarquía y la subyugación militar por los
Españoles , 6 el interés de un extranjero que puede aprovechar
de nuestra debilidad para engrandecer su poder.
« La segunda razón , es: que por una combinación de cir-
cunstancies harto feliz imra los americanos del Sud (!!) los inte-
reses de la casa de Braganza han venido á ser hmnogéneos con los
del Coniine7ite, de la misma manera que los de los lEstados
Unidos y los de cualquiera otro Poder Soberano, que se esta-
bleciese de esta parte del Atlántico
« V. E. observará que al mismo tiempo que S. M. F. se j)re-
para á pacificar la Banda Oriental, redobla sus cuidados por
conservar el comercio, y las relaciones amistosas con el Go-
bierno de las Provincias Unidas. Que los buques cargados con
las propiedades de sus vasallos, salen para esos puertos por
entre la eicuadra destinada á las costas de Maldonado, y que
sus tribunales están ahora mismo protejiendo la propiedad de
los subditos de V. E. »
Creemos que no puede constatarse de un modo más irrecu-
sable y elocuente la inicua confabulación cuyos siniestros fru-
tos debia muy pronto sentir la Provincia Oriental en su
cruento martirio.
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Fretestos de los Portugueses para pacificar la
Banda Oriental.
Se ha pretendido por los adversarios de Artigas, y lo repiten
¿ cada paso los doctores López y Berra, que fueron los desór-
denes de su administración, los atentados de sus inferiores, las
ofensas hechas por sus subalternos á los habitantes de la cam-
paña, entre ellos á algunos portugueses, los que autorizaron y
provocaron la invasión realia^da ; como si se hubiese tratado
simplemente de una medida de policía rura^. para pacificar la
provincia que se decia anarquizada.
No puede alegarse nada más absurdo, ni más irritante,
como colmo de cinismo y de iniquidad, que aquella causa osten-
sible intentándose con ella dar algún colorido ó pretexto ¿ tan
odioso crimen.
Lo hemos dicho, y lo probaremos ampliamente.
Ese crimen no fué consumado por el Portugal tan solo como
una consecuencia de la política usurpadora que sus ambiciosos
Monarcas y Vireyes del Brasil, venían haciendo prevalecer
desde doscientos años atrás, aprovechándose de la tolerancia
ó de la pusilanimidad de algunos reyes de España; avanzando
año por año en sus poblaciones, y ocupando por todas partes,
por Mattogroso, por San Pablo y por Rio Grande, los territo-
rios que los Vireyes Españoles les iban dejando tomar.
Ese crimen fué debido especialmente, como oreemos haber-
lo demostrado en las páginas precedentes, á las incitaciones y
facilidades que los Directorios de las Provincias Unidas, por
juedio de su Diputado ó Agente Confidencial el Dr. D. Manuel
José García presentaron á la Corte Portuguesa, residente *en«
toncas en Bio JaneirOi representada por Don Juan YI de
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Braganza. En las páginas de esta obra, demostraremos m¿8
ampliamente, aun con otros documentos irrecusables, la exac-
titud de nuestras afirmaciones al respecto; asi como el perfecto
urden que reinaba en Ja Provincia Oriental, acatándose con
respetuosa solicitud todas las órdenes de Artigas como Jefe
de los Orientales, sin el menor indicio de anarquía interior,
garantiéndose eficazmente la vida y propiedad de sus habitan-
tes, castigándose ejemplarmente, sobre todo en la campana,
todo delito, y tratándose de regularizar la marcha administra-
tiva del país, imperfectamente si so quiere, pero lo mejor que
en aquella época remota podia practicarse en las condiciones
irregulares de todas las poblaciones hispano-americanas.
Pero prescindiendo ahora de estos hechos bien notorios^
baste á nuestro propósito sorprender á nuestros lectores con
la transcripción di una nota del General Artigas al Cabildo
de Montevideo, acompañando la respuesta quo acababa de dar
á un oficio en que el Capitán General del Rio Grande, Mar-
qués de Alégrete, le presentaba una reclamación sobre un su-
puesto agravio ó despojo hecho un año antes á un subdito
portugués por la suma de seis pesos.
Estamos seguros que nadie leerá esa nota sin sentirse indig-
nado al conocer el absurdo protesto que se daba para presen-
tar un reclamo con carácter tan formal.
En toda la correspondencia recibida por el Cabildo de Mon-
tevideo, y por el mismo General Artigas, que hemos investi-
gado, es ese el único reclamo que hemos descubierto, sin más
alusión á hechos de las autoridades orientales que pudieran
dar lugar á alguna queja ú ofensa de parte de los portugueses,
por más que supongan todo lo contrario los Dres. López y
Berra.
Sin detenemos en una prolija argumentación, puede asegu-
racse en consecuencia, que muy escasos, o de muy insignifi-
cante importancia debían ser los motivos reales y positivos de
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agravio que podia tener el gobierno Portugués contra la ad-
ministración de Artigas, cuando en dicha única nota se hacia
valer con carácter de solemne reclamación una multa de seis
pesos impuesta dos arios antes á un siibdito portugués, poi' el Oo'
hernador de Montevideo, colocado aquí por las tropas de Bue-
nos Aires, las que entonces estaban en guerra con el mismo
Artigas como lo hemos indicado en una de las secciones ante-
riores.
No puede darse nada más farsaico, pero á la vez más irri-
tante, que ese excepcional reclamo, sobre todo si se le conside-
ra ante las fatales consecuencias del gran crimen que debia
consumarse poco después al venir á conquistar a sangre y fue-
go el territorio Oriental, para suprimir un gobierno prestigio-
so y querido del pueblo, que se creía habia cometido ese aten-
tado del despojo de seis pesos,
Hé aquí las notas inéditas aun tan características de Arti-
gas, á las que llamamos la atención del lector, pues en ellas se
vizlumbra ya el comienzo de la lucha y la heroicidad de la re-
sistencia:
« Por la multiplicidad misma de emisarios á un mismo
asunto «(y los que sin duda Artigas presumiría con razón eran
enviados como espías por el Marqués)» por la insubsistoncia de
los principios reclamatorios, por la informalidad de no remi-
tirlos ante quien pudiera y debiera remediarlos; se convence
evidentemente que es muy otro el objeto que se ha propuesto
(el Marqués) en sus delegaciones con dirección á ese punto.
Por lo mismo, ordené á V. S. esperasen el contesto en la fron-
tera, y he repetido la orden al Comandante de Vanguardia
para que no me deje pasar emisario, pero ni á ningún parti-
cular. * ^
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« Incluyo á V. S. en copia, la contestación del oficio dirigido
á mi por el Comandante de Vanguardia, conducido por el al-
férez Piris de la Hosa, que llegó á esta el 4 del corriente, y fué
mandado regresar prontamente. Mi oficio viene concebido en
los términos mismos que el que V. S. me incluye en su hono-
rable del 6 del corriente. V. S. se penetrará de mi contesto
para la uniformidad del suyo.
« Después de eso, deje V. S. qus reclamen daños y perjui-
cios, y que invoquen en su auxilia el derecho de gentes. Ese
mismo es el que nos favorece cuando ellos han quebrantado
sobre nosotros todo derecho. A mayor abundamiento incluyo a
V. S. esa carta reciente datada en 22 de Diciembre, y escrita
desde Rio Janeiro. V. S. advertirá en ella las varias compli-
caciones de aquella corte , y sus miras decididas por la Banda
Oriental. Mis medidas están ya tomadas, y d Orients hará res-
petar sti libertad con pesar de sus enemigos. Lo que interesa es la
enerjia de los magistrados por un fin tan digno , y que V. S. pe-
netrado de la fatalidad que nos amenazaría en cualquier mo-
mento degraciado, dirija sus esfuerzos á ayudarme, para que
todos sean gloriosos.
« La decisión e>s unánime y firme en todos los orientales. Sti
genio magnánimo y guerrero solo necesita de dirección y confian-
za. Yo por mi parte la he jurado ante las aras de la patria y m-
pero que V. S. marque el año 16 con un nuevo trítvnfo , debido
m
todo á stc celo. Es conveniente reseive V. S. la carta , y sirva
solo para su gobierno entre tanto que los momentos no son
apurados. Yo iré dictando mis providencias de precaución y
todo cuanto pueda contribuir á fijar ima época gloriosa.»
« Tengo la honra etc.
Cuartel Q-eneral, Enero 12 de 1816.
José Artigas. »
€ Copia.
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« lUmo y Excmo Señor : Acabo de recibir la honorable co-
municación de Y, E. reclamativa de seis pesos, pertenecientes á
propiedad del Presbílero José Gómez Riveiro, individuo de
nación portuguesa, y que S. A. el Príncipe^Eejente ha puesto
bajo su protección. Yo prescindo de la grave dificultad de si
el derecho de gentes puede favorecer á un individuo, que ni
supo guardarlo, ni respetarlo : V. E. sabrá decidirlo.
« Sé tan solaKíente que la exihibicion de dicha cantidad fué
hecha en un tiempo en que las armas de Buenos Aires ocupa-
ban aquella plaza; por consecuencia, V. E., debe repetir su ins-
tancia ante aquel Gobierno, quien deberá responder á ose car-
go satisfactoriamente.
Tengo la honrosa satisfacción de saludar á V. E. con mis
más afectuosos respetos^ y dejar contestado su honorable de 16
de Diciembre de 1815.
Cuartel General, 12 "de Enero de 1816.
« José Artigas,
Al Illmo. y Exelentísimo Señor Capitán General Marques de
Alégrete.
Es copia.
Artíffas.y^
Tres meses antes de esta nota, el mismo Marques de Alégrete
habia reclamado amistosamente de Artigas por una pretendida
aglomeración de sus fuerzas en ciertos puntos de la frontera,
cambiándose la correspondencia siguiente, que nada tiene de
alarmante ni de ofensiva, y que solo revela las medidas adop-
tadas por el General Artigas para garantir el orden en la
campaña:
«Adjunto á V. S. en copia la comunicación oficial que condujo
á este Cuartel general el Sargento Mayor de Dragones de las
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tropas Portuguesas don Sebastian Barrete. Por ellas 3
mará V. S. que nada tenemos que temer de aquellos Uir
Yo, en contestación á la misma, no he hecho mas que e
la necesidad de cubrir nuestras fronteras para garai
ese modo la seguridad de nuestra campaña, y asi espc
por ambas partes se observará la mas escrupulosa ai
lo que trascribo á V. S. para su debido conocimiento.
Tengo la honra etc.
« Cuartel General, Setiembre 2o de 1816.
Josí- Alt ¿gas
« Al Muy Ilustre Cabildo etc.
« Ilostrisimo Señor :
« Constándome habír recibido un considerable refu
guardias del comando de V. S. y dirigiéndose á las fr
de esta Capitanía General cuerpos considerables, me
precisión, de hacer algunos movimientos, únicamente p
tela; y para que V. S. no los considere con diferente
juzgué necesario en obedecimiento á las órdenes de mi
rano, comunicar esto mismo á V. S., de quien espero re:
para poner en salvo mi responsabilidad.
« No debo perder esta ocasión de protestarme de V.
af«nto venerador y obligado.
« Puerto Alegre, 3 de Agosto de 1815.
« (Firmado) — Marqués de .He
« Al Ilnstrísimo Sr. D. José Artigas.
« Está conforme.
Artigas. »
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No terminaremos esta sección sin transcribir en seguida las
opiniones del mismo General Mitre en su HisioHa de Bdgrano^
reconociendo quizá sin darse cuenta del alcance de tal afirma-
ción, en cuanto á leis relaciones de Artigas con las autoridades
Portuguesas del Brasil, que estas se hallaban á principios del
año 181 6, aunque en entredicho con aquel, realmente sin pre-
textos ni motivos que pudiesen explicar ni autorizar ninguna
hostilidad, y mucho menos la vandálica invasión subsiguiente.
Es así como nos ratificamos en nuestro juicio de que fueron
principalmente las incitaciones de los Directorios Supremos
de Alvarez-Thomas y Balcarce, dirigidos por el doctor Tagle,
los que sobreexitaron la codicia lusitana, y los que aproxima-
ron y produjeron la catástrofe. La nota de Artigas que ante-
cede demuestra que no existían los pretendidos conflictos á
que hace referencia el General Mitre ; por más que este á ren-
glón seguido se pontradiga, ratificando también nuestro aserto
de que no existía ninguna razón plausible para la invasión
portuguesa.
<c La sublevación de Artigas (dice Mitre, t. 2, p. 388) duran-
te el segundo sitio de Montevideo, la guerra civil que sobrevi-
no, la anarquía que se hizo crónica en la Banda Oriental, co-
locaron á esta Provincia en una condición escepcioníil. Parte
integrante de las Provincias Unidas de derecho, no lo era de
hecho; y se mantenía en rebelión contra su gobierno general,
presidiendo la resistencia de Corrientes, Entre-Rios y Santa
Eé, y estendiendo sus trabajos anárquicos hasta el interior de
la República. Limítrofe del Brasil, no se hallaba en condicio-
nes de cultivar relaciones regulares con su gobiern